El desarrollo sostenible es uno de los retos a los que se enfrenta actualmente el planeta, pues abarca muchas dimensiones: la más evidente es la medioambiental, pero también hace referencia a la social y la económica. Una de las aproximaciones metodológicas para abordarlo es la economía como disciplina científica enmarcada en las Ciencias Sociales. Un grupo de investigación de la Universidad de La Laguna está actualmente involucrado en un ambicioso proyecto financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad que afronta esta problemática, cuyo título, “Cuestiones sobre el capital humano y la desigualdad, el progreso tecnológico y el medio ambiente” resume muy bien sus objetivos.
El grupo de la Universidad de La Laguna está liderado por Gustavo A. Marrero, del Departamento de Economía, Contabilidad y Finanzas, y está integrado por cinco investigadores más del mismo departamento, así como tres estudiantes de doctorado colaboradores. La gran mayoría de ellos está también vinculado al Centro de Estudios de Desigualdad Social y Gobernanza (CEDESOG) de la institución académica.
Marrero explica que este proyecto, que actualmente se ha adentrado en el segundo de sus tres años de duración, es la continuación de otro anterior iniciado en 2014, del cual surgió un consorcio diseñado para cubrir el eje geográfico norte-centro-sur, en el cual participan las universidades Carlos III y Complutense de Madrid, Autónoma de Barcelona, Pablo de Olavide de Sevilla, Málaga y la propia Universidad de La Laguna. Adicionalmente, se está contando también con la colaboración para asuntos puntuales de entidades internacionales como el Banco Mundial, la Peen State University, la University College of London y el Centro Supélec (Paris, Francia), especializado en ingeniería relacionada con eficiencia energética, principalmente.
Se trata de un proyecto muy ambicioso tanto por implicar a múltiples instituciones como por la cantidad de líneas de trabajo abiertas a la vez. Prueba de ello es el hecho de que haya contado con una financiación de, aproximadamente, 70.000 euros en tres años, cifra bastante más alta de la que se suele otorgar a proyectos de economía, que gira normalmente en torno a los 40.000. La Universidad de La Laguna se está centrando en las áreas relacionadas con la sostenibilidad social (y, dentro de ella, la relación entre desigualdad, pobreza y desarrollo económico) y la sostenibilidad medioambiental, analizando especialmente la incidencia en ella del desarrollo tecnológico.
Durante el primer proyecto se desarrollaron estudios empíricos para analizar la relación entre desigualdad y crecimiento, basándose sobre todo en Estados Unidos, ya que es donde había una mayor cantidad de bases de datos disponibles. Los resultados generaron varios artículos en revistas de alto impacto, que es el medio habitual a través del cual se difunden los resultados de los proyectos competitivos.
En este segundo proyecto se pretende dar un paso más allá y construir un modelo teórico que permita entender cuál es la formación de la desigualdad de oportunidades y cuáles podrían ser los mecanismos correctores. “Tener un modelo teórico nos va a permitir apuntar ciertas intuiciones en el terreno político”, explica Marrero. Además, otro objetivo es extender el análisis más allá de EEUU: “No tenemos bases de datos y tampoco las podemos construir porque no tenemos esa capacidad, así que estamos intentando llevarlo a cabo con métodos indirectos”.
Desigualdad de oportunidades
El equipo de la Universidad de La Laguna se está centrando en el papel del capital humano y, dentro de ese marco, en el estudio de la desigualdad de oportunidades, “que es un tipo concreto de desigualdad que viene determinada por factores ajenos a los individuos, como el género, lugar de nacimiento, educación de los padres, etc.”
Marrero explica que, al analizar los datos existentes globalmente sobre la relación entre desigualdad y crecimiento económico a nivel mundial, se encuentra una evidencia poco robusta: “la desigualdad puede ser buena, puede ser mala, o no tiene incidencia”. Aunque pueda sonar extraño, el investigador señala que hay economías en las cuales se observa que la relación entre desigualdad y crecimiento económico es positiva. “Puede ser el caso de economías emergentes como China o algunos periodos en Estados Unidos, donde los mayores incentivos a la gente con más talento para ganar más dinero han generado desigualdad a la vez que crecimiento”.
Pero los estudios demuestran igualmente que mantener altos niveles de desigualdad, tarde o temprano, aboca a problemas serios. “La desigualdad durante un tiempo y a niveles controlados, sólo en el caso de que venga motivada por incentivos económicos al esfuerzo o al desarrollo de talento, genera efectos positivos sobre el crecimiento económico. Pero si se perpetúa mucho en el tiempo, puede revertir negativamente en la economía porque genera polarizaciones, se crean ‘lobbies’ y los grupos más enriquecidos promueven vetos y reglas para proteger sus derechos y evitar reformas que les perjudiquen. Eso, al final, genera un efecto muy negativo en la economía, así como posibles revueltas sociales, conflictos, malestar social e incluso psicológico”.
Uno de los mecanismos principales a través de los cuales la desigualdad afecta a la economía es a través de la incidencia en el capital humano. “El ejemplo claro es la desigualdad de oportunidades, que tiene orígenes sociales no controlables”, desarrolla Marrero. “Este tipo de desigualdad, además, demostramos que (para cualquier nivel) es perjudicial para el crecimiento. Si tenemos a dos personas y una tiene más talento que otra, pero tiene unos orígenes sociales más deficientes –padres pobres, ha nacido en un barrio deprimido, puede haber discriminación racial, etc.-, esa persona, a la hora de explotar ese talento, va a alcanzar unos logros de desarrollo de su capital humano muy inferiores que los de la otra persona con menos talento, pero mejores condiciones iniciales”.
Entre esas variables también estaría el género, pues los estudios avalan que es una de esas condiciones de partida que no controla el individuo y son potencialmente originadoras de la desigualdad de oportunidades. “El hecho de ser hombre o mujer no debería ser un condicionante, pero si analizas los datos, en determinados contextos ser mujer puede ser una circunstancia negativa”. La desigualdad generada por este motivo es claramente injusta, pero también es ineficiente.
Otro factor puede ser el racial, no tanto en España o Europa, pero sí muy evidente en Estados Unidos. “Hay estudios muy recientes del grado de movilidad social que muestran que el hecho de ser hombre y de color genera un condicionante social muy negativo que dificulta escalar socialmente”.
La corrección de las desigualdades, claro está, ha de venir desde la legislación y las instituciones. “Cualquier medida política que vaya en la dirección de igualar esas condiciones de partida es una política de igualdad de oportunidades: un buen sistema de becas que favorezca a las personas con pocos recursos que, a su vez, se esfuercen; préstamos a emprendedores con buenas ideas pero que no tengan avalista; o incluso una buena políticas de igualdad en salud, porque otra de las circunstancias que la literatura ha descrito como desfavorable es el hecho de tener un mal estado de salud en origen. Por eso es muy importante que muchas políticas de igualdad de oportunidades se dirijan al colegio temprano y a las familias”.
Sostenibilidad medioambiental
Aparte de la desigualdad, otra de las líneas en las que está trabajando el equipo de la Universidad de La Laguna es la sostenibilidad medioambiental. “Según los datos, entre el 70% y el 80% de las emisiones de CO2 vienen generadas, de una u otra manera, por la energía. La inversión en capital humano y la buena gobernanza -tener instituciones y mecanismos dentro de la economía que vayan en pro de la eficiencia energética, como una buena regulación y una buena competencia entre los sectores- pueden hacer que las emisiones sean menos intensas”.
Otro factor para la reducción de emisiones es lograr una tecnología que permita generar energía de manera más eficiente y menos contaminante, “porque lo que es evidente es que, para crecer, el consumo energético va a seguir siendo necesario. Por ello, la apuesta por las fuentes renovables es imprescindible, pero también por la eficiencia energética, y en ambos casos el progreso tecnológico y la buena gobernanza son aspectos cruciales, y que analizamos en el proyecto”.
Las líneas de investigación del proyecto son muy abiertas: aparte de las dos que se están desarrollando en la Universidad de La Laguna, Marrero explica que se ha abierto una sobre la sostenibilidad de la deuda pública y su relación con la inversión en infraestructuras en países en vías de desarrollo, y otra, igualmente incipiente, sobre la relación entre ‘shock’ climático, enfermedades infecciosas y desarrollo de capital humano en África. “Son líneas nuevas surgidas en este proyecto y, claramente, van a tener recorrido futuro”, por lo que, para el investigador, con toda seguridad, se solicitará otro proyecto en estas temáticas, que espera sea liderado por la ULL, en 2020, una vez finalizado este proyecto.
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