En el pasado mes de abril se cumplió el centenario del nacimiento del artista César Manrique, fecha que ha supuesto el punto de arranque para que diversas instituciones de las islas celebraran la efeméride y difundieran nuevos aspectos de la vasta obra de este creador. Una de ellas ha sido la Universidad de La Laguna que, a través de la cátedra cultural que lleva el nombre del homenajeado, ha organizado un seminario donde se ha profundizado en la vertiente artística y política de este polifacético y controvertido creador, a través del parecer de distintos expertos.
Este viernes 10 de mayo se ha cerrado el curso, gestionado por la Fundación General, y dirigido por el catedrático y director del aula cultural Francisco Galante. En el debate participaron, además por propio Galante, Fernando Gómez Aguilar, poeta y gestor cultural, y Nilo Palenzuela, catedrático de Literatura de la Universidad de La Laguna, bajo la moderación de la periodista de TVE Ana Hernández.
Palenzuela explicó que conoció a César Manrique a comienzos de los ochenta, “y naturalmente no me atreví a hablar con él”, dijo. Le asombró su interpretación del paisaje y su pasión por la naturaleza. “De hecho podemos decir que es un intérprete de la naturaleza, y tiene un punto común con García Cabrera, muy anterior, de los años 30, quien también parte de la naturaleza desde un punto de vista más elemental, para a través del paisaje hablar de una identidad más contemporánea”. El componente político de César Manrique es de otro tipo, añadió, “porque quiere dar un paso más allá y quiere convertirse en un creador del entorno”.
Para el catedrático de Literatura de la Universidad de La Laguna, “estamos ante alguien que va a comportarse como un mediador”, en la idea de extraer de la naturaleza una belleza que no es visible a la mayoría. “Esa capacidad de ver y revelar ante los demás una isla nueva resulta muy interesante”. Precisó que Manrique tenía una gran vocación solidaria con el propio pueblo de Lanzarote, no como un gesto individualista, sino como un afán de compartir un espacio físico.
Detrás del pensamiento de Manrique existe todo un mundo ancestral, alegó el catedrático. Y, de hecho, tras su estancia neoyorquina, cuando regresa a Lanzarote “ya no es el pintor que era, y pasa de ser el intérprete a ser el creador”. En opinión de Nilo Palenzuela, César Manrique contribuye a sacar a su isla de la pobreza. “Inserta su isla en el mundo del turismo nacional e internacional”. Hay que valorar además su enorme intensidad y su constante aprendizaje, que le llevan a intervenir en espacios poco conocidos, adujo.
Gómez Aguilar, por su parte, apuntó que se están haciendo esfuerzos por atender a César Manrique de una forma más plural, menos académica. De hecho, era un “dinamitador de academias”, porque su creación no encontraba acomodo en los patrones ya conceptualizados, por lo que se le aportó. “Es un extraordinario artista anómalo”, sostuvo el ponente, “que ha sufrido abordajes muy parciales desde la arquitectura, el paisajismo o el arte público”. En su opinión, hay que entender a Manrique a partir de los años 70 como un artista “radicalmente político”, porque era un artista que intervino en la naturaleza, pero también en el territorio, el espacio por excelencia de la política y de la convivencia. Quería intervenir en la vida de las personas para crear bienestar en las personas.
Para Francisco Galante, Manrique es un artista particular, con una dimensión internacional que excede los límites de un artista local. “No ha habido en la historia del arte ningún artista que haya abordado una obra desde un punto de vista tan complejo. Hay un Manrique, muy conocido, el de los años 70, el de los grandes espacios, regenerador de la naturaleza totalmente desahuciada, pero es mucho más. “Hay otro, de los años cincuenta, que es excepcional, que trabaja con fósiles, con naturalezas encontradas y con la utilización de materiales, dándole otro sentido, y que fue muy importante”.
Su estancia en Nueva York fue definitiva, porque allí oyó hablar de intervenciones vinculadas al ecologismo, añadió Galante. Aunque abordó diferentes artes plásticas, siempre se consideró pintor. La pintura como argumento, ante todo, pero también existe la dimensión de Manrique como activista, en un territorio frágil como Lanzarote. “Sin ser un ideólogo o político, el hecho de ser artista e intervenir en el territorio le hace ser un activista. Es único y excepcional, y de su lectura quedan muchas cosas por hacer y por decir”.