La revista Journal of Biogeography acaba de publicar un estudio que demuestra que, contrariamente a lo que se creía, en los ecosistemas de islas oceánicas, las especies vegetales que han resultado vencedoras desde el punto de vista evolutivo no llegan a convertirse necesariamente las más exitosas y abundantes localmente. El estudio ha sido coordinado por José María Fernández-Palacios, de la Universidad de La Laguna, con participación de investigadores de universidades como las de Copenhague, Gottingen, Hawái, Bayreuth y Oxford.
La creación de muchas nuevas especies descendientes a partir de la radiación evolutiva experimentada por la especie ancestral tras haber colonización una isla es, posiblemente, la característica biológica más sobresaliente de las islas oceánicas del planeta. Estas radiaciones, que pueden dar lugar a centenares de especies ocupando diferentes hábitats y nichos, ha inspirado el interés de las islas como sistema modelo desde las germinales observaciones de Charles Darwin acerca de los pinzones de las Galápagos.
La caracterización extendida de estas radiaciones como adaptativas, implicando “la supervivencia del más apto”, llevan a esperar que las especies vencedoras desde el punto de vista evolutivo, al haber sido tan adecuadamente seleccionadas para sus ambientes, también sean las localmente más exitosas y abundantes. Es decir, que las vencedoras evolutivas deberían de ser también las vencedoras ecológicas. Sin embargo, este estudio recién publicado, Fernández-Palacios y sus colegas han mostrado resultados que contradicen este punto de vista.
Los investigadores han recopilado datos sobre la abundancia local de todas las especies de plantas vasculares nativas de cada una de las grandes comunidades que se distribuyen a lo largo de los dramáticos gradientes ambientales de las islas Canarias, uno de los archipiélagos del mundo mejor conocidos por la ciencia. Y al comparar las distribuciones de las especies procedentes de eventos de radiación con el resto de las nativas, han concluido que la mayor parte de las primeras se caracterizan por ocupar espacios marginales.
“Clasificamos a las especies en función de su pertenencia a los grandes ecosistemas altitudinales, desde el matorral costero, pasando por los bosques termófilos, la laurisilva, el pinar y el matorral de cumbre. Y fue solamente en este último ecosistema y en un sexto azonal, las comunidades rupícolas, en donde las especies que representan a las radiaciones son numerosas, siendo los elementos dominantes”, explica el Rüdiger Otto, coautor del estudio e investigador en la Universidad de La Laguna,
Robert Whittaker, otro de los autores del trabajo, esta vez de Oxford, comenta que cuando estan escribiendo el artículo, repararon en que uno de los padres de la Geobotánica, Joseph Dalton Hooker, notó un patrón similar de comportamiento en el vecino archipiélago de Madeira. “En su famosa conferencia ‘Insular Floras’, que impartió en Nottingham en 1866, describió cómo las plantas de Madeira compartidas con Europa tendían a ser más abundantes, mientras que las endémicas eran mucho más raras. Nuestro análisis profundiza en esas observaciones, al observar que no son las endémicas en general, sino las que afloran como producto de radiación in situ, y que, aunque son las vencedoras evolutivas son, sin embargo, perdedoras ecológicas y quedan restringidas a los hábitats más abiertos, marginales y efímeros de la isla”.
El artículo cuantifica estos patrones de distribución por primera vez, pero deja abierta la cuestión de porqué las radiaciones locales no producen más especies ecológicamente exitosas y porqué estas especies no se han convertido en las especies dominantes de otros ecosistemas. Ello sigue siendo un enigma que requiere más investigación.
Sin embargo, los autores sí que identifican dos características más que pueden formar parte de la respuesta. En primer lugar, muchos de los ancestros que dieron lugar a radiación in situ llegaron relativamente tarde al archipiélago, dejando abierta la posibilidad de que la invasión de los ecosistemas altitudinalmente más bajos, ya bien pertrechados de especies, fuera muy compleja para las nuevas especies surgidas. Por contraste, los ecosistemas habitualmente perturbados de forma natural, propios de las altitudes más elevadas y mayor pendiente, proporcionaron mayores oportunidades de éxito.
En segundo lugar, los autores notaron que la diversificación in situ afecta fundamentalmente a especies arbustivas y que casi todas estas especies poseen también un típico síndrome insular, el descender de ancestros herbáceos, lo que les confiere mayor tamaño y longevidad.
Las islas continúan siendo laboratorios naturales para el estudio de la ecología evolutiva, pero como ocurre también en otros muchos lugares, muchas de sus especies endémicas están amenazadas con la extinción como resultado de las presiones ambientales derivadas de las sociedades humanas, incluyendo la destrucción de los hábitats originales y la introducción de especies exóticas.
Los autores del estudio, son José María Fernández-Palacios (ULL), Rüdiger Otto (ULL), Michael K. Borregaard (U. Copenhague), Holger Kreft (U. Gottingen), Jonathan P. Price (U. Hawái), Manuel J. Steinbauer (U. Bayreuth), Patrick Weigelt (U. Gottingen), Robert J. Whittaker (U. Oxford).