¡El Rey ha muerto! Esta es la expresión que todo ajedrecista desea decir al inicio de una partida. Pero no busquemos en estos deportistas anhelos magnicidas. Seguro que jaquemate le suena más. Este anuncio de victoria nos llega desde el persa shāh māt que tiene varias interpretaciones. Unos autores defienden que se refiere a “rey indefenso o atónito”, mientras que otros, los más belicosos, hablan de asesinato real. Sea como fuera, este es el término que pone fin a la partida de un juego cuyos orígenes se entierran en la historia de la humanidad.
Dicen los expertos que el ajedrez es el producto de la evolución de otros juegos aún más antiguos. La mayoría coinciden en identificar el Chaturanga como embrión de lo que mucho tiempo después se conocería como Ajedrez. Este arcaico juego proviene de Persia y nació con un tablero para cuatro. En el siglo VI la expansión de los territorios árabes hace que este juego sea acogido por el mundo musulmán. Bajo esta influencia continuó evolucionando hasta su llegada al continente europeo, sobre el siglo IX, donde tendría una gran acogida. Aunque con no muchas diferencias, el ajedrez que jugamos hoy en día se remonta a los tiempos en los que Colón llegaba a América.
Todos conocemos el ajedrez. Tablero de cuadros bicolores, dieciséis piezas para cada jugador, divididos en blancas o negras. Seis tipos distintos de piezas: ocho peones, dos torres, dos caballos, dos alfiles, una dama y un rey. Pero sin duda, lo que hace distinto este juego de otros es que cada grupo de piezas tiene su manera de moverse en el tablero.
Alrededor de este mundo se ha creado un universo con sus torneos, publicaciones, escuelas e incluso famosos. No todos los juegos tienen nombres que son ídolos en el imaginario colectivo como Bobby Fischer, Garri Kaspárov o Anatoli Kárpov. Nombres que marcaron una época y que convirtieron a estos jugadores en auténticas estrellas del rock de los años 80 y 90. Inolvidable son las historias sobre su rivalidad o el famoso duelo entre el “hombre y la máquina” ¿Quién no se acuerda de Kasparov enfrentándose a Deep Blue de IBM? Tan importante es que tiene su propio día. Cada 20 de julio se celebra el Día Mundial del Ajedrez, proclamado el 12 de diciembre de 2019, por la Asamblea General de Naciones Unidas para conmemorar la fecha de la fundación de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) en París en 1924.
El ajedrez como instrumento educativo
Hace mucho tiempo que el ajedrez entró en las aulas, desde clubes en los colegios hasta metodologías adaptadas a la enseñanza. Sus defensores le achacan al ajedrez múltiples habilidades que son útiles en el aprendizaje del alumnado. Investigadores de la Universidad de La Laguna quisieron averiguarlo. ¿Practicar el ajedrez otorga ventajas cognitivas a sus jugadores? Ese fue el reto que lanzó en 2015 la doctoranda en Psicología Lorena García a su profesor, averiguar de qué manera la práctica de ajedrez ayuda a los alumnos -si lo hiciera- y compararlo con otras actividades deportivas como fútbol y baloncesto. Ramón Aciego, profesor titular del departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de La Universidad de La Laguna, recogió el guante e invitó a Moisés Betancort, profesor titular del departamento de Psicología Clínica, Psicobiología y Metodología, experto en diseño de experimentos. Los tres se pusieron manos a la obra para poner luz científica a un dilema que muchos defendían de manera desigual.
¿Jugar al ajedrez mejora las competencias cognitivas del alumnado? ¿De qué manera? ¿En qué contexto? ¿Más o menos que realizando otras actividades deportivas? muchas preguntas y un curso escolar por delante para comprobarlo. Se seleccionaron ocho centros educativos de Tenerife -cinco de primaria y tres de secundaria- que ofertaba la práctica de ajedrez como actividad extraescolar. Se dividió a los alumnos en tres grupos: el primero estaba dirigido por maestros con formación y experiencia psicopedagógica, donde el ajedrez era utilizado como excusa para desarrollar habilidades didácticas y mejorar en valores. “Desarrollaban una metodología basada en el aprendizaje significativo, la participación activa de todos los alumnos y el trabajo de capacidades cognitivas y emocionales”. El segundo grupo estaba dirigido por ajedrecistas en activo y estaba basado en la enseñanza y entrenamiento del ajedrez, como dicen los expertos, “basado en el tablero”. Al mismo tiempo se estableció un grupo de control con alumnos y alumnas que practicaban deportes como fútbol y baloncesto.
Aciego nos explica que a todo el alumnado participante se le pasó una batería de preguntas de rendimiento cognitivo y otras sobre adaptación consigo mismo y su entorno. “Tanto desde el punto de vista de autopercepción como la opinión de sus profesores”. El resultado fue sorprendente. Todos los alumnos mejoraron, algo lógico en el transcurso de un curso escolar “pero cuando contrastamos los resultados del grupo de ajedrez con los que practicaban otros deportes vimos que son muy superiores los primeros. Tanto en aspectos cognitivos como en aspectos de adaptación”.
Los resultados de este trabajo concluyó otro aspecto interesante. “El grupo donde el ajedrez es utilizado como recurso didáctico -grupo uno-, arrojó mejores resultados que el que estaba centrado únicamente en juego, en el tablero -grupo dos-. En este sentido los alumnos que utilizaban el ajedrez de manera más integrada, con actividades más lúdicas y transversales obtuvieron mejores resultados sobre capacidades cognitivas y emocionales. “El ajedrez es una buena herramienta educativa, sobre todo cuando traspasa el mero entrenamiento de estrategia y le das un sentido didáctico”. Los resultados indicaron otro resultado inesperado. Los alumnos del primer grupo eran mejores jugando al ajedrez que los que solo habían trabajado técnicas basadas en el tablero. Moisés Betancort lo explica de la siguiente manera. “El ajedrez integral y transversal se incorpora en la vida escolar como una actividad que puede vertebrarse en el currículum del alumnado. Esto es, a través de distintas actividades que permitan desde las etapas iniciales de la primaria, incluso diría infantil, ir desarrollando una serie de habilidades cognitivas básicas en el aprendizaje como la memoria visoespacial, la memoria de trabajo, la toma de decisiones, el pensamiento divergente, etc. y además todo en un contexto de iguales con lo que se potencia el trabajo colaborativo que implica empatía y por tanto desarrollo socioafectivo. El ajedrez en el aula implica una situación de aprender a ganar pero también a perder, en definitiva enseñar la tolerancia a la frustración, la constancia y el tesón, dos variables que correlacionan con el éxito académico. En definitiva, el uso de un juego eminentemente intelectual como el ajedrez pone en funcionamiento y entrena las funciones ejecutivas a nivel cognitivo, pero sin duda las funciones socioafectivas y el desarrollo socioemocional de los niños”.
¿Y por qué el ajedrez y no otros juegos de mesa? Aciego nos explica que el ajedrez tiene una demanda cognitiva mucho mayor que otros juegos de tablero como el parchís o las damas. Sobre todo, este ancestral juego es fundamental para estimular lo que los psicólogos llaman reserva cognitiva, que no es otra cosa que la capacidad que tiene nuestro cerebro para asimilar cambios. Cuánto mejor en forma esté y más ejercitado, mejor afrontaremos su envejecimiento, por ejemplo. “No podemos mantener el cerebro guardado en una caja toda nuestra vida para que no se estropee, al contrario, cuanto más lo usamos, mejor”. Y el ajedrez se ha mostrado como un banco de ejercicios ideal.
La ingeniería al servicio del ajedrez para invidentes
El ajedrez tiene una larga tradición entre las personas ciegas. Su facilidad a la hora de jugar y su gran penetración social, hacen de este deporte sea uno de los favoritos entre las personas con discapacidad visual. Tanto es así que es una de las nueve disciplinas que están amparadas por la Federación Española de Deportes para Ciegos.
El tablero y piezas apenas necesitan modificaciones para adaptarlo. Según explican en la federación “el tablero tiene los cuadros negros ligeramente más altos que los blancos, para hacerlos diferenciables al tacto. Las piezas negras llevan, en su parte superior, una protuberancia que las distingue de las blancas. Cada casilla del tablero tiene un orificio en el centro. En él se insertan las piezas, que disponen, en su parte inferior, de un pequeño vástago. Mediante este sistema, las manos del jugador pueden tocar todas las piezas sin derribarlas”. La única diferencia significativa es que juegan con dos tableros diferentes, cada jugador mueve sus piezas para no molestar al contrincante.
Uno de los elementos fundamentales en las partidas profesionales, es el reloj. Con él los jugadores no solo controlan el tiempo de juego, también le añade un componente estratégico y competitivo a la partida. La digitalización no siempre llega para facilitarnos la vida, en el caso de los relojes para ajedrez, solo bastaba retirar el cristal a los analógicos para que los jugadores pudieran tocar las manecillas, los nuevos marcadores digitales impedían esta opción. Para los jugadores ciegos ahora existen unos relojes digitales que disponen de un mecanismo de voz que “canta” el tiempo cuando se le requiere. El problema de estos dispositivos es que, al tener un público tan minoritario, los modelos que están en el mercado son muy caros, multiplicando por diez el precio de los convencionales.
El alumno del Máster Universitario en Ingeniería Industrial, Daniel Lorenzo, junto con Vanesa Muñoz, profesora titular del departamento de Ingeniería Informática y de Sistemas de la Universidad de La Laguna y David Abreu, profesor asociado del mismo departamento, se propusieron diseñar y fabricar un modelo de reloj más económico y mejor adaptado a las necesidades de los jugadores. Como reconocen los investigadores, la principal premisa del reloj es que fuera de bajo coste. “Que fuera fácil de programar para personas con discapacidad visual y económico”. Al final, una estimación del trabajo calculó el coste del dispositivo en unos 100 euros, incluyendo las piezas del tablero. Mucho más económico que los disponibles en el mercado. Pero esa no era su única ventaja competitiva.
Además, este reloj añadía otra serie de ventajas. Se diseñó de tal manera que cualquiera lo pudiera imprimir en una impresora 3D. Además se podía utilizar en época de Covid, donde se exigían unas distancias de seguridad entre jugadores. Como recuerdan Vanesa y David el reloj disponía de una pantalla de gran tamaño situada de tal manera que los jugadores podían consultarlo incluso cuando no estaban frente a frente. Se pensó en un reloj tanto para personas ciegas como para aquellas con deficiencias visuales, ya que el dispositivo dispone tanto de una gran pantalla como de una entrada de auriculares para escuchar los tiempos hasta en tres idiomas.
Este proyecto nació con la idea de volar por la red, de que se compartiera por todo el mundo. “Se pensó para que cualquier persona, en cualquier lugar del mundo pudiese imprimir las piezas, comprar los componentes en una tienda de electrónica y montarlo”. El dispositivo está a la espera de ser probado y valorado por jugadores que ya han mostrado su interés por este reloj nacido en la Universidad de La Laguna.
NOTA: Este reportaje es una iniciativa enmarcada en el Calendario de Conmemoraciones InvestigaULL, proyecto de divulgación científica promovido por la Universidad de La Laguna.
Unidad de Cultura Científica y de la Innovación (Cienci@ULL)