Los organismos vivos son (somos) un conjunto de células, cada una de las cuales está especializada en determinadas tareas y cuyo trabajo coordinado posibilita la existencia de todas las especies que habitan este planeta. Cuando su funcionamiento es defectuoso, aparecen problemas de diversa índole que, en los casos más extremos, pueden terminar en su destrucción. Por ello, conocer el funcionamiento de cada tipo de célula, su interacción con otras y su reacción ante diversas sustancias es esencial para el avance del conocimiento médico.
Esta ha sido una de las ocupaciones a las que ha dedicado el catedrático en Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de La Laguna Pablo Martín Vasallo, con seis sexenios de investigación y una trayectoria muy vinculada a la institución tinerfeña, si bien se formó y doctoró en la Universidad de Salamanca y ha sido investigador en importantes instituciones estadounidenses como las universidades de Vanderbilt, Yale y Harvard (esta última como profesor visitante).
Uno de los intereses principales de su investigación ha sido el estudio de la bomba de sodio-potasio, que ya había sido el tema de su tesis doctoral. Se trata de un conjunto de proteínas que mantienen en el interior de la célula las concentraciones de sodio y potasio necesarias para que se desarrolle toda la vida. También son responsables de mantener la carga iónica necesaria para que con el flujo rápido de sodio y potasio a través de la membrana plasmática surja el potencial de acción en las células excitables (el músculo y el nervio). Es un sistema que consume mucha energía, incluso en reposo, una proteína muy abundante en todas las células. Su ausencia es incompatible con la vida.
“Me ha acompañado prácticamente toda mi vida desde 1980 hasta ahora: 40 años yendo y viniendo sobre el mismo tema, pero actualizando siempre lo que se sabía”, explica. “Primero funcionalmente; después en química de proteínas; luego, en pleno boom de la Biología Molecular, empiezo a clonar sub-unidades de bomba de sodio y fabricar anticuerpos para dichas subunidades, que ahora se utilizan en muchos laboratorios de todo el mundo; y también en la patología de la bomba de sodio en varias enfermedades y tejidos, entre ellos en sistema nervioso y en cáncer”.
Precisamente sobre esa última patología versa el último proyecto de investigación en el cual va a involucrarse el laboratorio de Biología del Desarrollo que dirige Martín Vasallo, titulado «Estudio sobre el efecto de Ia dexametasona en células de glioblastoma humano: actividad de Ia escafoldina FKBP51 y su relación con las escafoldinas IQGAP1 y AMOTL2», que ha obtenido una financiación de 20.000 euros a través de las Becas de Investigación Médica de la Fundación Mapfre-Guanarteme. Aunque el investigador principal de este proyecto es Manuel Morales González, jefe del Servicio de Oncologia Medica del Hospital Universitario Nuestra Señora de Candelaria, la investigación propiamente dicha se desarrollará en el laboratorio universitario.
Investigación oncológica
Como es habitual en muchos proyectos biomédicos, en este caso no se comienza desde cero, sino que se continúa una línea. “Llevamos más de 20 años colaborando en oncología. Inicialmente se empezó para estudiar cuál es la sensibilidad génica a los efectos secundarios de la quimioterapia y saber porqué una determinada quimioterapia para cáncer de colon (el tratamiento con Folfox -ácido folínico, fluorouracilo y oxaliplatino-, concretamente) a determinados pacientes les produce una neuropatía periférica cuya agresividad puede variar desde que se les duerman las puntas de los dedos hasta la incapacidad más completa”.
En ese proyecto inicial, financiado por el Fondo de Investigación en Salud (FIS), se descubrieron alteraciones en los niveles de expresión de un determinado número de genes y, consecuentemente, provocando que se produjeran más o menos cantidad de las proteínas que codifican, principalemente, Scaffold proteins (o escafolinas). Inicialmente, se había observado que ese tipo de proteínas variaba en la neuropatía periférica provocado por el Folfox, pero luego se advirtió que también se modificaban las proteínas en otros tumores como el glioblastoma, que es precisamente el que se va a abordar en el proyecto financiado recientemente por la Fundación Mapfre-Guanarteme.
Martín Vasallo explica que el tumor está formado por muchos tipos de células, puede 30 o 40 tipos distintos. “Las células que lo forman son las gliales -por eso se llama glioblastoma-. Las stem cells (o células madre) que deberían dar astrocitos dan en su lugar una célula glial que no cumple su función. El astrocito alimenta y regula a la neurona, pero cuando se vuelve una célula tumoral, en lugar de hacer esa función, se vuelve ‘egoísta’ y solo se preocupa de reproducirse, ahí está el problema”.
Esa sería la célula responsable del tumor, pero luego hay toda otra serie de células que son las que construyen los vasos para alimentar a estas células, así como el llamado “microambiente”, compuesto por los macrófagos, un tipo de glóbulos blancos que debería eliminar las células tumorales. “Pero las células tumorales ‘engañan’ al macrófago y éste, en lugar de destruirla, la alimenta y la cuida”.
Para el desarrollo de los vasos de este microambiente tumoral se necesita que se expresen unos genes que no se expresaban antes. “Y parece ser que en la regulación de la expresión de estos genes están implicadas estas proteínas, las escafolinas, de las que hablábamos antes. Estamos viendo en dónde están y cómo varían, y también que estas proteínas son las que favorecen el funcionamiento de una serie de fármacos para el tratamiento del tumor o de complicaciones como la inflamación”.
Uno de los fármacos empleados para combatir el edema cerebral asociado al glioblastoma es la dexametasona, un esteroide glucocorticoide que, por un lado, reduce la inflamación en general del tumor pero, por otro, también estimula el crecimiento y proliferación tumoral. “Así que lo que va bien para una cosa, va mal para otra, de ahí que en el tratamiento antitumoral sean necesarios tratamientos complejos”.
De esta manera, este proyecto consiste en ver el efecto de la dexametasona sobre las células estrictamente tumorales, no sobre las otras células del tumor. En un futuro también se observará qué es está pasado en las células disgregadas del tumor completo, pero la investigación actual es solo para un tipo concreto de célula.
La ciencia, una carrera de relevos
Como se ve, la complejidad de la investigación es muy alta, dado que las interacciones y variaciones que se pueden dar en este universo de células es apabullante. Por ello, es un ámbito en el que la colaboración entre investigadores es fundamental. La biomedicina y la ciencia en general avanzan gracias a las aportaciones que, con mayor o menor modestia, cada laboratorio de cada institución científica del mundo va realizando en su día a día.
“Cuando investigas, empiezas una cosa y la siguen los demás porque tú no la puedes seguir, es lo que pasa muchas veces”, reflexiona Martín Vasallo. “Nosotros tenemos algún proyecto en el que estamos trabajando ahora que es muy bonito y muy importante, pero sabemos que tenemos un límite. Luego, una vez que tengamos las primeras publicaciones sobre eso, lo va a coger alguien y lo continuará. Eso lo sabemos ya cuando comenzamos: “vamos a poder llegar hasta aquí, luego no tendremos el material, la financiación o los medios que necesitamos”. O colaboras con alguien o, directamente, que lo continúe otro. Tampoco pasa nada. Es una carrera de relevos”.
Se trata de una labor con altas dosis de generosidad que, en muchas ocasiones, puede pasar desapercibida. El propio investigador se pone como ejemplo al explicar que en alguna ocasión su propio hijo le ha preguntado a qué se dedica o qué ha descubierto, y para responderle ha explicado la ciencia como una actividad análoga a la construcción de un edificio. “Al final del proceso, vemos el bloque ya hecho, pero para llegar ahí, ha sido necesario que primero unos señores pusieran unos andamios para que aquello empezara. Luego los quitan y no se ven. ¿Qué han hecho esos individuos? ¿No han hecho nada? Son esenciales para que aquello funcione”.
Para este investigador, la base de la investigación es la incertidumbre: “uno nunca sabe dónde está y, una vez que lo sabes, lo dejas para volverte a meter en terreno completamente desconocido. Generalmente trabajas en el error, lo que ya se sabe no se investiga”. ¿Quiere eso decir que en la ciencia son mayores los errores que los aciertos? Martín Vasallo lo matiza: “normalmente enuncias una hipótesis que se cumple muy pocas veces, pero lo que descubres, aunque no es lo que habías pensado, es completamente útil. Colón pensaba que iba a llegar a Las Indias y descubrió América. Entonces, ¿falló, tuvo un error? Yo diría que no. Por eso está ese término de la ‘serendipia’, consistente en que estás buscando una cosa y te aparece otra mejor. Y eso ha sucedido en, básicamente, toda la investigación”.
Ese componente casi azaroso es algo con lo que tiene que vivir los científicos de alto nivel. Y en muchas ocasiones, cuando se tiene una carrera tan dilatada como la del catedrático de la Universidad de La Laguna, puede ocurrir que ante sus ojos pasaron muchas cosas que, en su momento, no supo observar y las vieron otros. “Uno la mayor parte del tiempo se reprocha: ‘eso lo tuve que haber sacado yo; eso lo tuve delante de las narices’. A veces puede ocurrir hasta porque una noche decidiste salir con los amigos en lugar de quedarte a una observación que van a realizar los compañeros. Y cuando vuelves, te has perdido algo de lo cual podrías haber formado parte. ¡Eso me ha pasado unas cuantas veces también!”.
Ante ese panorama de incertidumbre constante, el biomédico cree que solo es posible reaccionar con constancia, y también con preparación. En ese sentido, aboga por que todos sus doctorandos realicen alguna estancia en el extranjero, como hiciera él en su momento. “Hay que ir a los sitios que sean más punteros a aprender lo que hay allí y transportarlo al sitio de donde has salido. Puede que ahora no sea tan necesario, pero en mis inicios sí lo era”, explica a la vez que recuerda que él pudo realizar sus primeras estancias en Estados Unidos gracias a unas becas que en su día concedió CajaCanarias.
Desde entonces, todas las personas que redactan la tesis doctoral en su laboratorio, realizan alguna estancia en entidades americanas. “Logramos que gente que terminaba aquí y no había proyectos, tuviera una salida. De todos los que se han ido, la mitad sigue fuera, en EEUU, Alemania e Inglaterra, y también unos pocos fueron recuperados para la Universidad de La Laguna. Creo que es importante procurar que haya una forma de internacionalizar los laboratorios. Lo que uno hace o descubre, si no tiene interés en todo el mundo, es intrascendente. Crear redes es importante, esas relaciones hacen que podamos publicar mejor e incluso trabajar mejor con una simple llamada de teléfono de colega a colega pidiendo determinadas cosas”.
Claro está, otro asunto punzante que puede determinar el éxito o el estancamiento de una carrera científica es la financiación. En la actualidad, el contexto español es precario: “la situación actual uno ni la justifica ni la apoya, directamente la sufre. No hay dinero ni medios”. Sin embargo, prefiere ser pragmático y recordar que las situaciones de carencias y bonanzas son cíclicas y, de hecho, en el pasado la situación en España llegó a ser muy buena.
“La primera vez que fui a Estados Unidos a principios de los 80, era increíblemente fácil investigar. Pero un punto que me hizo retornar fue que, en un momento dado, la vida se puso extremadamente difícil en EEUU y, en cambio, en España se abrió una gran cantidad de posibilidades, con la creación de muchas universidades y organismos de financiación. Y proyectos que nunca hubieran sido financiados en América o Inglaterra, sí lo eran aquí”.
Por tanto, ha habido momentos que han sido buenos para la financiación y otros que han sido muy restrictivos. “Si me tuvieran que dar un premio de algo, y cito las palabras de un Nobel de Medicina, diría que me lo tendrían que dar de Economía, porque gran parte del tiempo lo he pasado redactando proyectos y firmando papeles”, bromea antes de afirmar que la parte más “odiosa” de la investigación es la burocracia. Otro tanto le sucede con la asistencia a congresos y las publicaciones científicas: a su juicio, tareas tan imprescindibles como poco gratificantes. “Lo realmente bonito de los congresos es lo que te cuentan los demás, no lo que cuentas tú” “Lo que me gusta es estar haciendo cosas y conociendo cosas; comunicarlas es más una obligación que un placer. Pero es necesario: lo que no se conoce, no tiene sentido”.
Gabinete de Comunicación