Llegaban a Canarias por unas razones o por otras. En muchos casos se quedaban y en otros solo estaban de paso, pero lo cierto es que la huella que los viajeros franceses dejaron en el archipiélago está ahí y para llegar a ella solo hace falta comenzar a tirar del hilo. Un hilo largo que descubre cosas tan interesantes como la publicación de anuncios en francés en los periódicos tinerfeños de la época o la vida próspera y acomodada que llevaban los miembros de la comunidad gala en Tenerife.
Una investigación de fondo que lo que pretende es rescatar del olvido los textos de esos viajeros que pisaron tierras canarias en el siglo XIX, pero también ahondar en qué hacían, cómo vivían y cómo se integraron en Francia los canarios que un día decidieron poner rumbo a tierras francesas. En estas tareas están inmersos actualmente parte de los componentes del Grupo de Investigación LexHis (Lexicografía e Historia) de la Universidad de La Laguna.
Su coordinadora, Dolores Corbella, y los investigadores Maryse Privat y Cristian Díaz trabajan desde hace tiempo en esta línea de investigación, a la que ahora se incorpora Nathalie Lebrun, profesora de la Universidad de Estrasburgo. Especialista en la figura del naturalista Sabino Berthelot y gran conocedora de los archivos consulares decimonónicos franceses y canarios, Lebrun “puede ayudar mucho con su experiencia a encontrar textos que podamos traducir y que nos aportarán información muy valiosa”, explica Corbella.
“La mayoría son textos inéditos”, apunta la coordinadora de LexHis, “que nos aportan aspectos muy novedosos y nos abren nuevas líneas de investigación. Estamos descubriendo textos de viajeros franceses que vinieron a Canarias que no conocía nadie y también documentos a los que se había perdido el paradero y ahora se han recuperado”. Hallazgos que, sin duda, han permitido saber más de la colonia francesa en Canarias y, sobre todo, de la asentada en Santa Cruz de Tenerife.
Aunque con altibajos, Nathalie Lebrun cifra en un centenar los franceses que decidieron afincarse en esa época en Tenerife. Sí que hubo algunos que eligieron Gran Canaria, pero la gran mayoría se decantó por la capital tinerfeña: “Los archivos consulares me llevaron a determinar que se habla de viajeros franceses establecidos en Santa Cruz. Elegían Tenerife porque en la segunda mitad del XIX eran negociantes de familias importantes de origen burgués”, señala la investigadora.
Lo que se sabe es que todos ellos gozaban de una posición económica bastante acomodada. Eran familias adineradas que tenían comercios en la calle del Castillo y en lo que hoy en día es la plaza de La Candelaria, antigua plaza de La Constitución. Su presencia era notoria. Y una buena prueba de ello es que los periódicos de la época publicaban anuncios en francés dirigidos a la población gala, aspecto que dice mucho del peso que tenían.
Eran cultos, muy cultos, algo que en aquella época en las islas no era normal, ya que a mediados del siglo XIX la población canaria que sabía leer y escribir apenas llegaba al 15%. Un auténtico choque de culturas del que, sin embargo, los galos sacaban el aspecto positivo. Aparte del clima privilegiado del que disfrutaban en las islas, no pasaba desapercibido el carácter afable, noble y trabajador de sus gentes, a pesar de ser “una sociedad alejada del progreso que se alimentaba a base de un alimento llamado gofio”, como apuntan algunos viajeros de la época.
Pero si hay algo a tener en cuenta es que la figura del viajero es tan amplia como diversa. Desde científicos, comerciantes, cónsules u oficiales del ejército que viajaban a las posesiones francesas en Senegal y hacían escala en Tenerife, hasta antiguos prisioneros de guerra, emigrantes que iban rumbo a California y enfermos que venían a curarse aprovechando las bondades del clima canario: “Solo se piensa en los viajeros que hacían una estancia larga en Canarias, pero es tan importante el testimonio de aquellas personas que estuvieron de paso como el de las que se quedaron a vivir en las islas”, comenta Cristian Díaz.
De lo que no cabe duda es de la importancia y el peso que tenía la comunidad francesa en Tenerife, tanto desde el punto de vista comercial como desde el del consumo. Su huella en la cultura insular se recoge de diversas maneras. A veces dejaban constancia a través de sus libros o cuadernos de viajes, narrados siempre en primera persona, y otras a través de archivos que no hacen más que certificar su paso por la isla.
La labor que se realiza en este campo apunta a distintos frentes. Se trabaja en los fondos antiguos, tanto los registrados en bibliotecas como los archivos históricos depositados en fondos provinciales o municipales, y también en los archivos consulares. Aunque no tiene la certeza del número total de documentos que ha recopilado hasta ahora, Lebrun tiene en su poder alrededor de 20.000 fotos que corresponden a los manuscritos y archivos franceses y canarios consultados.
Si hay una traba en esta investigación para Lebrun esa ha sido la desaparición de gran parte de los archivos del siglo XIX debido a que durante la etapa del franquismo hacía falta papel y una forma de solventar el problema fue recurrir a los manuscritos de la época: “Nos quedamos sin parte de esas historias, aunque se ha compensado, en cierta forma, con las publicaciones aparecidas en prensa, que han ayudado bastante”, explica la investigadora gala.
El campo abordado no es nuevo. Dolores Corbella y Maryse Privat ya se interesaron hace años por los testimonios de los viajeros procedentes de países francófonos, desde el siglo XV hasta la actualidad. Una línea de investigación que ha quedado abierta y en la que siguen trabajando algunos profesores de la Universidad de La Laguna.
“Sin embargo, ‒comentan ambas‒, ahora lo que queremos es estrechar lazos con la Universidad de Estrasburgo y continuar con esta labor que hemos emprendido, y que puede conducirnos a otros proyectos en los que colaboremos todos”. “Tenemos que tener las dos visiones, ‒explica Maryse‒, y que Natalie y Cristian estén en Estrasburgo y vengan con asiduidad es un contacto que nos está enriqueciendo mucho. Aparte de compartir la investigación hay una relación de amistad que influye positivamente en el trabajo”.
Canarios en Francia
No solo los franceses hicieron las maletas para venirse a Tenerife. Los canarios también decidieron marcharse al país vecino, donde se integraron y pasaron el resto de su vida. Algunos de ellos son personajes conocidos, como Elías Zerolo, que publicó en Francia uno de los diccionarios de español más famosos de la época. Junto él, otros canarios ilustres, como Patricio y Nicolás Estébanez, vinculados durante mucho tiempo a la antigua editorial Garnier, impulsora de la difusión del patrimonio bibliográfico en castellano en el siglo XIX. “Hablamos siempre de intercambio y no se puede concebir un archivo canario sin uno francés que lo complemente”, según Cristian Díaz.
Lo que hicieron esos canarios fuera, y no solo en Francia, sino en países de habla francesa, interesa también, y mucho, a los investigadores, ya que permite contextualizar cómo era la vida de estas personas fuera de su tierra. Por eso en una investigación de este tipo los análisis tienen múltiples puntos de vista: el filológico, el lexicográfico, semántico, histórico, sociológico e incluso el científico para poder traducir correctamente los textos de los científicos que dejaron su testimonio a su paso por el archipiélago.
Una labor compleja que se dilata en el tiempo y que es comparable, como ellos mismos dicen “al trabajo de una hormiguita”. Porque definirse dentro de una parcela en una investigación es “encasillarse”. “Esta es una investigación de fondo y cada cierto tiempo damos fe de lo que estamos investigando, porque cada vez que te mueves sigues sacando hilos”, apunta Dolores Corbella. Un auténtico filón que permite saber más de esos viajeros que un día pasaron por las islas afortunadas.
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