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Cuando el teatro es el aula

viernes 03 de julio de 2020 - 12:04 GMT+0000

“Un día cualquiera y a una hora cualquiera” en un antiguo estanco del barrio madrileño de Vallecas, con el tabaco debidamente ordenado por filas, como en la mili, “dos sinvergüenzas dispuestos a todo” merodean por la zona hasta que uno de ellos, Tocho (personaje 1), pide a la estanquera (personaje 2) un paquete de Fortuna mientras le espeta alto y claro, “esto es un atraco”, delante de Leandro (personaje 3).

Así comienza La estanquera de Vallecas, la obra de teatro con la que José Luis Alonso de Santos conquistó al público y a la crítica en la década de los 80. Una historia de marginados a la que los estudiantes del profesor de Literatura Española de la Universidad de La Laguna Javier Rivero Grandoso quisieron poner su sello personal. Y lo hicieron intercambiando los personajes: las mujeres interpretaron los papeles de los hombres y los hombres los de las mujeres.

Una forma diferente de acercarse al teatro, muy alejada de las lecciones estereotipadas y recurrentes de los libros de texto, en los que se pierde la perspectiva de este bello género literario. Porque el teatro no está concebido para el que lo lee sino para el que lo ve. “Como filólogos partimos del texto, pero es solo un punto de partida, porque la finalidad del teatro es el espectador. Por eso creímos conveniente desarrollar herramientas para que el alumnado también lo sintiera así”, explica Javier Rivero.

“El proyecto nace cuando un grupo de profesores de literatura española de la Universidad de La Laguna nos dimos cuenta de los problemas que tenemos a la hora de impartir teatro en las aulas, algo que pasa, sobre todo, en la ESO y Bachillerato. Se estudian las obras prestando atención a la parte textual, pero el teatro hay que verlo en escena”. A eso hay que sumar que “los jóvenes no suelen tener una cultura teatral”, a pesar de los intentos por llevar el teatro a los institutos.

Y ese fue el comienzo de «El Gran Teatro del Aula», una iniciativa que lucha contra la desafección de los jóvenes por el teatro, por ese menor conocimiento del género entre el nuevo alumnado, más cercano a las series ‘prime time’ que a las obras clásicas o a los montajes vanguardistas, a excepción de los espectáculos musicales, cuyo efecto llamada sigue siendo bastante rentable.

La puesta en escena

La tarima de las aulas se convirtió entonces en las tablas del teatro que pisaban los alumnos y alumnas de diversas asignaturas, como Literatura Actual, Ilustración, Romanticismo y Realismo o Teoría de la Literatura, entre otras. Las actividades, coordinadas por el profesor José Antonio Ramos Arteaga consistían en la visualización previa de la obra, la creación y recreación de textos propios, la escenificación de textos ajenos y la asistencia a conferencias relacionadas con el teatro.

Si hay algo que dota de significado a un texto teatral es su puesta en escena. Probablemente la rudeza de Stanley Kowalski en Un tranvía llamado deseo no resultaría tan impactante y creíble si en vez de vivir en un barrio de inmigrantes oscuro y ruidoso lo hiciera en uno diáfano y de lo más distinguido; o los disparates de Fernando y Mariana en Eloísa está debajo de un almendro no tendrían la gracia absurda que tienen de haberse representado en sitios diferentes a las casas de los Briones y los Ojeda.

“Lo cierto es que el texto por sí solo no nos dice mucho. La puesta en escena es necesaria para decodificarlo, por eso hicimos que los alumnos fueran protagonistas. En principio, se propuso al alumnado hacer obras breves por una simple cuestión de tiempo. Y tengo que decir que se divirtieron bastante y entendieron que el texto es una cosa, pero que la puesta en escena es compleja y requiere de mucho, mucho trabajo”.

Para Rivero, entender la complejidad del hecho teatral es fundamental. “Un autor de teatro tiene que tener en mente quién lo va a llevar a escena. Los propios alumnos se daban cuenta de que en las obras actuales los personajes están limitados, y si tienen más, supone un mayor coste para el productor. En el teatro hay unos costes, y el autor tiene que ser consciente de ello”.

En esta aventura del ‘gran teatro’, que comenzó su andadura en septiembre de 2018, han tenido la suerte de contar con la inestimable colaboración de la  Agrupación de Teatro de Filología de la Universidad de La Laguna, un grupo coordinado también por José Antonio Ramos. Su trabajo ha sido una herramienta muy valiosa para que las piezas literarias se llevaran a escena.

Las obras y el método

Desde El chico de la última fila, de Juan Mayorga, a montajes de piezas de José Luis Alonso de Santos o María Velasco, sin olvidar a Borges. Los alumnos de segundo y tercer curso del Grado en Español: Lengua y Literatura pusieron su mirada en obras de la literatura actual. Escucharon a algunos de los autores más representativos de las últimas décadas, como el dramaturgo palmero Antonio Tabares y presenciaron el montaje Federico & Salvador. Las horas oscuras y doradas, de la compañía canaria Insularia Teatro.

Ni siquiera el tan cinematografiado Frankenstein o el moderno Prometeo, de Mary W. Shelley, con motivo de la celebración de su 200 aniversario, se escapó a la mirada atenta del alumnado, que hizo su particular homenaje a uno de los grandes relatos de terror de todos los tiempos. En palabras de Javier Rivero, se había creado el gusanillo. “Hemos comprobado que el método funciona, que es útil y que hay que enseñar teatro de otra manera”.

La buena acogida de «El Gran Teatro del Aula» ha propiciado su continuidad. A pesar de que la memoria final se presentó hace poco, una encuesta realizada sobre el hábito teatral en el estudiantado, y sobre el propio proyecto, evidencia la necesidad de continuarlo, y casi de estandarizarlo. “Los alumnos nos comentaron la necesidad de seguir teniendo una mayor oferta teatral, por eso no queremos que se quede aquí, queremos que siga adelante”.

Porque detrás de este proyecto de Innovación y Transferencia Educativa dirigido por Rivero hay un potente equipo de investigadores capitaneados por José Antonio Ramos y agrupados bajo el nombre de Palingestos: Darío Hernández, Carlos Brito Díaz, Isabel Castells Molina y Miguel Ángel Rábade Navarro. Juntos han logrado que la percepción del teatro vaya más allá del texto.

Ahora los estudiantes tienen una relación directa con el escenario que antes desconocían. Ahora hay unos vínculos creados entre la agrupación y los alumnos, que han sabido dar su lugar a un arte colectivo que depende de muchos oficios. Desde el maquillador o el iluminador, hasta el regidor, el diseñador de vestuario o el productor y director. Todos cuentan y todos suman.

La educación teatral

Los números hablan de la salud de la cultura en nuestro país. Los últimos datos cuatrienales sobre las actividades culturales más habituales en España, publicados en 2019 por el Ministerio de Cultura y Deporte reflejan que del 24,5% de la población encuestada que asistió al teatro, el 31% lo hizo para ver alguna obra actual y el 25% prefirió los musicales. Solo el 16% eligió a los clásicos, frente al 11% que se decantó por obras de vanguardia, y al 7% que vio alguna obra infantil.

“En España no hay una educación teatral ‒dice Javier Rivero‒ y cada vez nos resulta más ajeno, a la vez que es menor el conocimiento del género; no hay una apuesta sólida por estas formas artísticas. Yo creo que el problema viene de la falta de hábito, porque puedes encontrar desde obras vanguardistas y experimentales a comerciales. Hay distintos públicos, lo que hace falta es una mayor sensibilidad”.

Esa sensibilidad hacia el género que tan brillantemente cultivaron Shakespeare, Calderón de la Barca o Molière ha seguido acercándose a los estudiantes gracias a la generosidad del grupo de filología, con sus talleres y actividades, porque este curso no ha habido presupuesto para conferencias. “Pudimos contar con Alonso de Santos porque estuvo en el Teatro Leal a principios de año, y fue una experiencia estupenda para los estudiantes, que habían leído su obra Bajarse al moro, pero lo cierto es que necesitamos ayudas para mantener las conferencias”.

Este profesor de Literatura Española especializado en los siglos XX y XXI, que prefirió seguir la vía de la docencia, aunque sin dejar de lado la investigación, considera que el teatro es como “la piedra de toque de un actor” porque durante la representación de una obra de teatro no hay posibilidad de cortes, como en los platós de televisión. “Es entonces cuando te encuentras con actores estupendos, como el magnífico Federico Lupi, la increíble Carmen Machi o la joven Irene Escolar, bárbara en sus actuaciones”.

Los actores y actrices

Y es que España ha sido siempre una buena cantera de actores y actrices de teatro. Basta nombrar las sagas de los Gutiérrez Caba o los Larrañaga Merlo, con varias generaciones en las tablas. Pero al hablar de talento teatral en masculino hay nombre que lo domina todo, el de Ricardo Darín. “Es el mejor. Lo tiene todo, es muy completo”, dice Javier Rivero.

Y junto a él aparece el nombre de ella, la que es considerada por muchos la mejor actriz de la historia, la gran Meryl Streep. Tan soberbia como madre disfuncional en Agosto, como brillante haciendo de insoportable y despótica editora de moda en El diablo se viste de Prada. “No puedo decir otra cosa de ella sino que me encanta. Haga el papel que haga, siempre está soberbia. Es perfecta”.

Dejando a un lado el magnífico trabajo de los actores y actrices, Rivero Grandoso avanza algo de los nuevos proyectos de investigación que ocuparán su tiempo a partir de ahora, junto a la docencia y la dirección del seminario de novela negra Tenerife Noir. “Hay uno de oratoria que aún no se ha cerrado del todo, pero sí que hemos venido trabajando en una línea de investigación sobre la representación de Canarias en la literatura, vinculada al turismo, que va a continuar”.

De hecho, su grupo Palingestos está a punto de publicar un libro sobre esa relación, ya que la vinculación entre la literatura y el turismo abre otras opciones, sobre todo en el archipiélago canario, que van más allá de la docencia. “Al que estudia literatura se le encasilla en ser profesor, pero hay más posibilidades que van desde la gestión cultural, al trabajo en editoriales o en la industria turística”. Múltiples caminos a elegir para los que consideran que este “arte de la expresión verbal”, tal y como lo define la RAE, es una parte esencial de su vida.

Gabinete de comunicación


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