La Cátedra Cultural Pedro García Cabrera de la ULL, en colaboración con el Instituto Universitario de Estudios de las Mujeres y el Cabildo de Tenerife. celebró a finales de noviembre el foro “La universidad a debate”, en la que expertos de distintas disciplinas e instituciones abordaron la situación de la educación superior. Una de las invitadas fue Pilar Aranda Ramírez, catedrática de Fisiología y rectora de la Universidad de Granada, institución con cinco siglos de historia que ránquines internacionales como el de Shangai sitúan como la segunda mejor de España y uno de los pocos centros españoles entre los 500 primeros del mundo según dicha clasificación. Hablamos con ella sobre esta pujanza internacional, entre otros asuntos.
Comencemos por lo que plantea el título de su intervención en este foro: ¿Hacia dónde va la universidad española?
Voy a hacer una reflexión desde los distintos aspectos y la trayectoria que han tenido las universidades desde su origen hasta la actualidad. Creo que es fundamental reflexionar los aspectos de docencia, la estructura de los grados, la mayor flexibilidad del aprendizaje a lo largo de la vida, la virtualización. Hay que tener en cuenta que, antes, el conocimiento residía mayoritariamente en las universidades, pero, hoy en día, con las nuevas tecnologías, el conocimiento es abierto y está disponible para toda la población. Este es un tema que las universidades debemos saber administrar y tenerlo presente.
También tocaré los aspectos de investigación, la fuerza que tienen los grupos y las infraestructuras. Hablaré de los problemas de sostenibilidad, de formación, de incorporación de jóvenes investigadores y de renovación del profesorado, porque las universidades más antiguas tenemos unas plantillas envejecidas.
Sobre los estudiantes, hablaré de cómo llegan, si hay que adecuar exactamente la oferta de plazas a lo que el mercado requiere, el papel que está jugando el mercado y el negocio en las universidades –no debemos mercantilizarnos en exceso, pero es cierto que somos un servicio público y debemos de responder a esas necesidades-, y también tocaré aspectos de responsabilidad y defensa de la autonomía universitaria, que es fundamental. Y el marco de financiación, que todas las universidades públicas están inmersas ahora mismo en sus procesos de discusión.
Pero son todos retos en los que las universidades tienen una autonomía relativa, pues al final dependen de la legislación o del Ministerio.
Y de las comunidades autónomas, económicamente. La autonomía es relativa, sobre todo por el aspecto financiero. Y las leyes, tanto nacionales como autonómicas, también te limitan.
Cuando hablamos del modelo de gobernanza, parece que el problema es cómo se elige al rector o rectora, y a mí me parece que es fundamental la profesionalización del PAS. La gestión universitaria reside básicamente en ellos y en España tenemos un problema: aparte de que la proporción PDI/PAS es baja para el segundo de los colectivos en relación con los países europeos, tampoco tiene un reconocimiento y esa profesionalización necesaria. Debemos analizar esa gestión que realiza, la cual yo creo que debe ser sólida en toda universidad, e incorporar esa reflexión al modelo de gobernanza.
Un problema que también se está detectando y criticando ahora es que se está burocratizando en exceso la actividad docente.
Mucho. Ahora empieza a disminuir, pero hemos pasado una época malísima de burocratización. Ha habido que acreditar y verificar los grados y ahora también los posgrados y los másteres. La acreditación del profesorado ha implicado un proceso de “recogida de papeles”, de sumar puntos y méritos y ahora estamos en el siguiente paso, que es complejo porque la ANECA ha endurecido mucho los nuevos criterios y ahora todas las universidades estamos analizando sus aspectos positivos y, sobre todo, los negativos.
Es cierto que la tarea del profesorado se ha burocratizado, entre la administración electrónica (pese a que va a mejorar sustancialmente), la actualización de guías, la tutorización, formar parte de comisiones, etc. Y también hay burocratización de la investigación y de su gestión, que es muy complicada, especialmente en todo lo que sean subvenciones y transferencias requieren unas justificaciones complejas, y más cuando entran fondos europeos. La verdad es que el profesorado pasamos mucho tiempo en esas tareas burocráticas, y lo perdemos de la docencia y la investigación.
En estos momentos, ¿cuál cree que es la situación de la universidad pública? Porque podría parecer que está siendo no atacada, pero sí dificultándose su labor mediante la disminución de fondos, entre otras cuestiones.
Bueno, la universidad pública ha sido muy, muy atacada. Yo creo que el anterior ministro de Educación sembró en toda la sociedad española una duda sobre la eficacia y la rentabilidad de las universidades que está costando justificarla. De ahí nuestra transparencia y que nos hayamos lanzado a explicar a la sociedad lo que hacemos. Es fundamental la divulgación científica y la comunicación, que entiendan que ni somos ‘derrochones’ ni malgastamos ni nada. Nos debemos a un control público y a una transparencia total. Somos, posiblemente, de las instituciones más evaluadas. Ahí están todos los ránquines y todas las evaluaciones, que son públicas.
El poder político ha tenido muchísima culpa y hay que tratar de defender nuestra labor. Vas por ahí a ferias y ves a los franceses o a los ingleses con sus embajadores orgullosos de sus universidades. Y en la internacionalización, yo creo que las universidades somos una punta de lanza para nuestro país.
Y luego está la formación de nuestros egresados, que cuando van al extranjero, son muy valorados porque están muy bien formados y cualificados.
Una de las posibilidades que tiene la universidad pública de reivindicarse es asumir más esa llamada “tercera misión”, de transferencia y compromiso social.
Es importante la transferencia de conocimientos y de resultados de investigación en todos los ámbitos del saber. Hay que hacer innovación, pero hay que recordar que la innovación social también lo es. Ese papel importante que tiene las universidades en la cooperación y en los contenidos de desarrollo sostenible está cada día más enraizado en lo que se entiende como la función de la universidad. Empezamos con la docencia; luego se añadió la función de investigación; va a hacer un siglo de la función de extensión, con el proceso de Córdoba; y luego empezaron las transferencias de conocimiento, más con una relación con el mundo empresarial y los parques tecnológicos. Pero hoy somos conscientes de la importancia de la transferencia social.
Cambiado de tercio, usted es una de las pocas mujeres rectoras que hay ahora mismo en la universidad española. Quería preguntarle por el papel de las mujeres en la academia.
Ahora mismo somos cuatro rectoras y, en total, en universidades públicas de España creo que, a lo largo de la historia, ha habido solamente unas diez. Yo soy la primera rectora de la Universidad de Granada tras cinco siglos; las universidades antiguas son mucho más complejas, aunque hay dificultades en todas en general. Un 20%, aproximadamente, de las plantillas universitarias somos catedráticas, grado indispensable para para poder presentarte a elecciones.
El segundo punto es la visibilidad de las mujeres en la vida universitaria. Son mayoría las alumnas. Hay una mayoría de profesoras en los niveles más bajos. Pero, conforme vamos subiendo de nivel, van disminuyendo las mujeres. Para acceder al rectorado, tienes que decidir presentarte y las mujeres somos menos competitivas, tenemos otros valores, no hemos estado en lugares de toma de decisiones. Ahora ya sí tenemos decanas, directoras de departamento, responsables de grupos de investigación, y tenemos que seguir trabajando.
Estamos hablando del llamado techo de cristal, que parece que no se puede romper a pesar de que, teóricamente, los criterios para, por ejemplo, acceder a una cátedra, son igualitarios. ¿Cuál es el problema?
Es un problema cultural, pero también es un problema de adoptar y reproducir roles. Cuando decides presentarte a unas elecciones, empieza muy rápidamente la crítica, esto forma parte de la vida social y en la vida universitaria no estamos al margen. Una candidatura tiene que venir de alguien que haya podido estar en lugares donde su actividad haya sido conocida por la gente, donde haya podio demostrar su capacidad de gestión y necesita también un grupo de apoyo importante. Si esto no se configura en torno a una mujer, difícilmente se pueda lograr.
El techo de cristal existe, se mueve, pero muy lentamente. Ahora mismo, ya todas las universidades tienen paridad en cuanto a número de vicerrectores y vicerrectoras, y en vicedecanatos es exactamente los mismo. Pero el siguiente paso, que es el de las rectoras, decanas y directoras de centro, es distinto. Es decir: cuando hay que presentarse a unas elecciones, nuestra propia formación, nuestras prioridades, nuestra valorización de recursos en la vida, son distintos. Hay que ir rompiendo todo esto y hay que hacer visible el trabajo que hacen las mujeres en la sociedad y, especialmente, en la universidad, porque somos un escaparate.
La incorporación de la perspectiva de género desde el grado, ¿podría contribuir a cambiar la actitud de las alumnas que, al fin y al cabo, serán las futuras decanas y rectoras?
Totalmente. En esa educación en valores debe regir el principio de igualdad. Hay que hablar de temas como la ambición. La ambición transforma la sociedad, no una ambición personal. Esos temas que han sido muy masculinos, como la valentía, hay que desmitificarlos totalmente. Las mujeres somos más del 50% de la población, así que ¿por qué no estar en esa proporción en todos los ámbitos de la vida social?
Pero no sólo debemos hablar de formación universitaria, tiene que venir de antes. El papel de la educación es fundamental, así como de la socialización familiar, de la educación en el entorno. Todo ello influye.
La Universidad de Granada, que aparte de tener 500 años de historia es, según varios ránquines internacionales, la tercera universidad de España.
Es la segunda este año. En el ranquin de Shangai, cuando entras de un intervalo, te coloca por orden alfabético; entonces, salía primero “Pompeu Fabra University”, luego “Universidad de Barcelona” y luego “Universidad de Granada”. Pero a la hora de trasladarlo con las cifras, primero está la Universidad de Barcelona y luego, la de Granada. Somos la 268, pero como decimos, estamos “peligrosamente” situados.
¿Peligrosamente?
Es cierto que la producción científica es muy buena y ha aumentado, pero también es verdad que tenemos tres investigadores altamente citados, que eso es lo que hace que hayamos dado este salto.
Los ránquines también hay que analizarlos con el valor que tienen. Cada vez que llega el 16 de agosto y se lía este ‘guirigay’ de que si las universidades españolas no están entre las tantas mejores y todo eso, yo siempre digo que hay que tener en cuenta que hay 20.000 universidades en el mundo. Y si vemos la inversión total y la inversión por estudiante, resulta que las españolas son muy buenas. Por ejemplo, el presupuesto de la Universidad de Oxford en la suma de las diez universidades andaluzas.
¿No cree que puede pervertirse la visión de lo que es la universidad confiando tanto en los ránquines, que al fin al cabo, cada uno tiene su criterio?
Sí, claro. Por ejemplo, el de Shangai, que es el más institucionalizado y el que mayor reconocimiento tiene, valora sobre todo investigación, pero también aspectos de docencia. Otros valoran más la transferencia, o el número de patentes y spin-offs, las prácticas, la empleabilidad de los egresados…
Pero, en todo caso, no cabe duda de que Granda está haciendo las cosas bien.
¡Yo creo que sí! Nosotros tuvimos un proceso de reforma constituyente de la universidad desde el año 82-83 que asentó los cimientos de una universidad potente. Somos la primera universidad de Andalucía, claramente distanciada pero formando parte del sistema universitario andaluz. Sumamos porque juntas somos más fuertes que separadas.
Tenemos retos, tenemos lagunas, pero creo que esa trayectoria de equipos de gobierno, ese concepto profesional de la universidad, nos lleva a un sentido de orgullo y de pertenencia que hace que todos trabajemos, independientemente de nuestra ideología o nuestro posicionamiento en un proceso electoral, por un objetivo común que es el desarrollo de la Universidad de Granada.
¿Concretamente, cuáles serían sus puntos fuertes?
El plan propio de investigación, que arranca en el año 89 y trata de cubrir e ir igualando áreas que puedan quedar deficitarias en los planes nacionales, autonómicos y europeos, esa apuesta por la estructura y la infraestructura de investigación.
Por otra parte, está la selección de profesorado. Desde muy a principios de esta época, se pusieron en marcha programas para que, por ejemplo, los Titulares de Escuela Universitaria defendieran tesis doctorales. El porcentaje de doctorados en Granada es altísimo. Se apostó claramente por que se participara en los procesos de reconocimiento de sexenios, de proyectos de investigación, de formación de estudiantes.
Y en los últimos tiempos todo esto está teniendo un efecto llamada: a nuestras convocatorias de plazas nos llegan currículos espectaculares de gente que quiere venir de todos los lugares. Las convocatorias de captación de talento están funcionando. En Granada, resulta que la universidad es buena, la ciudad es muy amable y bellísima y eso también ayuda.
Y también ayuda la internacionalización, que es otra fortaleza de su universidad.
Es de los puntos más fuertes que tenemos porque somos la primera universidad europea en el envío y recepción de estudiantes en los programas de movilidad. Se trabajó también desde el principio. Ahora estamos celebrando el 30 aniversario del programa Erasmus, y Granada tuvo muy claro desde su principio que había que hacer una apuesta por la internacionalización.
Gabinete de Comunicación