El Instituto Universitario de Neurocienca (IUNE) es un organismo de investigación de la Universidad de La Laguna que, además de abordar proyectos de investigación tanto básica como aplicada relacionada con el cerebro, también busca impulsar una dimensión asistencial, dado que algunas de las actividades que alberga pueden tener aplicaciones terapéuticas.
Un ejemplo sería la estimulación cerebral no invasiva, ya sea mediante impulsos magnéticos o eléctricos, cuyo laboratorio está dirigido por el investigador Iván Padrón, actualmente vinculado al instituto a través de un contrato del Programa Agustín de Betancourt, financiado por el Cabildo Insular de Tenerife y cuyo objetivo se centra en la transferencia del conocimiento en investigación universitaria a la sociedad.
En este caso, la transferencia consiste en una serie de terapias que pueden ayudar en algunos casos a curar y, en otros, a paliar los síntomas para mejorar la calidad de vida del paciente de trastornos de tipo neurológico y neuropsiquiátrico como la depresión, adicciones de varias clases, esquizofrenia, ansiedad, fibromialgia, migrañas, accidentes cerebro-vasculares tanto motóricos como afásicos o esclerosis múltiples, entre otros.
Para ello, se utiliza una serie de equipos que estimulan áreas localizadas del cerebro a través del cráneo, es decir, no invasivas. Esta estimulación puede hacerse tanto mediante pulsos electromagnéticos, que por ahora es la que está más investigada y sobre la que existen evidencias abrumadoras sobre su efectividad, y eléctrica, que está menos estudiada. Padrón recalca que para algunas afecciones, este tipo de tratamiento está aprobado por instituciones como la FDA, la asociación norteamericana encargada de validar los medicamentos para el tratamiento de cualquier tipo de patología.
Es el caso del tratamiento de la depresión, por ejemplo, que “está a la par de cualquier otro medicamente antidepresivo, con el beneficio de que no tiene los efectos secundarios típicos de ganar peso, visión borrosa, migrañas, fatiga o cansancio”. Si acaso, un 5 % de los pacientes puede llegar a experimentar cierta molestia en el área estimulada, “porque el cerebro tiene pequeños músculos en el cráneo y se genera una leve agujeta”. En todo caso, “se soluciona con un ibuprofeno”.
Evidentemente, el tratamiento exige contar con un personal especializado que sepa controlar la duración de las sesiones, porque una exposición prolongada podría ser problemática. “Es como con los fármacos: cuando debes tomar una benzodiacepina porque tienes ansiedad, el médico no puede mandarte la dosis completa porque puede tener unos efectos nefastos. Yo no te puedo mandar todas las dosis de estimulación magnética en una sola sesión porque podría dañarte el cerebro. Por eso se pautan con protocolos las dosis ajustadas a lo largo de un tratamiento que puede durar una serie de semanas, en función de los distintos trastornos que se vayan a intervenir”, aclara.
Tipos de intervención
La estimulación transcraneal no invasiva permite intervenir en el cerebro generando un efecto de neuromodulación para poder modificar la actividad cerebral. “No es como otras técnicas –la electroencefalografía o la resonancia magnética- que solamente registran qué sucede en el cerebro: en estas técnicas, además de ver, podemos modificar el cerebro. Al tener esa propiedad, este tipo de técnicas nos permiten intervenir en procesos terapéuticos”, explica el responsable del laboratorio del IUNE.
La estimulación electromagnética para uso terapéutico se aplica mediante una pieza denominada bobina, que el terapeuta sitúa en el área precisa del cerebro que actúa en la función que se quiere modificar. Esa zona funcional debe localizarse previamente mediante pruebas como la resonancia magnética. En este sentido, la fase de diagnóstico es vital, puesto que es la que precisará exactamente qué zona debe ser estimulada.
Para uso terapéutico, la estimulación electromagnética es repetitiva, es decir, no de pulso único y, en función de los parámetros con los que configure el instrumento, podrá tener un efecto inhibitorio o excitatorio. Es decir: se puede “apagar” un área concreta del cerebro, o bien aumentar su actividad, según sean los efectos que se quieren producir.
La duración y frecuencia del tratamiento determina su efectividad a largo plazo: si se aplica la estimulación durante unos pocos segundos, el efecto de inhibición o estimulación durará solamente ese tiempo. “Para lograr el efecto de plasticidad cerebral de neuromodulación a largo plazo necesitas ajustar la dosis de estimulación magnética, exactamente igual que con un medicamento. De manera que, en función de los parámetros de duración de la estimulación, intensidad y colocación y forma de la bobina, va a modificarse la dosis que recibe el tejido que estás modificando”.
Para la estimulación con efecto excitatorio, se aplica un pulso electromagnético de cinco hercios o más. Una aplicación para la cual se ha revelado muy eficaz es el tratamiento de depresión resistente al tratamiento farmacológico. “Cuando realizamos una tomografía por emisión de positrones (PET) para ver la actividad metabólica en el cerebro de una persona con este trastorno, observamos que el área dorsolateral prefrontal izquierda está hipoactivada, muy atenuada. Por tanto, el objetivo del tratamiento sería aplicar estimulación para aumentar la actividad metabólica asociada a esa zona”.
En cuanto a estimulación inhibitoria, el mejor ejemplo es el que el investigador está realizando actualmente en el marco de Programa Agustín de Betancourt, con la idea de intervenir en pacientes que han tenido un accidente cerebro-vascular, es decir, un ictus, en el área de broca en el hemisferio izquierdo.
Padrón explica que, cuando ocurre un accidente de este tipo en esta zona, el cerebro, para poder sobrevivir, traslada la función del lenguaje a la zona homóloga del hemisferio derecho, de tal modo que la persona puede hablar, pero sin fluidez. El tratamiento es aplicar estimulación inhibitoria (de un hercio) en el área al que se ha trasladado la función del lenguaje.
“Seguramente suene extraño que a un paciente con el hemisferio izquierdo dañado le anulamos, precisamente, el área donde ha trasladado esa función. Esto lo hacemos porque este traslado es adaptativo y, al inhibir esa nueva zona del lenguaje, no le queda otro remedio que trasladar nuevamente la función del lenguaje a las áreas perilesionales. La zona de la lesión está perdida, no hay nada que hacer. Pero si la lesión es de carácter medio o pequeño, podemos intervenir porque las áreas circundantes a la lesión siguen activas. Y, efectivamente, se observa que el paciente vuelve a hablar de una manera más fluida”.
La terapia no consta solamente en la estimulación, que suele durar unos 20 minutos de estímulos inhibitorios. Justo al terminar con los pulsos electromagnéticos, el paciente debe someterse a una sesión intensiva de logopedia, concretamente un nuevo tipo de terapia de construcción del movimiento que facilita este trasladado de la función del lenguaje y que puede prolongarse hasta tres horas. “Así, justo cuando no puedes utilizar el área que te acabo de anular con la estimulación inhibitoria, tienes que hablar con la logopeda y no te queda otra que tener que utilizar, nuevamente, el hemisferio izquierdo”, explica el investigador.
Incorporación al sistema de salud
Un objetivo a medio plazo es lograr que se extienda el uso de estas terapias. “En EE.UU. el coste para el paciente de este tipo de técnicas puede ascender a 10.000 euros en el caso de la depresión, lo cual no es viable en nuestra sociedad. Lo que hay que hacer es meterlo en la cartera de servicios de Sanidad de alguna manera y que esto sea un tratamiento rutinario”.
Actualmente, en Canarias apenas se cuenta con equipos de estimulación magnética. Según un recuento del propio Padrón, aparte del equipamiento del IUNE, hay un equipo en el Hospital Universitario, pero solo para investigación, y otro en el Hospital Nuestra Señora de Candelaria, cuyo personal está siendo entrenado, precisamente, en el instituto universitario a través del proyecto Agustín de Betancourt, con el propósito de lograr que la estimulación magnética transcraneal se pueda abrir a la cartera asistencial en el Servicio Canario de Salud. Y en el resto del Estado la situación no es mucho mejor: “Hay algunas clínicas privadas que cuentan con estos equipos; estoy recordando una spin off de la Universidad de A Coruña dirigida por el doctor Javier Cudeiro, la Clínica López Ibor de Madrid, el Instituto Guttman en Badalona, otra en Zaragoza… aproximadamente siete centros”.
Así pues, además de esta formación, el proyecto Agustín de Betancourt al que cual está vinculado el investigador tiene un doble objetivo de transferencia, encaminado a que estas técnicas de estimulación se puedan aplicar en cualquier otro tipo de hospital o centro ambulatorio. El primero sería abrir una unidad de estimulación en el propio IUNE, que ofrezca el tratamiento directamente, especialmente a pacientes con depresión resistente, que es donde más se ha demostrado la efectividad del tratamiento.
El segundo objetivo sería presentar un proyecto dentro del Programa Operativo de Cooperación Territorial Madeira-Açores-Canarias (POMAC) del gobierno autonómico, para dotar a los servicios de Madeira, Azores, Canarias y demás territorios de la región macaronésica de este equipamiento en cada uno de los hospitales generales y ofrecer la formación a profesionales de la salud para que puedan aplicar estas técnicas.
Padrón hace un inciso: “Quisiera destacar la buena predisposición de la jefa de servicio de salud mental del Gobierno de Canarias, Aída Acosta Trujillo, quien ha mostrado su entera colaboración para realizar una buena implementación de las técnicas de estimulación cerebral no invasiva en Canarias a través de este proyecto”.
Y prosigue: “Mi miedo actual es no poder abordar una situación en la que me llegue mucha gente, porque tenemos equipos limitados y día de hoy no tenemos suficiente personal para poder intervenir. Por eso es necesario desarrollar recursos que permitan formar a nuevos profesionales y comprar equipos”.
En todo caso, la asistencia en el IUNE podría abordarse con la profundidad necesaria: “En mi caso, me encuentro a mitad de camino entre la clínica y la investigación: eso me permite tener más margen de tiempo para tratar pacientes concretos con características de cierta gravedad. Puedo investigar y desarrollar un buen diagnóstico que me permita realizar intervenciones mucho más individualizadas y focalizadas”.
(Proyecto financiado por: Cabildo de Tenerife, Tenerife 2030, FDCAN, MEDI)
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