Markus Conrad es uno de los cinco investigadores con contrato Ramón y Cajal que se incorporaron a la Universidad de La Laguna en 2017. Psicólogo de formación, ha dedicado su carrera investigadora al estudio de la psicolingüística utilizando metodologías procedentes de la neurociencia. Por ello, se ha incorporado al laboratorio de Neurociencia Cognitiva y Psicolingüística para estudiar principalmente el bilingüismo y, adicionalmente, cómo interaccionan lenguaje y emoción tanto en un segundo como en un primer idioma. El suyo es, además, uno de esos casos que ejemplifican cómo la carrera investigadora muchas veces motiva a quienes se dedican a ella a abandonar sus países de origen para poder desarrollar sus proyectos.
¿Nos podría comentar cuál ha sido su trayectoria hasta llegar a la Universidad de La Laguna?
Empecé a estudiar Psicología en Alemania, en Eichstätt, un pueblo relativamente pequeño al norte de Múnich. Terminé la carrera en 2001 y luego me fui a Berlín con el profesor con el cual había colaborado durante el grado, que me propuso hacer una tesis. En ese momento no tenía muy claro qué quería hacer en Psicología, pero sí sabía que quería viajar e ir a otros países, porque ya durante la carrera me había gustado mucho aprender idiomas y, de hecho, aprendí francés y luego español, siempre haciendo estancias largas en los países, y eso me llenaba mucho tanto a nivel personal como intelectual.
La idea fue encontrar un tema de tesis que me permitiese seguir en eso, y de ahí surgió la psicolingüística y hacer un estudio comparativo sobre procesos fonológicos en la lectura en varios idiomas. Nos pusimos a buscar quién trabajaba en eso en España, y resultó que salió el nombre de Manuel Carreiras, entonces catedrático de Psicología Cognitiva de aquí. Me puse en contacto con él y me invitó a venir para hacer unos experimentos.
Eso fue el inicio de mi contacto con la Universidad de La Laguna, alrededor de 2004. Durante mi tesis ya realicé estudios empíricos de psicología experimental en la ULL, un contacto que seguí manteniendo durante varios años, porque a la vez me gustó el ambiente desde los inicios, tanto la isla y su gente como el plan laboral, porque aquí, en Psicología Cognitiva, la facultad es realmente una de las cuatro o cinco mejores de España y se trabaja bien.
Seguía en la Freie Universität (FU) de Berlín cuando en 2007 se convirtió en Universidad de Élite en Alemania, lo cual quería decir que, de repente, entró mucho dinero para llevar a cabo investigación. Tuve la suerte de estar en el sitio y momento adecuado y obtuve tres proyectos relativamente importantes de investigación sobre temas de procesamiento del lenguaje, entre ellos uno sobre el caso de bilingües, con el enfoque especial de las emociones, un tema que me sigue interesando muchísimo y sobre el cual sigo trabajando.
¿Qué pasa con la gente que habla más de un idioma cuando se enfrenta no solamente a la coexistencia de dos idiomas que simultáneamente están procesados en su cerebro, sino también a la existencia de diferencias culturales que tengan que ver con un entorno emocional? ¿Cómo vamos procesando eso, qué parte de mi mente y de mi corazón piensa y siente en alemán y con las emociones que corresponden a esa cultura, y qué parte de mi mente y corazón habla y siente en español? Eso es un reto y una riqueza para el individuo a la hora de establecer las relaciones humanas, donde la emoción tiene un papel importantísimo.
¿Y cómo da el paso a la Universidad de La Laguna?
Solicité una ayuda del programa Juan de la Cierva y me la concedieron. En este momento, en parte, también había una razón personal. Como dije antes, siempre había sido un sitio que me gustaba mucho y, en algún momento, estuve entre la decisión entre quedarme en Alemania o venirme aquí. Y al final decidí lo segundo porque no quería centrar toda mi vida en Alemania.
Fue una decisión atrevida, porque Alemania es un país líder y, además, estaba en una universidad de élite.
Sí, pero cada sistema tiene sus ventajas y sus desventajas. Una gran desventaja del sistema alemán es que, para seguir trabajando como investigador después de unos años contados tras la tesis, te lo ponen muy difícil. Es decir, casi la única manera de hacerlo es convertirte en catedrático, no existe algo como la figura que hay aquí del profesor titular. Allá tienes que ser catedrático y, si no lo eres, a los 44 años te vas al paro. Es una cosa bastante esquizofrénica. La verdad es que ni lo intenté porque tampoco me gustaba esa posición y estar metido en la docencia al 100% con poco tiempo para la investigación, cuando yo siempre me he visto más como investigador.
El contrato Ramón y Cajal para mí era algo paradisíaco porque te pagan durante cinco años para hacer investigación y eso era lo que más me encajaba. La solicité durante tres años y en el tercer intento me la dieron. Me considero muy afortunado por tener la posibilidad de poder hacer lo que me dé la gana a nivel científico, nadie me dice lo que tengo que investigar, puedo escogerlo yo. Y me pagan bien por eso, e incluso después tienes la opción de que saquen una plaza. Me parece un tipo de contrato realmente estupendo y eso, en Alemania, no existe. Se habla muy mal del sistema en España en cuanto al dinero que no se invierte en investigación. Y es cierto. Pero existen estas ayudas como Juan de la Cierva o Ramón y Cajal que me parecen algo muy positivo, y que no hay en mi país.
Ahora mismo está adscrito al Laboratorio de Psicología Cognitiva y Psicolingüística, donde está investigando sobre la emoción y el lenguaje, por un lado, y el bilingüismo por otro, ¿no es así?
Un poco la mezcla entre los tres, porque también investigo sobre bilingüismo nada más, sin tocar el tema de emociones, y también hago investigación que tiene que ver sobre las emociones y el lenguaje sin que tenga que haber necesariamente bilingüismo.
¿Y cómo afecta la interpretación del lenguaje a la interacción de las emociones? ¿Hay alguna diferencia entre idiomas, o es un proceso similar en todos?
Esa es, justamente, una de las cuestiones en la que estoy interesado. No puedo dar una respuesta definitiva. Básicamente, la investigación va sobre la cuestión de entrada, si ya cuando procesas un segundo idioma, es tan emocional como el primero. Durante décadas se decía que no, que el segundo idioma no era tan emocional porque hay una distancia. Pero la evidencia apunta cada vez más a que sí, a que es tan emocional como el primero, aunque de forma más tardía. Depende, evidentemente, de si lo hablas muy bien, pero se encuentran parecidos patrones de procesamiento emocional en el segundo idioma que en el primero.
Sobre si hay diferencia entre idiomas, yo tengo la tentación de decir que sí. Hay algunos datos que apuntan ello, como algunos estudios que hemos hecho nosotros con gente que creció con el español como primera lengua midiendo la actividad eléctrica en la superficie del cráneo. Se notaba más sensibilidad a los estímulos positivos, es decir, en palabras con un contenido positivo. Mientras, los alemanes reaccionaban de manera más pronunciada a los estímulos negativos.
Sé que a veces este tipo de cosas parece muy sensacionalista y coincide muy bien con esos prejuicios que tenemos todos sobre las diferencias culturales, pero por eso mismo me interesa profundizar con métodos de neurociencia. Y ahora no te quiero decir que eso sea así, pero hemos hecho un experimento donde los datos indican en esa relación.
¿Puede haber una influencia de la tradición cultural e ideológica diferente? Que influya la melancolía del Romanticismo alemán, Goethe y todo eso…
Sí. Y el mal tiempo. (Risas). La verdad es que esas son las cosas me interesan, intentar disociar esas fuentes que acabas de mencionar que pueden jugar cada una su papel en la construcción de lo que llamamos diferencias culturales.
Entonces, no sería descabellado que este tipo de investigaciones se pudiera ampliar a la colaboración de gente más relacionada con los estudios culturales.
Sí. Hasta ahora yo he trabajado con métodos clásicos de psicología experimental e investigación neurocientífica, pero estoy muy abierto e interesado en incorporar aportaciones de gente que venga de humanidades.
¿Cómo se estudia la actividad cerebral? Sé que tiene que ver con la medida de la actividad eléctrica, ¿pero puede explicar qué tipo de experimentos suele emplear?
Siempre trabajo con lenguaje, los experimentos que llevamos a cabo tienen un contenido de lectura. La gente está sentada y en la pantalla aparecen cosas que pueden, por ejemplo, ser palabras aisladas o una frase entera. Son tareas muy sencillas. Por ejemplo, una cosa muy clásica que se utiliza es la llamada “decisión léxica”: te presento en la pantalla una serie de letras que pueden corresponder a una palabra o no, puedes leer “amor” o “amur”. Lo único que tienes que hacer como participante es presionar lo más rápidamente posible una tecla diciendo si eso es o no es una palabra.
Eso nos permite enfocarnos en un solo factor que estamos manipulando entre dos grupos de estímulos, sin que haya otros factores alrededor que puedan influir. En el laboratorio hay que hacer un tremendo esfuerzo para que las variables sean constantes y los resultados que salgan se puedan atribuir a un solo factor, que ha sido el factor manipulado durante el experimento.
También tiene muchas publicaciones centradas en la emoción de la poesía. ¿Se produce en el cerebro un proceso diferente cuando se lee un texto narrativo-informativo que cuando se lee uno poético?
Puede ser. De hecho, en la Universidad de Berlín, en ese proyecto grande que nombré, había personas cercanas a mi grupo, Ulrike Altmann y Isabel Bohrn, que justamente investigaban eso: si tienes el mismo tipo de empeño emocional cuando lees un texto que, de entrada, sabes que es ficción, que cuando es un texto que supieras que te ofrece una representación de la realidad. Sí había una distinción.
Esos trabajos míos a los que te refieres trataban sobre el papel de los sonidos en el lenguaje y la cuestión de si esos mismos sonidos que el lenguaje utiliza pueden también tener un papel emocional. Hay palabras que la gente dice que suena mal. Por ejemplo, “coñazo”. Hay sonidos que, ya a un nivel muy básico, te producen una reacción emocional, porque no es lo mismo una sonoridad “sss” que una “mmm”. La cuestión es si el lenguaje utiliza esos sonidos de manera sistemática para codificar emociones en el vocabulario. Eso lo estuvimos investigando a través de poemas.
¿Qué se concluyó?
Que sí.
Es decir, que cuando se crea una palabra, ¿ya se tiene en cuenta que el sonido posea una connotación, positiva o no?
Esa es la idea. Evidentemente, si yo ahora te digo que eso es así en el caso de “crisis”, donde el sonido “cr” imita los sonidos amenazantes producidos por predadores animales y, por tanto, sirve como marcador de un contenido negativo en el lenguaje, tú me vas a decir que no lo es en el caso de “creatividad”. Siempre vas a encontrar un ejemplo que lleva a lo contrario, pero lo estamos haciendo a nivel estadístico con bases de datos grandes y surge algo. Evidentemente, no en todas las palabras, pero sí hay una pequeña tendencia que indica en esa dirección.
De nuevo, lo que pregunté antes: ¿eso se da en todos los idiomas por igual?
Lo hemos hecho en castellano, alemán e inglés. Y ahí se aprecia, pero es verdad que son idiomas que están muy relacionados. A lo mejor sería más interesante si también saliera ese resultado con el chino. Quiero profundizar en esta línea, pero manteniendo la línea del bilingüismo.
¿Hay diferencias entre el bilingüismo de personas que desde pequeñas se crían con dos idiomas, y el adquirido con el tiempo?
Sí, claro, hay diferencias. En el grado que manejas los idiomas ya hay una diferencia. Por ejemplo, aunque la gente me dice que yo hablo bien español, nunca es lo mismo que mi idioma materno: me cuesta muchísimo hacer una broma, lo intento pero la gente no se ríe nunca. Eso, cuando te crías con los dos idiomas, evidentemente no es así.
Parece que el hecho de haber nacido con los dos idiomas tiene un papel importante y positivo en lo que se llama el “executive control”: la gente acostumbrada a cambiar de manera muy corrida de un contexto a otro tiene una eficiencia bastante elevada para llevar a cabo tareas múltiples porque sabe diferenciar muy bien qué se tiene que hacer y qué se tiene que ignorar en cada momento, sabe muy bien enfocar su atención. Parece que es una ventaja el hecho de haber nacido con dos idiomas.
¿Y eso provoca cambios fisiológicos en el cerebro?
Sí, había estudios que demostraban una correlación entre el tamaño de ciertas áreas del cerebro que tienen que ver también con la memoria y el procesamiento del lenguaje y el grado de dominio de un segundo idioma.
¿Y es cierto también ese mito de que una vez se dominan dos idiomas, es mucho más fácil adquirir más?
Sí. Parece que el sistema de aprendizaje está mejor preparado para adquirir unas nuevas reglas cuando de pequeño ya has aprendido que tu idioma no es lo único que hay y que todo se puede expresar de otras maneras. Los mecanismos de eso están aún por investigar, pero de manera empírica, cuando ya conoces varios idiomas, adquirir el tercero o cuarto sí está clarísimo que resulta más fácil.
Gabinete de Comunicación