Las II Jornadas de Salud organizadas por el Consejo Social de la Universidad de La Laguna finalizaron ayer, jueves 11 de mayo, con una sesión centrada en la salud mental y, más concretamente, la prevención del suicidio. El evento fue abierto por la presidenta del órgano colegiado, Dolores Pelayo Duque, y contó en la clausura con la presencia de la Vicerrectora de Cultura y Extensión Universitaria del centro académico, Isabel León Pérez.
El pediatra y psicólogo Pedro Javier Rodríguez Hernández abrió las intervenciones con la ponencia “Suicidio en la infancia y adolescencia. La nueva pandemia”. En ella advirtió del crecimiento exponencial de la sintomatología psicológica, conductual y emocional relacionada con este problema. Por ello, realizó recomendaciones como mejorar los recursos (porque “no se puede intervenir en salud mental con una cita cada seis meses”); mejorar la coordinación entre los dispositivos de salud mental, incluyendo la incorporación de psicólogos en Atención Primaria; optimizar la formación en pediatría; desarrollar la especialidad de Psiquiatría de la Infancia y la Adolescencia, inexistente actualmente; e implantar programas de promoción de la salud mental y prevención de conductas adictivas y de consumo de tóxicos.
El profesor titular de Psiquiatría de la Universidad de La Laguna Francisco Rodríguez Pulido presentó una serie de reflexiones a partir de la literatura científica sobre la prevención del suicidio, la cual resulta muy compleja al ser un asunto tabú que posee una dimensión tanto social como sanitaria. El ponente puso énfasis en las acciones de sensibilización en el sistema educativo y en otros agentes clave comunitarios, así como en el fortalecimiento de los servicios sanitarios y de salud mental. Eso sí, especificó que el plan de suicidio debe ser independiente del plan de salud mental, con un equipo propio. Otra de sus observaciones fue que la reducción de las tasas de suicidio requiere de una estrategia desplegable y efectiva que incida simultáneamente en los entornos, la población vulnerable y las personas con crisis aguda.
La tercera ponencia, “Prevención del suicidio desde el ámbito interpersonal: el papel de los iguales y la familia”, fue dictada por Rosario Josefa Marrero Quevedo, coordinadora del grupo de investigación “Optimismo, satisfacción vital, bienestar y salud” de la Universidad de La Laguna. En ella habló de los factores de riesgo familiares y sociales, advirtiendo de que, en condiciones adversas, las tasas de ideación suicida se triplican, las de planificación se cuadruplican, y los intentos se multiplican por diez. Aportó consejos acerca de cómo actuar ante una situación de riesgo: no dejar sola a la persona, reforzar el apoyo familiar y ponerse en contacto con los servicios de salud mental. En suma, abogó por un abordaje integral del suicidio atendiendo especialmente al entorno y promoviendo campañas específicas.
“Señales de alerta y protocolos de actuación como estrategias para la prevención del suicidio” fue el título de la intervención de Ascensión Fumero Hernández, del Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la Universidad de La Laguna. Señaló la importancia de fijarse en los cambios que experimenta una persona que podrían indicar intenciones suicidas: variaciones en la temática de su discurso, aislamiento de la familia y amistades, inestabilidad emocional y consumo de sustancias. También aportó consejos sobre cómo deben actuar los medios de comunicación ante las noticias sobre suicidio: no glorificar a la víctima, evitar la idealización, no publicar las notas que dejan los fallecidos, no dar razones simplistas e, incluso, evitar la propia palabra suicidio en los titulares y recordar la existencia del teléfono de atención 024.
La sesión finalizó con una intervención doble, a cargo de Cristina García González, coordinadora provincial del Grupo de Intervención Psicológica en Emergencias y Catástrofes, y Jesús Airam Acosta Díaz, enfermero coordinador del Servicio de Urgencia Canario. En ella hablaron sobre la prevención del suicidio, que debe partir del conocimiento y compresión de las propias emociones. Pusieron énfasis en vigilar las señales de alerta y ofrecieron consejos sobre cómo actuar con una persona que manifiesta sus intenciones suicidas: tomarla en serio, animarla a contar sus problemas, hablar poco para que sea su voz la que predomine, tocarla si es posible, no juzgarla ni reprocharle su manera de actuar, tratar de que acuda a un profesional en salud mental, entre otras. La clave es recordar que la persona que se quiere suicidar no desea morir, solo quiere dejar de sufrir.