Dulce Torres, técnica de la Sociedad Insular para la Promoción de las Personas con Discapacidad (SINPROMI), considera que el primer paso para la inclusión es la accesibilidad universal. “Hay numerosas barreras en el entorno y, a día de hoy, todavía no somos conscientes de que un 40% de la población se beneficia en algún momento de la accesibilidad universal”. Esta especialista en movilidad ha sido la encargada de inaugurar la jornada “De la accesibilidad universal al empleo inclusivo: acompañando a las personas”, que se ha celebrado hoy, martes 28 de noviembre, en el Aulario César Manrique en el Campus de Guajara de la Universidad de La Laguna.
Durante la inauguración, la vicerrectora de Estudiantes, María del Rosario Hernández Borges, señaló que este encuentro conmemora el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, que tendrá lugar el próximo domingo 3 de diciembre y está vinculado a la agenda 2030 de promoción de los derechos de las personas. “Desde las instituciones podemos repetir una y otra vez palabras como ‘inclusión’, ‘diversidad’ o ‘equidad’, pero si no las convertimos en valores, no estamos haciendo nada. La inclusión significa llevar los valores a la acción”, resalta Hernández Borges.
Francisco Díaz Cruz, director de Secretariado de Apoyo al Alumnado, añadió que las universidades asumen no sólo un rol importante en el ámbito académico y formativo, sino también en la proyección social y apoyo a las personas con discapacidad. “Desde la universidad estamos creando redes que trabajan en la inclusión con acciones de visibilización y sensibilización. Estas jornadas son una gota de agua para conseguir la inclusión total”, comentó.
En esta jornada se han expuesto las acciones que, desde el trabajo en red, se han creado desde varias universidades españolas para dar respuesta educativa al alumnado con discapacidad. Raquel Santana y Javier Castañeda, técnicos del Programa de Atención a Estudiantes con Discapacidad (PAED), han explicado las directrices para el acceso al empleo y las oportunidades profesionales promovidas desde el ámbito social y su conexión con la formación universitaria. “Nuestro objetivo es saber cuáles son las necesidades de este alumnado, a la vez que colaboramos con el cuerpo docente. Se han logrado muchos avances en los últimos años para ser una universidad inclusiva, pero todavía quedan muchas cosas por hacer. Queremos que el paso de estas personas por la universidad sea con el mínimo posible de barreras”, comenta Santana.
En su intervención, Dulce Torres recordó que SINPROMI ha querido reseñar en esta jornada que la importancia de la accesibilidad universal no es sólo para las personas con discapacidad, sino para todos. Los entornos y servicios están diseñados, en su mayoría, sobre la base de un modelo estándar que limita la autonomía de las personas con discapacidad y el ejercicio de sus derechos fundamentales. En Canarias, el 11,5% de la población tiene problemas de discapacidad permanente, y casi el 20% de su población tiene más de 65 años, a lo que hay que sumar la población con discapacidad transitoria, es decir, que se han roto una pierna o han sufrido un accidente y las personas que tienen problemas para caminar o moverse.
Desde 1995 se han establecido diferentes normativas para mejorar la accesibilidad, pero el problema es que no se aplican con rigor. “Nos olvidamos que no sólo tenemos que acceder a las instalaciones sino también que poder usarlas”, comenta Torres. Además, muchas veces la accesibilidad se incorpora después de haber realizado la infraestructura, cuando tendría que estar integrada desde el principio y, como hay falta de mantenimiento, las personas con discapacidad no pueden usarlas.
La accesibilidad debe ser transversal y tener un enfoque integral e inclusivo. Tiene que haber una accesibilidad física; una accesibilidad cognitiva, es decir, que las personas con discapacidad intelectual puedan orientarse en el entorno; y accesibilidad sensorial, que es la facilidad de acceder a los espacios a personas con limitaciones visuales o auditivas.
Por otra parte, la accesibilidad debe favorecer la autonomía personal con soluciones inclusivas. Se debe garantizar el acceso a parques naturales o edificios históricos respetando tanto el medio ambiente como el patrimonio. Además, la accesibilidad debe pasar desapercibida, con planteamientos sencillos desde el proceso de diseño que aseguren que las personas con discapacidad puedan acceder a todos los servicios, como una piscina con rampa en un hotel, una biblioteca en un centro universitario o instalaciones deportivas accesibles. “No hay que adaptar las infraestructuras, sino que el diseño desde el principio debe ser accesible para todos, sin necesidad de adaptación”, concluye Torres.