La escritura y ensayista francesa Annie Le Brun plantea la necesidad de practicar la disidencia en la sociedad actual, en la cual cierta idea de belleza homogeneizada, que ella califica como “falsa”, ha servido para dominar la sociedad al establecer rígidos cánones de cómo deben ser los cuerpos, las ciudades e, incluso, el arte, que dejan al margen cualquier atisbo de singularidad individual.
Esa ha sido la tesis principal de la conferencia “Lo que no tiene precio”, con la cual Le Brun ha abierto el seminario “Surrealismo. La insumisión contra el estado de las cosas” que ha sido inaugurado hoy, miércoles 26 de septiembre, y se desarrollará en diversos espacios de la Universidad de La Laguna hasta el próximo viernes 28.
En el acto de apertura estuvieron presentes el vicerrector de Investigación de la Universidad de La Laguna, Francisco Almeida; el director general de Universidades del Gobierno de Canarias, Ciro Hernández; el decano de la Facultad de Humanidades, Javier Medina; la directora del encuentro y profesora del Departamento de Filología Clásica, Francesa, Árabe y Románica, Patricia Pareja; y la doctoranda y coordinadora de la organización Marta Gómez.
El vicerrector de Investigación señaló que este seminario, que en 2018 celebra su segunda edición, va camino de la consolidación y demuestra el compromiso del gobierno de la institución con el apoyo a la investigación en Humanidades. Para el director general de Universidades, este encuentro internacional es un buen ejemplo de la universidad pública que desea la sociedad canaria, capaz de generar debate y conocimiento experto.
El decano de la facultad valoró que este seminario sigue apostando por una aproximación “transversal” al asunto, pues el Surrealismo será abordado desde la literatura, el arte, la crítica, el teatro y el cine. Finalmente, la directora del seminario recalcó el valor que tuvieron en su día los componentes del grupo surrealista para mirar con conciencia crítica tanto el mundo exterior, aún en shock tras la Gran Guerra, como el mundo interior de sus habitantes.
Reivindicar lo que no tiene precio
En su conferencia, Annie Le Brun, en cierto modo, reivindicó que la ciudadanía retome en la actualidad esa conciencia crítica y existencial que tuvieron en su día los surrealistas respecto a su momento vital. La ponencia se basó en la última obra de la autora, titulada “Lo que no tiene precio”, y que recientemente ha sido traducida al castellano por la profesora de la Universidad del País Vasco Lydia Vázquez, quien también participará como ponente en este seminario.
La Brun reflexionó que en el siglo XXI, la mercantilización de todo ha llegado a tales extremos que abarca, incluso, espacios intangibles como el de la belleza. Por ello, para la escritura es muy importante defender y reivindicar ciertos valores todavía relacionados íntimamente con las personas, “aquello que no tiene precio”.
Así, frente a una belleza viva, relacionada con la naturaleza y con la singularidad personal, la cual, “al igual que un relámpago, no se puede atrapar”, se opone una belleza mercantilizada y estereotipada, que pretende y logra imponer un modelo estético que dice a las personas cómo deben comportarse e, incluso, sentir.
Esa “falsa belleza”, “belleza de aeropuerto” o “belleza de síntesis”, como las designó Le Brun, que se extiende por doquier y trata de “aniquilar cualquier rasgo de singularidad”, ha hecho del cuerpo humano su principal víctima, al imponerle un modelo estético “liso y plano” y convertirlo en el último bastión de la “mercantilización”. Además del cuerpo de las modelos, la ponente también se refirió al cuerpo de los deportistas, igualmente cosificado, “hecho para el rendimiento” y en el que subyace la ideología de “la carrera hacia el record” como metáfora de la “carrera hacia el beneficio”.
Como explica Le Brun, este proceso comenzó en los años 80, pero eclosionó una década después, cando el mundo de las finanzas, el mercado del lujo y el mercado del arte unieron fuerzas para imponer su modelo sobre la belleza.
En este sentido, la escritora francesa fue muy crítica con el modelo artístico actual, que sirve para imponer un modelo de creación colosalita que ya ha salido del museo para invadir el espacio público. Reflexionó que, de igual modo que las dictaduras comunistas tuvieron al Realismo Socialista como vehículo estético de sus principios, los poderosos de la actualidad han desarrollado una suerte de “Realismo Globalista”, con la diferencia de que el primero servía para difundir una ideología, mientras que el segundo impone las necesidades del mercado.
La situación actual parece, pues, un callejón sin salida y, de hecho, el gobierno de Margaret Thatcher, uno de los principales impulsores del neoliberal estado de las cosas actual, se encargó de acuñar el lema “No hay alternativa” para eliminar cualquier vestigio de disidencia. Por el contrario, Le Brun considera que todavía es posible la resistencia, abogando por la búsqueda de estéticas y experiencias alternativas al margen del discurso oficial, porque, como dijo Eluard, “hay otros mundos, pero están en este”.