Percibir una micra es casi imposible. Su increíble pequeñez hace que para el ojo humano sea muy complicado percatarse de ella sin ayuda extra. Algo de 150 micras sigue siendo pequeño, pero ya no se escapa a la vista. Y precisamente de 150 micras es el grosor del diámetro de la fibra ‘estrella’ de la que puede presumir Alisio Chemical Technologies SL, la nueva empresa de base tecnológica de la Universidad de La Laguna.
La fibra en cuestión es un minúsculo filamento de óxido de silicio recubierto por un compuesto ‘extractante’ en el extremo. En apariencia bastante más ligero que una aguja de hospital, este finísimo hilo sirve para extraer una muestra de líquido, de agua o sangre, por ejemplo, para analizarlo y saber si el agua contiene hidrocarburos o contaminantes, desechos químicos u otros residuos, o en la sangre analizada pudiera haber algún tipo de sustancia tóxica.
Los investigadores de la Universidad de La Laguna no han ideado el método completo, pero lo que sí han hecho es fabricar la fibra final con la que se hacen los análisis. Así lo explica Jorge Pasán García, el promotor de la spin-off de reciente creación e investigador del programa de transferencia de conocimiento Agustín de Betancourt, promovido por el Cabildo de Tenerife y apoyado por las fundaciones «la Caixa» y CajaCanarias. Su proyecto «Microdispositivos para la monitorización de contaminantes emergentes en aguas contaminantes» está ya en su fase final.
La empresa tiene un prometedor futuro por delante. Su modelo de negocio está basado en la generación de patentes en el campo de la microextracción analítica, y en la actualidad se está tramitando la patente de la nueva fibra para el ámbito internacional, al tiempo que se intenta conseguir la financiación necesaria para que Alisio Chemical Technologies SL comience su andadura comercial.
Aunque de momento no puede comentar demasiado al respecto, Pasán avanza que ya han entablado contacto con una empresa de ámbito internacional que está interesada en comercializar la patente, y es posible que puedan llegar a algún acuerdo dentro de poco. En estos casos, “cualquier financiación es bienvenida” en las empresas de innovación y desarrollo que dependen de encontrar el mercado adecuado para garantizar su despegue y posterior consolidación.
La construcción de una estructura apropiada que sea eficaz en la transferencia de conocimiento requiere no solo de tiempo, sino de inversión. Desde el desarrollo realizado por la Universidad de La Laguna hasta la puesta final en el mercado hay un camino largo, exigente e importante. Tras patentar, ha llegado el momento de comercializar la fibra en la que llevan trabajando desde de 2012.
Si hay algo que diferencia a esta nueva fibra de otras que también se utilizan en el campo de la extracción analítica es su gran versatilidad. “Nuestras fibras son bastante más versátiles y mejores que las que se venden ahora mismo en el mercado ‒comenta Jorge Pasán‒ y por eso tienen más proyección y pueden adaptarse a todo tipo de aplicaciones, ya que su novedoso material le permite tener la capacidad de extraer moléculas pese a que estén a muy poca concentración”.
Puede decirse que las fibras que existen actualmente en el mercado son más genéricas y su utilidad responde a un concepto más estandarizado. Entrando ya en un terreno puramente técnico, las fibras que están a la venta hoy en día tienen siete recubrimientos que actúan como extractores de las células que se quieren aislar. Los más comunes son el polidimetilsiloxano (PDMS) y el poliacrilato de sodio. Luego hay mezclas y unos cuantos más hasta llegar a los siete principales.
“El nuestro no es un polímero orgánico como todos estos. Su material es diferente porque incorpora un metal y es cristalino. Se trata de un material sintetizado en el laboratorio que está compuesto por metales y ligandos orgánicos, es decir, moléculas que se unen a esos metales para formar lo que se denomina un complejo”, explica Pasán.
Los ligandos orgánicos construyen una red que tiene una estructura cristalina tridimensional. Son las denominadas redes metal-orgánicas. Sus poros están claramente definidos y los espacios interiores de la estructura del material son los que permiten absorber las moléculas. “Para que la gente se haga una idea, es como ver una esponja porosa con múltiples huequecitos que obedecen a un orden, ya que al tratarse de cristal están ordenados y bien colocados”.
Para visualizarlo, quizá lo mejor sería imaginarse una red de pescador, una gran malla perfectamente simétrica donde los nudos existentes entre los rombos de nylon serían los centros a los que se unen los alambres, mientras las líneas que conectan esos puntos serían los ligandos orgánicos. Todo muy ordenado y con un claro efecto 3D.
No todos los sistemas pueden absorber y aislar moléculas en muy escasa concentración como puede hacer la nueva fibra patentada en la Universidad de La Laguna. Hasta hace relativamente poco no se prestaba atención a este hecho porque se consideraba que los efectos nocivos que pudieran tener los contaminantes del agua o los conservantes de los alimentos sobre la salud se manifestaban a largo plazo.
Y un ejemplo más que demostrativo es el de los parabenos, esos productos químicos tan denostados ahora en la industria cosmética, a pesar de que cumplen su función como conservantes en las cremas y geles. Hay que decir que la legislación europea permite, aunque con restricciones, el uso de algunos.
Y lo mismo da si se trata de parabenos en cremas corporales o faciales que de contaminantes presentes en el agua potable o del mar. “Lo que nosotros estamos fabricando ‒explica Jorge Pasán‒ son dispositivos sencillos para hacer esas extracciones. Y el abanico puede ser múltiple. Desde los ya mencionados anteriormente hasta alimentos, perfumes, lácteos e, incluso, órganos humanos.
Eso sí, las muestras analizadas tienen que ser líquidas. De momento no se plantean pasarse al campo de los sólidos, en un mercado internacional en el que este tipo de fibras, aunque mueve un volumen de negocio de 250 millones de dólares en todo el mundo, no tiene el mismo movimiento y segmento de mercado que el de la preparación de muestras. Habría que encontrarle otras aplicaciones.
Hay que aclarar que el dispositivo ya existía. Lo inventó un químico polaco, catedrático de la Universidad de Waterloo (Canadá) y reconocido mundialmente llamado Janusz Pawliszyn. Él fue quien patentó la técnica de microextracción en fase sólida (SPME), que comercializaba una empresa llamada Supelco hasta que la patente caducó hace cuatro o cinco años y se abrió una oportunidad única para la Universidad de La Laguna. A partir de ese momento sí se podían fabricar nuevas fibras.
Desde 2012, año en que caducó la patente, se ha seguido trabajando de forma constante en la misma línea de investigación. “Nosotros somos una conjunción de dos grupos de investigación: uno está centrado en la investigación de materiales y el otro, especializado en la química analítica, está liderado por la profesora de la Universidad de La Laguna Verónica Pino”.
“El grupo de química analítica con el que nos hemos fusionado trabaja sobre todo la química ambiental, por eso todas estas aplicaciones iniciales están centradas en las aguas ambientales. Somos siete las personas que trabajamos de forma coordinada en proyectos conjuntos, con lo que no se descarta el desarrollo de otras patentes en un futuro próximo”.
Aunque de momento no se puede decir mucho más al respecto, salvo que están abarcando otras líneas de trabajo, este investigador centrado en la química pese a ser físico adelanta que se trata de “patentes muy prometedoras” que pueden tener bastante más recorrido que la fibra que los ocupa ahora.
Otras cuatro personas trabajan con él en Alisio Chemical Technologies SL. Con casi 20 años de experiencia investigadora a sus espaldas, Jorge Pasán culmina en abril sus cuatro años en el programa Agustín de Betancourt. Él pertenece a la primera tanda y no deja de reconocer que la iniciativa impulsada por el Cabildo tinerfeño y la Universidad de La LagunaL es muy buena, pionera y novedosa: “Es una idea excelente, focalizada en la transferencia hacia el tejido productivo pero mejorable en la ejecución, algo que podría hacerse de una forma muy simple, ya que los proyectos necesitan más tiempo”.
Pasán considera que cuatro años son insuficientes, por eso la posibilidad de contemplar cada proyecto por separado sería una buena opción. “Partiendo de un proyecto innovador, sacar una patente en cuatro años y obtener rentabilidad con una empresa de nueva creación es tremendamente difícil, por no decir que es casi imposible. Por eso creo que sería muy positivo que se pensara en dar un margen más amplio para intentar impulsar la idea de negocio y su consolidación”.
Ahora, además de culminar el proyecto Agustín de Betancourt, Pasán está ocupado en montar la spin-off y, lo más importante, en encontrar una empresa potente interesada en comercializar la nueva fibra, el nuevo dispositivo. Se abren perspectivas muy prometedoras, las mismas que ya tienen las otras cuatro empresas de base tecnológica con las que cuenta la Universidad de La Laguna.
Gabinete de Comunicación