El vicerrector de Internacionalización y Cooperación de la Universidad de Valencia, Guillermo Palao, impartió a principios de febrero un taller en la Universidad de La Laguna, invitado por los vicerrectorados de Internacionalización y de Docencia. En él explicó cómo se afronta desde el ámbito de las instituciones académicas la ayuda a países más desfavorecidos desde su experiencia en la materia, pues es actualmente vocal de la Comisión de Internacionalización y Cooperación de la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas (CRUE).
¿Qué podemos entender como Cooperación Universitaria al Desarrollo?
Consiste en el conjunto de acciones que, desde el seno de las universidades, principalmente las públicas, se llevan a cabo con el objetivo de colaborar en que los países de rentas bajas puedan alcanzar un desarrollo que, además, sea de carácter sostenible. Se trata de ver de qué manera podemos contribuir las universidades dentro de nuestras funciones para que se cumpla con tales fines.
Más que aportar fondos, ¿se trataría de colaborar con trabajo e investigación, con el know how?
Efectivamente, la Cooperación Universitaria al Desarrollo se despliega dentro de todas las funciones de la universidad. Por una parte, lógicamente está la entrega de fondos, pero también se encuentran todas acciones encaminadas a facilitar políticas en los ámbitos de la docencia, la investigación, la transferencia y la difusión, así como concienciar a la comunidad universitaria de la importancia que tienen, dentro de la responsabilidad que tenemos las universidades, de llevarlas a cabo.
A la hora de colaborar con estos países en vías de desarrollo, ¿cuál suele ser el interlocutor? ¿Los gobiernos o las universidades locales?
La cooperación universitaria puede llevarse a cabo desde muchos niveles y diferentes instancias. Las universidades preferimos trabajar con universidades, así que lo habitual es que la cooperación sea entre instituciones académicas, ya sea creando becas, programas dobles de doctorado, movilidades, cursos, programas de voluntariado, etc. Ello no quita que se pueda elaborar en otros ámbitos y se trate con agentes locales, normalmente gubernamentales o de carácter público con los que podamos llevar a cabo acciones.
Usted es vocal de la Comisión de Internacionalización y Cooperación de la CRUE. ¿Existe una estrategia común sobre cooperación, o cada universidad tiene la suya?
Un poco de todo. Además de ser vocal en la ejecutiva de la sectorial de CRUE que tiene estas competencias, fui durante dos años el presidente del grupo de trabajo sobre Cooperación Universitaria para el Desarrollo. Las universidades trabajamos conjuntamente, tenemos desde mediados del 2000 una estrategia, un código de conducta y nos hemos puesto de acuerdo en determinados instrumentos a través de los cuales desplegamos acciones, algunas de ellas en red. Por lo tanto, sí que estamos coordinándonos.
Además, las universidades tenemos plaza fija en el Consejo de Cooperación de España, de tal manera que tenemos una interlocución directa con los agentes de cooperación nacionales, al margen de que cada universidad, dentro de su región y provincia, los tenga con agentes regionales y locales.
Pero ello no quita para que las instituciones tengan su propia agenda. Es decir, además de que tengamos una coordinación estatal, cada universidad tiene su propio plan estratégico y filosofía de funcionamiento, y eso hace que combinemos acciones en conjunto y en red con acciones individuales.
Usted es vicerrector Internacionalización y Cooperación de la Universidad de Valencia que, si no es la que más, está siempre entre las que más fondos destina a proyectos de cooperación al desarrollo. ¿Nos puede explicar cuál es su política y de dónde viene ese interés?
El interés surgió hace unos veinte años, aproximadamente, cuando se materializó en toda España la campaña del 0,7 y llevó a que en muchos campus universitarios tuviéramos a estudiantes y profesores en tiendas de campaña reclamando de las autoridades regionales, locales y estatales la destinación de ese porcentaje para ayudar a los países empobrecidos.
En la Universidad de Valencia se recogió en la elaboración de los nuevos estatutos y, desde ese momento, se fijó esa política. Se creó el Patronato Sur-Norte y la Comisión 0’7, entidades que empezaron a canalizar estas políticas. Desde aquel momento, el centro reserva un porcentaje de sus presupuestos, además de las contribuciones voluntarias a este fondo del PDI, el PAS y el alumnado a través de matrículas y sueldos. Por lo tanto, se nutre de dos formas: las aportaciones voluntarias de la comunidad universitaria y los presupuestos.
No llegamos al 0,7 pero, desde luego, es una cantidad interesante. Esto es lo que nos permite desarrollar acciones y convocatorias de proyectos de todo tipo y se ha mantenido desde entonces, ha habido un compromiso político por parte de todos los equipos de gobierno de mantener esta asignación a pesar de la crisis, lo cual ha sido, desde luego, un ejemplo.
Pero no somos sólo nosotros, ha habido varias universidades españolas que hemos seguido manteniendo ese nivel de compromiso, en detrimento de otras políticas, a pesar de que en las entidades nacionales, regionales y locales las aportaciones han descendido de forma dramática. Este compromiso ha sido perfectamente comprendido y asumido por el conjunto de la comunidad universitaria como parte de sus valores. En ese sentido, yo me siento muy afortunado de que la mía haya continuado con estas políticas, al igual que lo han hecho otras.
¿Y cuál es el grado de participación de la comunidad en su universidad?
A veces cuesta, porque el día a día nos come: al estudiante con sus cursos y a los trabajadores, cada uno con sus funciones. Y, además, hemos venido de un periodo en el que la cooperación ha sido malinterpretada socialmente por los casos de corrupción y por otros motivos, y se ha visto denostada y perjudicada. Ahora estamos recuperando la confianza en todo el personal. El fijo está ahí, trabajando a pie de obra y lo que estamos haciendo es recuperar el empoderamiento de la comunidad universitaria en políticas de cooperación, a través de campañas de visualización, difusión, voluntariado y otras acciones.
Cuesta, porque muchos docentes y trabajadores no están interesados, ocupados en sus carreras investigadoras y académicas. Y los estudiantes, lo mismo. Sin embargo, muchas veces, sin darse cuenta, están llevando a cabo acciones de cooperación, ya sea con ONG con las que colaboran, o a partir de sus proyectos de movilidad internacional con universidades de países de rentas medias y bajas. Muchas veces cooperan sin saberlo, y lo que estamos haciendo ahora es decirles: “Tú ya estás haciendo cooperación, incorpórate a nuestras políticas y aprovecha el potencial de la universidad”.
Incluso la propia investigación, si se hace una transferencia adecuada, puede contribuir a este tipo de objeticos.
Efectivamente. No tenemos que pensar en el profesor de Medicina que se va aun país remoto a vacunar, o el profesor de Ingeniería que se va a abrir un pozo. No: estamos hablando de acciones en las que un equipo de investigación de cualquiera de nuestras universidades desarrolla acciones conjuntas con investigadores de otros países, en el sentido de realizar mejoras sociales o, incluso, en la formación de doctores, másteres, tutorización de becarios, seminarios, publicaciones… En definitiva: todo lo que hacemos normalmente, pero con investigadores y estudiantes de este tipo de países con los que hacemos una colaboración de carácter técnico, científico y de transferencia que contribuye a mejorar sus condiciones.
O inciso mejorar ámbitos como la gobernanza, con asesoría sobre cómo llevar a cabo determinados programas. Por ejemplo, a veces llevamos a una universidad de alguno de esos países personal que trabaja en sus servicios de Relaciones Internacionales para formarles sobre cómo pueden conseguir más fondos competitivos de Naciones Unidas o la Unión Europea. Todo eso contribuye a mejoras sociales, en definitiva.
Centrándonos en lo que le ha traído a la Universidad de La Laguna, que es la impartición de un taller, ¿nos puede contar en qué va a consistir?
Lo primero es agradecer la Universidad de La Laguna la invitación. En concreto, son dos sesiones: la primera la voy a impartir yo durante cuatro horas esta tarde (2 de febrero) y la segunda lo hará el secretario del grupo de trabajo de cooperación, Jorge Solana, de la Universidad de Alcalá de Henares. Nos hemos coordinado para explicar cuáles son las estrategias nacionales, cómo se está estructurado la Cooperación Universitaria al Desarrollo y el engranaje CRUE. En especial, explicaré el Observatorio de Cooperación Universitaria al Desarrollo (OCUD) como la gran herramienta que disponemos las universidades y también señalaré qué tipo de acciones se pueden llevar a cabo y cómo podemos coordinarnos todas las universidades. Por otra parte, se explicarán cómo los objetivos de Desarrollo Sostenible, la Agenda 2030, es una nueva oportunidad para actualizar nuestra estrategia, y nuestro código de conducta de cara a la cooperación.
Nombraba que uno de los asuntos que va a tratar en el curso es el observatorio OCUD. ¿Nos puede hablar un poco más sobre él?
El OCUD es la herramienta que tenemos para la cooperación universitaria a nivel estatal. Está financiado desde el Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación al Desarrollo a partir de la cual se pone en común toda la información que están desarrollando las propias universidades, se coordinan acciones, se generan instrumentos, herramientas y congresos propios. De alguna forma, se trata de visualizar lo que se está llevando a cabo desde las universidades para la sociedad. Gracias la financiación del ministerio, nos ha permitido unas cotas de conocimiento y de compartir experiencias que no se da en otras sectoriales. Por lo tanto, ha sido imprescindible para poder entender la cooperación para el desarrollo española en la última década.
Está vinculado a la CRUE a través de un convenio con el ministerio que dota para que tengamos a una persona para mantener toda una plataforma de comunicación. A través de ella hacemos todos los años la Encuesta de Ayuda Oficial Directa al Desarrollo, es decir, la contribución que todas las universidades, principalmente públicas, llevamos a cabo en esta materia
Pero no sólo eso: OCUD organiza conferencias, bienales, talleres y seminarios. Por tanto, tiene una vinculación con CRUE directa con el grupo de trabajo de Cooperación, pero también tiene su propia agenda. Posee un grupo de asesoría con participación de las universidades, el ministerio y la sociedad civil.
Esa encuesta que acaba de nombrar permite conocer el estado de la cuestión de la cooperación cada año. ¿Y cuál es?
Pues en estos momentos lo calificaría de esperanzador: mejorable, pero esperanzador. Las universidades mantenemos un compromiso anual en torno a los 10 o 12 millones de euros, y casi cincuenta universidades han suscrito el Código de Conducta de Cooperación y son partícipes de esta estrategia. Y el número aumenta.
Las universidades, poco a poco, se van incorporando a este tipo de instrumentos, hacen suyas sus estrategias y son más conscientes de la responsabilidad. Desde diferentes puntos de vista y diferente alcance pero, en cualquier caso, las universidades ya se incorporan.
Y esta cantidad que le estaba diciendo se está manteniendo intacta, con algún leve repute, durante los últimos años a pesar incluso de la crisis. Cuando se vierte la información, se ve cómo instituciones públicas han descendido en su ayuda, pero nosotros la hemos mantenido estable, con gran esfuerzo por parte de los equipos de gobierno, porque a veces hay que explicar a la comunidad por qué se hace esto en detrimento de otras políticas.
En ese sentido, hay margen de mejora, por supuesto, pero yo tengo esperanza en que la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible sean vistos por la comunidad universitaria como una como una oportunidad para engancharse en el mudo de la cooperación.
Gabinete de Comunicación