Javier Díaz Freire y Mercedes Arbaiza son dos historiadores de la Universidad del País Vasco que, desde mediados de los años 90 del siglo XX, vienen realizando en su grupo de investigación “Experiencia moderna” una serie de estudios que han introducido en España una metodología con cierto arraigo en países como Estados Unidos y Alemania, la cual se centra en dos factores a los que, hasta la fecha, no se les prestaba demasiada atención en los estudios históricos: la emoción y los cuerpos. El Departamento de Geografía e Historia de la Universidad de La Laguna los invitó a mediados de abril, con apoyo del Vicerrectorado de Investigación, a impartir un seminario en el que presentaron este tipo de análisis, titulado “Las emociones en la Historia: nuevos enfoques en Historia Contemporánea”.
¿Nos puede explicar este nuevo enfoque de los estudios históricos, que tiene que ver con las emociones y el cuerpo?
Javier Díaz Freire: Este nuevo planteamiento podemos decir que responde a un contexto cultural concreto, que es el que solemos definir como “posmoderno”, que propone un acceso al mundo a través del cuerpo. Si en etapas anteriores teníamos una concepción de los seres humanos más como mente, en el contexto posmoderno la tenemos más como cuerpo. Hay una interrogación sobre cómo ese cuerpo actúa frente al mundo y, en ese proceso de búsqueda, encontramos las emociones.
Así como en el pasado las emociones se consideraban negativas y pertenecientes a lo irracional del ser humano, algo que hay que limitar y controlar para que el ser humano se relacionara adecuadamente con sus circunstancias, el punto de vista actual es bastante diferente: esa relación a través de las emociones ya no se considera negativa, sino que puede permitir una comprensión más adecuada del mundo. Es decir, lo que plantea es que la mente y el cuerpo actúan siempre en conjunto para relacionarse con la realidad.
¿La emoción podría explicar comportamientos y acontecimientos históricos?, ¿podría haber decisiones motivadas por una respuesta emocional, más allá de la política o de la eocnomía?
JDF: Eso quizá nos ayudaría a entender de una manera más compleja los fenómenos históricos. En lugar de referirlos solamente a decisiones de los individuos de naturaleza racional, los referiríamos a decisiones donde interviene una concepción integral del ser humano, no una escindida.
Mercedes Arbaiza: En relación a eso, todo lo que son los saberes expertos como la economía y la política tienen una forma objetivista y autorreferencial de plantear las cuestiones. Lo que ahora se está poniendo de manifiesto, y vemos a través de los acontecimientos, es que esos pensamientos producen sufrimiento, malestar y una serie de emociones a las que hay que atender porque el pensamiento objetivista, tal y como se ha formulado, se ha desentendiendo de todo ello.
Ahora mismo hay una demanda política de que se aborden los problemas también desde la perspectiva de sus consecuencias emocionales. Que la política no se haga solamente desde la razón científica, que es desde donde se suele guiar, sino que también se haga desde la percepción que las personas tienen de los resultados de la política.
Eso sí creo que ha hecho aguas y por ahí vemos cómo se producen muchos movimientos, eso que llamamos “populismos” y que, en el fondo, significan que muchas personas han dejado de identificarse con las soluciones que se llevan a cabo en nombre de la ciencia. El caso de la economía ha sido muy claro: es una disciplina que tiene una forma de pensar perfectamente establecida para mantener siempre el beneficio y una serie de principios, pero no se hace cargo del resultado humano de lo que está planteando. Yo creo que, esto que ha sido un problema histórico, ahora se vuelve a ver con mayor magnitud. Por eso creo que es un momento interesante para volver a plantear esta perspectiva de cómo se produce la experiencia humana.
¿Cómo se aborda este tipo de estudios? ¿Cuáles son las fuentes?
JDF: En principio, son las mismas fuentes que utiliza el resto de historiadores. La mayor parte de las evidencias que utilizamos de tipo lingüístico, sobre todo, de naturaleza cualitativa, que pueden ser literarias o cualquier otro tipo de documento. Evidentemente, en la medida en que sean accesibles, son muy bienvenidas fuentes personales.
Por ejemplo, hay estudios de la reacción de los combatientes en periodos bélicos que se analizan a través de las cartas que envían a sus familias. Hay estudios sobre soldados rusos, norteamericanos e ingleses, sobre todo de aquellas culturas en las que es habitual escribir diarios. Esas fuentes son, realmente, muy buenas porque te dan un punto de vista de partida que es difícil de conseguir. Y cuando no se da ese tipo de documentos, nosotros hemos utilizado, sobre todo, fuentes de prensa.
MA: También debemos tener cuenta que el concepto de emoción no es solo un estado de la psique, sino que tiene que ver también con las prácticas y los movimientos. La emoción es movere, es moverse hacia el mundo, reaccionar. Cada vez que los cuerpos se mueven, hay acciones. Por tanto, todo tipo de movimiento de los cuerpos son un objeto de estudio. No tiene por qué ser a través de fuentes que hablen en primera persona: cualquier manifestación, cualquier espacio donde los cuerpos se mueven, son espacios de objeto de estudio que dejan huellas y hay que analizar.
¿Y fuentes de tipo artístico?
MA: Claro. Son la expresión directa de la emoción y, por lo tanto, la literatura, el cine y el arte son fuentes privilegiadas para poder estudiar las emociones.
¿Intervienen en estas investigaciones psicólogos, sociólogos u otros especialistas multidisciplinares?
MA: Nosotros nos dedicamos a la Historia Contemporánea. Pero es cierto que esto es un campo en el que, al final, tienes que conocer y familiarizarte con algunos conceptos de las neurociencias, la psicología y la antropología. Son las ramas que están en el origen de todo lo que ha sido repensar y reconfigurar los conceptos de emoción, sacándolos de las Ciencias de la Vida para permitirnos utilizarlos como categoría dentro de la Ciencias Sociales. Hay que tener una cierta aproximación a algunos de estos estudios, pero no se trata de que nos convirtamos ahora en psicólogos ni en biocientíficos.
Yo creo que para los historiadores es una categoría que democratiza la vida política y un factor para entender cómo suceden los cambios en momentos determinados. La presencia de emoción siempre nos está indicando cómo se están relacionando los objetos y los sujetos. Las emociones son unos indicadores y marcadores que enseñan en cada momento qué es lo que importa de verdad a la gente. Tiene algo de sinceridad en cuanto que te proyecta de una forma no deliberativa, sino prenarrativa.
¿Esta orientación ha llevado a reconsiderar lo que se conocía y se daba como algo establecido de épocas pasadas?
MA: Claro. Estamos revisando y volviendo a plantear las interpretaciones que se han hecho sobre todos los periodos históricos desde lo que ha sido el fundamento y constitución de la modernidad, que ahora ya no se explica en términos cartesianos y se trata de un momento en el que las emociones jugaron un papel muy importante en la constitución del sentir de la igualdad, por ejemplo. Estudiamos qué emociones llevan a los movimientos de masas, o qué emociones han ido constituyendo el movimiento feminista. Efectivamente, es revisitar temas que han siso explicados dentro de otros paradigmas.
¿Podría ser que las visiones clásicas de la historia tuvieran un componente ideológico y se ofreciera una visión que interesara políticamente?
MA: Yo eso lo niego: la historia nunca se hace por interés ideológico. Es una forma de conocimiento sujeta a los parámetros de la comunidad científica, que es la que plantea que el resultado está llevado a través de un método aceptable. Es verdad que la historia ha tenido muchos usos políticos e ideológicos, pero ha sido fuera de la academia.
Me refería a eso, a periodos en los que desde la política se ha querido dar una visión interesada de determinadas épocas.
MA: Pero ahí nos salimos de la comunidad de historiadores.
JDF: Es verdad que podemos identificar momentos históricos donde partes del pasado se pueden contar y son aceptables, y otras quedan ocultas. Es decir, es cierto que la misma recepción del pasado está condicionada por el contexto social.
Por ejemplo, hace unos años cuestionar las visiones aceptadas sobre la Transición era bastante complicado. Quizá desde el movimiento 15M las posibilidades de replantear el significado de dicho momento aumentaron. Lo mismo ocurrió con la Ley de Memoria Histórica, que permitió replantear lo que había sido el primer Franquismo y sus consecuencias para los perdedores. Durante una etapa más dominada por la idea del consenso, ese tipo de conocimiento del pasado es verdad que en la academia se podía estar produciendo, pero tenía una menor repercusión en el espacio público y político.
Nosotros, los historiadores, tendemos a no aceptar la idea de que existe una verdad “oficial” porque cada uno de nosotros no tiene a un oficial encima diciéndonos qué historia tenemos que escribir. Todo responde a nuestros propios intereses y necesidades y a las posibilidades que da la investigación: no es lo mismo tener que no tener abiertos los archivos del Ejército y de la administración.
También influye la situación política. Que pase un cierto tiempo permite aflorar documentos y la gente que ha participado en eventos históricos concretos y que en un momento dado pueden negar su participación, más adelante pueden reconocerlo. Hay montón de factores, pero, como decía Mercedes, no es tanto que haya una intención sobre nosotros los historiadores, que nos movemos con una relativa libertad.
MA: Es un modo de reivindicarlo como una forma de conocimiento de carácter científico y no solamente como un pensamiento ideólogo, que es a lo que se tiende a pensar.
Po último, ¿qué recepción está teniendo esta nueva concepción en el mundo de la Historia?
MA: Está en un estado muy incipiente. En España, por lo menos, hay poco producido en comparación con Alemania y, sobre todo, proviene de historiadores norteamericanos. La verdad es que ahora mismo, el tema de la recepción es difícil.
Este seminario y la iniciativa del Departamento de Geografía e Historia de la Universidad de La Laguna de realizar un ejercicio de recepción de los primeros resultados para discutirlos es encomiable. Diría que es la primera iniciativa que yo conozca en España que se ha tenido para entender este enfoque, ver si es útil y cómo se puede aplicar.
También ha habido algunas mesas redondas en algunos congresos y nosotros mismos, dentro del grupo de investigación, hemos organizado seminarios. Y ha habido alguna publicación, como un monográfico en la revista Ayer dirigido por Javier Díaz Freire. En España hay una entrada incipiente, pero diría que todavía muy en el comienzo.
Ahora tocaría crear una escuela, por así decirlo.
MA: Había que hacer algo más, efectivamente, para crear una escuela. En eso estamos. Esto ha sido una colaboración UPV-ULL que espero que dé algún fruto en este sentido
Gabinete de Comunicación