Edwin Williamson (Edimburgo, 1949) llega a esta entrevista alrededor de las 13.20 horas, tras dar por finalizada una charla sobre la evolución de los estudios de español que se imparten en Reino Unido, una de las dos conferencias que este hispanista de lujo y profesor emérito de la Universidad de Oxford impartió al alumnado de la Sección de Filología de la Facultad de Humanidades de la Universidad de La Laguna, con motivo de la celebración del Día del Libro.
La primera, un par de días antes, había versado sobre la interpretación romántica del Quijote, una obra que lo sedujo hace ya muchos años, y cuyo estudio lo ha encumbrado hasta el podio de los ‘siglodeoristas’ y, más concretamente, al elenco de los renombrados expertos que profesan una pasión cervantina capaz de desmigajar con rigor y a conciencia El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605), la obra más importante de la literatura española y, para muchos, la obra cumbre de la literatura universal.
“El Quijote no solo ha influido en escritores, sino en poetas, dramaturgos, artistas, pintores, cineastas… Hay hasta tebeos y series de dibujos animados sobre la gran obra de Miguel de Cervantes, y es precisamente este hecho el que muestra el poder que sigue teniendo esta novela, incluso 400 años después de su publicación. Es indudable que sus protagonistas están en el imaginario universal. Por algo es el libro más traducido de la historia”, argumenta Williamson, no sin incidir en el profundo interés que la locura del ingenioso hidalgo continúa despertando hoy en día.
Porque, aunque parezca que sobre Cervantes y el Quijote ya está todo dicho, no es así en absoluto. El que fue calificado en 2002 como “el mejor trabajo literario jamás escrito” −según las votaciones de un centenar de escritores de 54 países distintos, a petición de la editorial Club Noruego del Libro− suma casi 2.600 ediciones posteriores a 1831 (recogidas en el catálogo de la Biblioteca Nacional) y alrededor de 600 millones de copias vendidas en todo el mundo. Dos poderosas razones que acreditan que la obra de Cervantes sigue más vigente que nunca en pleno siglo XXI.
“Siempre ha habido, y seguirá habiendo, mucho interés por el Quijote, además de numerosas interpretaciones encontradas que entran en conflicto unas con otras. A mí me ha entusiasmado siempre la idea de tratar de explicar lo que yo denomino el poder cultural del Quijote, y llegar a desentrañar por qué sigue tan vivo cuatro siglos después de su publicación”. Para ello hay que preguntarse cuál fue la fórmula empleada por Cervantes para que su obra sea universal, atemporal, y siga suscitando expectación en quien la lee.
Una locura original y ambivalente
“A mi modo de ver, es el carácter particular de la locura de don Quijote. Yo creo que eso es lo que explica ese poder que tiene la obra. Cervantes supo desarrollar esta locura de manera imprevisible, originalísima, y fue capaz de convertir a este loco maravilloso en una figura que, en cierto modo, capta la condición humana de la modernidad, porque es una locura que se vuelve muy ambivalente. Por una parte, uno se ríe de las locuras del Quijote, pero por otra, se da perfecta cuenta de que es un ser de cierto patetismo que genera un sentimiento de compasión”.
Para este cervantista, ese “hombre inteligente envuelto en una locura que no le permite distinguir lo real de lo irreal”, protagonista de “la primera gran novela de la literatura mundial”, según palabras del filósofo crítico literario húngaro Georg Lukács (Budapest, 1885), está envuelto en dos grados de locura. El primero es un estado de locura atado a las ficciones caballerescas que percibe como verídicas y absolutamente reales; el segundo, una locura que lo lleva a querer transformarse en un caballero andante capaz de restaurar la orden de caballerías en la España del siglo XVI.
“Es en la segunda parte del libro cuando crece especialmente la disparidad entre el primer y el segundo grado de su locura. Aunque hasta el final, Cervantes lo presenta como un hombre que cree en la absoluta verdad de los libros de caballerías, en la segunda parte del libro empieza a dudar de si será capaz de realizar un destino caballeresco, una duda que va creciendo poco a poco y le hace sufrir porque se da cuenta de que no va a poder alcanzar su meta”.
La coexistencia de ambas locuras en la figura del ingenioso hidalgo, cuyas andanzas han sido traducidas a 140 idiomas distintos (la primera al inglés data de 1612) es solo uno de los muchos aspectos cervantinos abordados por Williamson a lo largo de su dilatada y exitosa trayectoria como humanista. Con más de 50 conferencias impartidas por todo el mundo, este reconocido miembro correspondiente de la Real Academia Española por el Reino Unido desde 2016, que ocupa la cátedra «Alfonso XIII de Estudios Hispánicos» de la Universidad de Oxford, ha desentrañado la figura de don Quijote desde distintos puntos de vista.
El nuevo prisma al que quiere acercarse ahora, desde su situación de profesor emérito, es tratar de explicar, hasta donde pueda, cómo llega Cervantes a escribir el Quijote y por qué se la considera la primera novela moderna europea. Para ello se apoya, tanto en su interpretación de la obra, como en otras tantas que han centrado los debates académicos e intentado desentrañar su significado en el contexto contemporáneo.
Esta labor la realiza en colaboración con otros estudiosos de la producción de Cervantes. “Estoy tratando de reflejar las cuestiones que han provocado ciertos debates sobre el significado del Quijote, como la idea de que es un libro burlesco. A pesar de que Cervantes lo escribió para ridiculizar las novelas de caballerías, y así lo hace saber en su prólogo, los escritores románticos del siglo XIX pensaron que, a pesar de que se gestó y comenzó como un libro burlesco, adquirió ciertas dimensiones e implicaciones serias que, según algunos cervantistas, no formaban parte de la intención de Cervantes cuando se puso a escribir el libro”.
La dualidad burlesca y romántica
Más allá de saber hasta qué punto el Quijote podía ser algo más que un simple libro burlesco o cómico, y si los románticos tenían razón en ver elementos patéticos, melancólicos e incluso trágicos en la condición de don Quijote, Williamson se posiciona en un terreno neutral. “Yo termino diciendo que el Quijote no es un libro enteramente cómico, pero tampoco enteramente trágico, porque su locura es intrínsecamente absurda, pero, por otro lado, es esa misma locura la que crea una situación problemática y con matices trágicos para el personaje en la segunda parte del libro”.
Es en esa segunda parte cuando el ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha “empieza a dudar de su propio destino caballeresco”. Para el experto de Oxford es más que razonable que en la concepción original de la novela (cuando Cervantes comenzó a escribirla) fuese burlesca, pero a medida que comenzó a evolucionar, enriquecerse y volverse más compleja, “llegó a tener cierto sentido que don Quijote se convirtiese en una figura única y enigmática, con cierto poder fascinador. Sin lugar a dudas, Cervantes no fue consciente de que esto fuera tan decisivo para marcar la frontera con la novela moderna”.
Llegados a este punto, podría decirse que el ingenioso hidalgo no es ni una cosa ni la otra. «Ni un mero bufón, ni un idealista o romántico”. Y es esa dualidad lo que convierte al personaje de Cervantes en una especie de imán irresistible que sigue atrayendo a todo tipo de artistas. “Todavía tiene la fuerza suficiente como para inspirar a todo un Salman Rushdie” (Bombai, 1947), comenta en referencia al penúltimo libro del escritor de Los versos satánicos: Quijote, una novela publicada en época prepandémica, y en la que su protagonista enloquece a causa de ver televisión a todas horas. Una sátira de la sociedad actual, cuyo protagonista y su alter ego viven una auténtica dualidad quijotesca.
“Los antirrománticos, los que rechazaron la novela, solo la venían como un fun book, y no tuvieron en cuenta que la intención de un artista se puede complicar conforme va elaborando su narración. Por eso, el crítico británico habla con claridad sobre la intención del autor, que va por un lado, mientras su invención, va por el otro. “Cervantes va evolucionando conforme se va dando cuenta de las enormes potencialidades de este personaje”.
Solo hay un don Quijote de la Mancha, pero adaptaciones hay muchas, tantas que, solo en el cine, el ingenioso hidalgo ha inspirado alrededor de un centenar de versiones cinematográficas. Entre ellas, una de las más polémicas y que tardó varias décadas en ver la luz, fue la estrenada por Terry Gilliam en 2018. El excomponente de los Monty Python ‘daba a luz’, por fin, a su película El hombre que mató a don Quijote, con escasa acogida y sin demasiado éxito de crítica.
La difícil senda de las adaptaciones
El cineasta Orson Welles fue otro de los artistas fascinados por el personaje creado por Cervantes. El director norteamericano casi consigue (tras más de una década de intentos) finalizar su Don Quijote de Orson Welles, pero falleció antes de poder acabar el montaje de la cinta. Y es que trasladar a la pantalla grande una obra tan larga, densa, compleja y rica en matices, no es nada fácil.
“Es cierto que las adaptaciones cinematográficas sobre el Quijote no han conseguido gran éxito, probablemente porque representar de una manera visual una obra literaria como esta es muy difícil. Con las adaptaciones se pierden un poco de la complejidad, sutileza y matices del texto. No sé si una adaptación audiovisual, que las hay, y muchísimas, puede captar la riqueza imaginativa que esconde la obra”, asegura Williamson, quien tampoco es muy partidario de sucumbir a las adaptaciones literarias, cada vez más frecuentes. Solo en serbio, existen trece versiones literarias de la segunda obra más vendida del mundo, después de la Biblia, recogidas en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
“Tengo que admitir que como cervantista sería para mí una gran pérdida si nadie leyera el Quijote o conociera la historia de este caballero loco sin entrar en una lectura profunda del libro que escribió Cervantes originalmente. Que se pierda el mito sería una pérdida para la cultura, en general, y no solo para la española. Por eso, quizás, admitiría que tiene un valor considerable la adaptación o modernización del texto mientras no se vulnere y no pase por no ser lo que escribió Cervantes”.
Para conseguirlo “no hay que perder de vista el texto original”, una tarea harto complicada porque, a su vez, forma parte de un problema bastante más profundo e intrínseco a nuestra cultura y sociedad, donde hay “muchas maneras de perder el conocimiento profundo”. “Leer una obra de más de mil páginas en un español complejo y más anticuado −y peor si se es un extranjero− es un auténtico reto, pero creo que el problema es más hondo porque estamos pasando de una cultura textual o literaria, a una visual, y todavía no se sabe cómo va a afectar a los estudios universitarios o las carreras basadas en los libros y textos impresos”.
Sea como sea, este cervantista consumado continúa ahondando en el universo literario de Cervantes, dedicación que comparte con el de Jorge Luis Borges (su obra Borges. Una vida, está considerada la mejor biografía del escritor argentino) para, en esta ocasión, adentrarse un poco más en la vida de Miguel de Cervantes. “Sobre el autor se conoce ya mucho, pero yo no he trabajado la biografía de Cervantes, lo que ha trabajado siempre es en su obra, por este motivo, quiero ahondar en su vida, dentro de su contexto, para el público anglosajón, que conoce mucho sobre el Quijote, pero no tanto sobre el resto de su obra, ni acerca de la realidad de la historia general de España en el siglo XVI y principios del XVII”.
Este nuevo trabajo sobre Cervantes en el que está ahora inmerso lo compagina con un artículo sobre Borges, que publicará en un libro colectivo, cuya edición de la mano de Oxford University Press, está prevista para el próximo mes de agosto. Dos aportaciones que se añaden a la larga y fructífera lista de este hispanista cuya fascinación inextinguible por la literatura cervantina lo ha perpetuado en esa larga tradición de británicos seducidos por las letras españolas, que dedican su vida a estudiarlas.
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