En 711, los musulmanes llegaron a la Península Ibérica e iniciaron una nueva vida en un territorio hasta entonces desconocido para ellos. Así, se inició un intercambio cultural entre las poblaciones locales y los musulmanes que llegaron en el siglo VIII, lo que provocó una rápida expansión del islam en la región.
Con el tiempo, se produjo una transformación social impulsada por la propuesta integral de gestión económica y social que introdujo el islam, apoyada por un corpus de jurisprudencia. Además, estableció una política de hacienda pública bien definida. Todo ello logró sobreponerse a las estructuras existentes y dio lugar a la consolidación de un estado islámico, conocido como Al-Ándalus.
De esta manera, la rápida expansión del islam en aquel entonces dejó una huella indeleble en el ámbito lingüístico de la Península Ibérica. Palabras como aceite, almohada o tabaco son ejemplos de arabismos, es decir, términos del castellano cuyo origen se encuentra en el árabe.
“Contamos con un bagaje lingüístico importante”, afirma Dolores Serrano-Niza, profesora titular del área de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de La Laguna. Gran parte del vocabulario referente al agua o la comida, como el turrón o el mazapán, que se disfruta en las fechas navideñas, está lleno de contexto árabe.
Serrano-Niza destaca que el árabe medieval trajo consigo cultura material y sus palabras. “En castellano existen en torno a mil vocablos procedentes del árabe que usamos en la vida cotidiana y que, en algunos casos, han quedado anticuados porque el objeto que designan ya no se utiliza ni se nombra”, explica. Asimismo, el árabe ha ejercido una gran influencia en la toponimia. “Tenemos más de cuatro mil topónimos en los mapas que son de origen árabe”, sostiene.
Sin embargo, la influencia del árabe en la Edad Media también se extiende a la ciencia. El léxico de la medicina, la farmacología, la astronomía y la matemática se conformaron en torno a esta lengua. “Durante siglos fue el vehículo principal para la transmisión de textos científicos, tal y como hoy en día el inglés cumple esa función en el mundo académico”, afirma Maravillas Aguiar, catedrática del área de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de La Laguna.
Una variada terminología procedía del árabe, aunque en ocasiones el origen de estas palabras remontaba a lenguas más antiguas, como el griego. Lo importante es que, a través del árabe, estos términos llegaron al latín y, finalmente, a las lenguas romances. En este sentido, la labor de la Escuela de Traductores de Toledo fue fundamental. Gracias a ella, obras en árabe, que a su vez procedían del griego, fueron vertidas al latín y, posteriormente, a las lenguas romances.
“En general, las personas perciben al árabe como un elemento monolítico y aislado, asociado al islam”, manifiesta Aguiar. Sin embargo, el árabe es mucho más que eso. En la actualidad es una de las principales lenguas del mundo en los negocios y una de las más importantes de la humanidad por su trascendencia histórica y literaria.
El legado cultural y científico del mundo árabe es innegable. Por eso, cada 18 de diciembre se celebra el Día Mundial de la Lengua Árabe, que conmemora la decisión de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) de adoptar el árabe como el sexto idioma oficial de la organización en 1973. Esta lengua, hablada por más de 400 millones de personas, es también oficial en 22 países de África y Asia.
Retos
En la actualidad, el árabe enfrenta algunos retos en el ámbito académico occidental. Aguiar resalta que el profesorado de árabe debe llegar a un consenso sobre los contenidos que deberían impartirse. Deben decidir si continúan enseñando solo una lengua árabe estándar o si incluyen también un dialecto. “En los países árabes se están estandarizando determinados dialectos”, señala. “El dialecto árabe marroquí —dariya— está cada vez más estandarizado”, cuenta.
Por su parte, Serrano-Niza considera que la enseñanza del árabe atraviesa un momento delicado, ya que la cantidad de estudiantes que optan por los estudios árabes e islámicos está disminuyendo. “Quizás habría que relacionar este hecho con algunos factores externos, como el que exista una estrecha vinculación entre los estudios árabes y el islam como religión”, explica. Así, la investigadora recuerda que el árabe es un concepto lingüístico, no religioso, como lo demuestra el hecho de que existan numerosos arabófonos que no son de religión islámica, así como una gran cantidad de musulmanes que no hablan árabe, como los turcos o los iraníes.
Con el objetivo de mejorar su enseñanza, Serrano-Niza ha revisado los métodos didácticos empleados en el árabe. Como parte de este esfuerzo, la investigadora impulsó el proyecto Vocabulario audiovisual interactivo como recurso para el aprendizaje de léxico árabe, diseñado para abordar el principal escollo en el aprendizaje de este idioma, el vocabulario. Este proyecto le valió en 2015 el accésit del Premio de Innovación Educativa de la Universidad de La Laguna.
Además, es obra de esta misma investigadora su libro Aprendiendo a escribir en árabe, una herramienta que ayuda al alumnado con el aprendizaje de la escritura del alfabeto y que está disponible a través del servicio de publicaciones de la Universidad de La Laguna.
Serrano-Niza es miembro de la junta directiva de la Sociedad Española de Docentes de Lengua Árabe (SEDLA), una organización dedicada a promover la formación continua y el reciclaje entre el profesorado de árabe. Además, SEDLA fomenta el estudio del árabe en los ámbitos español e iberoamericano, así como promueve la colaboración y establece acuerdos con otras entidades y asociaciones afines.
Desde la Universidad de La Laguna, Aguiar y Serrano-Niza dedican su investigación al mundo árabe e islámico. Una de sus herencias más relevantes es la científica. De hecho, el árabe fue la lengua de la ciencia. Desde el siglo VIII, con las primeras traducciones realizadas en Bagdad, en la Casa de la Sabiduría, se llevó a cabo un esfuerzo importante para desarrollar una metodología de traducción. “Empezaron a indagar si un texto debía traducirse palabra por palabra o si, por el contrario, era más importante transmitir el sentido completo de las frases en la lengua de destino”, cuenta Aguiar. En aquel entonces pensaron que lo ideal era conformar un léxico técnico y una expresión escrita adecuada para la ciencia para así afrontar la tarea de traducir textos científicos que procedían del legado griego y de la India.
Léxico científico
Esta metodología desarrollada en Bagdad permitió a los traductores abordar textos científicos procedentes del mundo griego, bizantino e indio. Este trabajo logró enriquecer el conocimiento y crear un léxico científico. Este proceso siguió a lo largo de los siglos, resaltando movimientos como el de la Escuela de Traductores de Toledo.
Además, en estos textos, el lenguaje matemático es especialmente relevante, ya que en el siglo IX un matemático árabe comenzó a desarrollar una proto-notación matemática. Por ejemplo, utilizó la abreviatura de la palabra árabe shay —significa “cosa”— para designar la incógnita en una ecuación. Asimismo, empezó a emplear partículas del árabe para representar distintas operaciones matemáticas.
Sin embargo, a partir del siglo XIII el árabe entró en decadencia, motivado por la eclosión del Imperio otomano que trajo consigo muchos cambios. “Cada vez me convenzo más de que, a partir de ese siglo, las obras científicas tienden a ser referenciadas, en su mayoría, hacia lo que se conoce como la Edad de Oro de la ciencia islámica”, afirma Aguiar.
De este modo, a partir del siglo XIII no hay una actividad científica tan destacada en el mundo árabe. “Se produjo una vuelta de tuerca en la que Occidente apartó al mundo oriental de su devenir histórico”, afirma. Sin embargo, este aparente declive no marca el fin de las aportaciones, sino que abre paso a un cambio paradigmático, que vinculó el conocimiento islámico con el desarrollo científico de Occidente.
Personajes destacados
“Ibn al-Jatib, al-Qalasadi y al-Hayari fueron tres personajes importantes que vivieron momentos críticos de la historia, en los siglos XIV, XV y XVI-XVII”, cuenta Aguiar, quien ha traducido
algunos de sus textos al español.
Ibn al-Jatib, ministro de la corte de los nazaríes de Granada y los meriníes en Fez, dejó una obra poética extensa y compleja. Además, escribió sobre temas sanitarios, destacando la importancia de conservar la salud, desarrollando una especie de medicina preventiva. El doble ministro fue asesinado en su celda. También se le conoce como el de las dos tumbas o el de las dos muertes, ya que, tras su entierro, su cuerpo apareció quemado fuera de la tumba unos días después, y fue necesario enterrarlo de nuevo.
Al-Qalasadi, matemático del siglo XV, es conocido por su trabajo en el cálculo fraccionario, esencial en la distribución de herencias en el mundo islámico. “Vivió en el periodo de desaparición de Al-Ándalus y se refugió en el norte de África, donde se formó con diversos maestros”, explica. “Su obra no revela nada positivo ni negativo sobre su experiencia, simplemente dejó escrita su formación, lo que nos ofrece un panorama muy preciso acerca del tipo de formación superior de la época —gramática, derecho, literatura, etc.—”, agrega.
Al-Hayari, apartado de España a raíz de los decretos de expulsión de musulmanes y judíos, escribió una autobiografía que cuenta su proceso de reinvención tras el exilio. “La autobiografía incluso en momentos adquiere tintes novelescos”, cuenta. Describe su llegada a Marrakech, donde fue recibido por el sultán, quien alabó su dominio del árabe, destacando su acento andalusí.
Conexiones comerciales y culturales
Aguiar también ha analizado la historia intelectual y científica de los textos del Cairo mameluco y del Magreb al-Aqsà —el Magreb lejano—. “El Cairo mameluco está mucho más estudiado que la historia del Magreb al-Aqsà”, comenta. “Probablemente esto se debe a la tradición historiográfica, ya que Europa ha centrado su interés en la historia del Mediterráneo”, agrega. “Parece sorprendente que no tengamos más conocimiento sobre un territorio tan próximo al nuestro”, manifiesta.
“El Cairo mameluco se presenta como una ciudad muy burocratizada, con estamentos bien definidos y una organización muy legislada”, comenta Aguiar. Un aspecto clave era la cancillería, donde se registraba todo por escrito. Este sistema por ejemplo no está tan documentado en el Magreb al-Aqsà.
“Curiosamente, durante la Edad Media, el Atlántico se conectaba con el Cairo porque había una peregrinación y a los grandes movimientos comerciales desde la zona de Egipto hacia Mali a través de las rutas caravaneras”, señala Aguiar. De esta forma, se sabe que había una estrecha relación entre estas zonas debido al comercio. También existía una ruta de peregrinación, ya que, en ciertos momentos, personas del Marruecos medieval peregrinaban hacia la Meca. No obstante, aún no se conoce con detalle cómo era ese camino seguro que unía estas zonas.
Canarias
“Desde el siglo IX ya hay textos árabes que mencionan a Canarias como las islas afortunadas —al-ŷazā’ir al-jālidāt—”, afirma Aguiar. En 2022, junto con Kevin Rodríguez, investigador del área de Historia Medieval de la Universidad de La Laguna, publicó un artículo sobre la primera mención del topónimo Canarias en un texto árabe.
Hasta el siglo XVII se encuentran diversos textos breves que hacen referencia a unas islas situadas en Occidente. Sin embargo, un texto del siglo XIII destaca por aportar elementos más verosímiles. “En él se relata que un santo marroquí visitó unas islas, encontró varios asentamientos y permaneció allí hasta que enseñó a sus habitantes la oración de al-subh —oración islámica—”, explica. Además, señala que se debe confiar en la credibilidad del testimonio, ya que forma parte de una antología de biografías de santos y santas musulmanes de Marruecos en la Edad Media.
El historiador Ibn Jaldún aportó menciones más precisas sobre Canarias. “Señaló que no se navegaba hacia estas islas porque no existían cartas náuticas del Atlántico”, sostiene Aguiar. Además, describe a los habitantes isleños como personas que araban la tierra con cuernos y que peleaban lanzando piedras hacia atrás. “Aunque Ibn Jaldún nunca visitó las islas, probablemente basó su información en alguna crónica normanda del siglo XIV”, afirma.
Si bien Ibn Jaldún, quien falleció en 1406, afirmaba que no existía una cartografía del Atlántico, ya en 1375 se había elaborado el Atlas catalán, que incluía nombres de la costa atlántica de Marruecos y líneas de viento. Es posible que no tuviera conocimiento de este Atlas, dado que pertenecía a un contexto diferente. Sin embargo, atribuía la falta de navegación por el Atlántico a la ausencia de mapas de esa región.
Modernización del árabe
Durante el siglo XIX, en el marco del fenómeno de Nahda o Resurgimiento que tendrá lugar en los países árabes como Egipto, Siria y Líbano, y como consecuencia de ese renacimiento cultural, tiene lugar una revisión y revitalización del árabe fruto de lo cual se editaron obras de gran calado para su cultura como el Kitab al-mujassas, un diccionario escrito en Murcia en el siglo XI.
“En el contexto de la lexicografía medieval, es un libro incomprendido”, explica Serrano-Niza. Sin embargo, los reformistas egipcios del siglo XIX supieron aprovechar este diccionario para desarrollar el árabe contemporáneo, que presenta una gramática más simplificada y un vocabulario más sencillo. Esta variante del idioma, denominada la lengua de la prensa —lugat al-yaraíd—, corresponde al árabe moderno o estándar.
La investigadora realizó su tesis doctoral sobre el Kitab al-mujassas. “Formó parte de ese proyecto de modernización porque es, fundamentalmente, un tesauro de la lengua, un repertorio de vocablos y significados”, señala. Se trata de un diccionario ideológico que parte de un concepto central y organiza, a partir de él, todas las palabras relacionadas.
“Cuando realicé mi tesis, este diccionario era prácticamente desconocido en Occidente”, cuenta. Según Serrano-Niza, no se valoraba porque no se sabía cómo consultarlo. Uno de los resultados de su investigación es que el Kitab al-mujassas está pensado para ser leído, lo que explica la dificultad de usarlo como un diccionario convencional. “Es una auténtica enciclopedia”, afirma.
Indumentaria
A través de las palabras atesoradas en diccionarios medievales, Serrano-Niza se introduce en otros campos conceptuales como el de la indumentaria textil que aparece en textos históricos, literarios y jurídicos, así como en descripciones de cultura material. Por ejemplo, en Las mil y una noches, se describen palacios, tejidos y ropas. Sin embargo, los diccionarios no logran ofrecer traducciones precisas.
En árabe, según Serrano-Niza, existen diferentes términos para designar seda, al menos seis o siete. “Aunque estas palabras aparecen en los textos, los diccionarios suelen traducirlas todas simplemente como seda, sin diferenciar sus matices”, explica. Esto dificulta la traducción, ya que algunos textos señalan que se permite usar una palabra específica, pero es reprobable emplear otra. Sin esta aclaración, la persona traductora no puede interpretar el texto correctamente ni identificar a qué tipo de seda se refiere. Así, su investigación busca esclarecer las diferencias entre estos términos.
De esta forma, Serrano-Niza crea un vocabulario especializado que identifica el tipo de tejido, la materia prima o la prenda de vestir a la que se refiere el término. Recientemente, incluso ha llevado su trabajo más allá del léxico para entrar en el terreno de la reconstrucción. “Consulto muchas fuentes con las que reconstruyo elementos textiles y prendas”, cuenta. Un ejemplo de esto es la reconstrucción de una prenda morisca, la marlota.
Se conserva un ejemplar en el museo del Ejército, atribuida al sultán nazarí Boabdil. “A partir de esta prenda y textos históricos, colaboré con una persona especializada que hizo unos vídeos para reconstruir el diseño y el tipo de tejido”, cuenta. Esto constituye una forma de transferencia digital.
Espacio doméstico
En la Edad Media, en el espacio doméstico, las mujeres desempeñaban un papel fundamental. Aunque también transitaban el espacio público, eran en sus casas las responsables de transferir una rica cultura material: tejían, cosían y cocinaban. Incluso elaboraban su propia alfarería, fabricando cacharros para la cocina.
“Además, hay una cultura emocional que es trasmitida por las mujeres, como las costumbres”, afirma Serrano-Niza. Ejemplo de ello es la lengua. “No es gratuito que se denomine lengua materna, ya que son las madres quienes cuidan y enseñan el idioma”, sostiene.
Asimismo, la investigadora dispone de un trabajo en el que evidencia la comunidad emocional existente entre las mujeres judías, musulmanas y cristianas de la época. Un ejemplo de esto es un breve texto que demuestra que las mujeres cristianas prestaban vestidos a las moriscas para que pudieran casarse en bodas cristianas.
Por otro lado, aunque en Al-Ándalus existieron grandes centros de producción de seda patrocinados por magnates musulmanes, la elaboración de la seda siempre fue una actividad doméstica y familiar, realizada principalmente por mujeres. De hecho, según Serrano-Niza, durante la expulsión de los moriscos, se permitió que algunas mujeres moriscas permanecieran en Granada debido a su conocimiento en la producción de seda. “Granada se convirtió en un reducto de la seda, que también se trabajaba en otras regiones de Al-Ándalus”, afirma.
El legado de la seda de Granada se extendió a diversos escenarios atlánticos, como México y Canarias. “Cuando realicé la investigación, conocí a unas tejedoras de La Palma, cuyo proceso era exactamente igual al que se realizaba en Granada”, relata. Además, las tejedoras le confirmaron que el trabajo de la seda era una industria familiar. Así, el árabe no solo representa una lengua, sino un puente cultural y científico que ha perdurado a lo largo de la historia.
(Este reportaje es una iniciativa enmarcada en el Calendario de Conmemoraciones InvestigaULL, proyecto de divulgación científica promovido por la Universidad de La Laguna).
Unidad de Cultura Científica y de la Innovación (Cienci@ULL)