Doctora en Biología, Cristina González Martín ha sido hoy lunes 7 de octubre la primera ponente del Macaronesia Campus Global -en el ámbito de retos biosanitarios- que la Universidad de La Laguna celebra esta semana junto a la Universidad de Cabo Verde en la ciudad Praia. Experta en microrganismos aerotransportados, busca en esta iniciativa socios caboverdianos de su especialidad para concurrir a proyectos competitivos. Y parece que lo va a lograr, dado que ha contactado con una investigadora, Sandra Carvalho, interesada en su línea de investigación.
Este es uno de los propósitos de este proyecto internacional de sendas universidades: poner en contacto a investigadores de los dos archipiélagos macaronésicos para trazar alianzas y abrir nuevas líneas de investigación conjuntas.
Cristina González realiza el control y seguimiento de calidad de aguas a través de convenios con empresas públicas y privadas, entre ellas el Organismo Autónomo de Balsas de Tenerife (BALTEN), realizando toda la batería de análisis que corresponda según la normativa. En la parte investigadora se dedica a algo muy diferente: analiza microorganismos aerotransportados, es decir, la comunidad de microbios que pueden encontrarse en el aire.
Esta novedosa línea investigadora trata de captar aire e identificar los microorganismos que pueden encontrarse, como bacterias, hongos o virus. Para ello puede hacer uso de diferentes tipos muestradores, que básicamente consisten en bombas de vacío succionadoras de aire y que impactan bien contra un medio sólido, un medio líquido o bien contra un filtro. En el laboratorio del Instituto de Enfermedades Tropicales y Salud Pública, adscrito a la ULL, trabajan con los tres tipos y en función de los estudios posteriores que se pretenden llevar a cabo se usa uno u otro.
“Existen publicaciones en la bibliografía científica que demuestran cómo algunas enfermedades de plantas y animales han cruzado el Atlántico y llegado a otros continentes. Las partículas, cuando hay vientos muy fuertes, arrastran todo lo que haya, de tal forma que lo más pesado va cayendo y lo más ligero continúa su viaje”, explica la investigadora. En este trayecto, los ‘viajeros’ toman sus medidas para resistir. Así, los hongos pueden generar esporas y las bacterias, estados de latencia, lo que les hace protegerse de las inclemencias climáticas. La pigmentación también les protege de la radiación ultravioleta y la propia nube de polvo hace que se reduzca hasta en un 50% la cantidad de radiación que entra en la ‘comitiva’ del viaje. “Obviamente, el 90% de lo que sale, por poner un alto porcentaje, se queda por el camino”.
Cristina González colabora con el catedrático de Física Juan Pedro Díaz. Con él ha participado en varios proyectos, primero de carácter estructurante y luego seguido de varios planes nacionales, en los que ella desarrolla la parte biológica, mientras que los físicos aportan la parte de modelización y de carácter climático, siendo capaces de averiguar de dónde procedía el aire muestreado.
En el último proyecto realizaron un muestreo continuado y simultáneo durante un año en La Laguna y en Izaña. En esos momentos están procesando los datos para conocer la comunidad bacteriana cada día y en cada zona, lo que también dará lugar a comparaciones de lo obtenido. “Izaña es el punto libre de contaminación urbana, el lugar ideal para saber si en un caso de calima, por ejemplo, están llegando microrganismos diferentes a los habituales, dado que resulta mucho más fácil identificarlos”, señala la investigadora.
Aunque se encuentran procesando los datos con los fondos residuales que le quedan del último proyecto, puede ya avanzar algunas conclusiones, que se suman a los datos obtenidos de las últimas tesis doctorales. “Hemos encontrado genomas de algunos virus entéricos, que pueden producir problemas gastrointestinales; también detectamos genes de resistencia a antibióticos”. Por eso ha solicitado un proyecto al Gobierno de Canarias para buscar estos elementos pero en este caso en las aguas residuales para estudiar el impacto que puede tener en el medio ambiente.
Colaboración con la NASA
La bióloga de la Universidad de La Laguna estuvo trabajando en 2016 en un proyecto con la agencia espacial norteamericana NASA. Se trataba de conocer la influencia de las tormentas de polvo que llegan por las costas este y oeste sobre el ecosistema americano.
El contacto con la agencia vino de la mano de su codirector de tesis, Dale Griffin, uno de los mayores expertos en el campo de la aerobiología. Desde el primero momento se mostró muy colaborador, así que Cristina empezó a trabajar con él a través de estancias cortas hasta que en 2012 realizó una estancia de mayor duración en el United States Geological Survey, en Florida. Cuando surgió la convocatoria de la NASA uno de los colegas de este investigador contó con ella y diez personas más de variado perfil.
Se generó un informe donde se plasmaba el estado del arte sobre el objeto de estudio y se diseñó un plan de trabajo a través de un ‘scoping study’, un estudio preliminar sobre el caso. La entrada de la Administración Trump y el descrédito que ha mostrado hacia todo lo relacionado con el cambio climático paralizó la iniciativa y la financiación. Ahora, dos años después, ha aparecido una nueva convocatoria basada en la memoria presentada por el equipo interdisciplinar, a través de la División de Tierra de la NASA, pero con muy escasa financiación, explica la investigadora, con lo que no permite nuevos trabajos de campo, sino sobre los datos ya obtenidos con anterioridad.
“Mi ilusión es que exista una convocatoria europea a la que pueda optar colaborando con el equipo americano u otras americanas a las que podamos sumarnos, figuremos como universidad y recibamos financiación explícita para ello”.