La rectora de la Universidad de La Laguna, Rosa Aguilar, ha cerrado hoy, martes 30 de noviembre, el solemne acto de investidura de los nuevos doctores y doctoras con los que cuenta la institución. Su intervención se centró en resaltar el valor que posee el doctorado no solo en el ámbito académico, sino social: “Es una trayectoria intelectual y vital que puede abrir muchas puertas, y facilitará la contribución de hombres y mujeres sobradamente preparados al desarrollo social a través de su labor científica. Porque, en última instancia, la investigación y sus resultados son la base que sustenta al progreso y al bienestar”.
Este acto se ha retomado después de que el año pasado no pudiera celebrarse a causa de las condiciones sanitarias y de reducción de aforo derivadas de la pandemia. Por ello, en la ceremonia de hoy han sido investidas personas que se han doctorado tanto en el curso 2019/20 como en el 2020/21. En la ceremonia de hoy han participado 51 personas, que han subido al escenario en compañía de sus respectivos padrinos o madrinas para recibir su birrete de manos de la rectora. Este no es el número total de personas que han culminado el máximo grado académico en estos dos cursos, que ronda las 190, solamente son quienes han querido participar en el acto público.
Aguilar aludió al simbolismo de la ceremonia, en el que participan los doctores recién investidos con sus tutores, lo cual simboliza “el trasvase de conocimientos entre maestros y discípulos que asegura la pervivencia de la academia y, además, ejemplifica la continuidad del trabajo científico. Porque quienes hasta no hace mucho eran pupilos, en el futuro serán maestros que se habrán labrado su propia trayectoria científica”.
La rectora recordó que la ciencia, como “construcción colectiva”, se basa en una sucesión de descubrimientos que actualizan los anteriores y, a su vez, en el futuro muy probablemente serán superados. “La ciencia no una respuesta dogmática e inmutable, sino una invitación continua a cuestionarnos lo que sabemos. Cada hallazgo científico es a la vez una respuesta y la formulación de nuevas preguntas”.
Muchas de las personas que culminan el doctorado ya están desarrollando una profesión y, por ello, lo han realizado por una cuestión de superación personal e intelectual. En cambio, otras lo han hecho con la aspiración de seguir desenvolviéndose en el mundo de la investigación y, eventualmente, adherirse a alguna institución científica o universitaria.
A ese segundo perfil de doctores les agradeció su esfuerzo porque “ellos son el futuro de la universidad”, y les recordó que la senda académica no es fácil, pues exige trabajo constante en diferentes ámbitos. “Sin embargo, obtener el doctorado ha demostrado dos cosas que les permite ser optimistas: primero, que tienen la capacidad para desarrollar este trabajo y, segundo, que poseen la vocación, algo fundamental porque no tendría sentido dedicar tanto esfuerzo a algo que no les apasiona”.
Finalmente, Rosa Aguilar reivindicó la importancia de la ciencia, representada por los nuevos doctores y doctoras, en unos momentos en los que la proliferación de pseudociencias y antiintelectualismo hacen necesario “contar con voces autorizadas y elocuentes para rebatir estos sinsentidos”. Pero, además, la investigación es un activo productivo, dado que la así llamada “economía del conocimiento” es la que protagonizará el desarrollo de las últimas décadas y “supone una oportunidad para investigadores y tecnólogos, perfiles que, sin duda, proliferarán entre los doctores y doctoras”, agregó.
La investigación multidisciplinar
Es habitual en este tipo de ceremonias académicas que tenga lugar la lectura de una lección magistral por parte de algún investigador destacado. El catedrático de Ingeniería Eléctrica Ernesto Pereda fue el encargado de disertar acerca de su especialidad, la neurociencia de sistemas, como ejemplo de ámbito científico multidisciplinar del siglo XXI.
El experto comenzó haciendo un viaje por los inicios más remotos de esta disciplina, desde hace más de diez mil años, cuando tuvieron lugar las primeras trepanaciones de origen desconocido, pasando por el antiguo Egipto y los pensadores renacentistas hasta la actualidad. Recordó a Santiago Ramón y Cajal, considerado el padre de la neurociencia, quien descubrió que el sistema nervioso central consistía en neuronas interconectadas entre sí, y junto a Golgi estableció las bases de la plasticidad neuronal.
Hoy en día, apuntó, la neuroimagen es capaz de medir el cerebro a una escala media, de tal modo que se pueden observar alteraciones a nivel anatómico, metabólico e incluso neuropatológico, con enfermedades como el Alzheimer. El ponente explicó algunas alteraciones de las redes cerebrales y señaló que lo más sobresaliente de esta ciencia que no para de evolucionar es su multidisciplinariedad, dado que guarda relación con la anatomía, la ingeniería, la física, las matemáticas, la psicología y la medicina.
Pereda indicó a los nuevos doctores por la Universidad de La Laguna lo mucho que ha aprendido de cuatro autores de épocas muy diferentes: de Aristóteles apuntó la pertinencia de hacer de la excelencia un hábito; de Newton, el ir “a hombros de gigantes”, es decir, la potencia de la tradición, pero vista como un trampolín para ir más allá; de la investigadora Rita Levi-Montalcini la capacidad de resiliencia y de Paul Erdös, el tener la mente abierta y ser capaz de colaborar con todo el mundo. “Por tanto, cuidando la excelencia, la tradición, siendo resilientes y teniendo independencia de pensamiento podremos ser, como dijo Cajal, escultores de nuestro propio cerebro”.
Doctorarse en plena pandemia
La directora de la Escuela de Doctorado y Estudios de Posgrado de la Universidad de La Laguna, Maravillas Aguiar, comenzó recordando que la última vez que se había celebrado la investidura de doctores, antes de la interrupción que supuso la pandemia, fue en septiembre de 2019, como parte de la apertura del curso. Seguidamente, hizo un repaso de la breve historia del centro que dirige, creado en 2015 con profesor Ernesto Pereda como primer director, y que ha seguido funcionando a pleno rendimiento pese a los rigores de los últimos meses marcados por el coronavirus. Cuenta con algo más de 2.000 estudiantes, 36 másteres oficiales, 20 programas de doctorado, 18 títulos propios, 70 tesis doctorales defendidas en el curso 2018/19, 87 en el 2019/20 y 106 en el 2020/21.
Aguiar concluyó reflexionado que, si realizar con éxito los estudios de doctorado y defender una tesis doctoral es ya una empresa “de la mayor dignidad y complejidad” a la que alguien se puede enfrentar en la vida académica, haberlo hecho en estos tiempos de pandemia «les otorga el título de heroica doctora y heroico doctor”.