La palabra que está en boca de todos cuando compartimos nuestras experiencias sobre el viaje a Bruselas es enriquecedor. Antes del viaje, la mayoría veíamos las instituciones como un sueño inalcanzable, una especie de tierra prometida de la interpretación pero más un concepto abstracto que una realidad tangible, pero después de este viaje descubrimos que es muy real e incluso alcanzable y eso nos ha ayudado mucho a motivarnos durante las semanas siguientes, viendo que eso que nos parecía un sueño, no tenía por qué serlo.
Tuvimos la suerte de visitar, y practicar, en distintas instituciones tanto en Bruselas como en Luxemburgo así como hacer unos exámenes de prueba en los que contamos con el valiosísimo ‘feedback’ de funcionarios de las instituciones. Pese a los nervios de vernos juzgados por intérpretes de “tanto nivel” al final resultó una fuente de motivación para la mayoría de estudiantes, porque ya no eran nuestros profesores de siempre, que están acostumbrados a nuestros altibajos y han visto nuestra evolución, si no unos profesionales los que recalcaban nuestros puntos fuertes y nos animaban a pulir aquello que necesitaba mejora.
Algo que nos sorprendió del viaje fue la cercanía de los intérpretes. Desde siempre nos han “vendido” esa idea tan extendida de que el mundo de la interpretación es competitivo y la mayoría compartíamos la idea de que unos intérpretes “tan importantes” no se interesarían demasiado por nosotros. Sin embargo, nos llevamos una grata sorpresa al ver que eran muy accesibles, nos hablaban muy llanamente y nos animaban en todo momento, ya fuera contándonos sus primeras experiencias en el mundo de la interpretación o explicando con mucha cercanía el tipo de pruebas y retos que tendríamos que afrontar si queríamos trabajar en la instituciones. De hecho, nos dijeron que les gustaba recibir a estudiantes de La Laguna porque las visitas les permitían salir de la rutina y porque le tienen mucho aprecio a nuestra universidad.
Desde un punto de vista más, digamos, material todos tuvimos una impresión parecida ya que después de comprobar una y otra vez que llevábamos la documentación correcta, la ropa impoluta y que no habíamos perdido la dichosa acreditación, todos los días al entrar en las instituciones nos pasaba lo mismo: íbamos demasiado arreglados.
Hay quién dice que es imposible ir demasiado bien vestido, pero esa semana descubrimos no sólo lo difícil y variado que es el trabajo de un intérprete, sino también a pedir ayuda a tus compañeros para volver a plegar la tabla de la plancha (se necesita entre tres y cuatro estudiantes para ello), lo útiles que son los videos de YouTube sobre como hacerse el nudo de la corbata y lo importante que es repasar una y vez el modelito para el día siguiente. Todo ello con el fin de pasar desapercibidos. ¿Lo conseguimos? En absoluto. El primer día nos dimos cuenta de que la mayoría de los intérpretes no llevan corbata, en lugar de ello solían llevar jersey, y que es un auténtico incordio andar con tacones por los adoquines, cosa que no es una sorpresa para nadie pero que con el estrés del momento parece incluso peor. El resultado final era un sentimiento de importancia al salir a la calle con nuestras acreditaciones, pero una vez dentro, nos sentíamos como niños que se arreglan para ir de excursión al cole de los mayores. Al menos esperamos haber dado una buena impresión. La señora del puesto de gofres junto a la Grand Place parecía bastante impresionada.
Una de las estudiantes destaca lo mucho que le impactó una institución en particular: el Consejo Europeo. Ver un debate de esas características, con tantos profesionales trabajando y poder hacer cabina muda fue fantástico. Todas las visitas fueron muy interesantes, pero la cabina muda, que también hicimos en el Parlamento, hizo que pudiéramos ver cómo trabajan los intérpretes profesionales y creemos que nos ha ayudado a aprender muchos aspectos de técnica que luego aplicaremos en nuestro trabajo.
Otra estudiante destaca lo siguiente “todo el proceso mental de organización ya era emocionante: reserva los vuelos, los trenes, llévate los trajes adecuados, los zapatos, el bloc de toma de notas… ¿lo tendré todo?
Y pensar que cuando pisé las instituciones y entré por primera vez en una cabina, sólamente podía pensar: intenta guardarte las ganas de chillar de la emoción. Y es que, para los intérpretes, eso era el paraíso. Sin duda las mejores cabinas que hay en el mundo: el equipo perfecto, pantallas que te muestran la cara del orador en todo momento, aisladas totalmente del ruido y incluso calefacción!! Para mi lo mejor ya fue poder entrar en una de ellas. Lo que siempre recordaré es la sensación de caminar por la zona de las cabinas, vestida de traje y ver que algún día podría ser uno de los y las superhéroes que estaban allí interpretando.”
Ya se han mencionado casi todos los aspectos del viaje a Bruselas, pero quizás se han preguntado cómo hicimos para comer, que fue la causa de quebraderos de cabeza para muchos de nosotros antes de irnos de viaje. Pues bien, a nuestra llegada nos dieron varios bonos que podríamos usar en los comedores de las instituciones. Por lo general eran espacios bastante grandes y tenían una gran variedad de alimentos para todos los gustos y dietas: desde ensaladas de todo tipo a tartas y fruta de postre. La calidad era estupenda, y comíamos junto a otros intérpretes y trabajadores de las instituciones. Eran momentos de relativa paz y tranquilidad después del ajetreo de la mañana y un momento para coger fuerzas para lo que nos esperaba por la tarde.
Fue una visita intensa y, seamos sinceros, un poco estresante por las expectativas, el vernos en las instituciones, los horarios estrictos… pero con tiempo para todo: aprender, mejorar nuestra técnica, conocer otros intérpretes (tanto profesionales de las instituciones como antiguos alumnos del MIC que nos dieron muchos buenos consejos), conocer la cultura de las ciudades que visitamos, hacer turismo, degustar la comida y bebida típica y coger fuerzas para lo que todavía quedaba por delante.
Una experiencia única que todos nosotros repetiríamos sin pensárnoslo dos veces.