El filósofo de la Universidad del País Vasco Javier Echevarría señaló la importancia de incentivar la innovación como una actividad tan relevante como la investigación, la cual supone un factor transformador en todos los ámbitos en los que se desarrolla: economía, tecnología, pero también sociedad y cultura. Por ello, el especialista considera que las universidades deberían prestar más atención a este concepto.
Echeverría fue el primer ponente de las II Jornadas Doctorales de la Universidad de La Laguna, organizadas por la Escuela de Doctorado y Estudios de Posgrado y que fueron inauguradas hoy, jueves 22 de febrero, en la Facultad de Derecho por el rector de la institución, Antonio Martinón; el director de la escuela promotora, Ernesto Pereda; y la subdirectora responsable de Doctorado, María José Guerra.
El rector aplaudió la iniciativa de estas jornadas que ayudan a hacer más visible la importancia de la tesis doctoral. “Una universidad sin investigación no es universidad, y el doctorado nutre a la investigación”. Martinón señaló que de los más de 900 doctorandos con los que cuenta el centro, poco más del centenar posee un contrato de investigación pre-doctoral, por lo que manifestó su intención de trabajar para lograr aumentar esa cifra. “No será fácil por la carencia de recursos y el poco apoyo a la investigación, pues Canarias es la segunda comunidad autónoma que menos dedica, en términos de PIB, a la investigación”.
Martinón reflexionó que, en la actualidad, está teniendo mucho éxito cierta corriente de pensamiento que aboga por que las universidades se dediquen únicamente a la docencia. “Es una corriente que es cada vez más fuerte; corremos el riesgo de que derive en normas legales. Por eso nos corresponde demostrar que también somos investigadores. Una sociedad que no fundamente la docencia en el potencial investigador será una sociedad pobre y que no favorezca el desarrollo”.
El director de la Escuela de Doctorado y Estudios de Posgrado recordó que estas segundas jornadas forman parte de la estrategia transversal del centro sobre formación y difusión de la formación doctoral que, si bien “es el nivel académico más alto, es el menos conocido fuera de la universidad”.
Resaltó la presencia de ponentes de gran calado procedentes de varias universidades españolas y del mundo profesional. También recordó que, como complemento a las jornadas, el viernes 23 por la tarde el Teatro Leal acogería la primera edición del certamen “Tu tesis en cinco minutos”, durante el cual diez finalistas harán justamente eso: presentar públicamente el contenido de sus trabajos doctorales de una manera sucinta y clara para un público general.
Finalmente, la subdirectora de la escuela repasó brevemente el plantel de ponentes y el programa de las jornadas, que en esta edición han querido centrarse en la investigación e innovación responsable, entendida como la vinculación de los programas de doctorado con el impacto social y político.
Javier Echeverría
Javier Echeverría lleva una década, aproximadamente, centrando su atención en la reflexión sobre la innovación, que describe como un proceso interactivo “que genera algo nuevo, transformador y valioso en entornos y sistemas determinados”.
Explicó que muchos científicos identifican la ciencia con la investigación, lo cual es limitado y se remite a sus propias palabras de 1992, cuando criticó esa tesis y enumeró los cuatro contextos de la ciencia: investigación, evaluación, aprendizaje y aplicación. Opina que, en la actualidad, la distinción entre ciencia e innovación se ve más clara gracias al auge de las tecnociencias, en las cuales el conocimiento –que sería el objeto de la ciencia- es solo una herramienta para un fin, que es la innovación.
Echevarría expuso que hace una década se propuso realizar filosofía de innovación, lo cual era novedoso porque suponía dar un paso más allá de la reflexión sobre la ciencia y la tecnología, que sí estaba asentada.
Durante la ponencia, repasó algunos hitos históricos del concepto de innovación. El primero pasa por Joseph Alois Schumpeter, autor austriaco pionero en reflexionar sobre este término, entonces en el ámbito de la economía, y que huyo a Estados Unidos, donde publicó en 1942 “Capitalism, Socialism and Democracy” (1942).
En esa obra resumió su concepción de la innovación, que es destructiva y creativa a la vez. La definió como la esencia del capitalismo y el motor del crecimiento económico, y estableció la distinción entre invención e innovación. Según este autor, quienes innovan son los empresarios y se innova en los mercados.
Autores posteriores, como Rogers en 1983, añadieron a esta explicación el componente social, al entender que la innovación no puede darse sin la adecuada difusión. Así, en esa década surgen más autores que amplían la definición de Schumpeter y señalan que la innovación no es solamente de los empresarios, pues en necesario que exista un sistema social complejo que favorezca que se produzca.
Desde 1992, la OCDE comienza a aceptar la importancia de la innovación, por lo que desarrolla el Manual de Oslo, reeditado en 1997 y 2005, con el objetivo de medir mediante indicadores la innovación. Sin embargo, organismos como la fundación británica NESTA señalaron en 2007 que la medición según dicho manual no detectaba todas las innovaciones existentes.
Otro modelo de explicación de la innovación es el planteado por Lundvall denominao DUI, acrónimo de “Doing, Using and Interacting”, es decir, innovar mediante “hacer, usar e interaccionar”. También habla de la necesidad de configurar un “sistema nacional de innovación” porque no basta con crear conocimiento, hay que hacerlo útil, difundirlo, usarlo, y que sea socialmente útil.
En este punto, Echevarría señaló que, en líneas generales, estas teorías son de corte económico y se centran en innovar para generar beneficios económicos. Pero, en su opinión, basta con focalizarlo en otros ámbitos para ampliar su ámbito de actuación y, así, hablar de, por ejemplo, una innovación social o cultural porque genera beneficios en dichas áreas.
Esa teoría del DUI hace hincapié en que la innovación se genera mediante la interacción y, por eso, hay que propiciar ámbitos que la favorezcan. De manera provocadora, Echevarría señaló que, por tanto, “la universidad no es solo el laboratorio y el aula, también es la cafetería. Los primeros son espacios del conocimiento, los segundos, de la innovación”.
El ponente apuntó que lo más avanzado en los estudios de la innovación son los referidos a su aplicación en el ámbito natural: los ecosistemas, así, se conciben como los grandes espacios de interacciones para innovación. “Es Darwinsmo puro. El 90% de las evoluciones fracasa, por el 10% restante, se convierte en una nueva especie”.
En esta concepción, la figura de referencia es Lynn Margulis, que habla de la “simbiogénesis”: la innovación por hibridación. “Hay hibridaciones de conocimiento: si reúnes a un historiador, un empresario, un artista y un ingeniero, pueden interaccionar entre ellos y generar una idea, se podrá generar una innovación”.