El Instituto de Investigación Carlos III abrió en marzo una convocatoria de urgencia para promover proyectos de investigación de rápida aplicabilidad en la emergencia suscitada por el Covid-19. Uno de los seleccionados analizará el uso de ozono para desinfectar y poder reutilizar los equipos de protección personal (EPI) contra el contagio. Fue solicitado por la Fundación Canaria Instituto de Investigación Sanitaria de Canarias (FIISC), con el investigador del Hospital Doctor Negrín Bernardino Clavo como coordinador, y en él participan varias instituciones sanitarias y de investigación de Canarias, entre ellas la Universidad de La Laguna, a través de su Instituto de Enfermedades Tropicales y Salud Pública de Canarias, que dirige Jacob Lorenzo.
El proyecto ha obtenido el 100% de la financiación solicitada, que asciende a 109.744 euros, y se da la circunstancia de que la mayor parte de esos fondos, unos 78.000 euros, irán destinados a financiar las actividades que le corresponde desarrollar al instituto universitario, consistentes en la toma de muestras biológicas, su procesamiento y análisis para cuantificar la carga viral, así como la contratación de dos investigadores predoctorales que servirán como apoyo a estas tareas.
Las otras entidades participantes en este ambicioso proyecto son el Servicio de Evaluación y Planificación del Servicio Canario de Salud-REDISSEC (RETIC de Investigación en Servicios de Salud en Enfermedades Crónicas), CIBERES (CIBER de Enfermedades Respiratorias, el Servicio de Medicina Interna del Hospital Universitario de Canarias y el Servicio de Medicina intensiva del Hospital Nuestra Señora de Candelaria. Es precisamente este esfuerzo colaborativo entre entidades de ambas provincias uno de los puntos fuertes que destaca el investigador principal.
La eficacia del ozono
Durante los últimos meses se ha hablado mucho sobre la posibilidad de que el ozono pudiera ser efectivo para desactivar el coronavirus que ha provocado esta situación de alarma global, pero lo cierto es que, hasta el momento, no se ha comprobado la certeza de esa creencia. Como explica Bernardino Clavo, el ozono es verdad que se ha utilizado desde hace cien años para depurar agua y se emplea para desinfectar algunas heridas, pues es conocida su eficacia contra algunos virus y bacterias. Por ello es, a priori, plausible que pueda ser eficaz también contra la enfermedad Covid-19, pero, en todo caso, hay que realizar las comprobaciones adecuadas.
De este modo, se va a probar la eficacia de la aplicación del ozono en diferentes concentraciones y tiempos, con distintos equipos médicos e industriales y sobre diferentes materiales y piezas de EPI, para comprobar si, en primer lugar, es eficaz contra el virus y, en segundo lugar, si su uso es viable: no sería lo mismo que se demostrara su eficacia tras una aplicación de uno o dos minutos que otra de media hora. Hay que tener en cuenta, además, que la supervivencia del virus varía según en qué superficie se halle y que su capacidad de contagio depende de la exposición que tenga el equipo: no es lo mismo una mascarilla que unos guantes o unas calzas.
Clavo explica que para determinadas superficies, como puede ser una mesa, lo más rápido, eficaz y barato seguirá siendo un paño con lejía. Pero hay objetos a los que un trapo no puede llegar completamente por estar llenos de recovecos, como podría ser el teclado de un ordenador, por lo que el uso del ozono, si llega a comprobarse su eficacia, podrá ser recomendable para esos casos e, incluso, para la desinfección de una habitación al completo.
La convocatoria de estos proyectos exigía una rápida aplicabilidad, por lo que la duración de esta investigación será de unos seis meses y, si todo va bien, podría tener resultados ya desde los cuatro. Así que en un plazo relativamente corto de tiempo se podrá saber ya con aval científico si ese rumor sobre la eficacia del ozono contra el Covid-19 tiene fundamento o, por contra, es una opción ineficaz que hay que desechar.