El docente de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales de Argentina Carlos Skliar ha sido el encargado de ofrecer hoy 23 de octubre en el Puerto de la Cruz la ponencia de clausura del congreso internacional EUTIC que se celebra estos días en la Universidad de La Laguna, y dedicado a la complejidades pedagógicas y comunicativas de las generaciones digitales.
Auspiciado por el grupo de investigación Pedagogía Crítica, dirigido por la catedrática Mª Lourdes González Luis, el congreso ha pretendido ofrecer una visión crítica sobre los usos tecnológicos y las interacciones humanas. Más de cincuenta ponentes de doce países han participado en este evento científico que ha sido clausurado hoy bajo la presidencia del vicerrector de Transformación Digital, Vicente Blanco.
La desigualdad, la exclusión, la violencia estructural y los discursos del odio no han experimentado cambios, pese a los grandes avances tecnológicos, sostuvo Ángela Sierra, directora de la Cátedra de Hermenéutica Crítica, Ángela Sierra, en la sesión de cierre. Cuál es la naturaleza de mis relaciones en línea, se preguntó la filósofa, y qué tipo de sociedades estamos creando en la pantalla y fuera de ella fueron algunas de las cuestiones por ella observadas. La consejera de Universidades, Migdalia Díaz, señaló en el acto de clausura que las TIC están redefiniendo nuestro mundo, en un escenario de complejidad sin precedentes, para adelantar algunas pinceladas del borrador de la ley autonómica de la ciencia. “Necesitamos una ética de la era digital”, indicó.
El propio Blanco afirmó que cada vez tiene mayor interés en el cambio personal que producen las tecnologías. La reflexión sobre los procesos de digitalización debe estar en el centro del debate, dijo, señalando que hay que alzar la voz para propiciar la escucha y la reflexión crítica, “ayudando a los estudiantes a narrar su propio futuro”.
El profesor Skliar, conferenciante de clausura, se centró en el fenómeno del ‘tecnofeudalismo’, con una visión muy crítica sobre los procesos de la comunicación del mundo actual, apuntando que “cuanto más participamos en la vida de las plataformas digitales más dependientes somos de ellas”, dijo.
Señaló que estamos en una época en la que reina el “absoluto desacuerdo”, como atributo principal de toda conversación. El ponente hizo un alegato en defensa de la propia tierra, indicando la importancia de cuidarnos unos a otros, proteger la infancia, cuidar la memoria del olvido. “Hay que cuidar y cuidarnos”, dijo, y se mostró muy de acuerdo en volver la mirada hacia el poder genuino de la narración.
“Prestar atención al mundo o a las pantallas se ha convertido en un dilema existencial, pedir atención o entretener la atención, atender a la historia del mundo o a nuestro propio interés”, contrapuso el orador. “No se trata de atacar o desistir de esta dictadura tecnológica, sino de darnos cuenta de lo que se puede perder y de hecho se está perdiendo”, explicó, al advertir de la caída sin remisión en la banalidad del lenguaje.
Para el escritor, que ha desarrollado varias estancias de investigación en la Universidad de La Laguna, la exposición al mundo es un encuentro con otras presencias, “eludiendo la trampa de ser uno el único punto de partida y de llegada”. Por eso, en su opinión, para narrar es necesario recordar. “La narración interrumpe la quietud de la memoria, y este modo de narrar nada tiene que ver con la técnica. Es un oficio que conversa sobre la memoria y los olvidos”, explicó Skliar. “Contar es hacer las preguntas más temidas y más amadas, y también las más pequeñas, las que le dan sentido a la vida”.
Para Skliar, es preciso crear narrativas “de compañía y de cuidado”, implicarse en una suerte de fascinación, de prestar atención, dijo. Esto no tiene nada que ver con contar historias dentro del marketing de contenidos, repuso, pensado para promocionar una marca, al tiempo que afirmó que los lectores ahora son usuarios y usuarias, en un proceso ansioso de compra.
“Cabe preguntarse si estamos ante el fin de la narración, frente a unas micro narrativas lejas de pretensión de verdad”. No solo se trata de un cambio de formato, sino que afecta a la propia comunicación y la afección. La dejadez de la correspondencia humana es una suerte de abandono de la conversación, sostuvo el pedagogo. “Mientras haya dolor e injusticia habrá narración, y también mientras exista cuidado colectivo, comunidad y alegría”, concluyó.