La experta en adolescentes con altas capacidades intelectuales de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (México) Doris Castellanos Simons ha participado hoy, lunes 1 de julio, en el seminario “Talento, emoción y creatividad” que se está desarrollando en la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación de la Universidad de La Laguna, en el marco del Campus América 2019. La ponente alertó de que las mujeres adolescentes con este tipo de sobredotación no son inmunes a los sesgos de género y, de hecho, éstos pueden resultar un freno para que desarrollen toda su potencialidad.
En una sala en la que no solo había profesionales del ámbito educativo, sino también padres y madres de niños y niñas con altas capacidades, Castellanos Simons explicó el trabajo que realiza en México en talleres de orientación vocacional para niñas adolescentes. Inicialmente, hubo reticencias a que organizara actividades específicas para población femenina, pues las autoridades no comprendían que dicho colectivo tuviera necesidades especiales.
Y es que, como explicó la experta, ni siquiera las adolescentes con altas capacidades puedes escapar de la sociedad que se ha organizado en torno a lo que ella denomina ‘la polarización entre el azul y el rosa’, para referirse los estereotipos culturales creadas desde hace siglos para definir a los dos sexos: un mundo masculino de las habilidades instrumentales, los logros, la provisión y la realización social, y otro femenino centrado en el rol asistencial, la ternura y la vida hogareña.
Esos roles comienzan a gestarse en las familias y se refuerzan en las escuelas. Así, mencionó el estudio del proyecto Estereo de la Universitat Oberta de Catalunya, que revela cómo en una muestra de alumnado de Enseñanza Secundaria Obligatoria, los niños valoran más asignaturas como la educación física, la tecnología y las matemáticas, mientras que las niñas se decantan por las ciencias sociales, las ciencias naturales y la educación visual y plástica: desde temprano ya se van prefigurando unas y otras vocaciones, siguiendo sesgos de género.
Eso quedó refrendado por otro estudio, esta vez de la Fundación L’Oreal y UNESCO, que demostraba cómo la participación femenina en ciencia decrece a medida que aumenta su nivel. Así, las poblaciones entre niños y niñas que empiezan el Bachillerato de ciencias es similar, pero los porcentajes van decreciendo a medida que se llega a la universidad, al doctorado, a la carrera profesional, hasta llegar al último porcentaje de, únicamente, un 3% de mujeres Premio Nobel en ciencia.
Estos sesgos afectan a toda la población escolar, pero en el caso de las chicas con altas capacidades, se dan tres grandes dilemas, según Freeman: la contradicción entre talento y feminidad, de tal modo que parece para aceptar el primero, ellas deben renunciar a la segunda; el conflicto entre el éxito académico y la adaptación social, que hace que las niñas dejen de aspirar a mayores cotas académicas para sentirse más integradas en su entorno; y la elección profesional estereotipada, construida lo largo de siglos, que las lleva a elegir unas carreras sobre otras a pesar de que serían intelectualmente capaces de elegir la que quisieran. Todo ello tiene un impacto muy grande en los proyectos de vida de las chicas, aseveró la experta.
Citó otras problemáticas particulares de chicos y chicas con altas capacidades en ese periodo, que en algunos casos son más acusados en el caso de ellas. Por ejemplo, esa multipotencialidad puede ser una barrera porque dificulta qué meta elegir: son personas indecisas no porque tengan pocas opciones, sino porque tienen demasiadas. Otro problema es el perfeccionismo, muy fuerte en mujeres, que impide que logren sus aspiraciones por los límites autoimpuestos. Y, nuevamente, las decisiones segadas por estereotipos: chicas a las que les gustaría ser ingenieras pero acaban siendo enfermeras.
La presión social sobre las mujeres es tal que la propia Castellanos Simons conoce casos de mujeres que han renunciado a estudiar el doctorado porque exige tal dedicación que han temido que suponga el fin de su vida de pareja, una disyuntiva que rara vez se plantea un doctorando masculino.
Un hecho que explica la pervivencia de estos estereotipos es la escasez de roles femeninos en los que las chicas en edad escolar puedan fijarse. Ese colectivo necesita referentes y, cuando llega el caso de que algunas de estas estudiantes descubren la existencia de una mujer pionera en algún campo, suele aflorar un sentimiento de injusticia: “¿Por qué no hemos estudiado esto en el colegio?”.