Un estudio científico internacional, liderado por el Laboratorio de Aplicaciones Bioacústicas (LAB) de la Universidad Politécnica de Cataluña y en el cual también ha participado la Universidad de La Laguna (Natacha Aguilar de Soto), demuestra que el ruido derivado de las actividades humanas en el mar perjudica a los invertebrados marinos y los ecosistemas oceánicos. El trabajo, que se publica en la revista Frontiers in Marine Science, indica que la contaminación acústica en el mar puede causar incluso la muerte en algunas especies marinas.
En las últimas décadas se ha estudiado la sensibilidad al ruido de los mamíferos marinos −especialmente de los cetáceos y de los pinnípedos− y de los peces, porque se sabe que poseen órganos auditivos. Estudios recientes han revelado que una gran diversidad de invertebrados también es sensible a los sonidos, especialmente a través de órganos sensoriales cuya función es permitir mantener el equilibrio en la columna de agua y percibir la gravedad. Los invertebrados marinos no solo representan la mayor proporción de la biomasa marina y son indicadores de la salud de los océanos, sino que muchas de estas especies también tienen valores socioeconómicos importantes.
El equipo de científicos, formado por investigadores del Laboratorio de Aplicaciones Bioacústicas (LAB) de la Universitat Politècnica de Catalunya – BarcelonaTech (UPC) y de otras universidades y centros de investigación de Australia, España, Estados Unidos, Francia, Japón, Italia, Nueva Zelanda y Reino Unido, ha revisado cientos de estudios sobre el impacto del ruido en los invertebrados marinos −como cangrejos, moluscos, calamares, gambas y gusanos− y ha concluido que el ruido antropogénico (derivado de la actividad humana) está perjudicando a estas especies de muchas formas, desde el nivel celular hasta ecosistemas enteros.
«Muchas personas se sorprenden de descubrir que los invertebrados pueden incluso percibir sonidos, pero, de hecho, el sonido es fundamental para su supervivencia», explica Marta Solé, investigadora del LAB, vinculado a la Escuela Politécnica de Vilanova y la Geltrú (EPSEVG) de la UPC.
Solé especifica que, así como «la luz no viaja fácilmente debajo del agua, el sonido sí lo hace, y los invertebrados utilizan el sonido para sus actividades vitales (comunicación interespecífica, detección de los depredadores, reproducción, etc.). Las actividades humanas, especialmente el transporte marítimo, están cambiando el paisaje sonoro oceánico muy rápidamente y este estudio reúne las últimas evidencias sobre estos impactos».
Los barcos son las principales fuentes de ruido marino, pero una amplia gama de otras actividades, como la perforación, el dragado y el sonar, también causan ruido y esto afecta al equilibrio natural de los océanos.
Múltiples impactos
El trabajo, titulado ‘Marine invertebrates and noise’ y publicado en la revista científica Frontiers in Marine Science, alerta de cuáles son los múltiples impactos de esta contaminación acústica sobre los invertebrados. Algunos de ellos son el retraso en la eclosión y el desarrollo de los huevos, el aumento significativo de las anomalías y la tasa de mortalidad entre larvas de crustáceos, bivalvos (por ejemplo, mejillones y ostras), gasterópodos (como los caracoles) y cefalópodos (como las sepias y calamares).
Asimismo, los sonidos de baja frecuencia como los causados, por ejemplo, por las explosiones submarinas pueden causar lesiones e incluso la muerte de los cangrejos azules. Además, la exposición a largo plazo de estas especies al ruido también afecta a su comportamiento: los sonidos de los barcos limitan la capacidad de los cangrejos de costa de cambiar de color para camuflarse, según el equipo de científicos.
También se ha descubierto que, debido a la exposición al sonido, la sepia común mediterránea cambia el contenido de proteínas, afectando sobre todo a las proteínas estructurales y las relacionadas con el estrés. En la misma revisión se recogen trabajos que demuestran cambios fisiológicos en algunas especies, como la reducción significativa de la tasa de crecimiento y reproducción, un aumento de la tasa de agresividad y mortalidad, y una reducción de la ingesta de alimentos.
Otros estudios recientes han revelado que una amplia gama de invertebrados es sensible a los sonidos, especialmente a través de los estatocistos (receptores internos equivalentes a los oídos), órganos sensoriales cuya función es permitir mantener el equilibrio en la columna de agua y percibir la gravedad.
¿Cómo producen y detectan el sonido los invertebrados?
El sonido viaja unas cinco veces más rápido en el agua (unos 1.500 m/s) que en el aire (unos 340 m/s) porque la densidad del agua es mayor, y también se atenúa menos a la misma distancia. Los invertebrados pueden detectar el sonido submarino a través de tres tipos de sistemas sensoriales: receptores ciliados que tienen en su superficie corporal, estatocistos y órganos cordotonales, asociados a las articulaciones de las patas y antenas de los crustáceos que detectan las vibraciones.
Estas especies también pueden producir sonidos: desde la ‘tos’ en el caso de las vieiras, hasta la estridulación, el sonido que producen las langostas, cigalas, gambas y cangrejos cuando rozan dos partes del cuerpo (como si fueran las cuerdas de un violín frotadas con el arco) y que utilizan posiblemente para alejar a los depredadores. El estudio ‘Marine invertebrates and sound’ recoge todas estas formas de producción y percepción del sonido propias de los invertebrados, así como las distintas técnicas utilizadas para su análisis.
El cambiar el comportamiento y la salud de los depredadores y las presas en las redes tróficas complejas, el ruido puede afectar a ecosistemas enteros. Los invertebrados tienen importantes funciones en los ecosistemas marinos, como la filtración de agua, la creación de hábitats, el procesamiento de materia orgánica, la transferencia de carbono a través de las redes tróficas y el reciclaje de nutrientes.
Por ello, los investigadores ven urgente seguir investigando en esta línea para conseguir mitigar estos impactos. «Nuestro estudio subraya que estos animales existen en un paisaje sonoro submarino rico», explica Sophie Nedelec, doctora de la Universidad de Exeter, en el Reino Unido: «Necesitamos conocer más sobre los impactos de la contaminación acústica en estos animales y ecosistemas. Teniendo en cuenta que el ruido puede afectar a los invertebrados desde el nivel celular hasta los ecosistemas, debemos reunir la experiencia interdisciplinaria para adoptar una visión holística del problema. Dadas las muchas presiones causadas por la actividad humana, incluido el cambio climático y la pesca, debemos hacer todo lo posible para limitar el ruido submarino».
El estudio, que resume los conocimientos científicos actuales sobre la bioacústica de los invertebrados (producción de sonido, recepción, sensibilidad), así como sobre el impacto acústico de los ruidos antropogénicos en los invertebrados marinos, también identifica lagunas científicas sobre la tolerancia al ruido de los ecosistemas marinos, por lo que concluye que es necesario investigar más en este ámbito.