Desde la Antigüedad, la filosofía ha reflexionado sobre la naturaleza y lo humano, yendo más allá de lo aparente para tratar de llegar a las razones más profundas. Y, como es sabido, sus conclusiones no son siempre sencillas y, de hecho, en muchas ocasiones no ofrece respuestas, sino que formula nuevas preguntas. La complejidad, pues, parece intrínsecamente asociada a la filosofía y sus hallazgos.
Así que, cuando hace un par de años plantearon al catedrático de Filosofía Moral de la Universidad de La Laguna Domingo Fernández Agis el reto de escribir un ensayo destinado a adolescentes en el cual se explicara algo tan complejo y etéreo como el pensamiento zen, tuvo que hacer un alarde de imaginación para dar con el medio adecuado para llegar a un público tan especial. La solución fue utilizar uno de los formatos más populares entre ese rango de edad: el manga, ilustrado por el artista Taiji y, en un afán de fidelidad formal, siguiendo el orden de lectura japonés (es decir, de derecha a izquierda).
El resultado, titulado “Pensar de otro modo para vivir de otra manera. Una lección filosófica japonesa”, es ciertamente llamativo dentro de la prolija bibliografía del autor, con más de una quincena de volúmenes escritos en solitario, pero no es la única que utiliza formatos alejados de lo académico para desarrollar sus contribuciones filosóficas. Así, cuenta en su haber con libros infantiles como “La anguila Marilia” y “El pequeño olivo”, con los que introduce el pensamiento ecologista al público lector de menor edad. Y también ha cultivado la novela (“El cáliz de Corinto”) y el poemario (“Palabras de sal”) para adultos como ámbitos de expresión de sus reflexiones, además de los ya más habituales ensayos.
“Utilizo todos los recursos que puedo para desarrollar mis ideas y para poder difundirlas. Porque llego a cosas que son muy complejas y que hace falta explicarlas. Me apasiona porque es un reto muy fuerte y me encanta asumirlo porque te da una satisfacción enorme y haces nuevas amistades”, explica sobre esta pluralidad estilística. “Estoy continuamente publicando artículos científicos que están teniendo repercusión. Por ejemplo, hoy me mandaron un mensaje sobre un trabajo mío desde Corea de Sur, y desde Australia hace un par de días. Y a mí eso me encanta, porque lo que quiero es difundir ideas que son complejas y trato de hacerlas asequibles y que de alguna manera eso impulse el avance del conocimiento. Es una utopía, pero me parece preciosa y yo me meto en ella porque me apasiona”.
Filosofía de la ciencia
En su producción científica, Fernández Agis ha mostrado interés por la obra de autores como Michel Foucault, Jacques Derrida y José Ortega y Gasset, y asuntos como la política, la sexualidad y la estética. Sin embargo, la reflexión sobre los avances científicos ha ocupado una parte importante de su producción y centra el interés de su último libro, editado por el Servicio de Publicaciones de la Universidad de La Laguna y titulado “Cuestiones pendientes. Humanismo y ciencia en la cultura contemporáneas”. Este volumen, que recoge ideas que su autor ya había apuntado en textos anteriores y ahora quedan recopiladas y desarrolladas, aboga por encontrar un equilibrio entre el desarrollo científico y el humanismo, del cual depende en gran medida la posibilidad de que el futuro sea o no habitable.
“En el libro hablo con delicadeza de ello, porque son cosas muy importantes. A veces se producen aberraciones de muy diverso tipo en la investigación científica. Tan malo es el pesimismo como el optimismo ingenuo, porque hay gente que toda innovación que se plantee la ve positiva porque es una cosa nueva. Pero, oye, vamos a estudiar las consecuencias que puede tener. Todo hay que observarlo con mucho detalle”.
Ese interés por la ciencia le ha llevado a ser profesor del Máster en Bioética y Bioderecho, en el cual imparte actualmente la asignatura sobre “Aspectos éticos”. Cuando habla de su labor docente en este posgrado se muestra especialmente satisfecho con la colaboración establecida con un alumnado procedente de titulaciones de Ciencias de la Salud y, por ello, muy alejado a priori de la especialidad de Fernández Agis. “He establecido una relación que es muy valiosa para mí y para ellos. Lo normal es que eso no suceda. Humildemente, tengo que reconocer que yo también con ese alumnado aprendo mucho, porque empezamos a hablar de innovaciones y de cosas, y me cuentan y me ponen en el foro sus experiencias”.
Por ello, en los trabajos que forman parte de este máster pide a sus estudiantes que desarrollen no sólo los contenidos que forman parte del temario sino que reflexionen sobre cómo aplicarían esos aspectos teóricos en su actividad profesional. “El curso pasado dirigí cuatro Trabajos Fin de Máster y recuerdo a dos chicas que hicieron unos trabajos preciosos, se implicaron a fondo y le sacaron muchísimo partido a su conocimiento. Y al final, acabaron emocionadas y disfrutaron con una cosa que suele verse como algo pesadísimo”.
Bioética
Fernández Agis también es integrante del Comité de Ética de la Investigación y Bienestar Animal en la Investigación y uno de sus cometidos es analizar las propuestas de proyectos de investigación que llegan a este órgano y realizar un informe analizando sus posibles problemas éticos, para remitirlo a la comisión que, finalmente, tomará la decisión sobre si darle el visto bueno o no. “Hay propuestas de investigación que desde luego son muy originales y hay que apoyarlas. Pero también tienes que vigilar cosas”.
Explica que la dificultad en la realización de estos informes radica en que llevan su tiempo, pero, idealmente, deben hacerse a la mayor celeridad, puesto que en muchas ocasiones los equipos de investigación están a la espera del visto bueno del comité para poder optar a convocatorias de financiación y, si ese trámite se retrasa, podrían llegar tarde en los plazos para solicitar esas prestaciones económicas.
“A veces tienes que rechazar cosas”, explica. “En un caso concreto tuve que pedir que hicieran cambios en el plan de investigación porque no se podía aceptar tal cual, pues afectaba a niñas y niños. Aparte de ser doctor en Filosofía, lo soy en Derecho también y todo eso tiene muchísima importancia, no se pueden permitir ciertas cosas que afectan a menores. Les tuve que pedir cambios para que no se cometieran los abusos que se iban a cometer con esas criaturas. Si detectas algo de eso, tu obligación es denunciarlo. En lugar de rechazarlo de entrada, lo que hago es contactar con el grupo de investigación y explicarle lo que tiene que cambiar para ver si en los nuevos documentos se puede aprobar y que siga adelante”.
Inteligencia artificial
Al hablar sobre los peligros de la investigación científica, resulta imposible no preguntar a este catedrático de Filosofía Moral por el asunto más en boga en los últimos tiempos, la inteligencia artificial, un desarrollo tecnológico que, si bien no es nuevo, en estos últimos años ha llegado a un nivel de desarrollo y de generalización de su uso que ha suscitado no pocas voces que alertan sobre sus posibles peligros. Es un asunto que apasiona a nuestro protagonista y sobre el cual ya ha escrito algunos artículos.
“¿Qué ocurrió al principio? Que toda innovación de inteligencia artificial, fuera la que fuera, se valoraba positivamente y se aplaudía. Y ahora pasa todo lo contrario, hay montón de fanáticos que tienen aborrecido el desarrollo de la inteligencia artificial, y dicen que nos va a dominar. Y yo digo que eso dependerá de qué uso se le dé a ello”. En ese punto, reflexiona que no va a ser similar la utilización de esta tecnología en un país europeo a la de regímenes con mayor control por parte del poder como China o Rusia, en donde ya se está empleando para detectar mensajes disidentes en las comunicaciones privadas.
Aún consciente de sus peligros, Fernández Agis aboga por estudiar el desarrollo de esta tecnología sin caer en prejuicios, porque a su juicio posee aspectos que considera “preciosos y apasionantes”, aunque no es así como se ve por una gran parte de la población. “Lo cierto es que el buen uso de la inteligencia artificial está cambiado positivamente nuestro pensamiento y nuestra vida. Hay cosas horribles de esta tecnología, por supuesto, que tienen como fin la dominación más profunda. De acuerdo. Pero lo más bonito es lo otro”.
En este punto, pone como ejemplo un desarrollo que permite asimilar videos, fotografías, textos, archivos de voz y otros documentos de un ser querido fallecido y asimilar su personalidad hasta el punto de replicarla. . “No es que simplemente el ordenador reproduzca lo que tú has guardado ahí, es que la inteligencia artificial ha alcanzado un nivel tan extraordinario de desarrollo que tú le hablas y no te repite lo que dijo, sino que te responde como lo hubiera hecho, puedes conversar con esa persona no solo con el mismo sonido de su voz, sino con sus ideas, expresadas con su sensibilidad”.
En ese punto, planteamos a Fernández Agis que ese desarrollo podría ser perjudicial por interrumpir el proceso de duelo o mantener un estado ilusorio en el cual quien falleció sigue con vida. “No creo que evite el sufrimiento, sino que, en ciertos aspectos, produce un sufrimiento inédito e intenso, pero evita otros sufrimientos. La mente humana no es tan simple. Hoy en día, algunas líneas de investigación creen que se avanza dando una imagen simplificada de la estructuración de la mente humana. Pues no: yo pienso que lo positivo es reconocer su complejidad porque, precisamente a través de ella, podemos hacer innovaciones muy radicales”.
Desorden y biopolítica
De entre las múltiples materias que han despertado la curiosidad de este filósofo, quizá una de las más heterodoxas sea el desorden, concepto del que se ha ocupado en alguno de sus escritos. “La gente lo desprecia y yo defiendo que en el desorden encontramos líneas de creatividad que no debemos marginar y depreciar. Eso tiene una trascendencia a todos los niveles, no solo científico sino político”.
Así, argumenta que esa defensa a ultranza que las personas hacen del orden lleva a subestimar muchos elementos de la naturaleza porque en ellos impera el desorden. En su opinión, ello obedece a la necesidad de tener cierta sensación de control en las actividades productivas relacionadas con el campo, para las cuales es necesario que haya “un rígido esquematismo de orden que lleve al nacimiento y desarrollo de ciertos productos y alimentos”. Sin embargo, Fernández Agis recuerda el “ejemplo radical” de desorden natural presente en la física cuántica, que se ha desarrollado “como la rama más extraordinaria de la física contemporánea asumiendo el desorden real, el caos”, y tratando de encontrar su esencia. “Es un ejemplo muy claro de lo importante que es también el desorden. Entiendo que son ideas difíciles porque van contra los tópicos establecidos, pero nos pueden ayudar mucho”.
Otro concepto inusual sobre el que ha reflexionado el filósofo de la Universidad de La Laguna es el de la biopolítica, el cual, de hecho, centra el interés del grupo de investigación que dirige (“Bioética y biopolítica”) y es reflejo de su ya mencionado interés por la obra de Michel Foucault, dado que el concepto fue acuñado por el autor francés en 1974 y se refiere, sucintamente, al gobierno de las poblaciones entendido como gestión de la vida. “La biopolítica es algo poco conocido, muy complicado pero muy valioso”, explica. “Si queremos desarrollar adecuadamente la ecología, tenemos que enfocarla desde una perspectiva nueva, que es la biopolítica. Su resultado positivo puede salvarnos la vida a nosotros y a nuestros descendientes. Hace falta que le demos una importancia extraordinaria, porque otra cosa que ocurre es que se ha convertido en un tópico considerar que la ecología es como un lujo y un capricho. ¡Qué disparate! Hay que pensar en la ecología desde el paradigma biopolítico y, de esa manera, hacer una apuesta coherente por el futuro”.
En ese marco conceptual, la célebre Agenda 2030 podría entenderse como un grupo de medidas que suscribirían este enfoque biopolítico, el cual debería ser difundido más ampliamente para que fuera asumido por toda la población, no solo aquella con una sólida formación científica. Y de este modo poder realizar cambios importantes. En su opinión, en ese proceso de transformación social el enfoque neoliberal debería ser eliminarlo “porque no todo se tiene que centrar en obtener beneficios económicos. No digo tampoco que no valga la pena tratar de obtener esa rentabilidad, pero no puede ser esa la esencia de la vida”.
Derecho a la diferencia versus integrismo
Durante su trayectoria investigadora en el campo de la filosofía, en la que ha abordado tal disparidad de materias, Fernández Agis bordeó en muchas ocasiones cuestiones relacionadas con el derecho, lo cual le llevó a completar en 2017 un segundo doctorado, en Ciencias Jurídicas, en la Universidad de Granada. En su tesis doctoral se centró en el derecho a la diferencia, cuya defensa considera que se ha tocado poco pese a ser esencial en todos los aspectos de la vida.
“La diferencia, normalmente, se odia, quieren que toda la gente sea igual. Y hay que defender justo lo contrario. Las ciencias jurídicas suelen valorar, sobre todo, lo establecido, el conocimiento profundo de la legislación, que se respete y se aplique. Eso es importante, pero mucho más lo es rendir culto al derecho a la diferencia. Y luego, eso tiene que tener una traducción en el ámbito jurídico, pero también en el sociopolítico. Muchas personas sufren, incluso a nivel psicológico, porque no se les permite el cultivo de la diferencia y también porque esas mismas personas cogen miedo de expresarse como son. Por eso es importante trabajar en estos asuntos y que valoremos eso como todo positivo”.
Fernández Agis afirma esto reconociendo que se trata de un asunto muy delicado porque ese respeto a la diferencia tampoco puede caer en la permisividad con comportamientos extremistas. Y en este punto, se refiere especialmente a los integrismos de tipo religioso, con especial énfasis en el islamismo, cuyos peligros ha podido conocer de primera mano a través de algunos episodios vividos a lo largo de su vida. Para empezar, conoce la experiencia de su familia, que tuvo que trasladarse a Marruecos a causa de la Guerra Civil y donde él mismo nació, si bien permaneció en el país norteafricano solamente seis meses.
Ya de adulto recuerda algunos casos, como la ocasión en la que tuvo que llamar a la policía en Lyon porque vio cómo unos islamistas le pegaban una paliza a una pareja marroquí porque iba vestida a la manera occidental. O el caso de una compañera en la Universidad de Granada, también de origen marroquí, que cuando visitaba a su familia en su país de origen fue agredida por bañarse en una playa ataviada con un bikini.
“He trabajado en Francia y allí han asesinado a varios profesores que yo no conocía, pero que han dicho cosas similares a las que yo puedo decir. Eso no es aceptable. Y que no aceptes ese tipo de violencia radical no quiere decir que seas racista ni nada por el estilo, todo lo contario. Hay que tener una vida equilibrada y armónica respetándonos mutuamente. Si has vivido experiencias como estas te enfadas mucho y puedes acabar de un extremo a otro. Hay que trabajarlo y eso es delicado, porque lo más fácil es meterte en el bloque A o en el bloque B, y a veces lo que tienes que hacer es no estar en ninguno de los dos. Una cosa es que aceptemos la religión si hay respeto por los derechos humanos, pero no podemos aceptar las versiones radicalizadas. Que también podría haber integristas cristianos, locos hay en todos lados”.
El filósofo entiende que esa radicalización tiene sus raíces en los mismos orígenes de las religiones, que al principio podían estar amenazadas y, por tanto, quienes compartían esas creencias corrían peligro. “Respeto que haya gente que tenga creencias religiosas, siempre y cuando se puedan respetar: no podemos aceptar el asesinato, la violación, cosas por el estilo. Tenemos que defender la libertad de pensamiento sin que eso signifique que impongamos ideas diferentes: hay que respetar a los otros, es importante”.
Esa defensa del derecho a la diferencia le ha llevado a involucrarse en la Asociación de Bioética y Bioderecho de las Islas Canarias (ABBIC) de reciente creación, de la cual es vicepresidente y debate aquellas normas que afectan o van a afectar al comportamiento de las personas, procurando que tengan una trascendencia ético-jurídica. “Lo que vemos es que eso no se respeta y las innovaciones legales obedecen a intereses de partidos. Y, desde luego, si apostamos de verdad por la democracia, no debería hacerse así. El derecho debe convertirse en un instrumento de liberación, no en un instrumento dictatorial e impositivo. Hay que comprometerse con ello para que haya nuevas normas jurídicas que extiendan la justicia y la libertad en la sociedad”.
Gabinete de Comunicación