La artista Maribel Nazco es un torrente de imágenes, ideas y, sobre todo, palabras. Por ello, tras solo cinco minutos de conversación en su estudio de Santa Cruz de Tenerife, fue evidente que no sería posible realizar una entrevista al uso, con un cuestionario cerrado, e iba a ser más enriquecedor dejarse llevar por su corriente de recuerdos y tratar de retratarla a base de pinceladas fugaces. Y acaso esa imposibilidad de acotar la conversación sea un perfecto resumen de la personalidad de una mujer que siempre ha luchado por hacer lo que quería a su manera, sin importar lo que los demás pudieran opinar, y que casi siempre lo ha logrado. Un individualismo, eso sí, que no ha estado reñido con la solidaridad y la generosidad mostrada hacia otros compañeros y compañeras del mundo del arte y, sobre todo, su alumnado.
A sus 83 años, Nazco sigue activa y, de hecho, la concesión del Premio Canarias de Bellas Artes e Interpretación de 2021 la ha pillado en pleno proceso creativo, pues ha sido invitada a exponer este otoño en las dos salas que el Gobierno de Canarias posee en las islas capitalinas, el Instituto Cabrera Pinto, en San Cristóbal de La Laguna, y en La Regenta, en Las Palmas de Gran Canaria. Y aunque la creadora tiene muchas piezas en su taller que no han sido expuestas, le gustaría acudir a este encuentro con obra nueva, para que no sea una mera retrospectiva. Y por ello está trabajado, nuevamente, a la manera más tradicional: “Es una vuelta a la pintura clásica de caballete, que yo había olvidado y negado. Estoy pintando cuidadosamente, con toques muy cortos y sutiles. Si pudiera, me gustaría llegar al trazo perfecto de los egipcios”, explica.
Esta nueva exposición gira en torno a la idea del “Jardín de los deshechos” por dos motivos: “Uno, porque me preocupa mucho el cambio climático, todo ese desastre ecológico, ambiental y humano. Me duele la destrucción que estamos provocando los humanos. Y, en segundo lugar, está el reciente fallecimiento de mi hijo, tan joven e inesperadamente, que me ha marcado muchísimo”.
Nazco recuerda algo azorada que cuando recibió la llamada anunciándole que había recibido el galardón, apenas reaccionó porque en esos momentos estaba grapando lienzos: “La llamada me cogió en pleno trabajo, era el presidente [del Gobierno de Canarias] para comunicarme el premio y me quedé totalmente desubicada”. Afortunadamente, la artista posteriormente se recompuso y pudo agradecer propiamente el alto honor dispensado.
Nacida en la localidad palmera de los Llanos de Aridane, Maribel Nazco creció en un entorno rural. Sin embargo, hasta donde ella puede recordar, siempre sintió la pulsión por dibujar y pintar, por lo que los lápices eran sus juguetes y dibujar la naturaleza, su mejor pasatiempo.
Recibió clases particulares de pintura del profesor Elías González Manso, pintor vallisoletano residente en Los Llanos. Las enseñanzas de este maestro consistían, primero, en copiar láminas de la historia de la pintura, para pronto pasar a realizar copias del natural. Unas enseñanzas rudimentarias en las que la, como recuerda, puso todo su talento y, sobre todo, su instinto y entusiasmo. No obstante, más decisiva aún en su primera formación fue la influencia que recibió del doctor Manuel Morales, médico afincado en la isla pero que durante sus estudios en Madrid conoció y convivió con personalidades tan relevantes como Ramón y Cajal, Juan Negrín, Gregorio Marañón y José Ortega y Gasset. Morales, que además era primo del célebre pintor palmero Gregorio Toledo, era el médico de cabecera de la familia, por lo que fue una presencia constante a lo largo de toda la infancia y adolescencia de Nazco y su personalidad le causó una gran influencia, por lo que siempre lo ha considerado como su “padre intelectual”.
Fue él quien la incitó a proseguir con sus tentativas pictóricas fuera de la Palma, así que con su ayuda abandonó la isla con una beca para estudiar Magisterio en Tenerife, aunque pronto da un giro radical a sus primeras intenciones y acabó ingresando en las Escuelas Oficiales de Artes Aplicadas y, más tarde, la Superior de Bellas Artes y Oficios Artísticos de Santa Cruz de Tenerife. Ya casada, viaja a Madrid y continuó su formación en la madrileña Academia Superior de Bellas Artes de San Fernando, donde finalizaría sus estudios con 21 años de edad y regresa a Canarias ante el inminente nacimiento de su primer hijo.
La Academia de San Fernando supuso un arduo periodo porque su excesivo formalismo y rigor chocaban con el espíritu rebelde de Nazco, si bien ella no reniega, e incluso agradece, ese aprendizaje. “En San Fernando prohibían determinados colores. Los azules ultramar de nuestro mar intenso de Canarias, prohibidos: tenía que ser el azul cobalto, mediterráneo y suave. El carmín, necesario para los violetas de nuestras montañas, también prohibido: tenía que ser rojo bermellón. Y el amarillo cadmio, que es nuestra luz solar, lo mismo: tenía que ser ocre. Había que disciplinase para hacer la obra con tres o cuatros colores, pero a mí nunca me limitó: me formó. Y cuando regresé a Canarias y pude empezar a trabajar libremente, me hice una paleta más restringida todavía y pinté treinta cuadros con solo tres colores: blanco, negro y ocre-óxido. Así que la academia no me influyó [en mi estética] pero me enriqueció. La formación siempre queda y luego utilizas lo que necesitas y te embarcas en la aventura que quieras”.
Nazco pronto se hizo un nombre en la escena artística local, con una obra que, sin renunciar a lo figurativo, se acercaba cada vez a la abstracción. De este modo, en el año 1963 se unió al grupo Nuestro Arte, fundado por Miguel Tarquis, Antonio Vizcaya Carpenter, Pedro González y Enrique Lite, al cual también se sumarían, entre otros autores, Manolo Casanova, Eva Fernández, Víctor Núñez y María Belén Morales.
Es en ese periodo cuando el nombre de Nazco comienza a despegar, con sus primeras exposiciones individuales. Y también cuando iniciaría una búsqueda artística muy personal, que a la sazón supuso uno de sus hitos creativos, al abandonar la pintura de caballete convencional y a sustituir los pigmentos tradicionales por materiales metálicos.
Cuando Maribel Nazco habla de los metales, es evidente que se trata de algo que le apasiona. Su discurso se vuelve más metódico, se detiene a detallar matices de los procesos utilizados y no duda en mostrar algunas de las fórmulas empleadas o fotografías de piezas presentes en algunos catálogos. Es, quizá, la etapa más característica de su obra, datada entre 1968 y 1983, una amplia muestra de esta obra metálica fue expuesta en Tenerife Espacio de las Artes (TEA) en 2017.
“La obra que realice entre 1968 y 1969 tenía como tema el mundo de las máquinas y los desechos industriales. Cuando hoy analizo esta etapa, tengo el convencimiento de que no fue casualidad el que eligiera esas materias corroídas para darles, un contenido plástico y un significado social, donde podía expresar más libremente mis contradicciones, problemas y esperanzas. No tenía formulas establecidas, es decir, era una experimentación personal, seguida más con curiosidad que con conocimientos químicos”, explica.
La idea, pues, no era tratar de imitar o representar lo metálico con pintura, sino utilizar el metal directamente con ácidos, utilizando procesos químicos, lo cual le llevó a investigar las propiedades de cada metal y sus interacciones con otros materiales para ver qué texturas, colores y pátinas salían de cada combinación. En las obras, Nazco no quiso ocultar el metal cubriéndolo con pinturas, sino que buscaba justo lo contrario: sacarle partido a las propiedades de esta materia, a su brillo característico, a los tonos que se pueden corregir mediante procedimientos químicos. Supuso un trabajo comprometido y difícil pues implicaba crear de la nada una nueva técnica que, además, resultaba especialmente complicada, físicamente dura por el uso de sierras o pulidoras e, incluso, peligrosa: Nazco recuerda, por ejemplo, los mareos producidos por trabajar con amoniaco en un taller que no estaba lo suficientemente ventilado.
Fue importante la colaboración de un equipo de artesanos y, de forma especial, la de Wenceslao Yánez, “Wences”, con quien trabajó estrechamente durante muchos años en La Laguna. Esta etapa de la obra de Nazco fue evolucionando, añadiendo nuevas técnicas y cambiado de metales.
Más o menos cuando estaba finalizado ese periodo creativo, Maribel Nazco inició otra etapa que llegaría a ser igualmente significativa en su biografía: la incorporación a la Universidad de La Laguna. Pudo licenciarse a principios de los 80 en la facultad que había sido creada en 1979, como parte de un proceso que se dio en toda España para incorporar los estudios artísticos al ámbito universitario. Aprovechando la investigación realizada para crear su obra metálica, pudo doctorarse en 1986 y obtener la titularidad como profesora de “Taller y Procedimientos Pictóricos”, para finalmente obtener la cátedra tres años después.
Nazco, pues, vivió en su totalidad la etapa del viejo edificio de la Facultad de Bellas Artes en Santa Cruz de Tenerife, desde los inicios de su andadura hasta su etapa final, con el inmueble muy desmejorado y que le tocó gestionar en sus dos mandatos como decana. “Nuestro centro era totalmente insalubre, lamentable. Cuando sucedió la riada [de 2002], los sótanos donde estaban las clases de escultura se llenaron de hongos a una altura que parecía imposible. Se tuvo que cerrar el centro.
Así que Nazco puso su empeño en reclamar la necesidad de un nuevo edificio en el Campus de Guajara. Su idea no era solo proveer a su profesorado y alumnado de un inmueble en condiciones. “Estando en Guajara, creí que se podría contactar mejor con estudiantes y profesores de otras disciplinas. Los artistas nos encerramos en nuestro mundo y nos perdemos cosas externas, así que yo quería que se relacionaran más con otras personas”. Finalmente, con el nuevo edificio que existe en la actualidad se ha conseguido una infraestructura adecuada pero quizá no tanto esa integración deseada por ella. “Cuando estaba ojeando hace poco el proyecto docente de la nueva facultad, veía lo idealista que había sido”.
En todo caso, su lucha desde el decanato por el nuevo edificio le llevó, según sus propias palabras, a “amargar” a los rectores y a sus equipos de gobierno, a los que no daba tregua. Fue una lucha intensa que involucró a todo el alumnado y que ella misma también experimentó al otro lado de la barrera, como autoridad académica: recuerda que en la celebración del 25 aniversario de la facultad, el antiguo rector Bethencourt Massieu estaba haciendo un “magnífico discurso” sobre el origen del centro y casi no se le escuchaba por la cacerolada de estudiantes que había en el exterior.
Dentro de la universidad, Nazco también ha abordado su disciplina desde la investigación, con proyectos como una colección de pigmentos sintetizados a partir de las tierras volcánicas de todas las islas, en el cual participaron también los docentes Severo Acosta, Narciso Hernández, Mauricio Pérez y Maribel Sánchez. “Solicitamos 5.000 euros y nos dieron 2.000, así que la investigación fue a coste cero: trasladarnos a las islas, buscar los pigmentos… todo eso con nuestro dinero”. El resultado, eso sí, valió la pena: “Unos pigmentos extraordinarios, incluso algunos que no estaban recogidos en aquel momento en [el sistema de colores] Munsell, como un verde olivina obtenido a 100 metros de profundidad que está en el Teide. Recogimos unos 500 pigmentos para todas las técnicas y, de ellos,16 son óptimos para todas ellas: oleo, acrílico, temple”.
Sorprende que una mujer con temperamento artístico tan marcado pudiera adaptarse a los rigores burocráticos de la universidad, pero Nazco lo explica aduciendo que “la creación plástica ha asumido de siempre, de manera natural, esta interrelación con campos afines o contrarios, integrando conocimientos que provienen de disciplinas muy diversas”.
Tuvo la suerte de impartir asignaturas de cursos superiores, y la docencia podía plantearse de manera más flexible. De hecho, los métodos y técnicas pueden ser diferentes y su aplicación, lenguajes y efectos dependen de diversos factores, tal como el temperamento del alumno, la imaginación creativa, el movimiento artístico que se estudia, la actitud personal del profesor, el nivel cultural del entorno, los fines concretos que se persiguen en cada momento, y los medios que puedan conducir a la meta escogida, etc. En cualquier caso, sobre la base de la participación, reflexión y curiosidad activa de los alumnos. “Sin olvidar el factor emocional de la persona, el azar y la intuición, que necesitan expresarse en libertad”.
“La evaluación entendida como valoración de la obra plástica, supone un fenómeno complejo de selección entre varias alternativas que, realizadas acertadamente nos conducirá hacia la obra de calidad”. Pese a todo, el tiempo le ha demostrado a Nazco que sus alumnos han acabado agradeciendo el esfuerzo que les exigía de evolución continua, autocrítica, confianza en sí mismos y libertad creativa.
Gabinete de Comunicación