El hecho de que un mundo sostenible es un mundo mejor es indudable. Vivir de una manera más respetuosa con el medio ambiente no solo es posible con grandes acciones. Los pequeños y sencillos gestos también cuentan. Y mucho. Una de esas iniciativas respetuosas con nuestro entorno se creó hace casi un año de la mano de un grupo de eco héroes vecinales del municipio de El Rosario y la zona de Añaza (Santa Cruz), que decidió sugerir a su ayuntamiento la eliminación de la venta de plásticos de un solo uso.
Los cubiertos, vasos y platos de plástico, tan socorridos en celebraciones y fiestas de lo más variado, pasarían a mejor vida y serían sustituidos por otros fabricados a partir de materiales biodegradables 100%. Una acción local y pequeña pero muy ambiciosa que ‒por qué no decirlo‒ se adelantó a la decisión anunciada este año por el Gobierno de Canarias, de retirar los plásticos de un solo uso a partir del 1 de enero de 2021. Una medida con la que el ejecutivo canario se anticipa a la normativa europea, que entrará en vigor en junio del próximo año.
Este adiós tajante a los plásticos, además de todo un ejemplo de sostenibilidad, es la sugerencia que un colectivo plasmó en el proyecto Paneles Ciudadanos, una herramienta participativa donde aportan su visión sobre aquellos aspectos que afectan a su entorno y, por ende, a su vida. Detrás de ella (la herramienta), que constituye una parte importante del novedoso proyecto de investigación denominado Ecoejes, está Andrés Manuel Núñez Castro.
Miembro del Grupo de Investigación Social e Innovación (GRISON) del Departamento de Historia y Filosofía de la Ciencia, la Educación y el Lenguaje de la Universidad de La Laguna, e investigador Agustín de Betancourt, Núñez es el Investigador Principal (IP) de este proyecto, una potente idea impulsada por el Estudio ARAS (Araceli Reymundo Arquitectura Sostenible), que defiende la utilización del aprovechamiento múltiple y vertical del espacio en Canarias desde un único punto de vista: el sostenible.
“Teníamos que buscar una empresa con la que colaborar y ya conocíamos el trabajo de Araceli Reymundo como arquitecta bioclimática. Con una dilatada trayectoria y tras años de experiencia, se dio cuenta de que era necesario hacer un urbanismo sostenible, no solo en lo que respecta a la construcción de los edificios, sino en la concepción del ámbito urbano, algo en lo que lleva inmersa ya un par de décadas”.
La visión holística y las oportunidades
Por eso los proyectos ‘ecoejes’ (de momento hay dos) a los que la Universidad de La Laguna se adhirió en 2017, no se entienden estudiando las problemáticas del territorio de manera separada. Lo que se haga hay que hacerlo con visión holística y sin perder de vista la sostenibilidad. “Nosotros lo vemos como un inventario de oportunidades”, dice Andrés Núñez del proyecto en el que colabora junto a GRISON, el grupo de investigación multidisciplinar de este centro académico compuesto por ocho personas que estudia la repercusión de los cambios metodológicos para implantar la sostenibilidad en áreas específicas del archipiélago canario.
“En todas las islas, o al menos en las occidentales, hay una parte más rural que llega hasta la costa. Nosotros tenemos que contemplar las oportunidades que hay tanto en la parte rural como en esa más urbana que se alarga por el litoral”. En eso consiste un proyecto ecoeje. Del primero, el Ecoeje Birmagen-Añaza, un territorio comprendido entre la montaña Birmagen (El Rosario) hasta la costa de Añaza (Santa Cruz) además de la sugerencia de los plásticos, salieron otras relacionadas con el compostaje o los talleres de concienciación medioambiental.
Ideas útiles, sostenibles y sobre todo necesarias, como las que también se espera que broten del ‘ecoeje’ que ocupa ahora el tiempo de Núñez. El denominado Ecoeje Orotava, en el que se van a replicar las tecnologías ya utilizadas en el primero. “Los paneles anteriores los hicimos por temática: ciclo integral de agua y energía, agricultura sostenible y residuos. Los del actual, aún los estamos diseñando, pero probablemente tocaremos varios ejes relacionados, dependiendo del tiempo y la capacidad que tengamos”.
Las aportaciones que salgan de este proyecto que acaba de comenzar hace poco más de un mes se adjuntarán a final de año en un documento concluyente con el que se pretende mejorar, desde un prisma sostenible, los recursos que tiene el municipio de La Orotava. Hasta entonces, se trabaja en un informe de análisis de la situación que verá la luz en junio de 2020.
“En cada uno de los proyectos tratamos siempre de contemplar las posibilidades de una forma muy amplia para luego irlas concretando. Todo debe ir convergiendo en un proyecto concreto, y ese es el camino en el que trabaja la ULL. En La Orotava ‒explica Andrés Núñez‒ nos centraremos en la zona urbana hacia el mar, que es la que realmente nos interesa, excluyendo el área perteneciente al Parque Nacional del Teide”.
La participación ciudadana
La elaboración de cada panel ciudadano, en el que participan 10 personas, suele durar de cuatro a seis meses, por eso en el Ecoeje Orotava se realizará solo uno. No hay tiempo para más. Pero antes de llegar a ese paso de empoderamiento vecinal, en el que son los propios ciudadanos y ciudadanas quienes plantean qué es lo mejor para el territorio en el que viven, hay que dar otros que no dejan de ser importantes.
Lo realmente innovador de los ‘ecoejes’ es que desde el principio tienen en cuenta la participación ciudadana. La voz de los habitantes de cada territorio es, sin duda, la savia de la que se nutren las propuestas que acaban en manos de los representantes de las instituciones públicas. En última instancia, son los políticos los que decidirán si escuchan a sus vecinos o no.
Sin embargo, para que la ciudadanía tenga una opinión formada tiene que contar con una serie de personas que conocen bien el territorio en el que se mueven. Y esas son las que participan en los talleres híbridos: empresarios, representantes de la universidad, sindicatos, asociaciones de vecinos o administraciones públicas, aportan sus opiniones y sugerencias. Son personas que saben bien de lo que hablan. Conocen a fondo las temáticas.
Ese paso previo a los paneles supone tomar el pulso a una primera realidad que se suma al análisis que hacen los investigadores antes de pasar a un segundo paso: los ‘focus group’, más pequeños, breves, con otras herramientas y con un resultado tan valioso como el primero. “Una vez tengamos todos esos datos se inician los paneles ciudadanos, que son muy ilusionantes porque se trata de personas que no conocen la materia y vemos cómo van aprendiendo y se les va quitando el miedo a opinar de temas técnicos”.
Conseguir que personas diferentes y carentes de una opinión formada en la materia trabajen juntas sintiéndose cómodas y libres para hablar no es fácil. Tampoco difícil. Es, sencillamente, una cuestión de paciencia, un trabajo casi “artesanal” que no puede hacerse desde el sillón de una oficina. Hay que pisar la calle e ir puerta a puerta. “La nuestra es una participación cualitativa que lleva mucho tiempo porque hay que escuchar con tranquilidad, pero el resultado tiene mucho peso. Las personas conocen su territorio”.
La metodología y la continuidad
De lo que se trata es de llegar a la población, y para eso hay que emplear todos los medios que estén al alcance de la mano: reuniones con los vecinos, ‘cartelería’ en las calles y locales municipales, uso de web y RRSS, buzoneo… Una vez ‘reclutados’ los participantes llega la parte enriquecedora del proyecto. “La gente se ilusiona muchísimo porque la estás escuchando, porque su aportación va a tener relevancia. Su opinión llega a algún sitio y su esfuerzo no es en vano. Nos parece una buena metodología”, comenta el investigador de GRISON.
E, indudablemente, lo es. Porque es capaz de transferir conocimiento desde la universidad a la sociedad, el objetivo del programa Agustín de Betancourt en el que nació este proyecto, denominado «Actuación orientada con y para la comunidad para impulsar la transferencia de la innovación social en la implementación de un urbanismo más sostenible y participativo».
Lo desarrollado desde 2017 a 2020, año en que finaliza el proyecto, ha sido una herramienta de éxito con la que se ha conseguido que ciudadanos que no tengan mucha idea de sostenibilidad logren opiniones formadas capaces de generar propuestas para mejorar su entorno. Ese es el verdadero logro de Paneles Ciudadanos. Lo que lo hace novedoso y eficaz.
“Esta iniciativa se puede aplicar en cualquier isla. Por eso comenzamos, inicialmente, con el Ecoeje Birmagen-Añaza, un proyecto fomentado por el área de Sostenibilidad del Cabildo de Tenerife, que incluía a los ayuntamientos de Santa Cruz y El Rosario. ARAS necesitaba la aportación ciudadana, que comenzamos haciendo nosotros”.
El Cabildo tinerfeño ya no lidera este segundo ecoeje, pero el proyecto continúa con el Ayuntamiento de La Orotava y la ULL. Es más, parece que hay larga vida para los ecoejes. “Estamos entablando reuniones con los ayuntamientos de San Cristóbal de La Laguna y Tegueste para ‘hacer un ecoeje’ de esa zona, y también con los municipios de la Isla Baja”, comenta Andrés Núñez.
¿La forma? Una vez se acabe este año el proyecto Agustín de Betancourt habrá que ver cómo comercializar el conocimiento adquirido durante este tiempo, porque las herramientas participativas que se han diseñado funcionan, y de manera muy efectiva. Quizá sea una spin-off de la ULL. Aún no se sabe. Se barajan varias opciones a través de la Fundación General Universidad de La Laguna.
Lo cierto es que lo que comenzó como un proyecto piloto de medianías a costas en el que se trataba de integrar distintas realidades insulares se ha convertido en un modelo que demanda la sociedad. ¿Su fórmula mágica? La capacidad de involucrar la ciudadanía en la toma de decisiones, en la mejora de su vida y de su entorno. Una equilibrada colaboración entre lo público y lo privado. En definitiva, innovación social, que tiene en Andrés Núñez y su grupo de investigación, GRISON, un magnífico modelo a seguir.
(Proyecto financiado por: Cabildo de Tenerife, Tenerife 2030, FDCAN, MEDI)
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