El retroceso progresivo de las poblaciones de la retama del Teide y la pérdida de vitalidad de muchos de sus ejemplares es una situación preocupante a la que busca solución la investigadora del Departamento de Bioquímica, Microbiología, Biología Celular y Genética de la Universidad de La Laguna (ULL), Milagros León Barrios. La respuesta a esta amenaza podría estar en una bacteria de suelo capaz de proporcionar a esta especie autóctona canaria el nitrógeno necesario que asegure su mantenimiento y repoblación.
Esas bacterias son los rizobios, capaces de hacer posible, mediante simbiosis con la retama, la entrada de nitrógeno en el Parque Nacional del Teide, donde los suelos son tremendamente pobres en este elemento químico, esencial para todos los seres vivos. Tanto que, tras el agua es, tal vez, el principal factor limitante para el crecimiento. El desarrollo de esta estrategia es lo que se contempla en el proyecto que desde marzo de este año dirige la profesora de la ULL, Milagros León: «Fijación biológica de nitrógeno en el Parque Nacional del Teide: simbiosis Spartocytisus suprannubius-rizobios».
Pero, ¿es realmente la inoculación con rizobios una buena estrategia para repoblar la retama? Sí, lo es porque estas bacterias, que se encuentran en el suelo, son capaces de interactuar (establecer simbiosis) si encuentran la planta adecuada. En este caso, la retama, una leguminosa pionera en la fijación de nitrógeno en sus raíces, que luego caerá al suelo y será accesible a otros seres vivos que no tienen esa capacidad. De este modo, el rizobio actuaría, por un lado, como un agente biofertilizante y, por el otro, como una especie de proveedor de una serie de nutrientes, entre los que se encuentran el fósforo y el hierro. Por eso, el objetivo de este proyecto no es otro que la búsqueda de estas bacterias.
La presencia recurrente de este retamar de flores blancas (Spartocytisus suprannubius) en el paisaje de alta montaña de Tenerife podría hacer pensar que su pervivencia está asegurada y, aunque puede decirse que la retama del Teide no está en peligro de extinción, hay un “retroceso muy grande” en las poblaciones actuales del parque nacional. Los ejemplares jóvenes no se están regenerando como debieran: “La pirámide de la población está mal estructurada, hay pocos individuos jóvenes en la base y una gran cantidad de adultos que muestran signos de pérdida de vitalidad y decrepitud”, explica Milagros León.
La realidad, de momento, no pasa de ser preocupante, pero hay que tener en cuenta que si continúa repitiéndose esta pauta, en el futuro podría convertirse en un verdadero problema que afectaría no solo a la retama, sino a todo el ecosistema. “La situación en el parque en 50 años podría ser dramática”. Algo fácil de comprender si se tiene en cuenta que la superficie cubierta por la retama del Teide en el parque y alrededores se estima en 13.679 hectáreas.
Lo cierto es que las poblaciones de retama están disminuyendo. Las causas pueden ser varias, pero la presencia de conejos es la más evidente y directa. “El conejo se las come y por eso es casi imposible encontrar ejemplares jóvenes en el parque, excepto en las parcelas de exclusión”, aquellas zonas valladas en las que no están presentes, y que en la actualidad ocupan zonas de 400 metros cuadrados que podrían rondar las 23 hectáreas.
A la acción de los conejos hay que sumar otro factor que podría estar haciendo que mueran más matorrales: la sequía. Está claro que sus efectos pueden acelerarse a causa del cambio climático (concretamente por el estrés hídrico). Además, la radiación a la que están sometidas las plantas del parque produce, un “gran estrés” que podría controlarse por contaminación de bacterias como los rizobios.
Desde hace años se ha comprobado que hay muchas bacterias del suelo, ‒entre ellas los rizobios‒, capaces de aliviar ese estrés. “Cuando una planta está en una situación de estrés continuado se incrementa el contenido en etileno, una fitohormona vegetal esencial en su desarrollo. Si somos capaces de encontrar un biofertilizante que tenga acoplada esa propiedad, podríamos ver si nuestras plantas son capaces de tolerar mejor el estrés hídrico, y ese inoculante final sería el que formularíamos y daríamos a los técnicos del parque para utilizarlo en las repoblaciones de retamas”.
El equipo
Los conejos y la sequía son, por tanto, dos asuntos a los que hay que dirigir todos los esfuerzos, y en los que hay que emplearse a fondo para intentar salvar la retama del Teide. “Somos los últimos en sumarnos a la investigación de este problema, en el que ya están trabajando varios equipos de la ULL y del servicio de medio ambiente del parque, ‒aclara la directora del proyecto‒, pero sí que vamos a abordar, por primera vez, la simbiosis rizobio-retama como posible estrategia a emplear en la recuperación de esta especie”.
En ello trabaja actualmente un equipo multidisciplinar de la ULL compuesto por dos botánicos, dos microbiólogas, una fisióloga vegetal y una bióloga celular. El periodo de investigación y el trabajo de campo se prolongará hasta marzo de 2020, fecha en la que culmina este proyecto, financiado por la Fundación CajaCanarias con una dotación de 32.000 euros.
Precisamente, ha sido el equipo de botánicos el que ha indicado que en las zonas del parque donde hay mucha actividad de conejos (las letrinas), el contenido de nitrógeno es muy bajo a pesar de que, en principio, pueda parecer lo contrario. Entonces, ¿podrían estar los conejos afectando a la biodiversidad de las bacterias?, ¿y a la función que realizan los rizobios? “Nosotros queremos saber si está viéndose afectada la biodiversidad bacteriana, el número de rizobios, y para eso vamos a estudiarlos, tanto en las inmediaciones de las poblaciones de retama expuestas a conejos, como en las acotadas”.
Los escenarios de ensayo contemplados en el proyecto son cuatro: los suelos desnudos, es decir, aquellos en los que no hay retamas y, por lo tanto, no se produce fijación de nitrógeno; los suelos con letrinas, y también retamas; los de parcelas de exclusión (sin conejos), y aquellos afectados por los conejos pero sin retamas. Para ello, se han elegido tres zonas de población de retama situadas en la vertiente sur del Parque Nacional del Teide, en las que se trabaja actualmente: Fasnia, Chiquero y Maja.
El proyecto se encuentra ahora en su fase inicial, consistente en la selección de cepas que posean las mejores propiedades como fertilizantes nitrogenados. Las primeras evidencias apuntan a que las poblaciones de rizobios están alterándose. “Hay una especie, el Rhizobium canariensis, que no existe en zonas de letrinas, por lo que los conejos podrían estar alterando la microbiota, tanto cuantitativa como cualitativamente”.
La selección de una serie de rizobios de cada una de estas tres zonas permite estudiar y comparar su biodiversidad: “En cada una hemos hecho los cuatro supuestos planteados y hemos medido el contenido total de nitrógeno y el número de las poblaciones de rizobios”. En el laboratorio y en los invernaderos de la universidad se inocularon retamas con una selección de cepas de rizobios a las que se medirá, posteriormente, el contenido de nitrógeno y las tasas de fotosíntesis que tienen las inoculadas con la bacteria, frente a las que se fertilizaron de forma química o a las que no se fertilizaron.
En definitiva, de lo que se trata es de saber cómo responde la planta, de evaluar su estado de salud, ‒tanto el de las infectadas con rizobios como el de las que no lo están‒, ya que solo así podrá calibrarse cuáles han sido los beneficios de introducir estas bacterias en los ejemplares de retamas seleccionados.
Por último, llega lo que los biólogos llaman coloquialmente el microcosmos, la fase en la que las mejores cepas se trasplantan en macetas: “Las plantas se colocan en macetas controladas, pero eso ya será en tierra del parque, donde podrán enfrentarse a parámetros ambientales que aquí no van a encontrar, como la alta insolación o los cambios de temperatura”. Esta última fase, la del trabajo de campo, es difícil que se realice porque la retama del Teide es un arbusto de crecimiento lento, y el proyecto culmina en un año y tres meses. Llegar a resultados definitivos se hace, por tanto, difícil.
Sin embargo, la investigadora admite que le gustaría dar continuidad a esta iniciativa, más allá de su finalización, en marzo de 2020: “Queremos seguir, ‒reconoce Milagros León‒, por eso estamos optando a todas las convocatorias que podamos. Además, no duda en mostrarse dispuesta a ceder al parque “todas las bacterias con buenas propiedades” que encuentren. Sería la culminación a un proyecto que, a pesar de sus necesidades, dedicación y complejidad, no pierde de vista su objetivo primordial: salvar a toda una joya endémica omnipresente en el paisaje isleño, la retama del Teide.