La multinacional norteamericana General Motors (GM) tiraba la toalla a finales de la década de los 90. El motivo no era otro que la fallida comercialización del primer vehículo eléctrico al que la mayor empresa del mundo del automóvil tildaba de poco rentable por aquel entonces. Las poco más de mil unidades del denominado EV-1 acabaron tres años después siendo pasto de las chatarreras y colocadas convenientemente en algunos museos del país, para deleite de los amantes de los coches excéntricos y desagrado de los entusiastas de los nuevos vehículos que prometían cuidar del planeta.
Casi 30 años después, y aunque los consumidores en España se resisten dar la espalda a la gasolina y al diésel ‒sentenciados de muerte a partir de 2035‒ el despegue de los coches eléctricos comienza a dejar tímidamente de lado a los de combustión. Es evidente que de momento ni siquiera nos acercamos a las cifras que se manejan en Finlandia, donde los nórdicos nos llevan una ventaja vergonzosamente notoria: las ventas de coches eléctricos puros alcanzaron el 64% en 2021, frente al incipiente 2,7% español, que inclina la balanza hacia los híbridos, según los datos aportados por la Asociación Europea de Fabricantes de Automóviles (ACEA).
Son unas cifras que nos sitúan a la cola de Europa y nos achican irremediablemente frente a un país como Alemania, que quintuplica nuestras ventas y acrecienta las dudas acerca de si llegaremos o no a cumplir los objetivos planteados por el Gobierno de España: tener cinco millones de vehículos eléctricos circulando por las calles y carreteras del país en 2030. Una fecha para la que solo faltan ocho años y se antoja demasiado cercana para una meta tan ambiciosa, como también lo son los objetivos establecidos por la Unión Europea (UE) para 2050 en la lucha contra el cambio climático, el mayor reto de este siglo.
Así (de ambiciosos) los tilda Francisco Ramos Real, catedrático de Fundamentos del Análisis Económico de la Universidad de La Laguna, y experto de dilatada trayectoria en la economía de consumo y eficiencia energética: “La sociedad está cambiando en este sentido y hay voluntad de corregir el cambio climático, sin duda alguna, pero otra cosa es que lleguemos a tiempo para hacerlo como, por ejemplo, sucede con la introducción e implantación del vehículo eléctrico”, comenta con datos en la mano.
Los vehículos eléctricos en Canarias
Son los que maneja gracias a una iniciativa denominada «Estrategia integradora para introducir el vehículo eléctrico en Canarias a partir de energías renovables y almacenamiento energético. Análisis de los efectos en el sistema energético y en la economía de Canarias», un título largo para un fin concreto y provechoso a conseguir de aquí a tres años. El proyecto de investigación que capitanea Ramos, aprobado hace dos meses y financiado por las fundaciones CajaCanarias y “la Caixa”, tratará de determinar qué tipo de personas se decidiría por comprar un coche eléctrico en las islas y qué tipo de personas no lo haría. En este punto sería de vital importancia dilucidar los motivos que tendrían para no adquirir los vehículos que ayudarían a que nuestro futuro sea más sostenible.
Al final, lo que se pretende es diseñar una estrategia de implantación del vehículo eléctrico (VE) en el territorio insular que sea “integradora y factible”. Para conseguirlo se hará un estudio de campo preguntando a todos los agentes implicados. Desde los concesionarios de automóviles a las empresas eléctricas, las de alquiler de coches, los potenciales compradores y usuarios, las asociaciones de ambos sectores o las instituciones públicas. Numerosos agentes a los que interrogar para llegar a conclusiones prácticas provenientes de un análisis conjunto que proporcione esa visión de acople.
“Se irá isla por isla para ver cuál es la demanda de los VE en el futuro y ver qué se plantea en los planes en Canarias, si el sistema eléctrico existente puede atender estas demandas de coches para, finalmente, diseñar esa estrategia de implantación partiendo de un método participativo. Conocer la opinión de todo el mundo siempre es positivo” dice este profesor de la Facultad de Economía, Empresa y Turismo de la Universidad de La Laguna, al tiempo que reconoce que la implantación de los VE es una de las cosas que “más va a costar”.
Y lo cierto es que en Canarias los vehículos eléctricos registrados no llegan ni al 0,2%. Junto a los de GLP alcanzan el 1,1% frente al 65,8% de los vehículos de gasolina y al 33% de los de gasoil, que siguen constituyendo la mayoría del parque móvil canario. Si a esto se suma que en el futuro los VE demandarán más electricidad de los sistemas eléctricos insulares ‒según las estimaciones del Gobierno de Canarias‒ será necesario incrementar la potencia de las redes de distribución y transportes, además de aumentar la generación de energía eléctrica (renovable).
A más vehículos eléctricos, más demanda de electricidad. Tanta que las valoraciones de cara a 2040 planteadas en el estudio desarrollado por el Instituto Tecnológico de Canarias (ITC) podrían producir un impacto tan favorable como desfavorable. No se sabe. Según se gestione esa “entrada masiva” de VE puede suceder una cosa u otra. Con este contexto de fondo, la situación sería drásticamente distinta a la actual: la carga de los vehículos no podría producirse a cualquier hora del día, sino exclusivamente en el momento de aparcar el coche y durante unas horas estimadas.
Más energías renovables
Es por este motivo por lo que desde las autoridades canarias competentes en la materia señalan que la demanda de los VE “debería priorizarse en los momentos en los que exista una mayor cantidad de energía renovable”. Un escenario, de momento, poco alcanzable. “Yo creo que aún faltan 20 años para que veamos realmente la implantación del vehículo eléctrico en Canarias. Aunque es cierto, sobre todo ahora, que su consumo es mucho más barato que el de los coches de gasolina o diésel, aún tenemos la incertidumbre de saber dónde lo vamos a cargar, un motivo por el que la gente retrasa su adquisición”, aclara el experto.
“Veo complicada su implantación a día de hoy porque es un proceso que va muy, muy despacio. Faltan infraestructuras y los sistemas de carga, aunque los hay rápidos y por ahora son gratis, tienen en espera al usuario hasta que se complete el proceso”. De ahí la importancia de saber exactamente los motivos que llevarían a alguien a comprar un VE, cuestiones que se contemplan en el proyecto de investigación actual, y en el que es tan importante la opinión de los consumidores privados como la de los turistas que llegan a Canarias para pasar sus vacaciones: ¿Por qué razón alquilarían un coche eléctrico para recorrer las islas y cuál sería el motivo que les empujaría a no hacerlo?
En las respuestas a estas preguntas trabaja un equipo de investigadores de la Universidad de La Laguna y varios doctorandos con experiencia en los métodos de gobernanza (que contemplan las opiniones de todos los implicados) y que ya se han aplicado en anteriores ocasiones a la hora de analizar la eficiencia energética. Así lo hicieron en un estudio realizado para determinar cuáles serían las mejores medidas de ahorro energético que podría adoptar la planta hotelera isleña o cómo introducir un número considerable de vehículos eléctricos en la isla de La Palma.
Cierto es que la isla bonita se ha embarcado hace relativamente poco (finales de 2020) en un proyecto, La Palma Renovable, impulsado desde una plataforma ciudadana y financiado por el Cabildo palmero con el fin de avanzar hasta conseguir una isla “100% renovable”. Esta iniciativa propiciaría el nacimiento de la primera comunidad energética local de Canarias en Los Sauces, municipio donde se instalará una planta de energía fotovoltaica de autoconsumo compartido. Un impulso a la transición energética, tal y como se pide desde Europa y se recoge en el Plan Nacional Integrado de Energía y clima (PNIEC) y en el Plan de Transición Energética de Canarias (PTCAN).
Ramos cree firmemente que “hay voluntad política” en España, y por ende en Canarias, de apostar por las políticas renovables, un hecho que se demuestra con la puesta en marcha de sendos planes, acordes a las exigencias europeas. “Europa es el continente más implicado con el cambio climático. El problema radica en si tanto las inversiones realizadas como el tiempo empleado serán suficientes para cumplir con los objetivos en los próximos años, porque en los planes de las renovables hay problemas técnicos y, concretamente en los insulares, hay que invertir mucho dinero en sistemas de almacenamiento”.
El alto precio de la factura de la luz
Está claro que un mundo sin electricidad sería un mundo sin ordenadores, ni televisores, ni teléfonos, ni salas de operaciones en los hospitales, ni neveras para conservar la comida, ni Ipods para escuchar música. Pero, tal y como están las cosas ahora mismo, sería un mundo que nos saldría mucho más barato, aunque menos práctico y cómodo, eso sí, pero más asequible para el bolsillo del ciudadano medio, que lleva ya bastantes meses haciendo filigranas para poder pagar unas facturas de luz desorbitadas, como nunca antes se habían visto.
Esta continuada y ‘criminal’ escalada del coste de la luz se ha convertido, no solo en uno de los principales titulares de los periódicos y cabeceras de los informativos del país, día sí día también, sino en un sinfín de quejas de consumidores que han llegado a triplicarse en tan solo un año. Y es que la situación no es para menos, sobre todo cuando el propio Banco de España ha atribuido al gas la mitad de la subida del precio de la luz.
Que el gas sea el culpable del galopante coste de la luz se debe, según explica Francisco Ramos, a la aplicación de un sistema denominado marginalista que hace que el precio del gas provoque que la factura eléctrica se dispare. “Se trata de un sistema por el que la energía más cara que entra es la que cobran todos. Si la energía que más entra es el gas, y está desbocado, nos afecta en los precios al resto, igual que el petróleo, del que se han disparado los costes hasta cotas increíbles”.
El primero, el precio de la luz, parece que puede mejorar bastante una vez que los gobiernos español y portugués hayan conseguido el pasado fin de semana que Europa dé el visto bueno a su petición: poner un tope al precio del gas al reconocer la excepcional situación de ambos países, considerados una isla energética, ya que la península Ibérica mantiene apenas un 3% de interconexión eléctrica con el viejo continente. Esto permitirá adoptar “medidas excepcionales y temporales”, aún no detalladas por el presidente español, Pedro Sánchez, pero con las que será posible poner freno a los altísimos precios de la electricidad.
El segundo, el que compete a los precios del petróleo, ha convertido en misión imposible llenar completamente el depósito del coche. Los precios de los carburantes, de la gasolina, alcanzaban a principios del mes de marzo un máximo histórico, pocos días después de que Rusia invadiera Ucrania. Hace dos semanas fomentaban también la salida en masa de cientos de caravanas de camiones conducidos por transportistas de distintas partes del país, una huelga anunciada en protesta por una situación que les obliga a trabajar con pérdidas constantes.
La escalada del coste del petróleo
Un panorama de lo más convulso enmarcado en una crisis energética que “recuerda a la de los años 70”, cuando el barril de petróleo se multiplicó por tres, explica el investigador de la Universidad de La Laguna. “La inflación que está ocurriendo en estos momentos se debe a que los mercados tienen mucha incertidumbre, tanto por la subida del petróleo como por la guerra de Ucrania”.
De hecho, se augura ya una posible crisis social que podría afectar a los productos básicos. La guerra de Ucrania ha contribuido a aumentar la tensión que ya arrastraban los mercados energéticos y podría llevar a una mayor dependencia de las energías tradicionales a los países europeos. Ante esto, el catedrático de la Universidad de La Laguna cree que habría que plantearse que “esta guerra, a pesar de todo lo terrible, es una oportunidad que tenemos de ser más verdes, y no solo para contrarrestar el cambio climático, sino para intentar no depender tanto de países como Rusia o Arabia Saudí. Es una señal clara de que cuanto menos dependamos del exterior energéticamente, mucho mejor”.
Porque la lucha contra el cambio climático y la transición energética a un mundo de menores emisiones y más energía verde “al final es, incluso, una necesidad geopolítica. La dependencia de las energías fósiles y de la nuclear genera unos riesgos muy importantes”. Es muy consciente de que supone un “cambio de todo”; del modo de vida, de la mentalidad, de las costumbres. “No es una cosa que vaya a ocurrir de un día para otro”, pero, decididamente, el gas natural es una “energía de transición” menos contaminante que el petróleo, y “si decimos no al gas natural estamos diciendo sí al petróleo”.
Está más que claro que “cuanto menos dependamos del petróleo a largo plazo, mucho mejor”. Al tratarse de un mercado muy inelástico, “a poco que suba la demanda o disminuya la oferta se disparan los precios”. En el caso concreto de Canarias, se depende muchísimo del petróleo, con lo que para Ramos, lo que tendría que hacerse a corto y medio plazo en las islas sería sustituir el fuel por gas natural, porque a pesar de que ahora sus precios están “disparados”, es mucho menos contaminante.
La solución en el archipiélago pasaría por tener gas natural en el periodo de transición energética y, “poco a poco” ir incrementando las energías renovables con sistemas de almacenamiento, como pueden ser “las presas o las baterías de litio”, que posibilitan un uso más eficiente de la energía. El experto apunta también a que la energía eólica ha dado “pasos importantes”, con la instalación en el sur de Tenerife de “un montón de megavatios: de estar en un 8% de la producción de electricidad se ha situado en el 20%”.
Sin embargo, advierte de que la red eléctrica de las islas tiene que estar “preparada” para emitir toda esa cantidad de renovables, y en Canarias “aún no lo está”, tal y como han evidenciado los ceros energéticos vividos en los últimos años, sobre todo por los tinerfeños. Apagones totales que sacan a relucir “un sistema de mallado ineficiente” y la necesidad más que notoria de realizar “inversiones potentes” en la red eléctrica isleña.
Del análisis y los posibles remedios a esos apagones ya dio buena cuenta el centro académico en dos informes elaborados por distintos expertos en los que se proponían soluciones para evitarlos en un futuro. “El hecho de que haya solo una central eléctrica en la isla de Tenerife es peligroso”. Y aunque la situación en las islas sea diferente de la de la península Ibérica, donde hay más alternativas, lo cierto es que “España ha sido siempre un país muy dependiente del exterior y donde es difícil hacer política energética”.
Preguntado por si se cumplirán o no en Canarias los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) previstos en la Agenda 2030, este profesor con tres sexenios de investigación a sus espaldas no se muestra demasiado optimista en conseguir en ese plazo el reto más importante de este siglo: “Yo lo veo muy difícil. En Canarias nunca se ha cumplido ningún documento de planificación estratégica energética, y los objetivos energéticos del PENIEC tampoco sé si cumplirán, y menos ahora con esta guerra, que ya está reconfigurando la geopolítica mundial y podría llegar a provocar una crisis social”, algo a lo que ya apuntan numerosos expertos.
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