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En guardia contra los mosquitos

viernes 22 de diciembre de 2023 - 09:30 GMT+0000

De izquierda a derecha: Irene Serafín Pérez, Sara Rodríguez Camacho y Carolina Fernández Serafín, en las dependencias del Laboratorio de Entomología Médica.

Aedes aegypti y Aedes albopictus son dos nombres que, seguramente, hace pocos meses resultarían totalmente ignotos para la población canaria en general. Sin embargo, en un corto periodo de tiempo se han hecho extrañamente presentes en los medios de comunicación, pues se trata de las denominaciones científicas de dos especies de mosquitos de origen africano y asiático, respectivamente, de las cuales algunos ejemplares han llegado este mismo año a diversas poblaciones de las islas, obligando a disparar las alertas sanitarias correspondientes y poner en marcha los protocolos adecuados para su control.

Estos mosquitos se agrupan en el conjunto de organismos que en terminología sanitaria se conoce como “vectores”, es decir, que son transmisores de enfermedades susceptibles de afectar a los seres humanos. En el caso concreto de estos mosquitos, pueden ser la vía de entrada de patologías como el dengue, la fiebre chikungunya, la fiebre amarilla o el zika, entre otras. Son arbovirus (virus transmitidos por artrópodos) que pueden tener consecuencias muy graves para la salud humana, incluida la muerte.

Estos mosquitos y, por tanto, las enfermedades transmitidas por ellos, se localizaban habitualmente en otras latitudes, pero la combinación de factores como el aumento de las temperaturas (que hacen habitables para estos vectores zonas que hasta entonces eran demasiado frías para ellos), el comercio y el turismo (que facilita el transporte de estos insectos o sus larvas en equipajes y mercancías) ha facilitado que lleguen a zonas de las que no son oriundos, como es el caso del continente europeo y también Canarias.

Carolina Fernández

Carolina Fernández

Sistema de vigilancia coordinado

Si bien el calentamiento global y la movilidad de personas y mercancías lo ha acrecentado, no es un problema nuevo y, de hecho, muchos países y comunidades autónomas ejercen actividades de control de especies invasoras desde hace varios años. En el caso del Archipiélago, existe desde 2013 un Plan Canario de Vigilancia Entomológica bajo la coordinación de la Dirección General de Salud Pública del gobierno autonómico. Y en dicha estrategia tiene un papel muy relevante el Laboratorio de Entomología Médica del Instituto de Enfermedades Tropicales y Salud Pública de Canarias (IUETSPC), adscrito a la Universidad de La Laguna.

A finales de noviembre de 2023, la Universidad de La Laguna acogió un taller sobre vigilancia y control de vectores invasores que contó con la participación del panel de expertos más prestigiosos en esta materia en España y fue abierto por la representante del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad María José Sierra Moro. En dicho encuentro participaron tanto como ponentes como en calidad de tutoras de la parte práctica varias de las integrantes del laboratorio especializado en vectores, cuyo investigador principal es el propio director del instituto, Jacob Lorenzo Morales y cuenta también con el apoyo del profesor titular del área de Parasitología Antonio del Castillo Remiro y el profesor emérito Basilio Valladares Hernández. Por eso, días después nos reunimos con ellas para que nos explicaran más pormenorizadamente en qué consiste su trabajo dentro de este sistema de control para afrontar este problema. Ellas son las biólogas Carolina Fernández Serafín, Irene Serafín Pérez y Sara Rodríguez Camacho.

Como explica la primera de ellas, el Laboratorio de Entomología Médica del IUETSPC está al cargo de la vigilancia en aquellas zonas donde va a producirse apertura de mercancías y tránsito de pasajeros, tanto en los terminales de aeropuerto y sus patios de carrillos (el laberinto de cintas transportadoras de equipaje), como en el puerto, en la terminal de descarga de contenedores, en el punto de inspección fronteriza donde se hace la apertura de mercancía, y en las terminales de pasajeros asociadas sobre todo al tráfico de cruceros, “que es una de las principales vías de entradas de estos mosquitos en el archipiélago”. En la actualidad, el control se focaliza casi exclusivamente en los mosquitos invasores, si bien en estos momentos están comenzando a introducir también el control de garrapatas invasores, que son responsables de la transmisión de otras enfermedades e implica protocolos de actuación diferentes.

Trampa para ejemplares adultos

Trampa para ejemplares adultos

Una red de trampas en todas las islas

La tarea de su laboratorio comienza con la colocación de trampas en todos los puntos de entrada de pasajeros y mercancías de las islas. Existen, básicamente, dos tipos según sea su destinatario. Para mosquitos adultos se utiliza un artefacto bastante voluminoso, de forma cilíndrica y con una apertura en su parte superior por la que entrarían los insectos atraídos por un señuelo oloroso colocado. El orificio es, realmente, el acceso a una fina red que atrapa a estos vectores e impide su huida gracias a un ventilador interno con un efecto de succión.

Ovitrampa.

Ovitrampa.

Para atrapar las fases inmaduras del vector (huevos y larvas) se utilizan las llamadas ovitrampas, de diseño menos sofisticado, pero igualmente efectivo: un recipiente de plástico con la forma y el tamaño de un vaso de refresco que se rellena con agua y en el cual se introduce un trozo de madera plano. Se instalan en las afueras de las zonas portuarias, especialmente las áreas ajardinadas que sirven de refugio para estos insectos La humedad los atrae para depositar sus huevos, que quedarán tanto en el agua como en la superficie de la madera. En áreas con más evaporación por ser especialmente cálidas o estar más expuestas al sol, los recipientes utilizados tienen mayor tamaño, pero su funcionamiento es el mismo.

Fernández explica que las tramas se revisan y vacían de muestras cada diez días, que es el tiempo en el cual el vector puede completar su ciclo, teniendo en cuenta las condiciones climatológicas de Canarias, un plazo dentro del cual las investigadoras serían capaces de detectar cualquiera de las fases inmaduras o adultas de estos organismos. “Cuando hay una alerta vigente, este plazo de diez días se baja a siete, para asegurarnos de que no se escapa ninguno de estos mosquitos”.

El laboratorio de la Universidad de La Laguna coordina las labores de control y vigilancia de toda Canarias, y en Tenerife es, además, la entidad responsable de desplazarse a los lugares de interés para colocar y recoger trampas. Un trasiego constante de idas y venidas por toda la isla de la que se encargan las tres investigadoras, apoyadas por otros dos compañeros del laboratorio, Beatriz Yanes Manrique y Víctor González Alonso. En las demás islas, el sistema de trabajo cuenta con técnicos autónomos contratados para realizar las puesta y retirada de trampas. “Nosotras vamos a formarlos, también a instalar las trampas con ellos por primera vez y supervisamos si hay que modificar alguna instalación o colocar en alguna zona nueva, pero ellos son quienes hacen la recogida periódica de la muestra y nos las envían al laboratorio”.

Resulta complejo calcular cuántas trampas de ambos tipos hay instaladas en cada momento en todas las islas, pues dependerá en gran medida de que se esté en los meses de mayor o menor riesgo de reproducción y también si se ha dado una alerta, pero oscila entre las 600 y las 800. Este número va variado, “pero muy pocas veces baja”, apostilla Sara Rodríguez.

Trabajo de laboratorio

El siguiente paso en el protocolo de vigilancia es el procesado de las muestras en el laboratorio del instituto universitario. En las de ejemplares adultos, se trata de identificar la especie del vector observando una serie de características morfológicas que deben cumplir los ejemplares, mientras que en las ovitrampas, se revisan los soportes de madera en busca de la presencia de huevos, proceso que debe realizarse bajo una lupa o un microscopio porque no es posible la identificación a simple vista.

En caso de que los adultos no puedan ser identificados ni siquiera bajo lupa a partir de las normas taxonómicas existentes y que solo se llegue a la delimitación de su género, se utilizarían análisis de las muestras para detectar marcadores moleculares que están ampliamente extendidos para identificar especies animales. Cuando son detectados mosquitos invasores, Salud Pública solicita el análisis de los adultos, sobre todo las hembras porque son las que pican, para determinar si portan algún tipo de patógeno, y también un estudio de resistencia frente a insecticidas, importante de cara a decidir cuáles serían los más adecuados para tratar cada tipo de mosquito.

Irene Serafín.

Irene Serafín.

Actuación ante una alerta

¿Qué ocurre cuando se detecta alguno de estos vectores invasores? Irene Serafín explica que, además del ya mencionado aumento de la frecuencia de la revisión de trampas de diez a siete días, se incrementa el número de trampas alrededor de donde se produjo la detección, en un radio que variará según la dispersión y el rango de vuelo de la especie, pero que se puede cifrar en unos 200 metros de media. Si dentro de esa nueva área de acción no se encontraran ejemplares, en ocasiones se amplía de nuevo para cerciorarse de que, efectivamente, los mosquitos no han escapado ni se han reproducido.

Aun así, la ausencia de detección no implica el levantamiento del estado de alarma, el cual no se producirá hasta pasados dieciocho meses contados a partir de la detección inicial del vector. Solo entonces se podrá afirmar con seguridad que fue erradicado o que su entrada supuso un caso puntual que quedó en nada. “Hay que esperar ese plazo se ha visto que pueden resistir ese tiempo en seco y, si volvieran a entrar en contacto con el agua, podrían emerger las larvas”. Por ello, si en esos mese de espera volviera a aparecer un mosquito, la cuenta volvería a reiniciarse desde cero.

El IUETSPC es el encargado de ejecutar el proyecto de vigilancia entomológica de Canarias en coordinación con la Dirección General de Salud Pública autonómica (que a su vez tiene un convenio con el Ministerio de Sanidad), que se encarga de la vigilancia epidemiológica mediante medidas como encuestas sobre la presencia de picaduras en la población, en cuya realización también participa el instituto. “Si aparecen picaduras en una zona del puerto no es tan alarmante, pero si lo hacen en una zona de vecinos, como ha sido el caso de las últimas apariciones de mosquito tigre en Santa Cruz de Tenerife, es necesario hacer esta encuesta entomológica en todas las viviendas para ver dónde se ha podido mover el vector en base a las picaduras”.

En caso de alarma, este protocolo de epidemiología también se activa en las farmacias y los centros de salud, de tal modo que quien acuda a quejarse de una picadura susceptible de ser de mosquito también debe rellenar esa encuesta entomológica y epidemiológica, en la cual se preguntan determinados datos que pueden dar pistas sobre por dónde se ha movido el vector. A partir de todos esos datos recabados, Salud Pública hace campañas de fumigación tanto en las viviendas donde se ha localizado el vector como en las zonas exteriores, así como en puntos de acumulación de agua donde pueden estar criando, ya que la forma más eficaz de control es actuar en sus fases inmaduras, porque hacerlo sobre adultos implica utilizar tratamientos más lesivos para el medio ambiente.

Todas estas actuaciones, como la colocación de trampas, forma parte de la vigilancia activa. Pero en este sistema también es importante la vigilancia pasiva, en la cual la colaboración ciudadana es esencial, puesto que se basa en la información sobre casos particulares que pueda llegar a los sistemas de vigilancia a través de canales específicos de comunicación. Por ello, Carolina Fernández recalca la importancia de que, si una persona ve un mosquito que le parezca inusual o recibe una picadura poco común, tome fotos y las envíe a la dirección de correo electrónico vectores.scs@gobiernodecanarias.org. “A veces te mandan la foto de una mosca o una pajarita, pero yo prefiero eso a que no nos manden nada. Es la manera de que nos llegue la información más rápida y, de hecho, fue la forma de detectar al mosquito tigre en Santa Cruz de Tenerife en 2023”.

Sara Rodríguez

Cooperación al desarrollo

Aunque el trabajo en la vigilancia de vectores invasores ocupa gran parte del trabajo del laboratorio, sus integrantes también han participado en otra clase de proyectos relacionados con la cooperación al desarrollo. Un buen ejemplo es el desarrollado gracias a una subvención del Gobierno de Canarias a través de la Viceconsejería de Acción Exterior, en el cual se actuó en dos barrios desfavorecidos de Praia (capital de la República de Cabo Verde ubicada en la isla de Santiago) para utilizar en las casas seleccionadas pintura insecticida provista por la empresa colaboradora Inesfly, cuya eficacia ya había sido probada tanto en Latinoamérica con chinches y en varias zonas de África con varios tipos de mosquitos.

Además de la actuación sobre los inmuebles, el proyecto incluía formación impartida por las técnicas del IUETSPC a las vecindades de ambos barrios, para concienciarlas sobre la gravedad de esta problemática y enseñarles cómo disminuir las poblaciones de mosquitos con sus acciones diarias de limpieza y eliminación de basuras y de acumulaciones de agua, además de la aplicación de las pinturas. Para el proyecto se contó con la colaboración de dos asociaciones juveniles que, junto a los propios vecinos, se encargaron de aplicar las pinturas. La satisfacción fue enorme y ya otros municipios han mostrado su interés en adherirse a iniciativas similares, por lo que ya se ha solicitado un nuevo proyecto con fondos europeos.

El caso es que, ya sea en Cabo Verde, en Canarias o en el resto de España y Europa, los mosquitos invasores se están convirtiendo en un problema creciente. Basta con comprobar la propia evolución de su afluencia en Canarias: el sistema de vigilancia existe desde 2013, pero no fue hasta 2017 cuando estalló la primera la alarma en una urbanización privadas en Puerto del Rosario. “En 2019 se dio por erradicada la especie (Aaedes aegypty) en Fuerteventura y no habíamos tenido desde entonces más avisos hasta marzo de 2022 en Santa Cruz de La Palma, la primera alarma de la última oleada y, ya de ahí en adelante, una tras otra”, recuerda Irene Serafín.

Dado que los mosquitos se desarrollan a partir de los 14 grados de temperatura, en Canarias ya se daban las condiciones para su llegada desde hacía tiempo, por lo que el factor que explica este aumento en las islas no es tanto el climático como la movilidad. “Hemos notado diferencias en cuanto al movimiento de personas, el tráfico de mercancías y, sobre todo, el turismo, que ha incrementado. Después de la pandemia, parece que la gente se ha animado muchísimo a viajar y tenemos un tráfico intenso de cruceros y aviones”, explica Carolina Fernández. En otras latitudes sí ha sido el aumento de temperaturas la principal causa de casos de enfermedades trasmitidas por estos vectores en Francia, Italia e incluso Rusia.

Por parte del Ministerio, la Universidad de Zaragoza es la encargada de realizar la vigilancia en el resto de comunidades autónomas. “Estamos en contacto con ellos y nos alaban, nos dicen que en Canarias se está haciendo un trabajo bastante exhaustivo. Pero cada vez se nos pone más difícil. (…) La perspectiva de futuro es que habrá que aumentar vigilancia. En 2023 ya tenemos varias alertas activas y vemos que el cambio global es real en nuestro archipiélago. Cada vez nos van a llegar más alerta, esto es así”.

Gabinete de Comunicación


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