El periódico de tirada nacional El Mundo publicó el pasado 21 de agosto un reportaje firmado por Olga R. Sanmartín en el cual, bajo el título “Un sistema educativo paralizado que clama un cambio”, trata de indagar en las razones por las cuales los resultados académicos españoles obtienen bajos resultados en los informes de organismos internacionales como la OCDE. Para ello, entrevista a varios especialistas de todo el Estado, entre ellos a José Saturnino Martínez García, del Departamento de Sociología y Antropología de la Universidad de La laguna.
Martínez García ofrece en el artículo su parecer sobre el momento actual de la educación superior: “La universidad ha vivido con gran tensión el cambio originado a partir de la mala interpretación de Bolonia. (…) Se modificó la didáctica universitaria desde arriba y a coste cero, con un sistema diseñado para pocos estudiantes a los que se les puede hacer un seguimiento individualizado, pero con muchas titulaciones con aulas de 100 estudiantes. Ha mejorado la permanencia del alumnado, lo que puede ser debido a que se acorta la evaluación o se simplifica en tests y en pequeños trabajos, facilitando así el aprobado. La autonomía de la universidad y del profesorado para diseñar planes de estudios y docencia se ha visto comprometida por un exceso de control externo y de burocracia absurda”.
El articulo relata que, salvo excepciones como la comunidad autónoma de Castilla y León, el sistema educativo nacional tiene dificultades para alcanzar los niveles de estados como Finlandia y Corea del Sur. Basándose en datos de informes como PIRLS, TIMSS y PISA, la periodista realiza afirmaciones rotundas como que los estudiantes de 15 años españoles “llevan, de media, dos cursos académicos de retraso respecto a los de Singapur” o que “un universitario español tiene el mismo nivel que un bachiller holandés”.
El reportaje señala que el sistema educativo ya empieza a dar signos de estar reaccionando ante la situación, en parte por factores como los ránquines de universidades, que son cada vez más difundidos, o incluso la crisis económica, que provocó una subida de las tasas universitarias que obligó, por una parte, al alumnado a mejorar su rendimiento y, por otra, a las instituciones a ingeniárselas para “ser más eficientes y sacar dinero”, siempre según la interpretación de Olga R. Sanmartín.
Además de Martínez García, en el artículo se ha entrevistado a Francisco López Rupérez (Universidad Camilo José Cela), la rectora Margarita Arboix (Universidad Autónoma de Barcelona), Francesc Solé (Fundación Conocimiento y Desarrollo), el rector Segundo Píriz (Universidad de Extremadura) y a Antonio Cabrales (University College London).
Todos ellos aportan su evaluación del problema y, entre otras posibles soluciones, mencionan la necesidad de un pacto que consiga estabilizar el sistema educativo, la mayor colaboración de los empresarios para poder adaptar mejor la oferta académica a la demanda social real, y mejorar la captación como docentes de personas de reconocido prestigio y facilitar la movilidad de profesorado entre universidades.