No es lo mismo cogerse un vuelo transoceánico para acabar aterrizando en Chile o Colombia, que llegarse hasta Cabo Verde, situado a 1.400 kilómetros de las islas Canarias, irse a la cosmopolita y siempre vibrante Londres o decidirse por pisar suelo chino tras afrontar un vuelo intercontinental que obliga a estar sentado en un avión, por no decir casi embutido, alrededor de 13 o 14 horas seguidas. Y todo ello si no hay escalas en medio capaces de estirar aún más una travesía, ya de por sí agotadora.
Eso (irse a estos destinos) fue justamente lo que hicieron Jorge Fernández, Dayana Cabrera, François Moreno, Alessandro Perluzzo y Alejandro Marín. Junto a ellos, Jorge Martín, Álvaro Pulido, Patri Sánchez, Santiago García, Alfredo Pazmiño y Gabriel Jaimes. Un grupo que cuenta en primera persona sus vivencias, tan intensas, vitales y únicas como las de sus otros compañeros, que este curso académico 2024/2025 decidieron dar el salto desde la Universidad de La Laguna a otros centros académicos radicados en destinos no menos lejanos y variopintos.
Argentina, Brasil, Gambia, Ghana, Guinea Ecuatorial, México, Cuba, Uruguay y Venezuela completan el ramillete de países en los que una parte de estos 23 estudiantes ha podido realizar un curso completo o un cuatrimestre de sus estudios de grado mediante las becas de movilidad extracomunitaria que ofrece el programa Santander Universidades. Mientras, otras personas han tenido la oportunidad de darse un baño de realidad en países emergentes como Argentina, Brasil, Cabo Verde, China, Colombia, Gambia (3), Ghana, México, Cuba, Uruguay y Venezuela gracias a la tercera edición de las prácticas de cooperación universitaria al desarrollo convocadas por el Vicerrectorado de Internacionalización y Cooperación de la Universidad de La Laguna y financiadas por el Cabildo de Tenerife, en grado y másteres.
De una forma u otra, la movilidad universitaria ha logrado trascender su función inicial de mero intercambio académico para erigirse en un genuino motor capaz de provocar una transformación, no solo educativa y cultural, sino social y económica. Porque el beneficio emana de todos para todos: el estudiantado, las instituciones implicadas y las sociedades involucradas, habilitadas para atraer talento y enfrentarse a desafíos que van desde los que plantea la pura logística hasta los que fomentan la inclusión e igualdad de oportunidades.
Es indudable que el impacto de programas como el Erasmus + en las movilidades académicas ha sido decisivo en el cambio experimentado en la educación superior europea. Según los últimos datos estadísticos respecto a la internacionalización universitaria correspondientes al curso académico 2022/2023, publicados por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades (MICIU), el Sistema Universitario Español (SUE) registró 149.278 estudiantes internacionales entrantes, de los que 61.552 participaron a través de programas de movilidad (incluido Erasmus) y 87.726 se matricularon de forma ordinaria en titulaciones oficiales.
Los salientes sumaron 46.725 estudiantes procedentes de España participantes en programas de movilidad internacional, de los que una gran mayoría, un total de 37.301, equivalente al 79,8%, procedía de universidades públicas presenciales. Si nos ceñimos a la movilidad dentro de la Unión Europea (UE), alrededor de 364.000 estudiantes universitarios (9% del total) participó en programas de movilidad en el extranjero durante 2022.
A pesar de la tendencia in crescendo experimentada en la movilidad estudiantil universitaria en Europa, y el hecho de que España esté consolidándose como un destino poderosamente atractivo para estudiantes internacionales, nuestro país sigue sin lograr arañar cifras tan elevadas como las de sus homólogos europeos. En 2022, los estudiantes internacionales representaban el 4,8% del total de la matrícula, mientras la media europea se situaba en el 8,4%, casi el doble.
Movilidades más allá del Erasmus
Pero los universitarios no solo se van de Erasmus. A pesar de que es un programa que se ha ganado a pulso su casi omnipresencia en la internacionalización de la educación superior, hay posibilidades de movilidad más allá de esta iniciativa comunitaria. La movilidad académica extracomunitaria en Europa ha experimentado un aumento significativo en los últimos años. Un reflejo del compromiso de las instituciones educativas europeas con la internacionalización y la cooperación global que se tradujo (el curso 2021/2022) en 62.293 estudiantes extranjeros matriculados en el Sistema Universitario Español (SUE), una subida notable respecto a los 52.420 del curso anterior.
Si se hace un recorrido por los principales países de origen del estudiantado extracomunitario, América Latina y el Caribe se sitúan a la cabeza, con Ecuador (15.962 estudiantes) y Colombia (14.810 estudiantes). En Asia y Oceanía es China el que lidera, con 12.525 estudiantes, mientras en América del Norte lo es Estados Unidos, con 7.717 estudiantes, y en África, Marruecos (7.456).
Uno de esos estudiantes que quiso vivir en primera persona la experiencia de realizar una movilidad académica extracomunitaria es Alessandro Perluzzo Patete, estudiante de Física de la Universidad de La Laguna, que está estudiado este curso en el prestigioso Imperial College London gracias a una beca del programa Santander Universidades para estudiantes de Grado salientes. Una iniciativa que ya va por su tercera edición.
“Me enteré de la existencia de estas becas a través de un correo de la Universidad de La Laguna”, dice tras reconocer que le sorprendió que solo podía elegir ese centro si era estudiante del Grado en Física. No le faltó tiempo para contactar con la última persona que había hecho el mismo intercambio que él. Quería conocer su experiencia en este centro, una de las mejores universidades del mundo y cuna de más de una docena de Premios Nobel y Medallas Fields.
Ahora puede contar la suya (experiencia) y confirmar que está tan contento de haber pasado un cuatrimestre allí que piensa volver después de las Navidades. “Londres es una ciudad rebosante de vida, de actividades, y haber estudiado allí me hace estar ‘superagradecido’ a esta gran oportunidad que me han dado. He conocido a muchísima gente, a estudiantes con los que comparto la ilusión por la Física y tengo que decir que ahora poseo una perspectiva distinta de cómo se hacen las cosas, y no solo fuera, sino dentro, en mi propia universidad. Aprendes a valorar cosas que antes pasabas por alto”.
La ilusión y ganas de Alessandro por irse a Londres no eran solo cosa suya. Se extendió a toda su familia. Sus padres siempre quisieron que, en cuanto tuviera la mínima oportunidad, fuese a estudiar al extranjero, por eso no dudaron ni un instante en animarlo y apoyarlo en esta aventura, como también hizo su hermana menor, que no lo dejó tranquilo hasta que lo vio con las maletas en la puerta, rumbo a Reino Unido. Y no porque quisiera librarse de él.
Y es que el país de William Shakespeare y los Beatles es, junto con España, uno de los principales destinos para el estudiantado de grado y máster. Tal y como apunta Eurostat, ambos (España a la cabeza) aglutinaron en 2022 a 364.000 alumnos que participaron en un programa de movilidad de al menos tres meses de duración. Sin embargo, y pese a ostentar el primer puesto en lo que respecta a las movilidades de grado (las de másteres las copaban los británicos) el estudiantado que lleva la avanzadilla en desplazamientos académicos es, con gran diferencia, el francés: un 49,5% del total en 2022, a gran distancia de los segundos, los alemanes, que sumaron el 14%.
Del Reino Unido a Chile
Dayana Cabrera Hernández no eligió Reino Unido para continuar sus estudios de Pedagogía. En su lugar, decidió marcharse a la ciudad portuaria de Valparaíso, en Chile, donde está ubicada la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Lo hizo porque una profesora de la Universidad de La Laguna se lo había recomendado, tanto a ella como a sus compañeros de grado. Era un buen sitio para estudiar y también un país recomendable para realizar una estancia académica.
A pesar de que reconoce que el choque cultural fue “bastante fuerte” al principio, y la inseguridad y el hecho de tener que estar en alerta de forma constante la abrumaban un poco, la experiencia vivida le ha ayudado a valorar mucho más lo que tiene en Canarias y la forma de vida española. Pero eso no quita para que destaque la increíble amabilidad de la gente chilena, habitantes de un país cuyos paisajes “no se pueden describir con imágenes”, como los glaciares de la Patagonia o las cataratas del Iguazú, “impresionantes”.
Sus planes, por ahora, pasan por terminar este año de carrera para poder convalidar el próximo curso el Grado en Pedagogía con el de Grado en Maestro/a en Educación Infantil, y hacer las prácticas también fuera de España. Poner en práctica la teoría aprendida es, precisamente, una de las ventajas que encuentra en Chile, porque considera que adquiere un mayor y mejor aprendizaje. “En la Universidad de La Laguna siento que a veces se centran demasiado en los contenidos teóricos y dejan a un lado esa parte práctica que nos preparará de cara a nuestra salida de la universidad”, dice Dayana.
Esta es una afirmación en la que esta futura maestra de educación infantil coincide con Jorge Fernández Alcaide, estudiante del Grado en Biología, que eligió Colombia, y en concreto la Universidad Internacional del Trópico Americano, ubicada en el municipio de Yopal, como destino para continuar sus estudios. “Hacía tiempo que quería salir y conocer algún lugar diferente donde pudiera encontrar animales que había soñado con ver alguna vez”.
Y su sueño se cumplió. Allá donde miraba, siempre veía algún pájaro o un insecto revoloteando a su alrededor. Es lo que tiene vivir en el trópico, la naturaleza se adueña por completo del entorno y lo doma a su antojo. “Todo alrededor es verde y crecen orquídeas y bromelias sobre los árboles, e incluso en los postes y cables de la carretera”. Y aunque la vida en un país como Colombia es “muy diferente”, y “la pobreza golpea duramente a las personas”, se sintió en todo momento seguro y acogido, pese a un incidente desagradable que quedó en un susto. De pensar que iban a asaltarlos (a él y a sus amigos) unos cuatreros en plena noche, a descubrir que se trataba de biólogos, como ellos, que cogían muestras en unas parcelas cercanas.
A Jorge las clases en Colombia le cogían toda la mañana o la tarde, con lo que tenía tiempo libre para entrenar, algo que había aparcado desde el año anterior para centrarse en sus estudios. En la universidad del Trópico hay menos alumnado, el profesorado es “muy cercano” y la forma de evaluar es “diferente”. “Hay asignaturas que no tenemos en la Universidad de La Laguna, como Biología Evolutiva o Sistemática, que ayudan a entender la biología como la ciencia histórica que es, y sentar unas bases que noto que no están del todo construidas en la Universidad de La Laguna”.
El modelo pedagógico colombiano
El destino elegido por Jorge también fue el preferido de François Moreno Hernández, con la diferencia de que a este alumno del Grado en Derecho que vive en la isla de Lanzarote y piensa prepararse oposiciones a la administración autonómica, ya había pisado suelo colombiano y conocía el modelo pedagógico implantado en sus universidades. “Reconozco que me enamoré de este sistema educativo, centrado en el estudiantado y con una verdadera evaluación continua”.
Y lo hace sin obviar que, otra razón de peso a la hora de hacer su elección por la Universidad Antonio Nariño (Bogotá), fue el hecho de que parte de sus raíces provienen del país que vio nacer al escritor Gabriel García Márquez. Por eso le resultó, cuanto menos “gracioso”, que al llegar la gente nativa pensara que era de la costa, por las similitudes entre el habla costeña y el deje canario.
La vida de François en Colombia la marca su jornada universitaria, concentrada en tres días de clase a la semana, con la excepción de los sábados, en que tampoco se libra de madrugar para encontrarse con sus compañeros, un máximo de 11 por clase, algo impensable en España, igual que el hecho de cursar una “carrera investigadora” desde el comienzo del grado. Hasta el momento ha podido ser ponente en dos congresos de investigaciones jurídicas y participar en lo denominan ‘semilleros de investigación’, donde no solo se anima a investigar, sino a intentar publicar artículos o generar productos de investigación.
Para él, esta es una manera de dotar de mayor visibilidad y accesibilidad a las carreras universitarias, que adquieren una dimensión diferente cuando se traspasan fronteras. Porque vivir una experiencia como la de Alessandro, Dayana, Jorge o François es posible si se está pendiente de las convocatorias para poder optar a ellas. Solo hay que tener una matrícula a tiempo completo en la Universidad de La Laguna, haber superado, como mínimo, 48 créditos e inscribirse en la plataforma habilitada para ello del Programa Becas Santander.
Estas ayudas, que también solicitó Alejandro Marín Dorta justo el día antes de que finalizara el plazo, han sido las que han hecho posible que este estudiante de Derecho pudiera contemplar en todo su esplendor la cordillera de Los Andes desde Santiago de Chile, o visitar el desierto de Atacama y la Patagonia, momentos impactantes vividos en el país donde ha realizado una estancia de cuatro meses en la Universidad de Chile.“Al principio lo que más me costaba no era la universidad en sí, sino cómo llegar porque, aunque vivía cerca del metro, por las mañanas se colapsaba y se me hacía difícil ir a la universidad, hasta que conocí rutas alternativas que cogían menos personas”, dice tras destacar lo que ya han dicho sus compañeros, el trato tan cercano y personal de los profesores debido a la menor presencia de alumnado en el aula.
Cuando Alejandro regrese a España, justo para celebrar la Navidad y comerse el turrón con la familia, sabe que le va a tocar seguir estudiando para prepararse los exámenes de enero porque en Chile no ha podido cursar todas las asignaturas del cuatrimestre. Y después, si todo sigue su curso y sale bien, volverá a hacer las maletas, pero esta vez rumbo a Hungría, donde le espera un segundo cuatrimestre como estudiante Erasmus.
Experiencia como punto de inflexión
El estudiantado de la Universidad de La Laguna no solo se decide a traspasar las fronteras extracomunitarias para continuar sus estudios de grado, también lo hace para realizar prácticas de cooperación internacional en tres continentes: América, África y Asia. Rumbo a ellos partía en mayo de este año una quincena de estudiantes de la institución tinerfeña, dispuestos a realizar prácticas por un periodo de uno a tres meses con el objetivo de implicarse en proyectos que mejoran las vidas de la gente y su entorno, iniciativas que persiguen la inclusión y una mayor equidad y justicia social, a la vez que fortifican la formación práctica internacional del estudiantado.
Seis meses después, a finales de noviembre de 2024, seis de esos 15 estudiantes pusieron voz a esas experiencias vitales ─ financiadas con apoyo del Cabildo de Tenerife bajo la denominación de Cooperar Cooperando─ en unas jornadas celebradas en el Vicerrectorado de Internacionalización y Cooperación en las que Álvaro Pulido, Patri Sánchez, Gabriel Jaimes, Santiago García, Jorge Martín y Alfredo Pazmiño explicaron en primera persona por qué este tipo de vivencias van más allá de lo académico, hasta el punto de ser capaces de transformar aspectos de su desarrollo personal, profesional y cultural.
Todos están de acuerdo en que una oportunidad como esta ha supuesto un punto de inflexión que les ha hecho ver el mundo desde una óptica muy distinta, a la vez que madurar y enfrentarse a nuevos contextos de trabajo en los que han conseguido ser parte activa, interactuando codo con codo con profesionales de otros países que se desenvuelven en las especialidades a las que van a dedicarse en un futuro próximo. En definitiva, escenarios en los que se han visto obligados a salir de su zona de confort.
Así fue para Álvaro Pulido, ingeniero agrícola, que tuvo que salvar la barrera idiomática en un país como China, donde son pocas las personas que hablan inglés, como pudo comprobar en la empresa de eficiencia hídrica de cultivos y nutrientes donde trabajó y en la que, a pesar del hándicap del idioma, todo fueron facilidades nada más llegar.
Sin embargo, no todas las personas que han realizado estancias de prácticas de cooperación internacional lo han hecho en empresas o centros de investigación. Otras las han realizado en ONG, como Patri Sánchez, alumna del Máster en Estudios de Género y Políticas de Igualdad, que reconoce abiertamente que su experiencia en Chiapas (México), trabajando con comunidades castigadas por la violencia, la pobreza y las desigualdades sociales, le ha cambiado la vida. “Es la experiencia más estimulante que he tenido nunca”, algo en lo que coincide con Jorge Martín.
Este graduado en Farmacia trabajó en la caracterización de dos bacterias que provocan diarreas en la población infantil caboverdiana. Lo hizo en la Universidad de Cabo Verde, donde llegó con “muchas expectativas” para reconocer, tras culminar su estancia, que las prácticas habían hecho mella en él debido al choque cultural tan potente respecto al modo de vida occidental. Aun así, eso no le impidió ejercer su labor sin perder el respeto a la cultura y tradiciones con las que se encontró.
El potencial de una mente abierta
Gabriel Jaimes, de Antropología, se decantó por Venezuela (Universidad Católica Andrés Bello) para realizar una estancia que le permitió abordar un estudio sobre el asociacionismo canario, nada fácil si se tiene en cuenta la crisis económica, social y diplomática que atraviesa el país venezolano. Unas circunstancias que, aunque no fueron sencillas de afrontar, le abrieron las puertas de determinados colectivos en los que aún se conservan tradiciones del archipiélago.
El mensaje que trasladó Jaimes sobre la importancia de hacer este tipo de movilidades con la “mente abierta” lo comparte Santiago García, que seleccionó Argentina como destino para poder colaborar con el activista y diputado Esteban Paulón, defensor de los derechos LGTBIQ+. También piensa lo mismo Alfredo Pazminho, protagonista del sexto testimonio de esta experiencia de prácticas que casi todos los que la han vivido tildan de transformadora.
Este estudiante del Grado de Antropología Social y Cultural se trasladó a Brasil para trabajar con la Universidade da Integração Internacional da Lusofonia Afro-Brasileira, especializada en la integración de la población africano-brasileña. Allí logró formar parte de la cultura del lugar y participar en ritos y celebraciones como si fuera uno más, algo un tanto inusual, sobre todo si se tiene en cuenta que cuando se elige un destino no se sabe a ciencia cierta lo que uno puede encontrarse.
Lograr gestionar esa incertidumbre inicial forma también parte de este aprendizaje tan enriquecedor, capaz de derribar estereotipos y prejuicios, una de las partes más reveladoras de una experiencia como esta, en la que la cooperación internacional es una herramienta clave para afrontar problemas globales y fomentar el desarrollo sostenible. Pero también es una oportunidad única para descubrir el mundo, formarse y capacitarse, así como para descubrirse a sí mismos y convertirse en ciudadanos globales de mentalidad abierta y espíritu inclusivo, sostenible y emprendedor. Y estas historias de movilidades extracomunitarias contadas en primera persona por el alumnado de la Universidad de La Laguna son una buena prueba de ello.
*Aquellas personas interesadas en solicitar información acerca de programas de movilidad extracomunitaria pueden dirigir sus consultas al Negociado de Programas Extraeuropeos (oriextra@ull.edu.es) de la Universidad de La Laguna.
Gabinete de Comunicación