La mayor presencia de mujeres en ciertos empleos no se debe solo a que ellas eligieran estudios con predominio de femenino, pues se da el caso de que muchas desarrollan esos trabajos feminizados pese a haber cursado titulaciones más equilibradas por género o, incluso, con predominio masculino. Por tanto, reducir la segregación educativa no parece suficiente para luchar contra la segregación ocupacional; también es necesario garantizar que hombres y mujeres disfruten de las mismas oportunidades en el mercado laboral eliminando prácticas discriminatorias y asegurando de que ni trabajadores ni empresarios tomen decisiones basadas en expectativas o estereotipos de roles de género.
Esos son las conclusiones del estudio publicado en la revista Applied Economics por Juan Acosta, Pilar Osorno y Olga Rodríguez, del Departamento de Economía, Contabilidad y Finanzas de la Universidad de La Laguna. La segregación ocupacional por género, es decir, el hecho de que hombres y mujeres estén distribuidos de manera diferente en las ocupaciones, es un problema económico importante y persistente en España y otros países desarrollados. Es una de las causas fundamentales de la brecha salarial de género, ya que las mujeres suelen estar concentradas en empleos de baja remuneración y con pobres perspectivas de promoción laboral. Por tanto, es importante entender cuáles son las causas de dicha segregación, razón por la que se elaboró el estudio.
El objetivo del trabajo fue medir la importancia que tiene el hecho de que chicos y chicas elijan diferentes estudios universitarios para explicar la posterior segregación en las ocupaciones y comprobar si los y las jóvenes que estudiaron las mismas carreras universitarias (o muy parecidas) trabajan en los mismos empleos.
El método utilizado, que es una de las aportaciones fundamentales del artículo, fue un análisis econométrico que identificó y cuantificó la contribución de estos dos aspectos después de tener en cuenta otros factores que también influyen en el tipo de empleo que ocupan las personas: situación familiar, formación continua, trabajo por cuenta propia o ajena y tipo de contrato, entre otros. El estudio utilizó datos individuales de la Encuesta de Población Activa entre 2011 y 2017, limitados a personas menores de 35 años para eliminar, en la medida de lo posible, la influencia de viejos estereotipos y roles de género tanto en las decisiones educativas como en las posibles ocupaciones que desempeñan.
Seguidamente, todos los empleos fueron agrupados en tres categorías: con presencia de hombres muy alta, con distribución por sexos equilibrada, y con dominancia femenina. Seguidamente, se calculó la brecha en la probabilidad de que hombres y mujeres jóvenes trabajen en cada uno de estos tres tipos de empleo, lo cual se tradujo en una serie de conclusiones interesantes.
Así, existe una relación entre la proporción de chicos y chicas que cursan los grados universitarios y la proporción de hombres y mujeres en sus posteriores ocupaciones. Lo destacable es que, en términos cuantitativos, el 67% del efecto de la educación sobre la brecha en el acceso al empleo en el que predominan los hombres proviene de las diferencias por género de la especialidad educativa.
Así, las mujeres están infra representadas en algunos trabajos, fundamentalmente porque muy pocas chicas escogen carreras universitarias adecuadas para ellos, como las técnicas (ingenierías, informática). Sin embargo, esta cifra se reduce al 40% para ocupaciones con predominio femenino, y casi se hace cero en el caso de las ocupaciones en las que ambos sexos tienen un peso similar.
En estos casos, la elevada presencia de mujeres en ciertos trabajos se explica solo parcialmente por las especialidades que escogen (que también están feminizadas, como las carreras relacionadas con la educación o los cuidados) y, sin embargo, tienen un papel importante otros factores que las llevan a trabajar en esos empleos más frecuentemente que los hombres con los mismos estudios. De hecho, las mujeres que estudiaron carreras equilibradas por género o incluso algunas dominadas por chicos también tienen más probabilidad que sus compañeros de trabajar en empleos dominados por mujeres.
Por otra parte, el equipo investigador encontró diferencias de género importantes en los trabajos que ocupan quienes cursaron determinadas especialidades educativas. Las más importantes corresponden a carreras dominadas por mujeres encuadradas en la rama de Arte y Humanidades, Educación y Ciencias Sociales.
Pero la brecha de género más preocupante probablemente sea la que tiene que ver con las disciplinas relacionadas con las nuevas tecnologías, dada la importancia que estas tienen en el contexto económico actual y que, probablemente, aumentará en el futuro. El 62,97% de hombres con grados relacionadas con Tecnologías de la Información y las Comunicaciones trabajan en empleos apropiados para estas titulaciones, pero el porcentaje de mujeres con esa misma formación es 11 puntos menor. Solo el 5% de estos graduados trabajan en empleos dominados por las mujeres, cifra que sube hasta el 18,2% en el caso de las mujeres.
Así, además de que chicos y chicas estudian diferentes carreras universitarias, también existen prácticas discriminatorias, estereotipos y roles de género que juegan un papel importante a la hora de explicar los empleos que ocupan. Por tanto, las políticas públicas destinadas a luchar contra la segregación ocupacional no pueden limitarse a animar a más mujeres a formarse en ciertos campos y también deben tratar de eliminar estereotipos de género, tanto entre trabajadores como empresarios; acabar con el sexismo que aleja a las mujeres de algunas profesiones; lograr mayor conciliación laboral y familiar para que las mujeres desarrollen su actividad en cualquier tipo de ocupación; e informar a la sociedad sobre la capacidad de las mujeres para realizar cualquier actividad laboral.