Guillem López Casasnovas, catedrático de Economía de la Universidad Pompeu Fabra, impartió el viernes 4 de diciembre una conferencia en la Universidad de La Laguna acerca del estado de bienestar y de los retos al que éste se enfrenta. Cuando todo parece indicar que los niveles de bienestar social en España han aumentado y la esperanza de vida ha dado un salto destacado, el economista, invitado por el Instituto Universitario de Desarrollo Regional, se planteó las dificultades por las que atraviesan segmentos de la población casi invisibles, perjudicados por la crisis y a los que el sistema ha arrinconado, al tiempo que defendió un modelo menos estatalizado, con mayor capacidad para atender sus disfunciones, y con mayor implicación ciudadana.
Presentado por el director del citado instituto, Ignacio Abásolo, el experto en economía de la salud señaló que se han roto los pactos intergeneracionales, que hacía que la política social se centrara en los mayores porque el mercado laboral ya premiaba a los jóvenes. “Se suponía que la política social tenía que ocuparse de ese colectivo más frágil, para recuperar así un bienestar más igualitario, cuando lo que se impone es un reequilibrio intergeneracional”.
A las múltiples desigualdades existentes, si encima se ven favorecidas por el impacto tecnológico, unos pocos, pero con mucho talento, consiguen unas plusvalías muy altas, y puso por ejemplo el caso del fundador y creador de la red social Facebook, uno de los jóvenes más ricos del mundo. “Esto pasa a la vez que, en el otro extremo, una serie de trabajos quedan expulsados del sistema”.
Hay países que optan por distribuir todo lo que pueden de manera igualitaria, como los nórdicos, frente a otros, como los anglosajones, que no interfieren demasiado en el mercado, se generan rentas muy diferentes entre sí y es entonces cuando el Estado tiene que redistribuir. “Pensamos que redistribuyen más los nórdicos, pero no es así”, explicó el ponente en la Facultad de Economía, Empresa y Turismo.
Para López Casasnovas, si no se mueven los valores culturales es muy difícil transformar las políticas institucionales. En el caso español, y frente a los países nórdicos, se valora menos que las personas que se esfuerzan más frente a los que no lo hacen tanto ganen diferente, mientras que en el norte de Europa son más proclives a tener salarios más igualitarios.
El economista, valorando la importancia de las políticas universales de protección social, fue también crítico con ellas. “Cuando hay universalismo, hay poco foco”, apuntó, en el sentido de que no se ve realmente qué hace falta y a quién. “Si no hay discriminación, que es lo bueno, vas a lo mayor”. Qué hace que el universalismo de la sanidad sea redistributivo, se preguntó el profesor. “Pues que se utilice menos por algunos grupos de edad”, contestó. “Con una crisis, los ricos se preguntan si siendo la sanidad pública tan buena para qué van a gastar en su seguro privado”, de tal modo que cuanto más se incorporan los ricos al sistema público más pierde éste capacidad redistributiva.
“El universalismo de todo para todos es menos efectivo, y políticamente resulta muy goloso”, aseveró el catedrático, por cuanto no es necesario priorizar. “Los gestores que no tienen que hacer política selectiva, están más cómodos con el universalismo sin más”, y como ejemplo de ello nombró la Ley de Dependencia, que por pretender cubrirlo todo, desde las grandes dependientes a los menos, ha devenido en un fiasco.
“Estamos en un dualismo fiscal, en el que la imposición indirecta, que paga más, gana frente a la directa. Las rentas del trabajo son ahora peor tratadas que las rentas de capital”, sostuvo el doctor en Economía Pública por la Universidad de York.
En el umbral de pobreza ya no se sitúan los mayores, sino los jóvenes y los parados de larga duración. Con todo, hay en los grupos de mayor edad bolsas de pobreza muy avanzadas, explicó, que no se van a solucionar con una pequeña subida de las pensiones. Factores como la pobreza energética, la soledad o la falta de un ascensor cuando se vive en un cuarto piso que impide todo tipo de movilidad hace que estas personas se queden fuera del sistema. “Esto, nuevamente, requiere políticas públicas selectivas”.
La idea de que todos los copagos son malos y la imposición fiscal es buena es muy cuestionable, dijo. “El copago nutre a la financiación pública” y en una situación de crisis en la que hay que priorizar políticas públicas se convierte, en su opinión, en una alternativa nada desdeñable.
La mayor parte de políticas preventivas deberían focalizar los estados previos de la vida de las personas, porque lo preventivo es una buena solución para evitar gasto posterior de forma reactiva. Pero se trata de una inversión que ha de llevarse a cabo de manera coetánea a un gasto para aquellos donde no hubo prevención, por lo que resulta muy difícil de financiar.
“No me gusta que se identifique el estado de bienestar con problemas de sostenibilidad financiera, porque no es así”. Lo importante para él es la solvencia, es decir, “la capacidad que tenemos de afrontar sociedades cambiantes, choques de productividad y nuevas demandas ciudadanas”, en unos momentos en los que la acción interdepartamental no existe y solo se atiende las políticas institucionales de forma gruesa.
El profesor López-Casasnovas concluyó su intervención poniendo sobre la mesa la alternativa de la ‘agencialización’, para mejorar la a asignación de recursos públicos y también como garantía de un reparto de bienestar ínter generacional más justo. Un pacto social con el respaldo del conjunto de los ciudadanos permitiría que una agencia independiente formada por expertos hiciese recomendaciones sobre decisiones públicas, que podrían ser seguidas o no por las autoridades políticas pero en el caso de no hacerlo tendrían que explicar a la ciudadanía el porqué. Ya existen distintos ejemplos de este modelo en países como Reino Unido, Alemania, Holanda o Australia.