Todo empezó de casualidad, como tantas cosas en la vida. Jesús Socas, alumno de tercer curso del Grado de Contabilidad y Finanzas de la Universidad de La Laguna, estaba esperando la guagua al salir de clase cuando se dio cuenta que un indigente que andaba por allí leía el mismo libro que él, La sonrisa etrusca. La pasión por Sampedro le hizo acercarse a él y comenzaron a hablar de este libro, para acabar quedando todos los viernes a la misma hora y seguir comentando otras obras literarias que decidieron leer a la par. Llegó el verano y esa relación se estancó, dado que el estudiante dejó de asistir a la universidad y utilizar por tanto ese circuito. A la vuelta de las clases, preguntó por él. El hombre había muerto.
Jesús se quedó no obstante muy reconfortado por la ayuda que le ofreció, y porque cree que esos ratos de literatura compartida sirvieron para que el señor, del cual ni sabía su nombre, experimentara una ligera mejoría en su estado de abandono general. A partir de ahí se le ocurrió crear un grupo de ayuda a este colectivo que lo ha perdido todo. “Se lo conté a mis compañeros de piso, que enseguida se sumaron a la idea Creamos un grupo en Facebook y ahora somos casi treinta estudiantes, de muchos estudios diferentes de esta universidad”.
Llevan tres años trabajando en esta iniciativa, y solo paran en época de exámenes. Desde hace un año están vinculados al programa de solidaridad que tiene la universidad, quien les presta apoyo en cartelería, materiales y asesoramiento en todo aquello que puedan necesitar.
Se organizan entre ellos y salen por turnos los viernes por la noche. “Nunca vamos más de cinco personas juntas, para no intimidarlos. Tampoco nos dirigimos a ellos si están, por ejemplo, acostados de espaldas, porque se asustan. Esperamos a que nos vean de frente. Son cosas que hemos ido aprendiendo con el tiempo”.
“Vamos en tranvía y luego caminamos. Les llevamos alimentos elaborados por nosotros mismos, ropa de abrigo y productos de higiene”. Visitan sobre todo la capital tinerfeña, donde se congrega en horario nocturno un buen número de personas sin techo, especialmente en los alrededores de los centros comerciales. “La última vez les llevamos chuletas, menestra de verduras y papas fritas. También llevamos cubiertos y vasos, para el café con leche. En realidad les llevamos la comida que a nosotros nos gustaría que nos ofrecieran si estuviéramos en su lugar”.
El reparto comienza a partir de las nueve de la noche, cuando cierran los comercios y este colectivo empieza a ubicarse en los lugares donde suelen dormir. “La comida es una parte importante, pero a nosotros nos parece que lo fundamental es la compañía que les hacemos. Nos sentamos y mientras van comiendo nos cuentan cómo les ha ido la semana. En algunas ocasiones piensas, al oír sus relatos, qué asco de sociedad, pero en otras alucinas con lo buena que es la gente”. A veces los alumnos se ven sorprendidos por algunas respuestas, dado que en contadas ocasiones rehúsan la comida y les dicen que se la den a gente más necesitada que ellos.
Hay pocos centros de acogida en la zona metropolitana y estas personas cuentan a los estudiantes que son sitios poco seguros, salvo el del programa de Cáritas ‘Café y calor’ y sus pisos de acogida, donde sí se encuentran mejor. “Lo que hay en estas personas es tristeza y desesperanza. La mayoría acaban en la calle porque han perdido sus empleos y proceden de un entorno familiar desestructurado. Su esperanza de vida es mucho menor que la media española, y es que la calle mata”.
Los estudiantes han comprobado que cuando estas personas sin hogar llevan más de seis meses o un año en la calle se desconectan, ya no quieren volver s a su vida anterior, se abandonan. Durante el día sobreviven, alguno se meten en alguna biblioteca, otros piden algo de dinero, pero el objetivo es llegar al final del día.
Con esta experiencia tan singular y comprometida, Jesús quiere enfocar su trabajo de fin de grado en la contabilidad como una herramienta para el óptimo funcionamiento de una organización no gubernamental. Antes de hacerlo, realizará una estancia en la Universidad de Málaga, donde cursará su último año de grado a través del programa de movilidad nacional SICUE. “Allí me incorporaré al programa ‘Los ángeles de la noche’”, aventura.
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