¿Dónde estabas el 19 de septiembre de 2021? Seguro que será una pregunta recurrente en los próximos años, sobre todo entre los canarios y, muy especialmente, para los habitantes de La Palma. No fue una sorpresa, el volcán había avisado con más de 25.000 pequeños terremotos. Ese mismo domingo ya nadie dudaba de que la erupción era inminente. Pero la pregunta que a todos angustiaba era ¿dónde? Una de las personas que estaba atenta a los datos y haciendo un continuo seguimiento es nuestro protagonista: Ramón Casillas Ruiz, catedrático de Petrología y Geoquímica de la Universidad de La Laguna.
Su carrera geológica la inició en la Universidad Complutense de Madrid. Dicen que, fruto de aquella etapa de trabajo de campo, se conoce la Sierra de Guadarrama como la palma de su mano. A principios de los años 90 llega a la Universidad de La Laguna y, desde entonces, no ha parado de trabajar midiendo emisiones de gas radón, anomalías de flúor en aguas subterráneas, analizando los megadeslizamientos que afectaron a los flancos de las islas, o estudiando las rocas más antiguas del archipiélago en La Gomera, La Palma y, particularmente, en su querida Fuerteventura.
Pero lo que nunca había estudiado Casillas hasta ahora era una erupción volcánica en curso, pese a haber estado en prácticamente todos los conos volcánicos de las islas. Así que dos días después de que comenzara este fenómeno, llegó a La Palma pertrechado con todo lo necesario. “Cuando llegué a la isla, no sabía por cuánto tiempo estaría, así que me vine con todo lo que yo creía que necesitaría. Después de tantas semanas, me siento un vecino más de Los Llanos de Aridane”.
Aunque la erupción ocurrió en el mes de septiembre de 2021, los antecedentes se remontan años atrás. “Los orígenes de esta erupción los encontramos en una serie de enjambres sísmicos que se iniciaron en 2017. En ese momento comprobamos que el magma empezaba a moverse en el manto terrestre bajo la base de la corteza oceánica en la que se asienta la isla de La Palma. Por aquel entonces, los sismos que originaron estos enjambres eran aún muy profundos”.
Nada se supo de este fenómeno hasta cuatro años después. El 11 de septiembre de 2021 un nuevo enjambre de terremotos bajo la isla volvería a llamar la atención de los científicos del Plan Especial de Protección Civil y Atención a Emergencias por Riesgo Volcánico (PEVOLCA). Este comité multidisciplinar, del que Casillas forma parte en representación de la Universidad de La Laguna, pasó a nivel dos (amarillo) el 13 de septiembre, ante la ingente cantidad de terremotos y a su profundidad cada vez más somera. El domingo 19, antes de la erupción, se produjeron más de 300 seísmos, muchos de ellos sentidos por la población. Su profundidad se acercaba ya a la superficie y, en aquel momento, la presión del magma había levantado la isla 15 centímetros. A las 15:10 horas y con la televisión en directo, se observa una gran columna de gases y fragmentos de rocas despegando desde Cabeza de Vaca: había comenzado la erupción. Pocas personas imaginaban por aquel entonces las calamidades que traería este volcán que aún continúa arrojando lava.
Ramón Casillas lleva más de 60 días estudiando el volcán sin descanso. Más de dos meses con una rutina que intenta exprimir al máximo esta oportunidad científica que no es posible saber cuándo se volverá a repetir. “Me suelo despertar a las seis menos cuarto de la mañana, desayuno y me reúno con Ángel Palomares, director del Parque Nacional de la Caldera de Taburiente. Él nos está ayudando mucho en nuestra labor. Visitamos las cercanías del volcán, tomamos muestras y regreso al hotel para participar telemáticamente en las reuniones del Comité Científico del PEVOLCA. Suelen comenzar a las diez menos cuarto y nunca acaban antes de las doce y media. Almuerzo y planifico el trabajo de la tarde y el día siguiente. Voy a observar algún fenómeno que sea de interés para el comité o a tomar muestras y cuando anochece, regreso. Si no hay medios de comunicación que atender, suelo estar leyendo y contestando correos hasta, al menos, las doce de la noche”. Y a la mañana siguiente, otra vez a empezar.
El equipamiento científico del que hace uso el catedrático de Petrología y Geoquímica es más bien escaso y sencillo. Lo podemos observar por las cercanías del volcán con todos los equipos de protección personal, una gran lanza que le ayuda a sortear el abrupto terreno y la mítica maza de geólogo. Y poco más. “Verás por aquí muchas instituciones con multitud de aparatos y tecnología, nosotros no, solo usamos la maza o el martillo para tomar muestras, o la pistola de fluorescencia de rayos X, que utilizan los compañeros de la Universidad de Orleans. Nosotros aportamos lo que a la universidad le sobra, conocimiento”.
Gracias a la multitud de intervenciones que ha realizado en los medios de comunicación durante todo este tiempo, Casillas es ya un conocido entre sus vecinos accidentales. Ciudadanos que cada día le preguntan por la evolución de la erupción. “Me preguntan, como es normal, sobre cómo va la erupción y cuándo acabará. La respuesta es muy compleja. Todo depende de si hay recarga de las cámaras magmáticas con magma procedente de mayor profundidad o si no la hay. Ahora creemos que no la hay, o por lo menos no es importante. Esto nos da un escenario de algunas semanas más de erupción, pero la Naturaleza es caprichosa y todo puede cambiar en cualquier momento”.
Trabajar junto a un volcán tiene un importante componente de peligro. Solo el conocimiento de la dinámica de la erupción y las medidas de autoprotección pueden librarte de un susto. No hay que olvidar que estamos ante una montaña que arroja piedras incandescentes, gases tóxicos y ríos de lava a más de mil grados. Casillas nos cuenta el peligro de las bombas volcánicas, fragmentos de magma de gran tamaño que se solidifica en su trayectoria aérea que expulsa el volcán y que pueden llegar a kilómetros de distancia.
“Hay ocasiones que la intensidad de las explosiones producidas por la expulsión de los gases volcánicos es muy potente y es capaz de llevar bombas a distancias bastante grandes. Donde estamos ahora (carretera de Tacande) cayeron bombas, alguna de las cuales tenía un tamaño de metro y medio. Afortunadamente, esa caída fue por la noche. Yo salí del lugar a las ocho de la noche y, al volver por la mañana, me encontré todo lleno de bombas. Hay momentos en los que hay que tener cuidado porque puede subir mucho la explosividad y el volcán te puede dar una sorpresa. Aunque lo normal es que no lleguen tan lejos”.
En todo este tiempo el catedrático ha podido tomar multitud de muestras de coladas y piroclastos. Su análisis es fundamental para conocer la dinámica pasada, presente y futura de la erupción. Por ahora, los materiales que está expulsando el volcán palmero son los mismos que podemos encontrar en otras erupciones de Canarias. “Es curioso observar cómo desde el comienzo de la erupción hasta varios días después estuvo emitiendo un magma muy diferenciado, tefrítico, con bastante anfíbol (mineral que contiene agua en su composición), lo que indica su alto contenido en vapor de agua, y poco olivino. Esto es propio de los magmas más diferenciados. Después del parón del 27 de septiembre tenemos una lava mucho más primitiva, menos diferenciada, rica en olivino y prácticamente sin anfíbol. Esto nos dice el tipo de magma que en cada momento se está emitiendo”.
El catedrático continúa su explicación: “en las primeras semanas se emitió ese magma tefrítico, diferenciado, que subió desde la base de la corteza hasta unos 5 kilómetros de profundidad, tras lo que se trasladó, rápidamente, el día 19 de septiembre, a la superficie a través de un dique de alimentación. Ese magma seguramente se acumuló durante años en la base de la corteza oceánica, al menos desde 2017, puede que incluso desde 2009”.
Gracias a la sismicidad se sabía que el magma, formado por la fusión parcial del manto terrestre a entre 110 y 150 kilómetros, situado en las islas a algo más de 100 kilómetros de profundidad, había ascendido hasta unos 20 o 30 kilómetros y, finalmente, se estaba instalando en la base de la corteza oceánica. “Ahí se ha estado acumulando y diferenciando. El 11 de septiembre comenzó a subir y el primer magma que salió fue ese magma diferenciado y, cuando se acabó, llegó el magma más primitivo, que viene desde la base de la corteza, o, incluso, desde el manto terrestre, a una profundidad de entre 30 y 40 kilómetros”. El estudio de la composición del magma indica la procedencia de éste, pistas fundamentales para conocer la evolución futura de la erupción y de su anhelado final.
Los terremotos también están dando mucha información a los científicos. Lejos de la idea de que a más terremotos, más actividad del volcán, observando la señal de los sismos, los técnicos piensan que gran parte de los terremotos profundos que se están produciendo en estas últimas semanas bajo la isla se deben a “un reajuste o compactación de las rocas del manto”.
Como lo fue antes la erupción submarina de El Hierro (noviembre 2011), esta se está mostrando como un gran campo de trabajo e investigación para los geólogos, que utilizan estos fenómenos para poner a prueba sus teorías y modelos. Es un momento único para aprender cómo funciona un volcán antes, durante y después de la erupción. Solo así la ciencia irá ganando la capacidad de predecir estos fenómenos tan vinculados, como hemos visto, a la seguridad de las personas y sus bienes.
Los científicos, por muy pegados que estén a la evolución geológica del volcán, no son ajenos a la catástrofe humanitaria que está viviendo la isla en estos momentos. Son completamente permeables al sufrimiento del pueblo, más aún cuando ellos también son, desde septiembre, vecinos de los territorios afectados. Ramón Casillas ha visto cómo la lava, esa que él estudia a través de muestras, se ha llevado por delante la casa de dos amigos colaboradores. “Lo más triste para mí es caminar por las zonas afectadas y ver tantas casas sepultadas por las cenizas o las coladas. La verdad es que no he presenciado la caída de una casa ni la he querido presenciar”. Díez minutos antes de que la colada llegara a la mítica iglesia de Todoque, el catedrático y sus colaboradores abandonaron el lugar. “Para mí no era una visión agradable y preferí no asistir a ella”.
Casillas se afana en transmitir confianza a los que son ahora sus vecinos. Les cuenta que lo importante es salvaguardar las vidas humanas y que, en contraposición, poco se puede hacer con las propiedades. Ante estos fenómenos naturales sólo podemos apartarnos y dejar transcurrir las coladas hasta que se agote el suministro de lava. Y hasta la próxima.
“Se organizaron algunos intentos poco informados de desviar las coladas, en Todoque, pero en realidad poco se puede hacer ante el avance de una montaña de lava que se mueve de manera inexorable, salvo intentar que no haya víctimas y esperar que acabe cuanto antes. Luego hay que pensar bien qué vamos a hacer en la reconstrucción, evitando errores del pasado”.
El aislamiento científico
Esta erupción volcánica ha arrojado más que lava y piroclastos. Ingentes coladas de información se han deslizado entre nosotros con efectos muy distintos. Ha habido de todo: graciosos memes, movilizaciones solidarias, anuncios de protección civil, clases magistrales de Vulcanología y también mucha desinformación y fake news. Es difícil protegerse de toda esta amalgama de información y opinión. En este sentido, Casillas ha sido radical. Se ha aislado de cualquier información externa, e intenta evitar ver informativos o leer noticias sobre la erupción, mucho menos entrar en las redes sociales. Recuerda, con cierta sorna, que cuando en el PEVOLCA trataron el asunto del rescate de los perros, no sabía de qué estaban hablando. “No abro las redes sociales, no entro ni en Facebook ni en Twitter e intento no ver los informativos de la televisión, intento estar lo más aislado posible de la información para tener la mente centrada en esto y sin interferencias externas”.
¿Y cuándo acaba la erupción qué?
De la misma manera que tras apagar un incendio los bomberos aún tienen trabajo que hacer, cuando se acabe la erupción y deje de fluir lava por el cráter, la tarea de los científicos no habrá finalizado. Los geólogos están deseosos de que se den las condiciones de seguridad para acercarse al cráter y dejar de verlo desde lejos. “Queremos comprobar algunas hipótesis sobre la evolución de la erupción. Hay una que desde el principio me tiene muy intrigado y que tiene que ver con la geometría de los puntos de emisión y saber si es solo una fisura, si son varias, si son fisuras escalonadas, sus orientaciones, etc. Eso, con los datos que tenemos, más verlo allí en vivo y en directo, nos aportará mucha información”.
Además, queda por averiguar la composición mineralógica y química de las miles de bombas volcánicas que están junto al cráter, analizar los fragmentos de “restingolitas” que están en las laderas del cono o caracterizar el lapilli y las cenizas de toda esa zona central. Casillas augura miles de papers científicos y tesis sobre esta erupción, ya que muchos investigadores que están trabajando ahora en este sector, o están a punto de acabar sus estudios, no querrán desaprovechar esta ocasión única en sus carreras.
También tendrán a su disposición miles de horas de grabación de vídeo de alta definición en vuelos de drones; grabaciones en continuo las 24 horas del día del cono volcánico; muestras químicas de materiales, aguas y gases; estudios batimétricos y de calidad del agua del mar; terabytes de datos de satélites y hasta importantes estudios sobre la afectación de la erupción en la flora y fauna local. Todo un catálogo de datos que no desaprovecharán y que permitirán avanzar en el conocimiento de estos fenómenos que se han producido, se producen y se seguirán produciendo en Canarias.
Unidad de cultura científica y de la innovación (UCC+i) Cienci@ULL