En una situación ideal, el primer día de clase en la universidad supone la culminación de una vocación, porque se ha logrado entrar en esa titulación a la que se ha aspirado durante toda la enseñanza Secundaria y que es aquella que facilita el acceso a la profesión o disciplina soñada. En esos casos, la motivación es alta y, salvo algún suceso extraordinario que perturbe el discurrir de los estudios, el resultado se salda con la graduación tras unos años sin grandes sobresaltos.
Pero esas situaciones ideales no son siempre las que comparte una proporción nada desdeñable de estudiantes universitarios. ¿Qué ocurre cuando esa persona recién llegada al campus cursa unos estudios que realmente no le interesan, pero que escogió por la creencia en que “tienen mucha salida”? ¿O con aquella otra que sabía muy bien qué quería estudiar, pero la nota de acceso no fue suficiente para lograr plaza, por lo que ha acabado en otra titulación que no entraba en sus aspiraciones? O, yendo más atrás en el sistema educativo, ¿qué pasa con quienes, en el instituto, ni siquiera se han planteado seriamente su futuro tras el Bachillerato? En esos casos la orientación educativa y profesional se erige como un recurso clave, pues puede significar la diferencia entre una carrera académica reencauzada u otro caso de fracaso escolar.
Y esa precisamente es la materia que ha ocupado gran parte de la carrera como docente, investigador y gestor de Pedro Álvarez Pérez, profesor titular del Departamento de Didáctica e Investigación Educativa de la Universidad de La Laguna que a finales de abril fue acreedor de uno de los dos premios concedidos por el Consejo Social de la institución para destacar una trayectoria de excelencia académica. La orientación profesional no solo protagoniza su actividad docente, pues imparte asignaturas sobre la materia en el Grado de Maestro en Educación Infantil y en el Máster de Intervención Psicopedagógica en Contextos de Educación Formal y no Formal, sino que también centra el interés del grupo de investigación que coordina, en Formación y Orientación Integrada. Ese interés viene desde que cursó sus estudios de Pedagogía en los años 80, donde escogió primero la especialidad de Docencia y, un años más tarde, mientras iniciaba su doctorado, también la de Orientación Educativa.
Además, tuvo un primer acercamiento profesional a esta disciplina antes incluso de comenzar su andadura como profesor universitario, pues en 1988 ocupó el cargo de jefe de estudios en la Escuela Taller del Ayuntamiento de Icod de los Vinos. “Fue una experiencia muy enriquecedora porque no solamente supuso mi contacto más directo con el mundo de la práctica, sino porque también me conectó mucho con la orientación profesional, porque allí había jóvenes que se habían desvinculado del sistema educativo y debía que trabajar con ellos en muchos aspectos. Eran jóvenes que a veces tenían una sensación de desconexión de todo y eran población de riesgo a todos los niveles, no solo académico, sino también personal. En esos casos tienes que utilizar muchas estrategias de motivación, tratar de despertar algo en ellos que les ‘conecte’. Por eso es un campo apasionante”.
De hecho, parte de esa experiencia, más años sucesivos de investigación y práctica docente, forman parte de la asignatura “Orientación ocupacional para colectivos socialmente desfavorecidos” que Álvarez imparte en el Máster de Intervención Psicopedagógica ya mencionado, en la que se incide en esas estrategias para atender a aquellas personas con dificultades para acceder al mercado laboral, cómo ayudarlas a definir un proyecto profesional e incluso fortalecer todo lo que tiene que ver con su propia autoestima.
El valor de la Psicopedagogía
Álvarez es un firme defensor de la psicopedagogía y, por ello, lamenta que esta disciplina, que a su juicio muy bien podría ser una titulación completa, haya quedado relegada a un posgrado oficial. “La intervención psicopedagógica no solamente tiene cabida en el ámbito de la educación formal: las mayores salidas profesionales que ahora mismo se les están abriendo al alumnado de este máster están en el ámbito no formal y en el de la orientación, especialmente la laboral, que es un ámbito ahora mismo en ebullición por esta situación de crisis que estamos viviendo. La figura del orientador laboral está en alza, porque son muchas las personas que están necesitando asesoramiento para poder situarse”.
Si bien antaño la orientación parecía que era solamente para ayudar a los estudiantes a elegir qué querían estudiar, ahora se ha extendido a toda la población, como el cada vez mayor perfil de personas mayores de 45 años que necesitan asesoramiento vocacional porque han perdido el trabajo. “En estos años ha cambiado todo: las demandas, pero también las maneras de actuar de los orientadores. Mucho de lo que ahora mismo trabajamos ha ido surgiendo a medida que hemos tenido que ir dando respuesta a nuevos problemas, porque la realidad social, económica e incluso cultural no es la misma de hace veinte años. Los modelos que yo estudiaba cuando me preparé para el ámbito de la orientación han quedado obsoletos. Ahora hay nuevas corrientes, modelos de carácter sociocognitivo y sociocrítico, que son los que conectan mejor con los problemas actuales”.
Pese a esos nuevos desafíos coyunturales, un problema que siempre ha estado presente es el del abandono escolar, un asunto en el que Pedro Álvarez lleva trabajando, aproximadamente, desde el año 2000, para tratar de dilucidar las causas del elevado número de estudiantes que abandonan los estudios ya sea en Secundaria como en la propia universidad, en donde hay titulaciones con una tasa de abandono de hasta un 50%. Precisamente, en la actualidad su grupo de investigación está desarrollando un proyecto sobre esta problemática, financiado por la propia Universidad de La Laguna.
Por ello, la labor de detección de estudiantes con posibles problemas es primordial para tratar de reencauzar su situación: “Cuando un alumno llega sin implicación, lo identificamos como un estudiante de riesgo, porque está muy abocado al fracaso. Y es un fracaso a todos los niveles: para el propio estudiante, obviamente; para su familia, que a lo mejor ha hecho un esfuerzo tremendo; para el profesorado, que ha trabajado para que ese alumno salga adelante; para la institución, que hace una inversión importante; y para la propia sociedad, porque estamos perdiendo la oportunidad de que gente valiosa se pueda incorporar al mundo laboral. Ayudar a que los alumnos salgan adelante es una manera que tiene la universidad para rendir cuentas”.
Construir una trayectoria formativa y profesional
Para Álvarez, la clave para que el alumnado logre un paso por la universidad realmente provechoso es que cada una de las personas que están en el aula vaya construyendo un proyecto formativo y profesional. “El mayor empeño está en conseguir que, cuando una persona se acerca a la formación en cualquier etapa, sea para encontrar un sentido. Si vienes a la universidad, plantéate que no es solo pasar de puntillas, aprovecha la oportunidad, sé responsable para conseguir éxito en los estudios y puedas en el futuro plantearte una profesión acorde con lo que te interesa”.
El objetivo fundamental es, pues, que cada estudiante que llegue a la enseñanza universitaria, desde el primer día empiece a definir y construir ese proyecto formativo y profesional. “Que empiecen a definir qué quieren lograr. Y cada año es un proyecto que se tiene que ir alimentando a partir de las nuevas experiencias que se van viviendo. Eso es lo que a mí me mueve en mi modelo de trabajo, tanto en el propio espacio del aula como el de la tutoría”.
Al hablar de tutoría, Álvarez hace un inciso para explicar que, en su opinión, hay que considerarla una actividad integral que no se circunscriba únicamente a las horas predeterminadas en el horario. “La atención que les presto a un alumno no puede ser únicamente en el espacio de la tutoría, en las seis horas semanales que tengo, sino que la realizo también cuando le mando un correo para decirle que el trabajo que me entregó me pareció muy interesante y me gustaría que siguiera potenciando esa idea, o si un día me lo encuentro en el pasillo y le hablo sobre una tarea que le he mandado. Le vas motivando y tratando de enganchar en el trabajo. Es una actividad transversal y, más que tutoría, debería hablar de atención más personalizada”.
En ese sentido, el docente e investigador explica que, en muchas ocasiones, una gran parte de la clase no la invierte en dar contenido propio de la asignatura, sino trabajando con su alumnado para que llegue a valorar tanto la utilidad de lo que está estudiando como lo que supone estar en la universidad, “que es una oportunidad de crecimiento no solamente académico, sino de desarrollo personal. Conoces a otras personas, fortaleces tu autoestima, desarrollas una identidad como persona. Hay que abrirles la ventana de las inquietudes y que vean que ahí fuera hay un mundo interesante”.
El alumnado más motivado y brillante también requiere seguimiento y apoyo, pero de otra clase. En todo caso, Álvarez concibe la educación como una realidad cambiante en la que, como se trata con personas de diverso perfil, no cabe utilizar esquemas preconcebidos y, más bien, debe abordarse con un gran espíritu de adaptación para ir modificando las acciones según sean las circunstancias del momento. “Educar es un acto muy profundo, que requiere del profesorado un compromiso y una responsabilidad permanente. Nunca jamás puedes decir o pensar ‘este alumno, como en clase pasa de todo, que no me moleste’. Jamás puedes renunciar a tratar de educar a un alumno, porque eso sería renunciar a tu propia identidad profesional”.
En este punto, nos atrevemos a recordar que no siempre el profesorado cuenta con esa motivación y que en algunos casos el alumnado se ha quejado de cierta desidia por parte de una pequeña proporción de los docentes. Álvarez no niega que esa realidad exista, pero la considera muy minoritaria. “Creo que en la Universidad de La Laguna hay un profesorado muy motivado y, en general, la implicación es alta. Y lo digo tras haber sido cuatro años director de departamento y, por tanto, conocer bien todo lo que hay. En los planes de formación hay una buena respuesta por parte del profesorado, que hace cursos y talleres de reciclaje para aprender nuevas estrategia, Yo mismo empecé a coordinar un Experto en Docencia Universitaria, un título propio preferentemente para el profesorado novel, que pese a tener clases los viernes y sábados por la mañana, ha demostrado una alta implicación”.
Pero el mejor ejemplo que Álvarez encuentra para demostrar el compromiso del personal docente de esta universidad ha sido su “·ejemplar” reacción durante la situación de pandemia. “He visto a gente que ha doblado horas, hemos tenido que cambiar de un día para otro todo lo que teníamos planificado. Y claro que ha habido caso de personas que han tenido dificultades o que los alumnos han dicho que no han tenido el seguimiento adecuado. Pero yo no quiero mirar ahí, yo quiero mirar hacia el esfuerzo que ha hecho la mayoría del profesorado para dar una respuesta adaptada a las circunstancias. Sé que ha habido algunas personas que han tenido dificultades para este tránsito, peor en general la valoración que hago es positiva”.
De lo general a lo particular: el SIO y el SOIA
Además de su experiencia extrauniversitaria como jefe de estudios en la escuela taller, Álvarez también ha tenido contacto directo con la orientación universitaria cuando, como director de secretariado del entonces Vicerrectorado de Alumnado, tuvo la oportunidad de dirigir lo que en ese momento se llamó Servicio de Orientación Para Alumnado (SOPA), que posteriormente ha derivado en el actual Servicio de Información y Orientación (SIO), labor que desarrollo entre 1997 y 2000. “Fue una oportunidad importante porque en esa época había mucho trabajo en todo lo que era la conexión y preparación de la enseñanza secundaria a la universitaria”. Desde ese momento, el contacto con el personal del servicio ha permanecido fluido y cordial y, de hecho, siguen colaborando a menudo en la organización de cursos.
Esa experiencia fue el germen de una idea que finalmente lograría implementar en la Facultad de Educación, con la ayuda de otros compañeros del centro y el apoyo de los sucesivos decanos y decanas: implantar un departamento de orientación propio de la facultad, que finalmente se materializaría en el Servicio de Orientación e Información para Alumnado (SOIA). Actualmente sigue activo y está coordinad por cuatro profesores, entre ellos Álvarez, que se encargan de gestionar esta actividad sustentada en una estrategia de mentoría en la que estudiantes principalmente de posgrado son quienes se encargan de responder las dudas planteadas por el alumnado de grado que acude a las instalaciones de servicio.
El SOIA no ha dejado de prestar servicio ni siquiera durante la pandemia, momentos en los que obviamente desarrolló su actividad de manera telemática y, además de su función de orientación personalizada principal, también organiza charlas, jornadas informativas, talleres. Por ejemplo, hace poco se desarrolló una actividad formativa para ayudar al alumnado a mejorar su comunicación, especialmente cuando deban defender públicamente sus trabajos.
“En la Facultad de Educación tenemos el privilegio de tener un modelo de orientación integral que funciona perfectamente, porque tenemos un servicio común para toda la facultad, el SOIA, y luego, en cada titulación, un plan de tutoría donde cada alumno que quiera adherirse tiene asignado un tutor de carrera. Ayudar a los estudiantes a mejorar su rendimiento es para nosotros prioritario. Así que tengo que agradecer al actual decano, Plácido Bazo, así como el de las decanas anteriores, Olga Alegre y María Dolores Baena, que me apoyaran siempre que he planteado alguna iniciativa”.
Al plantearle que sería muy interesante poder contar con un modelo similar en todas las facultades de la Universidad de La Laguna, Álvarez señala que, en este sentido, está colaborando con el nuevo equipo del Vicerrectorado de Innovación Docente, Calidad y Campus de Anchieta, para difundir entre los centros las bondades de la orientación, con especial incidencia en los Planes de Orientación y Acción Tutorial (POAT).
En esta línea de actuaciones, recuerda que, además, los días 1 y 2 de julio se celebrarán unas jornadas de orientación y tutoría que, entre otras finalidades, darán a conocer las experiencias en estos ámbitos que se están desarrollando en los diferentes campus. También señala que, junto al vicerrector Néstor Torres, se han hecho rondas de conversaciones pro los diferentes centros para comprobar cómo se están desarrollando los planes de tutoría. “Estamos atentos a este asunto y siempre trabajando con la idea de ver si estas ideas van calando en otras facultades”.
A Pedro Álvarez le gusta recalcar que todas las actuaciones que realiza en el ámbito de la docencia y la investigación están sustentadas en las evidencias científicas y en el trabajo desarrollado en el seno de su grupo, el cual califica de “muy activo a pesar de ser muy pequeño”. Sirva como muestra de su potencial que, en lo que va de 2021, ya ha publicado cuatro artículos en revistas de impacto sobre Educación y que, desde que se comenzaron a convocar en 2010 las ayudas para proyectos de innovación docente desde el vicerrectorado a cargo de la materia, su grupo siempre ha participado con uno.
“La ventaja de ser un grupo tan reducido pero activo es que trabajamos en temas que son prioritarios”, explica, a la vez que detalla que, en estos momentos, han presentado un proyecto al Plan Nacional de I+D y tiene activo el ya mencionado sobre abandono escolar financiado por la propia universidad, así como otro sobre Formación Profesional. También destaca su participación en una investigación desarrollada durante tres años sobre las trayectorias formativas en estudiantes de másteres en el ámbito de las ciencias sociales, que coordinaba la Universidad de Barcelona y colaboraban siete universidades.
En cuanto a la decena de proyectos de innovación presentados a la convocatoria del vicerrectorado, Álvarez se detiene a explicar uno sobre la creación de guías de aprendizaje. “Surgió de otro proyecto anterior en el que trabajamos las guías docentes y nos dimos cuenta que eran documentos muy administrativos y realmente poco utilizados porque, desde el ámbito de la didáctica, resultan muy frío. Pensamos en encontrar algo que conectara esa guía docente con la realidad de lo que se hace diariamente en el aula, y propusimos esta guía de aprendizaje”. Fue desarrollado durante un año con un equipo interdisciplinar de diferentes áreas de conocimiento y el producto de ese trabajo se ha quedado: “Yo lo he seguido utilizando en mis asignaturas, al igual que el resto de participantes en el proyecto, porque se ha visto que es una herramienta transferible”.
Otro trabajo de innovación del que está orgulloso es el que desarrollaron sobre tutorías para deportistas universitarios de alto nivel, para atender las necesidades de ese alumnado que debe interrumpir sus estudios para acudir a las competiciones deportivas fuera de la isla y, por ello, pueden perder el ritmo de las clases. “Hicimos un proyecto en el que nombrábamos a un tutor en cada facultad para esos estudiantes, para ayudarles a que no abandonaran los estudios, y fue galardonado con un premio Educaweb”.
La investigación, la innovación, la docencia y la orientación son los cuatro pilares que sustentan la carrera de Pedro Álvarez Pérez, quien durante tres décadas ha demostrado un compromiso inquebrantable no solo con la institución en la que desarrolla su labor sino, sobre todo, con su alumnado y su profesión.
Gabinete de Comunicación