Seguro que sabías que solamente utilizamos el 5% de nuestro cerebro. Y que tomar azúcar es muy bueno para reactivar su actividad. Son hechos ampliamente difundidos… y totalmente falsos. De hecho, se trata de algunos de los mitos más extendidos que existen acerca del órgano más importante del cuerpo humano, que muchas personas dan por ciertos y evidencian que, todavía, existe mucho desconocimiento acerca de su funcionamiento.
La catedrática de Fisiología de la Universidad de La Laguna Raquel Marín Cruzado lleva desde 2016 inmersa en una cruzada divulgativa tratando de derribar esas creencias erróneas e introducir entre la población ideas mucho más innovadoras, como la estrecha relación entre el intestino y el cerebro y, por tanto, la importancia de nutrirse de la manera adecuada para mantener la óptima actividad del cerebro y frenar el inevitable deterioro. Gracias a su blog, sus tres libros divulgativos y sus colaboraciones en medios de comunicación, se ha convertido en una figura de referencia cuando se trata de abordar asuntos relacionados con la neurociencia.
Esta actividad mediática es fruto de una fecunda experiencia de tres décadas en la investigación de alto nivel, además con un rango inequívocamente internacional, pues antes de recalar en la institución académica tinerfeña en 1998 a través de un contrato Ramón y Cajal, previamente se había doctorado en la Universidad Labal de Quebec (Canadá) y trabajó como investigadora en dos prestigiosas instituciones radicadas en Nueva york, el Memorial Sloan Kettering Cancer Center -un centro oncológico de referencia en Estados Unidos- y la Universidad Rockefeller.
También ha asumido cargos de gestión, como responsable de Servicio General de Apoyo a la Investigación en 2014, y en dos ocasiones al mando de la Oficina de Transferencia de Resultados de Investigación. “Acepté porque creo que, si estás en la universidad, en algún momento tienes que estar en ese lado”. Confiesa que eso le ha ayudado a conocer más facetas de su personalidad y a valorar mejor los objetivos y aspiraciones de quienes forman parte de los equipos de trabajo. “La gestión es entender que quienes estaban antes también eran inteligentes y si no hicieron algunas cosas, sería por algo. El PAS es súper importante, porque ve hacia dónde vas, ha visto hacia dónde iba el anterior en el cargo, así que te puede orientar. Y te lleva a entender que puedes delegar, porque las personas que están trabajando contigo también tiene un objetivo y tenemos que ponernos todos en la misma línea”.
Licenciada en Medicina por la Universidad Autónoma de Madrid, Marín realizó su doctorado en Canadá por una serie de circunstancias personales. No fue fácil, para empezar, porque en aquellos momentos (mediados de los años 90), no había muchos acuerdos en materia de estudios con España, por lo que su licenciatura no fue homologada y tuvo de cursar un máster en biomedicina como trámite previo para acceder al doctorado. El idioma supuso una dificultad añadida: “Llegué con el inglés básico que estudiamos en España y allá la francofonía es un asunto sensible, nos daban un año para aprender el idioma. Realmente, nunca lo estudié porque no tenía tiempo al estar siempre metida en el laboratorio, así que lo aprendí a fuerza de oír y leer. Menos mal que en la universidad española me dieron una buena base en genética, mejor que la canadiense, así que no me hacía falta entenderles para poder responder”.
Coincidiendo en el tiempo con la defesa de su tesis, le concedieron un premio como investigadora en formación que le abría la posibilidad de realizar una estancia en algún laboratorio internacional, y eligió Nápoles. Tras dos meses en Italia, cuando volvía de un viaje de vacaciones a Venezuela, conoció en el vuelo de vuelta a quien sería su pareja, que vivía en Nueva York y, por ello, abandonó su estancia europea para dirigirse la “gran manzana”, en donde pudo trabajar gracias a que ya había solicitado la nacionalidad canadiense.
“Entré directamente en el Memorial Sloan Kettering Cancer Center porque ya tenía once publicaciones de mi tesis: como ni me gustaba el frío ni esquiar, en Canadá me dedicaba a estar en el laboratorio e incluso desarrollé una adicción al trabajo brutal. Y cuando terminé la tesis, tenía un buen currículo”. Esa reconocida adicción le pasó factura. “Me dio lo que en inglés llaman el “burnout”, es decir, se me “fundieron los plomos”, así que entre el Memorial y la universidad, estuve un año colgando abrigos en un pub. Era lo que necesitaba en ese momento y me daban bastante más dinero que con la beca. Estuve un año más rica y más tonta, pero también más relajada”, dice divertida al recordarlo.
Ya en la Universidad Rockefeller, contactó con el catedrático de Fisiología de la Universidad de La Laguna Manuel Mas García, quien la convenció para venir a Tenerife. “Solicitamos una beca al Instituto de Salud Carlos III, gracias a la cual me pude venir para acá. Luego, aunque es un caso algo atípico, solicité un contrato Ramón y Cajal desde la Universidad de La Laguna. Pedían tres años fuera y yo había estado seis”. Así es como llegó a la institución donde finalmente se ha afianzado, hasta obtener la cátedra en 2019.
Ya asentada en Tenerife, se incorporó a un proyecto de investigación en neuromedicina que el también catedrático en Fisiología Rafael Alonso Solís acababa de poner en marcha. Durante su periplo estadounidense, Marín había trabajado en oncología y parte de sus tareas habían consistido en provocar lesiones a células y tejidos para comprender los mecanismos de su degeneración, un bagaje que le fue de utilidad en este nuevo proyecto, en el cual hubo de realizar algo similar: aplicar amiloide (el agente desencadenante de enfermedades como el Alzheimer) a las neuronas. En ese punto, comenzó una línea de trabajo sobre neuroprotección y neurodegeneración asociada al Alzheimer en la cual ha encadenado doce proyectos de investigación desde entonces.
“Una vez que hemos analizado qué les ocurre a las neuronas cuando le haces lesiones varias, observamos que todas esas enfermedades asociadas al envejecimiento tienen un frente común: unas modificaciones en el comportamiento de la neurona. La neurona es una célula que, si no ‘habla’ con las demás, se muere. De manera aislada no sobrevive. Y su manera de hablar tiene que ver, precisamente, con la salud de su membrana”, explica la investigadora.
Esa degeneración de la membrana celular está relacionada con la pérdida de, sobre todo, grasas. “El cerebro es un órgano tremendamente graso pues la forma de hablar de las neuronas tiene que ver con los impulsos eléctricos y el mejor aislante natural es la grasa”. La pérdida progresiva de las proporciones adecuadas de la grasa que el cerebro necesita provoca que sus células se aíslen y mueran.
Lo insólito es que, pese a ser muy necesarias, el cuerpo humano produce esas grasas en una proporción muy baja, por lo que hay que obtenerlas a través de la dieta. “En nuestra evolución como individuos, seguramente nos hemos desarrollado mejor por acceder a un tipo de alimento que es fundamental para nosotros, que son las fuentes marinas y lacustres, es decir, las grasas esenciales Omega 3 y Omega 6. En una persona con Alzheimer o Parkinson, ves que esas grasas están desproporcionadas. Ahí es donde entra la alimentación, saber qué comer para mantener tus neuronas más saludables y que hablen con las otras”.
Esas grasas están presentes en pescados grasos como el chicharro, el arenque, el atún y el salmón, animales que, curiosamente, tampoco las producen: las acumulan. Según aclara la investigadora, la fuente casi universal de esa incorporación de grasas realmente se produce a través de la cadena trófica del fitoplancton y zooplancton. El pez más grande se va comiendo al más pequeño que, a su vez, se alimentó de esos microorganismos. Por ello, cuanto más grande sea y más dado a comerse esa grasa sea el pez, más beneficiosos va a ser para el cerebro humano.
La experta resumen en un concepto sobradamente conocido cuál es la mejor manera de alimentar el cerebro: la dieta mediterránea que, basada en pescado, grano, cereal, huevos, lácteos, carne magra y algo de carne roja con mucha moderación, suministra los nutrientes necesarios para tener un cerebro saludable. Detallando un poco más las razones de esta recomendación, explica que el cerebro es el órgano que más glucosa consume, que más omegas 3 y 6 necesita, que más depende de un intestino saludable para funcionar bien y el que más oxígeno precisa, lo cual genera más residuos de la respiración.
Así que, para los residuos de la respiración, hay que consumir antioxidantes naturales que hay en muchos vegetales, especialmente en todos los que tenga “colores vivos”. Para la salud intestinal, es necesaria la fibra presente en legumbres, semillas y cereales. Los omegas se obtienen a través de los aceites vegetales (linaza, lino, semillas, arroces, oliva, que es uno de los mejores porque también tiene bastantes antioxidantes natrales) y los productos de mar (algas, pescado, marisco).
En cuanto al aporte de glucosa, es quizá el factor sobre el que más dudas existen, generando el famoso mito sobre la necesidad de darle azúcar al cerebro para activarlo. Marín recalca la distinción entre azúcar refinado y glucosa, la cual está en todos los alientos e, idealmente, debería incorporarse de manera paulatina a la sangre desde el intestino, para que el cerebro tenga siempre el patrón de saciedad, que determina cuándo hay que comer o no.
“Si te metes un chute de azúcar refinado, tu hígado intenta gestionarlo malamente y tu cerebro no entiende la fructosa del azúcar refinado como glucosa y, por ello, no tiene la sensación de que ha comido, con lo cual sigues consumiendo calorías vacías que te engordan, pero no te generan saciedad. La recomendación, pues, son carbohidratos de asimilación lenta: legumbres, arroces, pastas que no sean modificadas y frutas. Y no olvidemos los lácteos, que ayudan al aflora intestinal”.
Actividad divulgadora
Estos consejos sobre nutrición forman parte de las obras de divulgación que han popularizado a Marín en los últimos tiempos. Como ella mismo explica, la actividad divulgadora está siendo cada vez más valorada dentro de la carrera investigadora. “De hecho, las Oficinas de Transferencia de la Investigación se llaman ahora Oficina de Transferencia del Conocimiento, se ha ampliado esa parte. Cada vez se entiende más que la universidad pública debe contar al mundo lo que hace para que el mundo se sirva de ello, ponerlo al servicio de la comunidad para que haya un retorno”.
En su caso, se introdujo en ese mundo de manera causal a mediados de la década pasada, cuando un compañero investigador Ramón y Cajal la invitó a impartir con él unas charlas sobre salud en centros de mayores que el Cabildo de Tenerife le había solicitado. “Él hablaría sobre cáncer y me ofreció ir a hablar sobre enfermedades neurodegenerativas. Cuando empecé a dar esas charlas para el abuelo y la abuela, me di cuenta de que la gente tenía una desinformación absoluta del órgano más importante de nuestra vida”.
Esa revelación le llevó a abrir su blog, cuyo propósito inicial era trasladar a un lenguaje sencillo y claro para el público general las novedades que iban apareciendo en la literatura científica internacional sobre neurociencia. Los artículos de esta bitácora tuvieron la suficiente notoriedad como para que la editorial barcelonesa Roca se fijara en su trabajo y le encargara un libro que acabaría siendo “Dale vida a tu cerebro”, publicado en 2018 y que ya ha llegado a su cuarta edición y acumula más de 60.000 ejemplares vendidos en formato digital y 14.000 en formato físico. Un año más tarde llegaría “Pon en forma tu cerebro”, que también ha alcanzado la cuarta edición y, más recientemente, “Alimenta el sueño para un cerebro sano”, surgida tras el confinamiento, cuando la investigadora se dio cuenta de que el insomnio se iba a disparar tras la crisis sanitaria y social vivida.
Realizar estos libros ha supuesto para Marín un cambio importante en cómo afronta su labor científica. “Empecé a observar el mundo, qué es lo que la gente comentaba en la calle sobre estos temas, empecé a preguntarle a la cajera del supermercado qué comía, para así saber en qué quiere saber la gente de lo que yo sé. Y como la editorial vio que no tengo miedo escénico, me llevaron a foros de diverso tipo: charlas, televisión, radio. Cada vez que sale un tema relacionado con neurociencia, me llaman y trato de llevarlo a la vertiente científica. Creo que es importante hablar de estas cosas, además de que me divierte y me gusta”.
De hecho, las solicitudes de medios de comunicación han sido tan abundantes que han obligado a Marín a bajar el ritmo y a seleccionar más cuidadosamente sus apariciones, puesto que debe compaginar la divulgación con su labor principal, la investigación. Aun así, ambas facetas han acabado mezclándose y la fisióloga revela que en los últimos años ha modificado completamente su forma de afrontar la actividad científica.
“Sinceramente, estoy en crisis de investigación. Porque cuando pides un proyecto, en las convocatorias tienes que poner su impacto científico y social, pero en el fondo estás iniciando algo de lo que, si eres honesto, no tienes idea, no sabes cómo va a acabar. Y yo soy muy sensible a todo lo que es el uso de fondos públicos”. Reflexiona que dedicarse a la investigación tiene mucho de “alimentar el ego”, pues se trata de demostrar ante la comunidad científica algo que ha comenzado como una intuición personal. En cambio, la divulgación exige “dejar el ego fuera, ser sincero, sencillo y práctico”.
El cerebro femenino
Su último proyecto de investigación se denomina “Alzheimer en femenino”, que ha obtenido la máxima financiación del Gobierno de Canarias y supone un cambio en su línea de investigación. “Preferí tomar riesgos y trabajar el cerebro femenino, que realmente está poco estudiado y supone trabajar con animales hembras, que es una gran dificultad porque los resultados estadísticos van a depender de si cicla un ejemplar o si lo hace el otro”. Un estudio con machos se puede hacer con pocos animales y, por ello, menos coste, mientras que con hembras son necesarios más ejemplares. Esa es la razón por la cual la mayoría de los modelos de estudio se basan en trabajos con ejemplares masculinos, cuyos resultados se extrapolan al sexo femenino. Y la experiencia demuestra que, en algunos casos, estos resultados pueden ser hasta perjudiciales para las mujeres, como se ha podido ver en ciertos medicamentos.
Por ahora, Marín está teniendo unos resultados prometedores en relación al estrés crónico, que afecta de manera distinta al hombre y a la mujer y para ellas supone una antesala al Alzheimer. “Ya tenemos una predisposición hormonal al llegar a la menopausia para padecerlo, si encima estás aumentando tu estrés, disparas la enfermedad”.
En ese punto, se refiere al “fenómeno silente pero sociológico importante” del perfeccionismo que afecta y enferma a muchas mujeres. “Tenemos la tendencia a querer ser perfectas: llevar la reunión, estar guapa para la foto, recoger a las 17:00 al crío en el colegio y hacerle la cena a las 20:00 porque se tiene que acostar pronto, y entre medias le has tenido que ayudar con los deberes. Es un estar constantemente con el toro de lidia pegado, eso te enferma mentalmente”.
Figura referente
Al margen de su investigación, Marín es consciente de que, por el hecho de ser una mujer con éxito en le ámbito científico, puede ser un referente para chicas jóvenes. Sobre ello, considera que es un “arma de doble filo” porque es consciente de que, por su aspecto y comportamiento, no responde a las expectativas que suele haber sobre cómo debe ser una científica.
“Hasta ahora, he sido la única catedrática de Fisiología que ha habido en la Universidad de La Laguna -dentro de poco habrá otra- y se espera de mí una imagen dentro la austeridad y la sobriedad clásica de la universidad… con la que estoy totalmente en contra (risas). Creo que la mujer tiene que ser ella misma. Entrar en este molde o no me da igual. Pero tengo claro que entrar en un molde masculino va a significar que las caderas no me quepan”.
En ese sentido, Marín reconoce que tiene un lado “excéntrico” que no le importa llevar a su trabajo. Tiene una manera de ser cercana, hace cabaret en la Escuela de Actores de Canarias y todo eso provoca que, en muchas ocasiones, no se la tome en serio. “Pero he trabajado mucho para estar donde estoy, nadie me ha regalado nada. Y eso me da una seguridad aplastante, no me importan las críticas. Encima, mido 1,83 y eso molesta a algunos hombres. Sé lo que puedo ofrecer desde la modestia y la sencillez. No pretendo ni ser rica ni ser famosa, ni nada parecido, pero siempre, por encima de todo, ser yo misma”.
Gabinete de Comunicación