No hay fórmulas mágicas, pero ellos parecen haberla encontrado para que sus Trabajos de Fin de Grado (TFG) fuesen considerados los mejores de un total de 163 presentados en la Facultad de Derecho de la Universidad de La Laguna durante el curso 2016/17. José, Romina, María, Elisa, José Luis, Alejandro y Nauzet coinciden en que la clave está en “elegir un tema que realmente te apasione”, un denominador común que los convirtió en alumnos aventajados, cosa que lograron llevar a buen puerto bajo la supervisión y apoyo de su tutor o tutora, una figura que consideran “esencial” en todo este proceso.
Todos reconocen que investigar y ahondar en un tema elegido por uno mismo fue suficiente para realizar un esfuerzo del que apenas se dieron cuenta, y que les obligó a llevar cierta “disciplina y constancia” para compaginarlo con el resto de asignaturas y prácticas externas que también se les exige durante el curso. Un esfuerzo que, por otro lado, los hizo merecedores de la calificación más alta que se puede otorgar en este tipo de trabajos: Matrícula de Honor (MH) como premio a una labor brillante.
Y es que desde que los nuevos planes de estudios cambiaron el escenario universitario en España e impuso la obligatoriedad de realizar un trabajo de fin de grado equivalente a una asignatura de seis créditos ‒necesaria para poder graduarse‒, los alumnos tienen que ‘hacer filigranas’ durante el segundo cuatrimestre del cuarto curso. En definitiva, emplearse a fondo en un trabajo que demuestre qué han aprendido, y que deben exponer y defender ante un tribunal formado por tres profesores.
Esto, dicho de otro modo, podría ser “un pequeño entrenamiento para el día de mañana” que “no es tanto de ideas sino de aprender a discurrir”. Así lo ve Lucía Dans Álvarez de Sotomayor, vicedecana de Relaciones Laborales de la Facultad de Derecho de la ULL, y firme defensora de los TFG porque “su dinámica y sistemática es parecida a la de la vida real” y porque, además, ayuda a los alumnos a ver que son “capaces de realizar trabajos satisfactorios, en la mayor parte de los casos, más allá de la nota”.
Desde su punto de vista, los estudiantes “descubren una dimensión nueva” y se sorprenden cuando se dan cuenta de la utilidad que le dan a esos nuevos conceptos teóricos. En este sentido y aunque el proceso de elaboración y realización del TFG sea para ellos “una especie de juego revuelto conformado por toda la información que han ido recibiendo”, está convencida de que los “ayuda a utilizar la cabeza de otra manera para llegar a conclusiones”.
La única desventaja que encuentra Dans es que los TFG “quitan tiempo tanto a profesores como a alumnado”. En el caso de los estudiantes, tienen que estirarlo tanto que en muchas ocasiones les dedican hasta el doble de las horas exigidas, que son 150; en el caso de los docentes, se ‘multiplican’ para cumplir una doble función: son tutores y también miembros del tribunal, aunque, evidentemente, no del que evalúa los trabajos que ellos mismos han dirigido y supervisado. Estos trabajos pueden ser tanto técnicos, como experimentales, de revisión bibliográfica e incluso de innovación.
Estudiante atípico
Él mismo reconoce que es complicado “meterse en el papel de estudiante” cuando se llevan más de 40 años trabajando como funcionario, ya que actualmente es militar en la reserva. Sin embargo, José Frade García describe su paso por la universidad y su dedicación al TFG como una “experiencia absolutamente increíble” que acabó con recompensa: una MH por su trabajo sobre la evolución (jurídica) de la pensión de viudedad.
Por si esto fuera poco, su tutora, Lucía Dans, a la que califica de “todo un descubrimiento”, lo animó a presentarse al Premio de Estudios de Relaciones Laborales Concepción Arenal y lo ganó. Por eso, a sus 60 años es “un estudiante atípico” que quiso acabar su grado en Relaciones Laborales investigando sobre «La pensión de viudedad y la respuesta del legislador a las nuevas realidades sociales de familia y convivencia». Todo un homenaje a “esas mujeres de posguerra” que, como su abuela, se quedaron solas y tuvieron que sacar a su familia adelante.
Ahondar en este “derecho vitalista” le permitió concluir que España es un país con un nivel de cobertura social “muy bueno”. Junto a esta certeza destaca el magnífico trato que durante los dos años que dedicó a graduarse le brindaron sus compañeros de clase y el personal de la biblioteca (PAS), siempre dispuesto a ayudarle con su TPG.
Violencia de género
María Herrero Álvarez escogió un tema controvertido “a propósito” y lo hizo porque quiso comprobar por sí misma la eficacia de Ley de Violencia de Género. Por eso lo ensayó, estudió y meditó tanto que no se puso nerviosa cuando defendió ante el tribunal «La exigencia del contexto machista en los delitos de violencia de género», un trabajo que le hizo cambiar su visión tras reflexionar mucho. “Se supone que la ley castiga conductas machistas, y al final no es así”.
Y no es así porque “el derecho ya no puede castigar más, es una cuestión de educación; se han endurecido las penas y las cifras son las que son”. Una conclusión a la que llegó cuando se fue documentando y tuvo que comenzar a “acotar toda la información que encontraba” porque había tanta jurisprudencia y resoluciones judiciales que era importante no perder el enfoque inicial. En esta labor fue “fundamental” el papel de su tutor, José Ulises Hernández Plasencia. Por eso ve imprescindible contar con un tutor en el que “confíes
María hace ahora el Máster Universitario en Abogacía de la ULL, igual que Luis Villar González, que, al contrario que ella, se encontró con que del tema que había elegido para su TFG no había información, pero como le gustan los retos, supo crecerse ante las dificultades y “construir todo desde cero” ayudado por su tutora, María Elena Sánchez Jordán, del Departamento de Disciplinas Jurídicas Básicas de la ULL.
Obsolescencia programada
La obsolescencia programada, medios de reacción», es un asunto nada sencillo de investigar desde el punto de vista jurídico, que decidió elegir para graduarse en Derecho porque le pareció “triste y fascinante a la vez”. Admite que del mismo modo en que le aportó “una conciencia sobre el medio ambiente brutal”, fue consciente de la “desprotección del consumidor” ante la obsolescencia programada de todo tipo de productos y aparatos por parte de las empresas: “Hay impresoras con chip para que fallen a un número determinado de impresiones”.
Luis considera que los consumidores deben estar informados de la vida útil de los aparatos y productos que compran, algo que enfocó desde el Derecho Civil, aunque no descarta, ‒quizás en un futuro‒, abordarlo desde el punto de vista penal, al considerarlo “fraude o estafa”.
Lo de Elisa Alonso, que ahora está haciendo prácticas en la oficina comercial de la Embajada de España en Senegal, con una beca de Proexca, fue diferente. Jugar con la ventaja de haber trabajado en Marketing le permitió decidir cuál iba a ser su TFG. Esto finalmente no solo le valió la máxima puntuación, como al resto de sus compañeros, sino ganar el Premio de Estudios Jurídicos Don Felipe González Vicén, todo un logro.
Marcas no tradicionales
¿Con qué situación se encuentran las empresas cuando quieren registrar un olor o un sonido, e incluso un sabor? «Marcas no tradicionales. Problemáticas, tendencias y soluciones en el contexto del derecho español y europeo» fue la respuesta de Elisa al dilema que supone “registrar algo tan abstracto” y complicado, y cómo podría asociarse ese registro a una marca concreta.
Con ese objetivo se centró en cinco marcas no tradicionales, como son la olfativa, gustativa, táctil, sonora y de color, e intentó averiguar si podían registrarse y de qué manera. Para ello eligió a Lourdes Melero, su profesora en Derecho Mercantil, una de sus asignaturas favoritas. Con ella afrontó algunas dificultades, como tener que traducir la información porque la mayoría estaba en otro idioma, lo que no quita que disfrutara y aprendiera mucho con ello.
El conflicto de los estibadores
Dos de las siete máximas puntuaciones en TFG de la Facultad de Derecho fueron a parar a Alejandro Castro González y Nauzet Aguilar Rodríguez, que para graduarse en Relaciones Laborales decidieron ‘lanzarse de cabeza’ con un asunto tan polémico como actual en aquellos momentos: el conflicto de los estibadores españoles, que acaparaba día sí día también las portadas y cabeceras de todos los medios de comunicación del país.
Plantear el enfoque de «El conflicto de los estibadores: la aplicación de la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea» no fue sencillo, como tampoco lo fue saber por dónde empezar y cómo continuar debido a la avalancha constante de información que recibían: “Cada día que pasaba teníamos que modificar algo porque salían cosas nuevas y todo cambiaba”. En este sentido, fue importante la ayuda de su tutor, Jorge Rodríguez Guerra, y la buena relación y disciplina de trabajo que se impusieron, que funcionó hasta el punto de que ahora ambos estudian el Máster Universitario en Dirección de Recursos Humanos de la ULL.
De la misma forma que a algunos de estos alumnos hacer el TFG les ha valido para darse cuenta de que quieren dedicarse a la investigación y se plantean la posibilidad de hacer un doctorado, a Romina Martín Moreno le sirvió para descartar lo que inicialmente creía que le gustaba: el Derecho Internacional y llegar a la ONU, su sueño hasta que cambió de idea.
Mercancías y embarque
Al hacer las prácticas externas en un despacho de abogados lo vio claro y se dio cuenta de que lo suyo es ejercer la abogacía, aunque no niega que el tema elegido para su trabajo, basado en las cláusulas abusivas de embarque, le enseñó a “profundizar muchísimo más en la normativa europea” y en el comercio internacional en la Unión Europea (UE) porque “al fin y al cabo estamos en islas y las mercancías entran por mar”.
Trabajar en «Las cláusulas de jurisdicción insertas en los conocimientos de embarque: derecho comunitario y derecho español» le supuso mucha dedicación y disciplina; horas y horas revisando bibliografía y descifrando documentación en las que contó con el apoyo de su tutora, la profesora Begoña Delgado Castro, “sin la que no hubiera sido posible” sacarlo adelante.
Ahora Romina estudia el máster en abogacía de la ULL y pone la vista en otro sobre la propiedad intelectual. Todavía no sabe si se colegiará pero está segura de que ha encontrado su vocación, como algunos de estos alumnos a los que su entusiasmo, dedicación y curiosidad los ha colocado a las puertas del que puede ser su brillante futuro profesional. No en vano son estudiantes ‘top’ por mérito propio.
Gabinete de Comunicación