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Estudiantes y docentes de la ULL conmemoran la publicación de la segunda parte de “El Quijote”

lunes 26 de octubre de 2015 - 14:58 GMT+0000

En 2015 se cumplen cuatrocientos años de la publicación de la segunda parte de “Don Quijote de la Mancha”, la obra maestra de Miguel de Cervantes. El Aula Cultural de Lengua y Literatura de la Universidad de La Laguna decidió conmemorar la efeméride organizando un congreso que reivindica la pervivencia de los temas cervantinos en otras manifestaciones culturales. El encuentro ha sido inaugurado hoy, lunes 26 de octubre, en el Ateneo de La Laguna, que será sede hasta mañana de esta iniciativa organizada conjuntamente por profesorado y alumnado de Filología Española.

En la inauguración estuvo presente el vicerrector de Relaciones con la Sociedad, Francisco García, los profesores de la sección de Filología coordinadores del aula organizadora, José Antonio Ramos Arteaga e Isabel Castell; y el estudiante de cuarto curso del Grado en Español: Lengua y Literatura y miembro del comité organizador, Alejandro Hernández Pérez.

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El vicerrector destacó el hecho de que el encuentro fuera organizado por un aula cultural, pues consideró que éstas, junto con las cátedras culturales, son estupendas herramientas para conectar el mundo académico con la sociedad. Asimismo, también se congratuló de que la sede elegida fuera el histórico Ateneo de La Laguna, puesto que ello entronca con otra de las políticas que pretende impulsar el Rectorado: conectar más aún la institución académica con la ciudad que le da nombre, para que, de este modo, La Laguna vuelva a ser la ciudad universitaria que fue no hace tanto.

García reflexionó que el congreso que se inauguraba hoy era doblemente pertinente: en primer lugar, por la efeméride del cuarto centenario que le sirve como eje temático. Y en segundo lugar, porque la sociedad actual está, en su opinión, “necesitada de Quijotes, de personas con ideas críticas y heterodoxas que ayuden a pensar de otra manera”. Por ello, pese a que él proviene del mundo de la economía, reivindicó la literatura, la lengua y las humanidades en general porque ofrecen conocimientos y habilidades transversales de suma importancia para todas las personas.

Los profesores coordinadores del encuentro declinaron intervenir en la inauguración para dar más protagonismo alumnado que ha participado en la organización. Y a esta situación se refirió el estudiante Alejandro Hernández, recordando las palabras del profesor Ramos Arteaga, quien señaló que esta colaboración codo con codo entre profesores y estudiantes para organizar el encuentro ajenos a los roles y dependencias habituales entre unos y otros supone “hacer universidad”.

El estudiante bromeó al afirmar que la obra cervantina está siempre vigente “pese a lo que los lopistas y quevedistas puedan decir” y, nuevamente, reivindicó los estudios filológicos y artísticos citando unas recientes palabras del filósofo Emilio Lledó: “Necesitamos las humanidades para saber quiénes somos, qué somos”.

Don Quijote y Emma Bovary

El ponente inaugural de este congreso fue el catedrático de Filología Francesa de la ULL Antonio Álvarez de la Rosa, quien en la ponencia “De la Mancha a la Normandie: quijotismo y bovarismo” conectó las influencias de Cervantes en la obra de Gustave Flaubert y, más concretamente, en su novela “Madame Bovary”.

Álvarez de la Rosa comenzó su intervención remitiéndose a la prolija correspondencia que mantuvo Flaubert a lo largo de su vida, en la cual deja patente su veneración por El Quijote ya desde niño. Esta filiación no fue ajena a sus contemporáneos y, como citó el ponente, en la necrológica que hizo de Flaubert el también escritor Guy de Maupassant, no dudó en citarlo como “un hijo de Cervantes”.

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El ponente reflexionó que en el relato de cada época, además de fijarse en los filósofos o historiadores, es pertinente hacerlo en los novelistas, ya que algunos de ellos saben tomar el pulso a su época y reflejarlo de manera directa o indirecta, en su obra.

En el caso de Flaubert, su obra refleja el choque entre el Romanticismo y el Realismo, pues le tocó vivir la tumultuosa época comprendida entre las revoluciones de 1848 y la restauración napoleónica de 1852. En su pensamiento quedó patente que los ideales políticos románticos no pudieron verse reflejados en el mundo real, y por ello su obra recoge ese desencanto.

De este modo, Álvarez de la Rosa reflexiona que si Don Quijote es ejemplo de un heroísmo burlesco fruto de la lectura de novelas de caballería, Emma Bovary lo es de un romanticismo igualmente irreal, fruto del consumo de literatura que le prometió relaciones llenas de pasión que no se vieron reflejadas ni en la realidad provinciana que le tocó vivir ni, mucho menos, en su anodino marido, lo cual la llevará al adulterio como medio para escapar de ese desengaño.


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