La investigadora del Instituto de Investigación de Ciencias de la Alimentación perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Bárbara Socas, e investigadores del grupo de Análisis Químico Aplicado a la Industria, Medio Ambiente y Productos Agroalimentarios (Aqaimpa), que coordina el catedrático de la Universidad de La Laguna Miguel Ángel Rodríguez Delgado, trabajan actualmente en el desarrollo de procedimientos analíticos sostenibles que permitan realizar una evaluación segura de las sustancias contaminantes provenientes de los plásticos, principalmente los ftalatos, presentes en los subproductos generados por la industria agroalimentaria.
Se trata de un método desarrollado bajo las pautas de la química verde (técnicas que minimizan el impacto en la salud y medio ambiente), rápido, económico y sobre todo seguro frente a los disolventes orgánicos que se utilizan habitualmente, y en grandes volúmenes, y que suelen ser tóxicos. La experta del CSIC es la encargada de valorar la seguridad en el proceso de extracción de los compuestos bioactivos presentes en determinados residuos de la industria agroalimentaria, como las cáscaras de naranja o las hojas de olivo, cuyos beneficios en enfermedades neurodegenerativas son actualmente objeto de estudio en el CSIC.
“Lo que estoy haciendo con esta colaboración es aportar esa parte de seguridad alimentaria en la extracción de compuestos bioactivos, algo que estamos realizando con subproductos y plantas con los que experimentamos en el CSIC, y que analizaremos aquí con los equipos y procedimientos de la Universidad de La Laguna que ya están optimizados para el análisis de contaminantes”, comenta Socas. El desarrollo de estos nuevos procedimientos analíticos supone la continuación de la línea emprendida por el grupo Aqaimpa, que lleva muchos años investigando los efectos contaminantes de los plaguicidas y los migrantes de plásticos, según explica su coordinador y catedrático del Departamento de Química, Miguel Ángel Rodríguez. “Es tan importante determinar la presencia de contaminantes como hacerlo de forma segura y contribuyendo a la sostenibilidad ambiental, por eso nuestra línea de investigación tiene que avanzar en este sentido”.
Este proceso de búsqueda de disolventes alternativos para evaluar los contaminantes de una manera respetuosa con el medio ambiente se desarrolla gracias al programa de ayudas a estancias cortas dirigido al personal investigador que financia el Vicerrectorado de Investigación y Transferencia de la Universidad de La Laguna, y que también contempla una serie de actividades formativas destinadas al alumnado del Máster y Grado en Química que la investigadora del CSIC impartirá en las próximas semanas.
Uso de los migrantes de plásticos
La Universidad de La Laguna, y concretamente el grupo de investigación referido, fue una de las pioneras en España en iniciar una línea de investigación centrada en la determinación de contaminantes de los migrantes de plástico, los aditivos que se añaden para mejorar la calidad del plástico, y que acaban liberándose ‒al no estar unidos al polímero‒ cuando se exponen a altas temperaturas o al sol, pasando así a los productos de consumo. Algunos de los efectos sobre la salud causados por estas sustancias afectan al sistema endocrino, inmunitario o alteran los niveles de testosterona.
“Aunque ahora la industria de la alimentación está comenzando a utilizar plástico biodegradable que no perjudica al medio ambiente, existen estudios en los que se han analizado alimentos que muestran claramente por qué la comida envasada tiene altos niveles de ftalatos u otros migrantes de plástico que perjudican nuestra salud”, comenta Bárbara Socas. “Por eso nuestro papel ‒continúa la investigadora del CSIC‒ es fundamental a la hora de desarrollar metodologías analíticas que proporcionen una alta sensibilidad y con las que podamos determinar la presencia de migrantes de plástico, incluso a muy bajas concentraciones, tal y como ya reconoció en 2012 la Unión Europea”.
La utilización de disolventes alternativos a los tóxicos, según precisa Miguel Ángel Rodríguez, podría aplicarse también a “los tres grandes sectores agroalimentarios en Canarias, como son el sector tomatero, el platanero y vinícola”. Además de esto, su uso conllevaría los beneficios propios de la economía circular, puesto que se obtienen compuestos favorables para la mejora de la salud, y el uso de los pocos residuos que se generarían no afectaría a las personas debido a que ya están presentes en el cuerpo humano.
La doctora Bárbara Socas, especializada en análisis de contaminantes, pertenece al grupo de investigación Foodomics del Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación, que actualmente indaga en los beneficios que producen los productos bioactivos procedentes de los residuos alimentarios en enfermedades como el alzhéimer.