Un estudio reciente publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Science (PNAS) liderado por el Álvaro Castilla Beltrán y Lea de Nascimento, de la Universidad de La Laguna, y Sandra Nogué, de la Universidad de Southampton, ofrece una nueva perspectiva del cambio histórico de los ecosistemas boscosos del sur de Macaronesia. El profesor de Ecología José María Fernández-Palacios también es autor de este trabajo, que se encuadra en la temática del grupo de investigación Ecología y Biogeografía Insular que coordina. El análisis de sedimentos, esporas y polen fósiles ha posibilitado conocer mejor el impacto de la llegada de los humanos a Canarias y Cabo Verde, que se dio en diferentes momentos y también tuvo consecuencias distintas.
A través de un análisis comparativo de datos paleoecológicos de distintas islas (Gran Canaria y La Gomera, en Canarias; y Santo Antão, São Nicolau, y Brava, en Cabo Verde) se contrastan patrones de cambio en vegetación, regímenes de incendios y erosión provocados por los humanos al colonizar estos archipiélagos a lo largo de los últimos 10.000 años. El artículo tiene como novedad la comparación de las consecuencias ambientales a largo plazo del impacto humano en estas islas donde se han aplicado las mismas metodologías de estudio, y revela un patrón de fuerte impacto relacionado con la llegada y establecimiento de los humanos en estas islas.
En Canarias, los cambios se detectan desde la prehistoria, con la llegada de los primeros pobladores, mientras que en Cabo Verde, que no tuvo poblamiento pre-europeo, el impacto ocurre con la colonización portuguesa en tiempos históricos. Independientemente del momento en que se producen los cambios detectados en los registros paleoambientales, los resultados siguen patrones similares: con la llegada de los humanos a las islas, se produce un aumento de la frecuencia de incendios, un aumento de las esporas indicadoras de la presencia de herbívoros domésticos, un incremento de la erosión del suelo, y un cambio en la composición de especies y cobertura de los bosques.
Es decir, desde los primeros momentos del poblamiento de las islas se llevan a cabo actividades (aclareo de la vegetación, incendios, pastoreo, cultivos) encaminadas a obtener recursos (madera, combustible, alimento) para la supervivencia y el desarrollo de dichas poblaciones, que causan cambios ambientales.
Sin embargo, el estudio muestra que las consecuencias de estas actividades se manifiestan a distintos niveles, afectando de forma particular a cada ecosistema e isla. Los ecosistemas ubicados en zonas más adecuadas para el asentamiento humano (buen clima, agua, suelos fértiles y recursos forestales) han sido los más afectados. En ambos archipiélagos, el impacto se ha concentrado sobre todo en los bosques termófilos, que en el caso de Cabo Verde llegó a provocar la homogeneización de los paisajes de cumbre y, en Canarias, una reducción muy significativa de su extensión, de tal modo que en la actualidad son los bosques más amenazados de la Macaronesia. En comparación, ecosistemas como la laurisilva de La Gomera exhiben cambios menos drásticos y una tendencia a la continuidad desde la llegada de los aborígenes a Canarias.
Esporas, polen y sedimentos
El trabajo se nutre de datos derivados de análisis de polen y esporas fósiles, partículas de carbón y análisis elementales de los sedimentos para detectar cambios en los paisajes. Estos indicadores paleoambientales se extraen de cuencas, como calderas volcánicas, que acumulan sedimentos a escalas temporales muy largas (desde decenas a miles de años). La acumulación de sedimentos con restos de organismos que vivieron en el entorno de estas cuencas se suele producir de manera progresiva, lo que nos permite analizar qué especies de plantas vivían en cada lugar en distintos momentos de la historia.
Del mismo modo, esporas que crecen específicamente sobre los excrementos de los herbívoros permiten identificar el momento en que las actividades ganaderas fueron introducidas en el entorno de las cuencas. Por otra parte, los fragmentos de carbón originados durante la combustión de biomasa vegetal se depositan en estos entornos indicando la ocurrencia de incendios y la frecuencia con la que estos ocurren. Por último, el análisis de elementos químicos de los propios sedimentos nos indica procesos relacionados con la formación y erosión de suelo en los alrededores de las cuencas.
Los resultados de este tipo de investigaciones paleoecológicas son esenciales para entender cómo eran los bosques del pasado y cómo han cambiado desde que los humanos llegaron a las islas. En particular, la información ecológica sobre la dinámica, composición y extensión de estos bosques en el pasado es de gran utilidad para planificar su restauración ecológica, indicando aspectos cómo qué ecosistemas y especies son prioritarios para dichas acciones de restauración.