Dos investigadoras del grupo de Ecofisiología Vegetal de la Universidad de La Laguna, Alicia V. Perera-Castro y Beatriz Fernández-Marín, participan en una investigación científica en la Antártida, cuya siguiente misión partirá el próximo 31 de enero. Ambas investigadoras comenzaron sus trabajos en el continente antártico hace cuatro años, dentro del proyecto nacional TOPSTEP que involucraba a las universidades de Islas Baleares y País Vasco. Como continuación a aquella investigación, el actual proyecto nacional Eremita tiene como principal objetivo estudiar las raíces evolutivas de la tolerancia de los organismos fotosintéticos al estrés ambiental múltiple, y está siendo llevado a cabo con científicos de las dos universidades mencionadas y La Rioja, en colaboración con la Universidad de La Laguna.
Las dos investigadoras de La Laguna estuvieron en la Campaña Antártica Española de la temporada 2018/19. Se centraron en estudiar las capacidades de líquenes (simbiosis entre un alga y un hongo) y briófitos (musgos) antárticos para soportar desecaciones y congelaciones extremas. Los resultados obtenidos ya han sido publicados en revistas científicas aquí y en este otro enlace.
En 2020, Perera-Castro realizó su segunda campaña antártica cargada de anécdotas, puesto que el inicio de la pandemia coincidió con su camino de vuelta a España. En esa ocasión se centró en estudiar el papel del metabolismo de los azúcares en esa doble tolerancia a temperaturas bajas y falta de agua en briófitos antárticos y ahora trabaja en el análisis de los datos. Este mes Fernández-Marín le tomará el relevo desde la Universidad de La Laguna y aunque la misión se extiende por mes y medio, permanecerá de hecho dos meses fuera de la universidad, dado que debe realizarse cuarentena en Chile para evitar un hipotético traslado de la Covid-19 al continente más austral del planeta.
Beatriz Fernández-Marín recuerda que hace unos 500 millones de años comenzó la colonización del medio terrestre, porque hasta entonces la vida en la Tierra había sido exclusivamente acuática. En ese contexto las primeras plantas tuvieron que hacer frente fuera del agua a un ambiente hostil que implicaba nuevos desafíos. Es el caso de las fuertes oscilaciones térmicas, la exposición a elevadas dosis de radiación solar y el permanente riesgo de desecación. Ante estas adversidades ambientales, que técnicamente denominamos “estreses”, las plantas no pueden escapar como hacen los animales, y han tenido que desarrollar estrategias de tolerancia.
Pero estos mecanismos de tolerancia al estrés no son gratuitos para la economía energética de las plantas, asegura Fernández-Marín, y, de hecho, implican una disminución de los recursos que, en condiciones más favorables, se gastan en otros procesos como la fotosíntesis y en última instancia el crecimiento. “El hecho es que en los últimos años hemos podido comprobar que algunas especies son capaces de combinar una elevada tolerancia al estrés con una alta tasa de fotosíntesis y, por lo tanto, de capacidad de crecimiento”.
Es lo que esta investigadora de la Universidad de La Laguna califica como ‘superplantas’ que habitan los lugares más hostiles del planeta, como desiertos, altas montañas y zonas polares. Así, el grupo de Ecofisiología Vegetal desarrolla una investigación intensa en ambientes hostiles para la vegetación, como por ejemplo las zonas más elevadas del Teide. “Por eso en esta campaña antártica nos vamos a dedicar a estudiar la tolerancia a los estreses ambientales en la vegetación de la Antártida marítima. En concreto, nos centraremos en evaluar la capacidad de los distintos grupos de organismos fotosintéticos que habitan este ecosistema para afrontar desecaciones intensas, temperaturas bajo cero y radiación ultravioleta”, relata.
Para ello, los investigadores emplearán nuevos dispositivos desarrollados en el proyecto de investigación. “Este estudio nos puede permitir caracterizar plantas y mecanismos de enorme potencial para desarrollar una agricultura más sostenible y productiva”, asegura Beatriz Fernández-Marín.