Azores, Madeira, Islas Salvajes, Canarias y Cabo Verde comparten una serie de elementos florísticos que hacen que la Macaronesia deba ser reconocida como una región biogeográfica independiente de la Mediterránea, al presentar una suficiente cohesión interna. Así lo defiende un artículo científico recientemente publicado en la prestigiosa revista Biological Reviews, cuyo autor principal es el catedrático de Ecología de la Universidad de La Laguna José María Fernández-Palacios.
En el trabajo, titulado “In defense of entity of Macaronesia as a biogeogaphical region”, participa una veintena de botánicos y ecólogos vegetales investigadores de la flora macaronésica, pertenecientes a las universidades de La Laguna, Las Palmas de Gran Canaria, Madeira, Azores, Lisboa, Granada, Marsella, Hawái y Oxford e instituciones científicas como el CSIC, el Jardín Canario o Museo de Ciencias Naturales de Tenerife. Entre ello,s figuran también los profesores de la Universidad de La Laguna Lea de Nascimento y Rüdiger Otto, integrantes del grupo de investigación en Ecología y Biogeografía Insular, liderado por el primer autor.
El trabajo consta de una prolija introducción al origen histórico del término Macronesia, así como a su utilización en Biogeografía desde que, por primera vez, hacia 1850, fuera acuñado por el botánico y geólogo británico Philip Barker Webb para designar a los archipiélagos volcánicos de Océano Atlántico nororiental.
En contra de algunos trabajos que cuestionan la validez de la entidad de Macaronesia como región biogeográfica, los autores defienden la singularidad de la región biogeográfica de la Macaronesia dentro del Reino Holártico, tal y como propusiera en aquel entonces Webb y, más recientemente, entre muchos autores, el biogeógrafo armenio Armén Takhtaján en su obra “Floristics Regions of the World” (1986).
Entre esos elementos florísticos singulares, cabe citar en primer lugar la laurisilva macaronésica, un relicto empobrecido de la Geoflora paleotropical que existió en los bordes del Mar de Tetis durante el Paleógeno y Neógeno y que desapareció del continente tras el comienzo de las glaciaciones pleistocenas. Este elemento es compartido por los tres archipiélagos septentrionales.
En segundo lugar, la Rand Flora africana, un elemento en la actualidad restringido a las costas del Mar Rojo, Namibia o Magreb y que comparten Madeira, Canarias y Cabo Verde donde integra los esquilmados bosques termófilos.
Finalmente, tal vez el elemento más llamativo es el de los neoendemismos macaronésicos de origen mediterráneo, presente en todos los archipiélagos, por los que la flora vascular macaronésica es mundialmente conocida, contando con cerca de una cincuentena de géneros y un millar de especies endémicas.