Miguel Ángel Altieri, profesor de emérito de la Universidad de California Berkeley, y Clara Nichols, presidenta de la Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología, son los abanderados de un paradigma agrario que no tiene en cuenta solamente las cifras de producción, sino el respeto y análisis del ecosistema de la tierra como laboratorio productivo. La agroecología es una visión holística de la producción alimentaria en el mundo que se formuló en los ochenta y que hoy, casi cuarenta años después entra en las agendas de las grandes instituciones internacionales. Ambos abogan por un sistema en el que el campesino y los centros de investigación estén a la par. y no uno por debajo de los otros. A partir de esta base se formula una propuesta respetuosa con el medio ambiente, resiliente al cambio climático y responsable y solidaria con el consumidor y el productor. En definitiva, una propuesta sostenible, cercana y social, frente a la política impuesta por los gigantes de la producción agraria.
A grandes rasgos, ¿qué problemas ha generado el modelo actual de producción de alimentos en el mundo?
Miguel Ángel Altieri: La agricultura convencional industrial se basa en un paradigma que fue desarrollado en los años cincuenta y sesenta que se llamó “la revolución verde”. Esto consistía en elevar la producción con paquetes tecnológicos, agroquímicos, con maquinaria específica, etcétera. Pero en ese tiempo no se pensaba aún en el cambio climático, en la escasez del petróleo, los problemas del agua, ni en que la población humana iba a crecer tanto como lo ha hecho. Aquellos presupuestos ya no son válidos hoy en día. Estamos viendo que la agricultura industrial que ocupa el 80% de la tierra arable en el mundo solo depende del 20% de los agricultores y no llega a producir sino el 30% de los alimentos. El costo ambiental y social que ha tenido esta agricultura es enorme. Es lo que llamamos la huella ecológica: consume el 80% de los combustibles, el 70% del agua, produce el 30% de los gases invernadero, además de todos los impactos que ha tenido sobre la biodiversidad, sobre los ecosistemas, sobre la gente, la salud humana… todos estos costes plantean que, claramente, hemos llegado a los límites.
Además de todo esto, debemos agregar que hay un billón de personas que sufre hambre en el mundo, y que cada día se desperdician una cantidad ingente de alimentos; tanta que, si existiera una manera mágica de transportarlos, en un momento podrían solventar los problemas de escasez de África.
Supongo que con todos esos argumentos ya irá siendo hora de cuestionar cómo se hacen las cosas y proponer otras posibilidades…
Miguel Ángel Altieri: Es necesario encontrar un nuevo paradigma, una agricultura que sea amigable con el medio ambiente, que no dependa del petróleo, que sea resiliente al cambio climático y que además sea socialmente justa y desarrolle el derecho de la alimentación para todos, y no solamente para los que puedan pagar por ello. Ese nuevo paradigma ha llegado, y es la agroecología.
Bueno, desde los 80 esta posibilidad está formulada, ahora ya vemos que hay que ponerla en práctica, pero por lo que parece sigue habiendo obstáculos ¿cuáles son?
Miguel Ángel Altieri: El principal bloqueo radica en que el sistema alimentario está controlado por las multinacionales. Son solo unas pocas las que controlan las semillas, el ADN, los fertilizantes, los pesticidas, etcétera, y esas grandes empresas -como Monsanto y otras- tienen y ejercen una fuerte presión sobre los gobiernos. A través de lobbies mantienen una estructura muy potente para promover su sistema. Es un poco como la industria del cáncer: ya existen soluciones alternativas, pero siempre fueron suprimidas y acalladas por la industria farmacéutica porque el negocio en torno a esta enfermedad es muy grande. Es lo mismo acá. No tenemos manera de producir los mismos cultivos que Monsanto en los que usan sus herbicidas y transgénicos, como la soja, por ejemplo. Sí se podrían producir de forma agroecológica, pero a esta empresa no le interesa que se conozca que sí es posible, y usa su estructura para frenar cualquier alternativa.
Vaya, ¿y en el entorno universitario?, ¿por qué hay reticencia a esta nueva propuesta?
Miguel Ángel Altieri: Las universidades, y los centros de investigación, están dominadas todavía por gente que se formó bajo los criterios de la revolución verde y aún hoy siguen teniendo un bloqueo mental sobre todo esto. Por lo tanto, los nuevos técnicos que están siendo formados son hijos de aquello. A esto, además, hay que sumar que cada vez las universidades públicas están entrando en el sistema de vinculación económica con esas industrias. Éstas financian investigación, pero a costa de promover solo su paquete: las biotecnologías, los transgénicos, etcétera.
Se trata pues de un círculo vicioso que no deja ver más allá ¿es verdad?
Miguel Ángel Altieri: Tenemos que pensar que este no es solo un debate científico, sino también político. Estamos hablando de una visión diferente de la agricultura. Nos basamos en una agricultura llevada a cabo por pequeños cultivadores que, en este momento y a nivel mundial, controlan solo el 20% de la tierra pero producen el 70% de los alimentos, según las estadísticas de la FAO. Por otro lado, los campesinos, apoyados por instituciones como SOCLA, están creando un bypass a todo esto. Ya está en marcha un mecanismo de difusión de la agroecología que se mueve por la base, de campesino a campesino, que están permitiendo una expansión de esta metodología de trabajo. A pesar de los gobiernos, de las empresas…
¿Ya aparece la agroecología en la agenda?
Miguel Ángel Altieri: Al comienzo la FAO, los grandes centros de distribución, nos rechazaron; después incluso nos combatieron negando nuestras propuestas; y como la evidencia continuaba ahora están tratando de asumirla, de hacerla suya, a través de grandes simposios; pero en el fondo ellos están, otra vez, hablando de otra cosa.
¿Qué otra cosa?
Miguel Ángel Altieri: La identidad de la agroecología es latinoamericana, es el matrimonio entre campesinos e investigadores que estaban cuestionando la ciencia convencional. Es un diálogo de saberes, entre los investigadores que pensaban en otra forma de hacer las cosas y el conocimiento tradicional campesino. De ahí emergen unos principios que toman formas tecnológicas diversas de acuerdo con las realidades sociales, culturales y económicas de cada región. Para que todo esto sea relevante es imprescindible que exista un proceso de participación con los agricultores, que sean parte del proceso, porque ellos son los que están creando, innovando. Esa es la agroecología que hemos defendido y que se compromete con un modelo socialmente justo, que es el paradigma de la soberanía alimentaria.
Y no es la de la FAO…
Clara Nichols: En general creo que las grandes instituciones siguen teniendo una ceguera manifiesta. Siguen hablando de la co-creación de conocimiento, pero creo que una barrera grande de esa co-creación es la arrogancia con la que actúan las universidades y las instituciones públicas que siguen creyendo que son solo ellos quienes tienen las soluciones. Nosotros como agroecólogos hemos encontrado esas innovaciones en campos de agricultores, no en los laboratorios de las universidades. El gran desafío está en que las instituciones admitan que los campesinos son los coinvestigadores. Ellos son los que llegan antes a las soluciones y no al contrario.
Aplaudimos que la FAO haya abierto las puertas, esté hablando de agroecología y haga simposios internacionales, pero la discusión aún es muy tibia, muy proteccionista de su sistema. Están temblando frente al cambio, aún quedan rémoras de la revolución verde muy difíciles de soltar. Cuando les dices que el paradigma no es ese ya, que hay que dejarlo a un lado, ser más humildes, aprender, entender y buscar las innovaciones en el campo, se crea una esfera de proteccionismo y de defensa de lo suyo.
¿Y qué es lo que no han entendido o no comparten?
Clara Nichols: Pues que la agroecología es una ciencia holística y más comprometida. No se trata solo de que sea económicamente viable. Por ejemplo, la agricultura orgánica es sana y económicamente viable, pero ¿es socialmente justa? Es cuestionable, porque no todo el mundo puede comprar comida orgánica. La agroecología va más allá de ser una propuesta tecnológica o ecológica. No podemos quitar el contenido social que le da su identidad. Creemos que la agroecología que promovemos nosotros desde SOCLA, desde América Latina y desde muchas organizaciones no gubernamentales de otras partes del mundo difiere de la posición de la agroecología que defienden las instituciones como la FAO, por ejemplo. Ellos piensan que agroecología es igual que agricultura inteligente, que puede usar transgénicos, que puede buscar prácticas con innovaciones avanzadas, que aún no cuestionan como se hizo la extensión de arriba hacia abajo, y creen, en fin, que estas instituciones deben seguir diciendo a los agricultores cómo deben hacer las cosas.
Entiendo, ¿se trataría de pensar más allá de intereses económicos?
Miguel Ángel Altieri: Lo que pasa es que todos esos avances que se han hecho han sido fuera de la institucionalidad. La agroecología ha llegado al punto en el que está hoy en día, no por la ayuda de la FAO, de las universidades o los grandes patrocinadores estuvieran detrás de esto, sino porque es un movimiento muy de base. Hoy se está perfilando como el único camino para la agricultura, porque es más resiliente al cambio climático, etc. Sin embargo, lo que vimos recientemente en el simposio de la FAO -ya lo sabíamos- es que todas estas instituciones están viendo que su paradigma se acaba y tienen que reinventarse y ahora son los grandes promotores de la agroecología. Hace cinco años nos estaban combatiendo, ahora son parte del “negocio”. ¿Por qué están haciendo eso? Pues porque habrá mucha financiación. De hecho, ya hablan de una gran iniciativa de los gobiernos. Ahora vendrá una gran pelea por la torta, ¿quién se llevará el premio? Antes era la revolución verde, ahora la agroecología. Incluso le cambian el nombre: agricultura climáticamente inteligente, intensificación ecológica, intensificación sustentable, agricultura siempre verde…
Es decir, se corre el peligro de ser absorbidos por el sistema del que se pretendía huir, aquello de si no puedes con tu enemigo únete a él.
Miguel Ángel Altieri: Sí, eso ya ha sucedido por ejemplo con la agricultura orgánica o ecológica, en California el 3% de los agricultores orgánicos controlan el 70% del negocio. Son grandes empresas de monocultivo con sustitución de insumos. Es decir, en lugar de echarle químicos le echan “una cosa” orgánica. Pero esa comida solo es asequible por gente que tiene cierto poder adquisitivo.
Lo cual contradice esa filosofía que me explicaba antes.
Clara Nichols: Ese es el componente social, no es justo. Aunque quisieras consumir esos productos no puedes porque son un 30% más caros. Nosotros tenemos ejemplos en América Latina en los que campesinos venden inclusive más barato que la agricultura convencional a los consumidores fieles, a los que siempre los van a apoyar. Hay un mito de que esta agricultura es más cara, de que producirla cuesta más, y no es cierto. Es más cara si usas insumos orgánicos que compras fuera, pero si fomentas los principios agroecológicos no es más caro.
Me gustaría que nos acercáramos a la realidad de las Islas Canarias, con un 42% del espacio protegido, el resto a disputar entre núcleos turísticos, ciudades y pueblos, y la agricultura casi abandonada. ¿Puede la agroecología ayudar a estas islas de alguna manera?
Miguel Ángel Altieri: La primera pregunta que habría que hacerse es ¿son en estas islas soberanas alimentariamente hablando? ¿o no lo son? Probablemente aquí se importe un alto porcentaje de los alimentos. Si no tienes esa soberanía no tienes futuro, no tienes seguridad, eres un dependiente sin autonomía de ningún tipo. Si está la tierra, si aún hay agricultores y jóvenes que quieran trabajar esa tierra, es cuestión de crear un gran plan de desarrollo rural que garantice la soberanía alimentaria de las islas, y que incluso pueda producir un excedente de alimentos para los turistas.
Los viajeros que visitan las islas, en su mayoría europeos, quieren comer productos orgánicos, ecológicos ¿por qué no se los vamos a dar? Pero para eso tiene que estar la voluntad política y no solo ser productores de plátanos y tomates.
Clara Nichols: Es importante retomar la tierra, formar y capacitar a los jóvenes para que se pueda hacer agroecología, y algo más importante aún: a través de esto se mantiene la identidad de un pueblo. Nosotros conocemos ejemplos en Chile, de una isla también con mucho turismo, donde crearon un programa de desarrollo a través del cual el turismo valora, y mucho, que los productos que consume son propios y su cultivo está cargado de una identidad cultural.
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