Casi diez mil kilómetros separan Tenerife de Mongolia, pero ¿por qué un equipo de investigación de arqueología de la Universidad de La Laguna realiza excavaciones en este país? La respuesta se encuentra en Natalia Égüez, geo-arqueóloga de esta institución que lleva tiempo estudiando los depósitos de estabulación pastoriles en ecosistemas extremos, como es el caso del país asiático, para conocer así el origen milenario del pastoralismo nómada.
Esta investigadora está de enhorabuena: la acaban de becar por el programa de acciones Marie Skłodowska-Curie (MSCA) (parte del «Excelence Science» Horizonte 2020, el Programa Marco de Investigación e Innovación de la UE) para desarrollar un novedoso enfoque biomolecular que combina el análisis de proteínas y el de lípidos e isótopos en dientes de animales y sedimentos, con el objeto de producir conocimiento sofisticado sobre patrones de caza de grupos paleolíticos. Así, realizará una estancia de dos años, a partir del 2022, en la Universidad UC Davis en California y en la ULL el último año.
Mongolia es una región sin acceso al mar, situada en Asia Central, con Rusia al norte y China al sur. Se trata de un territorio muy extenso, pero también es el menos poblado del mundo, dominado por estepas y montañas al norte y oeste, y el desierto de Gobi al sur. La mayoría de sus habitantes reside en la capital, Ulán Bator, y del total de la población -3,1 millones de habitantes-, existe una alta tasa de nómadas y seminómadas, que ronda un 30%. Además, un 90% de los habitantes son de la etnia mongol, con una minoría de tribus túrquicas como el kazajo y el budismo tibetano como religión predominante.
La investigadora del Laboratorio de biomarcadores y micromorfología arqueológica (AMBI Lab) del Instituto Universitario de Bio-Orgánica Antonio González relata que la llegada a este país y su investigación posterior fue casual. En 2014 se encontraba realizando su tesis doctoral en la Christian-Albrechts-Universität Kiel, en Alemania, y su directora trabajaba con un proyecto en Mongolia, por lo que entre ambas decidieron aplicar las técnicas que estaban realizando en los laboratorios de la institución germana en el país asiático e incorporar esta región en su proyecto de tesis. Su doctorado fue en Ciencias Naturales y su tesis se centró en la aplicación metodológica de la micromorfología de suelos y bioquímica isotópica en depósitos de estabulación pastoriles en ecosistemas extremos.
En los inicios recorrieron el este del país, de norte a sur durante un mes y medio, se quedaron junto a los pastores de la zona, recogieron muestras de plantas, huesos, excremento animal y sedimentos para el análisis de lípidos e isótopos y suelos o bloques para micromorfología, además de realizar entrevistas a la población de la zona. En 2018 al finalizar la tesis, Égüez solicitó un proyecto a la National Geographic Society, que le concedieron. Éste se basó en los trabajos realizados hasta el momento, y así poder ampliar las áreas geográficas de trabajo. En este caso, en el noroeste y el centro del país, zonas que tradicionalmente se han estudiado mucho por la abundante presencia de monumentos funerarios, pero de las que se sabe poco sobre la vida doméstica de los pastores.
Desde el año 2015 Natalia Égüez visita Mongolia anualmente durante unos dos meses participando en diversas campañas en colaboración con otros equipos que trabajan en la zona, tales como los de la Western Kentucky University junto al Museo Nacional del país, trabajos en los que participa como especialista geo-arqueóloga. En la actualidad, la Fundación Palarq, única institución privada que financia proyectos españoles de excavación fuera de Europa, le ha concedido a la investigadora de la ULL el proyecto denominado “Arqueología del pastoralismo nómada en Mongolia: las huellas invisibles de los espacios domésticos”, con un año de duración prorrogable a dos para regresar y seguir investigando en el país.
En este caso, la Fundación Palarq apostó por un proyecto innovador, que cuenta con el único equipo de arqueólogos españoles trabajando en Mongolia. Las campañas se realizan desde finales de mayo hasta julio, dependiendo de lo que se pretendan alargar las permanencias, señala la investigadora. Los equipos alemanes y americanos son los que cuentan con más tradición de trabajos arqueológicos allí, como las universidades de Yale, Pittsburgh o Kentucky.
Se trata de una expedición que roza la treintena de miembros, entre investigadores, estudiantes, conductores y un cocinero y su ayudante, que contratan en la capital, entre la Universidad de Kentucky y el Museo Nacional de Mongolia, con los que la Universidad de La Laguna se ha asociado para la logística en el país soberano.
En la zona del noroeste el gobierno les cede un edificio que se usa como escuela dormitorio para los niños de los pastores durante el curso escolar, y que en verano regresan con sus familias. Es un inmueble sin agua corriente, calefacción ni baños, en la población de Züünkhangai, un pequeño núcleo urbano en el que no hay ni carreteras. Cuando el equipo investigador se desplaza a la zona centro del país la estancia tiene lugar en el valle de Khanui, en tiendas de campaña en medio de la estepa.
En sus viajes siempre llevan coches con conductor que contratan desde la capital. El desplazamiento hasta las zonas de trabajo tiene una duración de entre dos y tres días de carretera. Una vez ubicados se mueven en coche entre un yacimiento y otro. Comen lo que compran a los pastores de la zona (carne de oveja y productos lácteos) y también lo que adquieren antes de iniciar el viaje interior en los días de aprovisionamiento en Ulán Bator (arroz, pasta, huevos, harina y verdura). Básicamente es comida tradicional (tsuivan, boortsog, buuz, Khuushuur y khorkhog, té de leche salado).
¿Cómo se comunican con los mongoles? ¡Es sencillo!, responde, pues con la colaboración de los investigadores del Museo Nacional de Mongolia y sus estudiantes que, en su mayoría, también hablan un inglés aceptable. Natalia Égüez, para el proyecto Palarq, contará con un ayudante de campo, Javier Davara, un alumno de la ULL que acaba de finalizar el Grado en Historia con un trabajo de fin de grado basado en análisis lipídicos de materiales de yacimientos arqueológicos. . El resto de investigadores provienen de las otras instituciones mencionadas, con perfiles divididos entre arqueólogos, zooarqueólogos, arqueólogos del paisaje, geofísicos y estudiantes de máster y doctorado en antropología y arqueología.
El objetivo, según Égüez, es que sea el propio arqueólogo o arqueóloga mongol el que cuide de su patrimonio y desarrolle las investigaciones. De este modo, las futuras generaciones de arqueólogos mongoles estarán capacitados para desarrollar estudios punteros a través de las técnicas que se les enseñe en su propio país. En el pasado socialista, Mongolia estuvo bajo la dominación rusa y muchos monumentos se expoliaron. Sin embargo, los habitantes desarrollan cada vez más el sentimiento de protección hacia su patrimonio.
Pastoralismo
La investigación se centra en dos contextos ecológicos diferenciados por fenómenos físicos como la temperatura, precipitación y tipo de cobertura vegetal, entre otros. “No es lo mismo que un animal se alimente de plantas de un entorno alpino a que coma vegetación de un ambiente desértico. Todos estos efectos climáticos se graban en las plantas y en sus moléculas”, señala. Por tanto, cuando se analizan los excrementos de los animales se puede saber su dieta y también a qué contexto climático pertenece esa vegetación y reconstruir el paleoclima.
Lo que interesa saber es si lo que ocurría climáticamente influyó o no para que se diera esa domesticación de los animales en Asia Central, que provocó un cambio en las estrategias económicas de los humanos hacia el pastoralismo. Para ello, se recogen muestras modernas, como referencia del clima actual, y cuando se excava arqueológicamente se pueden comparar con los ejemplares del pasado, “para conocer posibles cambios acerca del comportamiento de las plantas, por ejemplo, si sufrieron estrés hídrico o si pertenecían a un ambiente cálido o húmedo”, apunta la investigadora.
En el lugar de origen se recogen los ejemplares y luego se realiza un trabajo largo de exportación de muestras que tienen que pasar por muchos permisos fitosanitarios, diferentes ministerios del gobierno de Mongolia y otras instancias administrativas antes de llegar al AMBI Lab del Instituto Universitario de Biorgánica.
Todas las pruebas se empaquetan y se envían a los laboratorios de la Universidad de La Laguna. Pueden tardar aproximadamente seis meses en llegar, aunque el primer año, incluso, se demoró casi un año, recuerda Natalia Égüez, ya que hubo muchos problemas con la exportación porque también se trajeron muestras de huesos de animales y tuvieron que realizar unos análisis previos para comprobar que los huesos eran aptos para el viaje y no tenían ninguna enfermedad.
La geo-arqueóloga indica que este proceso es laborioso y de mucho estrés administrativo. No es lo mismo excavar en Europa que, a priori, es más sencillo y prácticamente no se necesitan permisos de exportación que en un país más lejano. “Excavar fuera de Europa supone lidiar con muchísimos trámites burocráticos”, concluye.
Analizar las huellas invisibles
El proyecto lleva el nombre de Huellas Invisibles porque el estudio del pasado se realiza a través de los elementos microscópicos y moleculares que permanecen en el yacimiento. En AMBI Lab, laboratorio bajo la dirección de Carolina Mallol, se analizan los componentes internos de los sedimentos, tales como las moléculas de las plantas, con una antigüedad, en este caso, de cinco o seis mil años, aunque también en el laboratorio se trabaja con sedimentos del Paleolítico de hasta 90.000 años.
El proceso de estudio de las muestras consiste en extraer un bloque del suelo, tal cual, sin que se mueva o se mezcle con nada. Cuando éste llega a los laboratorios del IUBO se impregna con resina y se va puliendo para, a continuación, montarlo sobre un vidrio y analizarlo. Este proceso es bastante delicado pues el suelo que se analiza puede tener miles de años de antigüedad. A través de la microscopía se analizan los procesos que hayan podido sufrir los sedimentos o si se han visto afectados por inundaciones, o por diferentes niveles de ocupación por humanos en el mismo lugar de donde se extrajo el material. Además, se estudia si hubo fuegos, combustible, restos de huesos, tipos de plantas, excrementos, etc.
Ésta es la primera fase que se realiza en el AMBI Lab para saber cómo se ha formado el yacimiento arqueológico, lo que se denomina micromorfología de suelos. A continuación, el sedimento suelto que se recogió en el yacimiento también se analiza en el AMBI Lab en su sección de Química Orgánica, mediante la aplicación de diferentes tipos de disolventes que hacen que se extraigan los lípidos de esos sedimentos que aportarán diferentes tipos de información. Una vez extraídos estos lípidos, como los alcanos o los ácidos grasos, se analizan los isótopos de carbono e hidrógeno de sus moléculas. Con todo se obtiene la información sobre las plantas y se conforma la dieta animal o el paleoclima. Por ejemplo, con estos isótopos se puede saber si son plantas que se adaptan con más facilidad al desierto o a un tipo de bosque o tundra. Además, se pueden conocer los niveles de humedad del medio ambiente y entender si había sequía o existía un ambiente más húmedo.
Los sedimentos se preparan con su numeración en el vial correspondiente una vez extraídos los lípidos, para comenzar el análisis mediante la cromatografía de gases en un espectrómetro de masas, dispositivo que permite analizar con gran precisión la composición de diferentes elementos químicos e isótopos atómicos. Estas moléculas invisibles extraídas del sedimento y analizadas en dos espectrómetros de masas aportan la información sobre el contenido de los lípidos y sobre sus isótopos.
Desde que el sedimento está preparado para el proceso de extracción de lípidos hasta que se puede inyectar en el espectrómetro de masas suelen transcurrir dos o tres días. Cada inyección en el espectrómetro dura una hora y media y se hacen dos inyecciones por muestra, más una de control. Cuando ya se tienen cuantificados esos lípidos se inyectan en el otro espectrómetro para isótopos y este proceso puede durar un par de días más. A través de la estadística matemática se procesan los datos para así obtener la información definitiva sobre el clima, dieta y vegetación escondida en las muestras.
Hallazgo único
En el año 2018, la investigadora de la Universidad de La Laguna se desplazó al noroeste de Mongolia y allí se encontró un yacimiento con un depósito de dos metros de profundidad, que contenía numerosos restos de cerámicas, huesos y excrementos animales y carbones. Era la primera vez que se daba un hallazgo en Mongolia que señalaba la ocupación continua a lo largo de cinco mil años en un mismo lugar.
El proyecto presentado a la Fundación Palarq prevé volver a este mismo lugar y abrir en extensión una excavación de manera sistemática, ya que en 2018 sólo se pudieron abrir dos trincheras. Égüez señala que los suelos son muy poco profundos, de menos de un metro y con baja riqueza en materia orgánica. De ahí que no se cultive y se dediquen al pastoreo, ya que este tipo de suelos no pueden soportar sistemas de cultivo intensivo. Por eso, al abrir las trincheras les sorprendió la gran potencia y profundidad del depósito, señala la geo-arqueóloga. Anteriores equipos sí han descubierto algunos yacimientos de casi cuatro mil años, pero en depósitos más pequeños y sin continuidad en el mismo lugar.
Lo realmente complejo en Mongolia o en cualquier otro lugar de la estepa es saber dónde se encuentran los yacimientos arqueológicos domésticos, dónde vivía la gente, porque no están localizados. Su población se basa en el pastoreo y no construyen sobre el terreno, lo que hace que sigan el mismo modo de vida desde hace seis mil años, es decir, son pastores nómadas que anclan sus tiendas, llamadas “ger” en mongol, y luego se van a otro sitio. El único momento del año en el que pasan más de cinco meses seguidos son los campamentos de invierno, donde levantan corrales para sus animales.
El trabajo del equipo de investigación de la Universidad de La Laguna para localizar posibles campamentos nómadas está basado en prospecciones del territorio, es decir, tirar líneas. Cada estudiante se ubica en una línea o coordenada GPS y camina entre ocho y quince kilómetros mirando al suelo y recogiendo material arqueológico que aparezca en superficie, como trocitos de cerámica, por ejemplo, que se recogen en una bolsa. Luego, en el laboratorio de campo se hace un mapa de densidad y donde se halle una mayor concentración de artefactos se hará una pequeña trinchera test para ver si hubo ocupación humana. “Este tipo de excavación resulta agotador, tienes que recorrer mucha distancia en condiciones complejas como, por ejemplo, bajo una tormenta de arena y pasar muchas horas tomando muestras al aire libre en condiciones extremas de frío, calor o lluvia”, relata Éguez.
En este proyecto de la Universidad de La Laguna se han incorporado, aparte de la Universidad de Kentucky y el Museo Nacional de Mongolia con, con los que ya se trabajaba, un investigador de la Institució Milà i FontanalsConsejo Superior de Investigaciones Científicas (IMF-CSIC) en Barcelona y dos investigadores del Institut Català d’Arqueologia Clàssica (ICAC), en Tarragona, que se encargarán de otro tipo de análisis que no se realizan en los laboratorios del AMBI Lab de la Universidad de La Laguna.
Juanjo García-Granero(IMF-CSIC), paleobotánico, llevará a cabo el examen de los fitólitos contenidos en el sedimento para ver otro tipo de restos vegetales; Francesc. C. Conesa y Arnau García-Molsosa (ICAC), expertos en arqueología del paisaje, realizarán el análisis espacial, ya que también interesa conocer cómo se movían los pastores a través de estos paisajes. Por ejemplo, para poner en relación los espacios domésticos y los funerarios y saber si la gente vivía cerca de estos monumentos, si recorrían grandes distancias o si se encontraban dispersos o no, se van a realizar estudios a través de análisis de satélite, arqueología computacional y estudios geoespaciales por medio de sistemas de información geográfica.
Adentrarse en el pasado más lejano no resulta sencillo. Requiere una gran capacitación previa, mucha interdisciplinariedad y un estudio metódico y riguroso de las huellas invisibles que los humanos han dejado desde hace milenios. Es un trabajo agotador, pero muy gratificante.
Gabinete de Comunicación