El catedrático de Historia del Pensamiento Económico de la Universidad Complutense de Madrid Luis Perdices de Blas valoró positivamente la actitud de los viajeros españoles que, durante el siglo XVIII, realizaron estancias en países extranjero menos desarrollados, y la consideró como de verdaderos ilustrados que trataban de ser objetivos. Una actitud que, a su juicio, dista de la de los grandes viajeros ingleses o franceses, que en sus relatos se dejaban llevar por la pasión y el exotismo. Perdices de Blas ha abierto el VII Congreso Internacional de la Sociedad Española de Estudios del Siglo XVIII, inaugurado hoy, 19 de octubre, en la Sección de Filología de la Universidad de La Laguna, que se desarrolla hasta el día 21. Aunque presentó la ponencia en solitario, su coautor es el profesor de su misma universidad José Luis Ramos Gorostiza.
El congreso fue inaugurado previamente en una ceremonia presidida por la rectora de la universidad anfitriona, Rosa Aguilar Chinea, quien reflexionó que, “para bien y para mal”, la sociedad actual es heredera de la Ilustración, un momento donde crecieron los estados modernos, sus instituciones y, sobre todo, en el cual floreció el método científico que aun hoy rige el quehacer del personal investigador. Señaló el interés especial de celebrar en Tenerife este congreso, por explorar las tensiones entre centro y periferia, una dicotomía que marca la vida en un territorio insular como el canario.
El presidente del comité organizador, el profesor del Departamento de Filología Clásica, Francesa, Árabe y Románica Rafael Padrón, resaltó el valor de los ilustrados canarios, como los Iriarte, Viera y Clavijo, Clavijo y Fajardo y Agustín de Batancourt,” con hitos como la Tertulia de Nava en los años 60 del siglo XVIII. Recordó que le fue encomendada la organización de este congreso tras la inauguración en 2019 de la exposición sobre Viera y Clavijo en la Biblioteca Nacional que él mismo comisarió, y que el evento ha sido pospuesto en dos ocasiones por la pandemia.
Fernando Durán, presidente de la Sociedad Española de Estudios del Siglo XVIII, valoró que le congreso fuera presencial, ya que, “reunirse con pantallas no es un congreso”, y estimó que muchos trabajos de investigación surgen de conversaciones durante los actos sociales de estos eventos. Señaló la elección de La Laguna para rendir homenaje a la “significativa” ilustración canaria y abordar la periferia, “que sigue siendo un problema que rige las relaciones de todo tipo, y en la Canarias de aquel momento era todavía más extrema”.
Por su parte, el concejal de Educación del Ayuntamiento de San Cristóbal de La Laguna José Juan Gavilán agradeció la elección del municipio para acoger este congreso, y reflexionó que la ciudad creció de un núcleo a partir del cual se extendió el resto de calles y barrios periféricos, un hecho urbanístico que de algún modo se relaciona con el asunto que centra el interés del congreso.
Viajeros españoles del XVIII
Los economistas de la Universidad Complutense de Madrid Luis Perdices de Blas y José Luis Ramos Gorostiza enmarcaron su trabajo en la investigación que desarrollan desde hace quince años denominado “Economía y Literatura”, en el que tratan de discernir cómo se produce la transmisión de ideas no entre economistas, que es lo que haría un estudio de Historia del Pensamiento Económico tradicional, sino de los economistas hacia el gran público y las elites.
Una de las partes de esa investigación se refiere a la “imagen económica de España”, es decir, cómo los viajeros extranjeros hablan de España en términos económicos. Son dos las imágenes mayoritarias, y ninguna positiva para la imagen nacional como entidad económica: la primera, a visión del XVIII, que consideraba España como un país atrasad; y la segunda, del XIX, que persiste en esa idea de subdesarrollo, pero recomienda visitar el país como opción de ocio pintoresco.
En contrapartida, los investigadores también han estudiado los textos de los viajeros españoles de esa época que viajaban al extranjero y, a su juicio, mostraban una visión mucho más ilustrada que sus colegas de países más desarrollados, pues solían aportar visiones más críticas y ponderadas de lo que observaban. Además, en sus textos podrían abordar determinados asuntos que no podrían tratar libremente si se refirieran a España, lo cual permitía abordar esas problemáticas nacionales de manera indirecta. El ponente se refirió a los viajes a cuatro países: Portugal, Rusia, Marruecos y el Imperio Otomano.
A Portugal fueron, entre otros, el Conde de Campomanes, Nifo o José Cornide, y constataron el desconocimiento existente de ese país y sus notables similitudes físicas con España. Destacaron la fertilidad del Duero y el Miño, en cuyas áreas se daban buenos productos; los valiosos productos coloniales llegados a Oporto y Lisboa; y el carácter estratégico de dichos puertos. Critican el mal estado de caminos y posadas y la falta de explotación de ciertas zonas con mucho potencial, que son reformas que los propios autores querrían implementar en España.
En el caso de Rusia, viajan Manuel Colombí, Luis del Castillo y Francisco Miranda, quienes alaban la inmensa riqueza natural y su variedad de climas; la influencia de los ríos navegables no solo para transporte, sino para el riego; su sistema de canales y la mejora progresiva de las artes mecánicas gracias a la labor de Pedro I y Catalina II, a quienes relacionan con las reformas durante el reinado de Carlos III. Señalan negativamente la servidumbre y la miseria del campesinado, la población no proporcionada a la extensión del país, el excesivo lujo de la corte, y el desmesurado número de eclesiásticos que acumulan tierras… un año antes de que Jovellanos publicara un estudio anónimo con la misma conclusión, pero referido a España.
El viaje a Marruecos lo realizaron, entre otros, Jorge Juan o Domingo Badía, que no caen en el orientalismo exótico que sí predomina en los viajeros franceses y británicos. Reflexionan sobre todo acerca del marco institucional y el “mal gobierno” y concluyen que es un país con un atraso del cual no se podrá salir a medio plazo, con carencia de infraestructuras, relegación de las mujeres y un gobierno tiránico, equiparándolo al absolutismo español. Pero les interesa su sistema de fundaciones y la riqueza natural.
Finalmente, al Imperio Otomano viajan Gabriel de Aristizábal y José Moreno, quienes apreciaron un imparable proceso de decadencia, pero conservando rasgos de esplendor. Destacan su buena base material-comercial, que conecta diferentes zonas, culturas y lenguas; así como su opulencia, pero critican la corte muy costosa, el ejército muy numeroso, un sistema judicial coránico, un mal sistema fiscal y el escaso contacto con el exterior.