En espacios de incertidumbre la gestión es clave, y el hervidero sísmico que sacudió El Hierro en 2011 fue, sin duda, un episodio inesperado que desencadenó una erupción submarina, ‒la primera en España en 40 años‒, provocando una profunda crisis ambiental y socioeconómica en la isla del meridiano. El «Proyecto para el fortalecimiento de la capacidad de adaptación y recuperación en la población de La Restinga (El Hierro-Islas Canarias)», iniciado en marzo de este año, hace una radiografía exhaustiva de ambos aspectos.
Su directora, la investigadora y profesora del Departamento de Sociología y Antropología de la Universidad de La Laguna Raquel de la Cruz Modino, pone énfasis en que “no solo hablamos de los recursos y el patrimonio natural de la zona costera en términos estrictamente económicos, sino de una forma de vida. La erupción del volcán afectó a toda una población y no únicamente a los pescadores, y ni siquiera a la población de La Restinga, porque la isla de El Hierro en su conjunto se vio afectada”. Espantó a los turistas, cortó por lo sano la práctica de la pesca y del submarinismo en el sur de la isla, ‒dos de sus principales fuentes de ingresos‒, hizo caer la demanda en el municipio de Frontera y dejó casi desolada la reserva marina del Mar de Las Calmas, una de las más espectaculares de España. A ello, hay que sumar que todo sucede en uno de los peores años de la crisis económica.
Lo normal es que eventos azarosos de este tipo, “inesperados y sorprendentes”, al final tengan una impronta en la forma de vivir de la población. Por eso el contexto es muy importante y la visión (holística) también. “Es un proyecto multidimensional, ‒explica Raquel de la Cruz‒, ya que no se puede trabajar solo un aspecto sin tener en cuenta el otro”. Además, “la crisis no se vincula al evento en sí mismo”, sino que se origina en junio de 2011 cuando se empieza a comentar que un volcán va a explotar. Estar un año oyendo que un volcán va a entrar en erupción mata los ánimos de la gente que pueda querer ir a El Hierro a bucear o a lo que sea”.
“Yo esperaba encontrarme a la población bastante más tocada pero lo cierto es que todo apunta, ‒como muchos reconocen‒, a que se ha vuelto a unos niveles de normalidad y de trabajo similares a la época precrisis”. Esa recuperación de la actividad en La Restinga es algo que Raquel de la Cruz pudo comprobar por sí misma el pasado mes de julio cuando hicieron la primera de las diferentes campañas con las que cuenta el proyecto, y con las que esperan recabar tanto datos socioeconómicos y socioculturales, como pesqueros y ambientales: “Trabajamos con la población centrándonos en cómo se coordinaron las instituciones (Gobierno canario, Cabildo, ayuntamientos, instituciones científicas), lo que incluye también el papel que jugaron los científicos y, por otro lado, cómo se gestionó la crisis en los medios de comunicación”. A estos aspectos de organización relativamente formales se unen otros informales, es decir, otras formas de organización que se articularon por parte de la población para dar respuesta a una “situación tan inesperada como esta”.
El trabajo de campo realizado este verano se desarrolló a pie de calle, casa por casa y puerta a puerta, gracias al apoyo de dos investigadoras egresadas de la ULL. Se entrevistó a las familias de La Restinga, ‒cuya población aproximada es de 400 personas‒, con un cuestionario que permitiera conocer la capacidad de recuperación de cada una de ellas: cómo hicieron frente a la situación, qué pasó con sus empleos… “Y nos encontramos de todo: desde gente que tuvo que cerrar su empresa porque su actividad decayó completamente hasta otras personas empleadas que seguían trabajando sin cobrar”.
Fueron tres semanas en las que se culminó un primer análisis centrado en la percepción de la crisis mediante entrevistas realizadas también a representantes institucionales, administradores y empresarios del sector servicios, pero sobre todo a los pescadores. Era necesario conocer hasta qué punto la crisis y el volcán habían provocado cambios en su actividad. Lo cierto es que “la actividad pesquera se ha recuperado prácticamente. Los pescadores no han desplazado su actividad ni la han disminuido. Los cambios en la zona tienen más que ver con aspectos demográficos, debido a que muchos de ellos se han jubilado y ha habido una reestructuración interna”.
El proyecto abordará su segunda campaña este otoño. Se trata de la primera de ámbito biológico con la que se culminará el trabajo iniciado con los pescadores. Después, en el transcurso de 2019, se realizarán otras dos acciones “de mar” y se trabajará específicamente sobre el impacto económico producido en las empresas de buceo y en otras centradas en la comercialización de actividades recreativas en La Restinga y en el Mar de Las Calmas. El bagaje del equipo es amplio. Su directora lleva años trabajando sobre la población de esa zona y la conoce perfectamente. A ello hay que sumar los esfuerzos de los investigadores implicados, tanto de la ULL como de otras universidades, que han aunado sus líneas de investigación y trabajos sobre la zona que vienen desarrollando desde hace tiempo.
“Siete años después, analizando la dimensión de lo que pasó, yo creo que se hizo lo mejor que se pudo. Sería injusto decir lo contrario, pero sí creo que la gestión de los medios de comunicación debe de hacerse de otra manera. Su papel en eventos de este tipo es muy relevante, y aunque era una situación sorprendente, no existía un protocolo para trabajar con ellos. Sin embargo, como avance, sí que es cierto que después de lo que pasó en El Hierro los científicos y el Gobierno de Canarias han metido presión para conseguir mejoras”.
Ahora hay que aprender de lo que pasó, por eso toca examinar todo al detalle para ver qué es lo que no funcionó, qué habría que reforzar y, sobre todo, tener claro qué no debería repetirse si algo así sucediera de nuevo. “Sí que, en este caso, en algunos momentos, se pudo echar en falta cierta coordinación. No gestionar con la responsabilidad debida puede ser y ha sido muy dañino… Buena parte de la población siente que la gestión de los medios de comunicación durante la crisis no fue la adecuada”, dice De la Cruz. “Estar semana tras semana y día tras día viendo portadas de periódicos y telediarios oyendo decir constantemente que algo malo va a pasar es doblemente dañino en una isla remota que, además, sufre la doble insularidad”.
A la hora de analizar la capacidad de recuperación es muy importante diferenciar entre la erupción y la crisis volcánica, que tiene más que ver con la gestión de la situación, con el manejo del antes, el durante y el después. Por eso en el proyecto se contempla el trabajo desde el mismo instante en que los eventos sísmicos comenzaron a cobrar “cierta relevancia”, en junio de 2011. Ese fue el inicio de una crisis que se cerraría entre septiembre y diciembre de 2012, cuando, poco a poco, se reiniciaron las actividades propias del Mar de las Calmas.
Financiado por la Fundación CajaCanarias y la Fundación Bancaria La Caixa con una partida de 31.500 euros, el proyecto no surgió de la noche a la mañana. Algunos de sus integrantes están vinculados a El Hierro. La propia Raquel es una profunda conocedora de la isla. Allí hizo su tesis doctoral, trabajó en el plan de reactivación turística junto a otros compañeros de la ULL y también en la redacción del Plan Estratégico Zonal (PEZ). “Muchos de los investigadores que lo forman llevaban trabajando en la población de La Restinga y de la isla más de 15 años y cuentan con una trayectoria vinculada a los recursos costero-marítimos de Canarias, así como a las poblaciones de pescadores”.
Junto a los profesores de la ULL, investigadores de otras universidades españolas con dilatada experiencia en reservas marinas protegidas y en la implantación de modelos de gestión similares prestan también apoyo a esta iniciativa. Docentes e investigadores de distintas especialidades (hay biólogos, sociólogos, antropólogos, economistas, ecólogos marinos, expertos en gestión marítimo costera…), junto a dos investigadores contratados y algunos estudiantes de la ULL que se han incorporado conforman un equipo multidisciplinar de 15 personas que tiene aún por delante casi año y medio de trabajo.
Y es que en un proyecto como este “el factor humano es clave”, tanto para hablar con la gente como para recuperar datos o trabajar sobre “escenarios futuros” en los que han aportado mucho “algunos colegas” de las universidades de Sevilla, A Coruña o Las Palmas de Gran Canaria”, sin olvidar a los investigadores del Instituto Español de Oceanografía y de la Rhodes University, que desarrollan un proyecto similar en las Islas Salomón. “Creo que todos hemos puesto en marcha un capital importante. Tuve la gran suerte de que la Fundación CajaCanarias considerase que este proyecto tenía el interés y la solvencia científica para ser financiado”.
El desarrollo de esta iniciativa ha propiciado la consolidación de relaciones con otros científicos y la creación de redes de investigación internacionales. Su carácter “interdisciplinar, interuniversitario e intergeneracional” y el interés que genera hacen que su divulgación, más allá de la comunidad científica, pueda llegar a otros públicos en forma de charlas o de asesoramiento a la población afectada. “Si no hay una estrategia de devolución hacia ellos, nada de esto tiene mucho sentido”.